Y llegamos a los 30. Bien ahí. Ploff.
Hey, escuchen. Nos tomamos muy en serio. Cada uno, a sí mismo. Desde el careta al más correcto laburador. Nos despertamos a la mañana, y en los primeros segundos reseteamos nuestra vida, nuestro potencial, dentro de la imagen social que creamos alrededor nuestro.
Es un impulso nervioso que se dispara dentro nuestro como un dominó hacia el infinito: (te despertás) hace calor, ducha, ¿qué hora es?, las 7… el banco, tengo que ir al banco; Faaa! Seguro que está el gil este que odio que va leeeento y leeeento – y esto te irrita porque estás acostumbrado a hacer las cosas vos, y rápido, porque cuando eras chico tu viejo te apuraba a hacer las cosas temprano a la mañana (bronca). Y pum, listo, en un instante reseteamos nuestra vida, nuestros recuerdos, y nos quedamos ahí… porque ahora todo lo nuevo que percibimos, lo vemos con este bagaje de cosas encima.
Pero el reseteo es tanto interno como externo. Alimentamos el ego para identificarnos dentro de la sociedad a través de una imagen social (el deportista, el exitoso, el fracasado, el fachero, el gil, el garca, el “buen tipo”, el familiero, el ortiva), un estatus (puesto de trabajo, logros académicos, aptitudes sobresalientes); y más arcaicamente: en una clase social (el pobretón vs. el ricachón), un logo, una marca de ropa, un equipo de futbol, etc. Y sin darnos cuenta, entramos en un círculo vicioso, porque entramos a esforzarnos por mantener esa imagen porque creemos que esa imagen es lo que somos. El ego piensa que si esa imagen no existe, entonces: quién soy? Y como esa pregunta requiere de un libre albedrío que pocos se deciden a usar para ser respondida, el ego prefiere seguir alimentando esa imagen. Y somos como hámsters corriendo en una rueda.
“Don Juan dijo que todos cuanto me conocían tenían una idea sobre mí, y que yo alimentaba esa idea con todo cuanto hacía.
No ves? –preguntó (Don Juan) con dramatismo– debes renovar tu historia personal contando a tus padres, o a tus parientes y tus amigos todo cuanto haces. En cambio, si no tienes historia personal, no se necesitan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus pensamientos. (…)
Vale más borrar toda historia personal (…) porque eso nos libera de la carga de los pensamientos ajenos” – Carlos Castaneda. Viaje a Itxlán. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2009. Páginas 34 y 35 (Primera Edición en 1972)
Pero en vez de hacer esto, de relajarnos y ser, le seguimos dando explicaciones a todo el mundo, para mantener esa imagen, y aun así queremos sentirnos renovados, sentirnos bien. Pero llega un punto en el que no nos sentimos bien, porque no hay nada más para agregar. Y terminamos por no hacer nada.
Y olvidamos que en todos los ámbitos de la vida, cuando nos proponemos a hacer algo, si queremos que esto salga bien, solo basta con ponerle plena atención, ponerle pasión, corazón y voluntad, y posiblemente uno realmente pueda lograr lo que sea. Pero ahora ya no lo intentamos porque la imagen autoimpuesta nos frena, no nos deja probar cosas nuevas, salirnos de la rutina. Tenemos que retomar nuestros sueños más verdaderos, eso que queríamos hacer desde chicos, sea lo que sea!. Pero no caigamos ante el sistema. Al sistema en el que vivimos le viene muy bien el ego, porque a través del ego se maneja a las masas. Acá cada uno tiene que dejar de preocuparse por las mil y una variables que les tiran para abajo sus proyectos. Fue! Prueben!
“Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin –dijo-, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas. (…)
Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Solo hay tiempo para decisiones.” – Carlos Castaneda. Viaje a Itxlán. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires, 2009. Páginas 69 y 70 (Primera Edición en 1972)
Sobre el tema de la muerte como disparador hacia niveles más amplios de consciencia hay mucho para hablar. Pero es un concepto claro y sencillo: cuando uno tiene una experiencia cercana a la muerte, sus valores hacia la vida cambian, y por lo general tiende uno a sentir la vida de otra manera, maneja sus emociones de otra forma, y por ende la toma de sus decisiones.
Abrazo,
Brian Longstaff.-
Ploff – No es ambientalismo, es cambiar al mundo.
Seba Roldán dic 05 , 2011 at 15:40 03Mon, 05 Dec 2011 15:40:30 +000030. /
Muy bueno el boletin y tambien el articulo titulado "Experiencia cercana a la muerte"