Voy a dejar de escribir.
Voy a salir a caminar la calle,
y que sea preferentemente de tierra,
así puedo pisarla fuerte, dejar una huella;
y en las que no sean de tierra,
voy a buscarle las baldosas flojas,
para pisarlas Creando
fuentes instantáneas de agua
otrora vez estanca.
Me voy a manchar.
Pero voy a convertir lo estanco en movimiento.
Voy a romper las baldosas con un martillo
inflable de casamiento,
para hacer mosaicos en clínicas públicas,
en grandes ciudades,
abarrotadas de individualidades.
Voy a pedirle prestada a la clínica
una silla de ruedas para rodarla
durante veinticuatro horas y sentir,
lo que Es
sumarle a mis dramas cotidianos
otra potencial azarosa realidad.
Y sentir,
lo que Es
tener Nada de qué quejarme.
Y luego iré en las próximas setenta y dos horas
a correr tres veces alrededor de la laguna
o en simple línea recta
hasta que se me canse el alma
y la última endorfina de todas,
y que me quede sólo el pulso,
vibratorio, atmosférico, carnal.
¿Y si me canso, y quedo atrás por un tiempo?
No me va a importar, porque frené
cuando ya no me daba más.
Y me senté al costado del mapa,
y pensé, que voy a escribir donde quiera
y como se me cante;
voy a mezclar…
poemas con ensayos,
gritos con guiones,
ficción y realidad con mentiras verdaderas,
para hacer una ensalada cultural que Sea
un intento de despabilamiento,
el alter ego del pan y circo contemporáneo.
Verdadero, Eficaz.
Voy a imaginar un montón de arcoíris de gelatina gigantes
saliendo de adentro de todos los locales de marca de ropa,
rompiendo vidrieras y surcando ascendentemente en zigzag hacia el cielo.
Los padres, asustados,
los niños, alucinando.
Después, tormenta estelar,
lluvia de estrellas,
vientos huracanados, polvo,
miel, frutos secos, corteza,
una mantis verde flúor,
un grillo verde militar,
un saltamontes verde pasto,
y millones de hojas,
formando píxeles de videojuego
de todos los colores
del otoño,
estación,
de recambio ancestral.
En estado de latencia,
permanecemos.
Y latentes quedarán los rebrotes de los árboles
durante todo lo que tenga que durar
esta etapa de cambio interno
que atraviesan los organismos
(vivos).
¿Y después?
Después puedo predecir el florecimiento.
El verdor escupiéndose en el paisaje
como baldes de pinturas arrojadas contra una pared;
o bombuchas de agua
pero rellenas de pintura
de colores pasteles reventándose
cuadro por cuadro,
en el suelo.
Predigo que algunos árboles crecerán tanto,
que sus copas se alzarán y agrandarán de forma tal
que una isla volcánica invertida nacerá de cada uno de esos árboles, y
que, mirando hacia arriba, el cielo sería,
por un momento,
un archipiélago gigante invertido
que recubre todo el planeta.
Y cuando llueva,
sólo ahí le voy a poner pausa a la música progresiva,
para deleitarme con él clásico repiqueteo,
sobre el techo de chapa,
hasta quedarme dormido,
sin antes poner la alarma Antes,
para poder despertarme y apagarla,
y dormir un rato más abrazando
la almohada.
Voy a volver a hacer las cosas
por el simple hecho de hacerlas,
sin más vueltas sobre ningún asunto;
volver a hacer las cosas como si fuera la primera vez que lo haces,
volver a aprender a hacer todo otra vez,
volver a buscarle un sentido simple a lo que haces,
sentirme realizado con lo que Haces.
Voy a cocinarme,
para así cuidarme y mimarme,
con colores y texturas,
y no sólo con sabores.
Voy a evocar a los implicados,
ser consciente en lo que trago.
Voy a instaurar el karma instantáneo
y el efecto espejo
de detectar el reflejo de mis debilidades
en mis críticas y juzgamientos hacia afuera,
como eje sobre el cual
echar a girar mi estado
actitudinal-entrópico-diario.
Voy a ser ballena, coliflor,
papel higiénico, lampazo, picaflor.
Voy a dirigirme hacia lo alto en el este,
para agarrarlo al Sol cuando salga,
y regatearle un par de horas más de noche.
Voy a tratar a todos,
como si este ya fuera un mundo mejor.
Voy a eliminar el “no puedo” de mi casa,
voy a vetar las quejas de mi cuarto;
voy a dejar de escribir, ahora mismo,
porque no puedo vivir nada de esto
siesto
yacá
escri
biendo.
– es un decir.
Brian Longstaff.-
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