Existencialismos Sin Enrosques y Bizarros Encuentros.
Adaptabilidad, el No-Miedo a re-inventarse. Erguirte decidido junto con el vencer, rotundamente, el “dejar para mañana lo que puedes hacer hoy”. Tomar el Hoy, y vivenciarlo como si no hubiera algo parecido a un mañana más que saber de antemano que el Sol naciente nacerá, y que viene ganándole a todas las noches del alma sumadas de todas las personas habidas y por haber.
Aceptar la verdadera condición humana, esa que nos hace pasarnos horas haciéndonos problemas varios para todo lo que soñamos. Diagramando imposibles, atrayendo imposibilidades, generando carencias donde no las hay. Será que la existencia de mí mismo, la condición humana en sí, el estar aquí y ahora, es una existencia compleja. Compleja para nosotros, por supuesto; el aquí y ahora es un placer para el árbol, y un éxtasis para el panadero que planea por el aire. La complejidad que le adjudicamos a vivenciar el aquí y ahora, proviene de pensarlo todo demasiado.
Es natural que, si dejamos de vivir de forma alienada por un buen período de tiempo –usualmente un periodo mayor al de la quincena proporcionada por las tradicionales vacaciones; un período de meses-, comiencen a fluir un montón de preguntas existenciales sobre mí mismo, el mundo que me rodea y mi lugar en él; cuestionamientos que nunca me había hecho antes. Es natural, también, que quiera pasarme una etapa de mi vida buscando la Verdad en las respuestas a aquellas preguntas… Pero saber sobrellevar esta “condición humana” que tenemos por ser humanos, implicaría no enroscarse demasiado en existencialismos… En otras palabras, no buscar preguntas cada vez más retóricas y no elaborar respuestas cada vez más abstractas y puras pero imposibles de poner en práctica junto con una plena felicidad. Absorber las experiencias y circunstancias tal y como vienen, y re-direccionarlas suavemente hacia donde querés.
Ernesto Sabato dice que “la existencia es trágica por su dualidad, por pertenecer a la vez al reino de la naturaleza y al reino del espíritu: en tanto que cuerpo somos naturaleza y, en consecuencia, perecederos y relativos; en tanto que espíritu participamos de lo absoluto y la eternidad (…). Podríamos ser felices como un animal o como un espíritu puro, pero no como seres humanos”.
Y si después viene una de mis mejores amigas y se me ríe ante mi prolongado ceño fruncido y me dictamina: “tu problema no es conectar con la Naturaleza. Eso lo haces bien. Tu problema es no poder conectar con la Naturaleza Humana…”, entonces, se me estampa en la cara el verdadero sentido de la expresión “touché”. Porque ya si me lo dice Ernesto y mi hermiga, por algo es… Y sólo me lo puedo tomar con humor, y hacer del aprendizaje personal algo lúdico.
Aceptarnos es también aceptar la naturaleza humana, la condición de existir queriendo constantemente buscarle un porqué. Por eso no enroscarse demasiado. Porque, como el tiempo no existe, en un abrir y cerrar de ojos te encontrás atascado en el mismo lugar ahogándote en una pelopincho de preguntas. Y las cosas más cotidianas te agarran desprevenido, te taran, te traban, y te hunden hacia tu oscuridad personal, lo más retorcido que haya en vos, saltas a la defensiva y cualquiera puede hacerte saltar por cualquier cosa.
Y es que a veces estoy más sereno que otras tantas veces… A veces, puedo lograr integrar mis yoes, o por momentos (aquellos momentos de gloria en los que se me desfrunce el ceño)… pero no siempre.
Una vuelta caminando puede ser un acto meditativo o una enumeración caótica de información que me invade y me sofoca, dependiendo de mi control personal, de mi serenidad. Doy vuelta en la esquina, un local expone un plasma con el noticiero de información relevante para los argentinos. La noticia es “Peluquería sobre Ruedas en Mar del Plata”. Miro hacia la vereda del café de la esquina: dos tipos sentados, cincuentones y panzones, pre-pelados, puchos encendidos en manos con anillos. Uno le dice al otro:
-El tipo ese que te conté que lo estoy ayudando, el que tenía las 5.000… ahora compró 4.500 más… ya está en 22.000 hectáreas el tipo… -camino por al lado de ambos, y sigue- El tipo desmonta porque es un trabajador. Es un Buen Tipo -me volteo a los tres pasos para volver a ver el noticiero, la nota era ahora sobre “la nueva familia de Emojis”, los emoticones de WhatsApp… Vuelvo a mirar a los dos tipos, ahora ríen como gremlins, me da un mareo seguido de un subidón de adrenalina y me pongo a caminar.
