Hacia un sentimiento de pertenencia en la diagramación de un mundo mejor
“Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero no se preocupa usted de sostener la civilización… se ha fastidiado usted. (…) No es que falten medios para una solución. Faltan cabezas.” – José Ortega y Gasset (1927)
Casi 90 años después de escritas estas palabras, un ciclista idealista escribió y salió a manifestar que “la libertad, al fin y al cabo, no es sino la capacidad de vivir con las consecuencias de nuestras propias decisiones. Sé felíz. Cuando no haya nadie más a quien culpar, no quedará más que cambiar, ¿te animás?”
Ciertamente está en nosotros hacer el cambio mental… pero ¿sabemos que tenemos el potencial de cambiar la realidad? Nacemos inmersos en esto, no tuvimos otra que aceptar la realidad desde el primer día. La civilización, la tecnología que nos rodea, las culturas dominantes que se ciernen sobre nuestro pensar y nuestro sentir, el sistema económico capitalista y ese pacto social, que de “pacto” no tiene nada… Todo, caído de arriba, elaborado desde afuera, impuesto. No lo cuestionamos nunca, hasta ahora.
Nacemos y parece que esto es lo que nos tocó, no podemos cambiarlo… En nuestro tiempo libre: una película, un libro, un restaurant, un partido, un recital, eclipses, momentos breves, pero después volver… ¿pero volver a qué? ¿Volver a sostener algo que nunca pensamos si queríamos sostener?
A medida que crecemos, vamos descubriendo huecos en el sistema, cosas que no nos cierran, goteras, fallas, inmoralidades, injusticias, de todo un poco. Hasta hay algunos que piensan que una tarjeta de crédito es lo que nos hace ser argentinos… entonces, algo mal hicimos a lo largo de nuestro vanidosa civilización.
Paseadores de perros por todos lados, pero… independientemente de que puedan tener un laburo -y además de tener laburo le estan haciendo un favorazo a los perros-, honestamente, no entiendo hasta qué punto llega el mascotismo… a menos que los perros estén tan domesticados que también sientan el mecanicismo de la rutina del ser humano, pero sinceramente no lo creo… realmente, ¿para qué se compra uno un perro si no tiene tiempo de sacarlo a pasear?, ¿por qué algunos prefieren una bicicleta fija adentro de 4 paredes, en vez de sentir la topografía bajo las ruedas, amagando con salir volando, con el sol de frente y el viento pegando de costado?
Y después, venía caminando por la calle Gurruchaga al 2400 mirando para abajo, pensando, hasta que un tipo, con una camisa asquerosamente platinada, de color bordó, pero platinada -una esas camisas que las arremangas y tienen otro color en el lado de la solapa- venía caminando hablando fuerte con una papa en la boca… Un pibe con cara de garca (es la única forma que encuentro para definirlo, sabrán disculpar). Lo admito, primero fue un prejuicio (quien no los tiene) y después fue una sola oración y ya está… el sospechoso dice, por celular, recuerden: a los gritos: “eso es una boludez, les hacemos un juicio laboral y lo ganamos, hace una cosa: búscate a un tipo que veas necesitadito de plata, y lo solucionamos…”
Y a mí me asusta pensar cómo van a hacer para cambiar tipos así… Me asusta, me enrosco, me enojo, me frustro, lo pienso, lo mastico y, por el momento, solo puedo confiar en que esta catarsis incite un poco el cuestionamiento de nuestra realidad…
No se necesita ser un gran filósofo para arribar a esta conclusión de la vida. Lo anterior, lo dijo Ricardo Darín, un actorazo y un tipazo, verdadera industria argentina.
Yo cada vez estoy más cerca de la montaña que de la ciudad. Extraño mucho a toda la especie humana, pero la extraño despierta, porque sólo una humanidad despierta puede sacarnos del letargo en el que vivimos… Un letargo, un “confortable entumecimiento” al mejor estilo Pink Floyd The Wall, que se ve en las caras en estado de latencia en nuestros transportes públicos, motivo por el cual elijo la bici siempre que puedo. La proliferación de los sentimientos por sobre la criptobiosis del alma.
Este es un llamado a la solidaridad, para que los que estemos en condiciones de informarnos y repensar la sociedad, nos pongamos a hacerlo cuanto antes. A esto se refería Josep Vincent Marques cuando decía: “Ah! Un poco de distancia respecto de su entorno no le vendría nada mal al lector o a la lectora”. Una distancia que nos saque del entumecimiento, que nos permita ver las cosas como son, y cambiarlas. “Adquirir control sobre el cambio, con respecto a nuestro estilo de vida, demanda un compromiso con el mundo social exterior, en vez de retirarse de él” nos dice Anthony Giddens, uno de los sociólogos más profundos de nuestra época. Y ahí siento que no gano nada recluyéndome en la montaña… tenemos que quedarnos, y cambiar la realidad.
Sentir el cambio como algo propio. Adquirir control. Tomar distancia. Ver los mensajes que están ahí si miramos diferente. Ser diferentes. Hacer la diferencia…
“Para mí, nobleza es sinónimo de vida esforzada, puesta siempre a superarse a sí misma, a trascender de lo que ya es hacia lo que se propone como deber y exigencia. De esta manera, la vida noble queda contrapuesta a la vida vulgar e inerte, que, estáticamente, se recluye a sí misma, condenada a perpetua inmanencia como una fuerza exterior no la obligue a salir de sí. De aquí que llamemos masa a este modo de ser hombre –no tanto porque sea multitudinario, cuanto porque es inerte.”– José Ortega y Gasset (1927)
Los dejo con un video para recordar qué estamos defendiendo. Nuestra tierra, tan vasta en paisajes, como biodiversidad, culturas, historias, atardeceres… Creo que realmente vale la pena protegerlo.
Hasta la semana que viene,
Brian Longstaff.
Pd. Video South America de Vimeo
Bibliografía:
Fotos sacadas por mí.
Ortega y Gasset, Jose (1927), La rebelión de las Masas. Hyspamerica Ediciones Argentina S.A.
Vincent Marques, Josep (1982), Para una sociología de la vida cotidiana. No es natural. Ed. Anaprama.
Giddens, Anthony (1991), Modernity and self-identity. Self and society in the late modern age. Cambridge (Polity Press).
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