¿Ciudad Futura? – 1era entrega de 3
“Esto nos deja con solo dos grandes preguntas concernientes a la evolución del ser humano. La primera es cuánta más auto-destrucción es requerida antes de cambiar nuestra visión del mundo. La segunda es si podremos conceptualizar un camino mejor – uno que no se centre en la dominación” – S. J. Goerner (1999)
El pasado viernes 21 de febrero, la Municipalidad de Santa Rosa organizó una charla en conjunto con la UNLPam, llamada “Ciudad Futura” donde hubo una aproximación profunda hacia la sustentabilización de la vida en la ciudad. La charla fue a cargo del Director de formación de Green Building Council de España, Arquitecto y Dr. Gerardo Wadel, un argentino, ciudadano del mundo, trabajando en España, charlando en todos lados…
Comenzó su charla diciendo algo que le habían dicho… que todo esto de la sustentabilidad termina siendo algo que ya sabíamos, pero que olvidamos en algún lado del camino. Solo hay que recuperar esa sabiduría anestesiada por el consumo sin mesura.
Fui con amigos de la universidad, pero había gente bastante diversa. Gente ávida de información. Representantes de ONGs, empleados municipales, docentes universitarios y primarios, gente de prensa, gente interesada que recorrió varios kilómetros desde su pueblo, a sabiendas de la degradación que sufre su tierra allá en Guatraché. Y lo escuchamos… a pleno. Intentaré contarles un poco su visión (dividiendo este boletín, estas palabras, en éste y otros 2 boletines más para el próximo y el otro domingo).
Lo primero que destacó, fue la necesidad de lograr una «maduración social”. Un estado mental social que debemos lograr, donde –con una conciencia ambiental solidificada en nuestros sistemas de creencias– la protección de la Naturaleza sea algo obvio, parte de la cultura, una responsabilidad social evidente. Donde el que tire un papel a la calle empiece a ser visto socialmente, y a ciencia cierta, como un gil.
El siglo XX fue caracterizado por la presencia de sistemas productivos de todo tipo, pero todos con un denominador común: su accionar está plasmado en “ciclos de materiales abiertos”, es decir, sistemas –sistemas sociales gigantes, sociedades actuando como organismo vivo– que extraen los recursos de la tierra, de la litósfera, lo transforman en todo, alimento, productos, sarasa, y vamos tirando emisiones de todo tipo a la atmósfera y efluentes de todos los colores a la hidrósfera, que tarde o temprano son absorbidos por la biósfera en forma de contaminantes que alteran todo nuestro vivir.
Pero el siglo XXI se caracteriza, o bah, debiera caracterizarse por la transformación de todos esos ciclos a “ciclos de materiales cerrados” donde los recursos energéticos sean sacados de una misma fuente, el Sol, ya sea directamente, a través de la energía solar fotovoltaica, o indirectamente, a través de la energía eólica y la de las mareas, todos procesos naturales que están ahí… la radiación, el viento, las grandes masas de agua, todo con energía danzando prestándose a ser usada por un rato.
En los ciclos de materiales cerrados también existe extracción de recursos naturales… pero, existe una diferencia en cómo se gestiona todo el asunto. Los procesos productivos tienden a mejorar su eficiencia energética, reduciendo al máximo la cantidad de residuos generados, y procurando una disposición final de dichos residuos, ya sea con un tratamiento adecuado, la posibilidad de reciclar ciertos materiales, o incluso reutilizarlos. No simplemente producir para vender y tirar y volver a comprar.
Saber dónde cerrar esos círculos abiertos, para metamorfosearlos en cerrados, implica estudiar los IMPACTOS AMBIENTALES, esto es, todos los efectos que producimos sobre el medio ambiente a partir de nuestras actividades, ya sean actividades a partir del individuo o actividades hechas por el conjunto social como un Todo.
Para poder estudiar nuestros impactos ambientales, tenemos que 1) conocer los impactos, definirlos, explicarlos, reconocerlos para luego 2) medirlos, buscando una variable que pueda ser medible y que pueda ser representativa del impacto estudiado. Por último, 3) tenemos que monitorear esos impactos. Para esto hay que hacer estudios, con muestreos periódicos que permitan hacer un seguimiento de la remediación ambiental que estamos llevando a cabo.
La filosofía de este proceso, como bien dijo Wadel, es “seguir el recurso”. Seguirlo desde el principio de la cadena productiva (extracción) hasta el final (reutilización, reciclado o disposición final). Y las acciones que tomemos luego de estudiar el camino que siguen nuestros recursos, estarán destinadas a reducir los impactos en:
- Construcciones, Infraestructura
- Producción de Bienes y Servicios
- Consumo Energético
- Transporte
- Producción de Alimentos
Una forma de poder medir y, ergo, cuantificar (y luego poder comparar, sacar conclusiones), el impacto ambiental es a través de la Huella Ecológica. Actualmente llevado adelante por la “Global Footprint Network. Este medidor transforma “en hectáreas de tierra” todos los recursos que necesitamos para llevar a cabo nuestra vida. Es una medida de la superficie que se necesita para generar esos recursos. Y toma en cuenta un montón de cosas… la ropa que usas, la comida que consumís, los transportes que usas, los residuos que generas y un montón de cosas más.
Lo alarmante, es que la biocapacidad calculada del planeta es de 1,8 ha. globales por persona, pero ya en el 2005, el ser humano necesita tener cubierta una biocapacidad, en promedio, de 2,7 ha. Y digo “en promedio” porque, ya lo sabemos, un estadounidense no tiene la misma huella ecológica que un haitiano… Si quieren calcular su huella ecológica, pueden hacer click acá y fijarse.
Según la Global Footprint Network, la Argentina está viviendo de 1,7 veces la biocapacidad del Planeta Tierra. Y si bien los Estados Unidos está viviendo a costas de lo que 4 planetas producirían… nosotros debemos bajar ese número a 1. Y muchísimo más utópico pero imaginable, sería poder vivir con menos de lo que creemos que necesitamos, ser más frugales, ahí sí que sería todo más fácil…
Lo atemorizante es qué ocurriría si los países que usan “sólo 1 planeta” para suplir sus necesidades (lo que sería esperable para todos) quisieran de repente sacar tarjetas de crédito de algún banco amigo, salir a comprar cosas y entrar a consumir con la misma desmesura entumecida que los países con mayores huellas ecológicas… qué ocurriría si un Chino, ejemplificaba el Arq. Wadel, al tener ahora mayor poder adquisitivo, quiere dejar de comer arroz y comer carne. La carne y la soja que comen los vacunos se producen en Argentina, nos ponen un billete sobre la mesa e hipotecamos la calidad de nuestros suelos para las generaciones futuras.
/// Sigue la semana entrante.
Brian Longstaff.-
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