Saber si era un chiste; saber si su condición de “Buen Tipo” estaba netamente asociada a su rutina de talar bosques nativos; o saber si realmente estaba asociando estas prácticas con el hecho de ser un buen trabajador, cuando el concepto de trabajador es un tema muy delicado y extenso, irreductible al desmonte; o qué tipo de ayuda le proveía a aquel fulano, saber por qué mientras tipos así discuten cosas así, en los noticieros nos llenan de relleno para ovejas, son preguntas concatenadas y, a la vez, simultáneas que se me implosionan desde algún pliego de mi cerebro tormentoso y despiertan en mí un montón de broncas y prejuicios, generando un oscuro agujero negro existencial que me carcome a lo largo del día…
O podría no enroscarme y fluir con mi vida a contracorriente, lograr un halo de luz alrededor mío que refleje tanta hipocresía con buen humor y tolerancia.
De noche, ella sale de trabajar, y se ríe. Me dice, con sana ironía, como en una burla a ella misma, que no puede creer que en el noticiero, en hora pico, pasen un video de Youtube de cuatro minutos de una señora estadounidense interrogando repetitivamente a sus dos perros para saber quién de ellos se comió las galletas…
-¿¡Entendés…!?, ¡Cuatro minutos! ¡Tamo’-todo-loooco’! -se tranquilizó…, y luego de una risa un poco más triste, más real, me dice- Y bueno… así están las cosas país… y se las hemos contado… ¿Y?, ¿qué problema te vas a hacer? –ningún problema me voy a hacer… Me río, y le digo que tuve un sueño retorcido, y que es raro porque yo nunca tengo sueños. Soñé que era de noche y en una pedaleada por la laguna me encontré conmigo mismo pero con mi Yo de 1996, de sólo diez años…
-¡Ah, mira!, y ¿qué te dijo?… o qué te dijiste…
-Nada –le dije- Me cagó a pedos, nada más.
Ella vuelve a ser ella, estallando de risa en su forma habitual y característica. Ríe fuerte, y cuando toma aire para seguir riendo, su diafragma hace algo raro y suena un sonido de radar de submarino ruso en persecución. De sólo pensar en esto me tiento y me río, de lo pequeñísimo que son los detalles que me hacen reír: una risa, una nube con forma de cucurucho, un tero bardeando a un perro o, por qué no, reírme de la condición humana misma.
En realidad no lo soñé… sigo siendo un soñador diurno, pero era más fácil contarlo así y porque, si no, no me iba(n) a creer.
Mi pequeño Yo me sentó frente a él, puso una mano en mi hombro y la otra en mi pecho. Se me aceleraron las pulsaciones porque no hubiese esperado que Yo de pequeño baje a Tierra a alguien así con sólo sentarlo y tomar contacto con él. Sus ojos eran los míos y, cuando habló, nuestras caras desaparecieron por completo, y quedó tan sólo una voz en off, pasiva pero activa, que me decía que vuelva a jugar, que vuelva a disfrutar de lo que hago, que lo haga con una sonrisa, que qué era eso de andar con el ceño fruncido, que me estaba dejando ponerme viejo al olvidarme mi poder personal desperdigado por ahí. Agitó sus brazos por encima de mí, como removiendo un humo imaginario que emanaba de una cabeza sobremaquinante, y dijo- ¡Listo! ¡Ya está! –y lo más raro de todo lo dijo después- Rompe la crisálida todas las veces que vuelvas a empezar. Honrala, pero después, con respeto y convicción, rompela con todo tu Ser.
Esa misma noche que me crucé a mí mismo me lo crucé también a Ernesto, quien me recordó el subir y bajar constante que hay en el existencialismo cotidiano del artista que se ve a sí mismo como anacrónico y transgresor hermitañado de esta vida.
“Lanzado ciegamente a la conquista del mundo externo, preocupado por el solo manejo de las cosas, el hombre terminó por cosificarse él mismo, cayendo al mundo bruto en que rige el ciego determinismo. Empujado por los objetos, títere de la misma circunstancia que había contribuido a crear, el hombre dejo de ser libre, y se volvió tan anónimo e impersonal como sus instrumentos. Ya no vive en el tiempo originario del ser sino en el tiempo de sus propios relojes. Es la caída del ser en el mundo, es la exteriorización y la banalización de su existencia. Ha ganado el mundo pero se ha perdido a sí mismo.”
“Hasta que la angustia lo despierta, aunque lo despierte a un universo de pesadilla. Tambaleante y ansioso busca nuevamente el camino de sí mismo, en medio de las tinieblas. Algo le susurra que a pesar de todo es libre o puede serlo, que de cualquier modo él no es equiparable a un engranaje. Y hasta el hecho de descubrirse mortal, la angustiosa convicción de comprender su finitud también de algún modo es reconfortante, porque al fin de cuentas le prueba que es algo distinto a aquel engranaje indiferente y neutro: le demuestra que es un ser humano. Nada más pero nada menos que un hombre.”
Golpe al hipotálamo. ¡Tuk!
Te deja pensando…
Y será hasta pronto,
Brian Longstaff.-
Bibliografía
Ernesto Sábato, “El Escritor y Sus Fantasmas”, 1963.
Fotografías tomadas por Abby Viale en unas cuantas horas de escape en el camino, hacia Realicó, La Pampa, en algún momento de enero del corriente año. Su trabajo está disponible en: https://www.flickr.com/photos/ocular_circular/ – http://abbyviale.tumblr.com/
Leave a Comment