Primavera Cero en Pampa y la Vía, algo más que agroecología…
Palabras sueltas, surcando la ruta, comienzan a brotar… Incerteza; Seguridad (¿de qué?); Sobriedad (¿ante quién?, ¿cuándo?); Confianza (¿para con quién?, ¿vale la pena?); Lealtad (otra vez, ¿vale la pena?), Autoestima (INVENTÁTELA); Integridad (la posta…); Amistad (sólo a veces, Real); Armonía (ahí va); Solitud (ahora sí); Honestidad (mal si la das por supuesto); Autenticidad (caretas, los hay); Certeza (Incerteza otra vez)
La única certeza creíble es que no hay nada certero. Esto se desprende de que no existe nada estático en el universo entero. Tener la certeza de querer aceptar esto, en vez que comprenderlo, controlarlo y entenderlo, es quizás el paso previo para el comienzo del auto-conocimiento. El saber “que no se sabe nada”, es lograr que la incerteza sea tu aliado, en vez de un gigante al que le temo.
Incerteza es, en definitiva, sinónimo de cambio, flujo, expansión; parte de un proceso continuo.
Lo continuo, es miel que cae como savia de árbol, como magma sobre ladera de montaña, ambos imparables. Fluir, es el único fin. Si no fluis, opones resistencia, y vivís tensionado. Fluir, pero escapándole al uso y re-uso banalizado de la palabra (me harté de escuchar el término en bocas hipócritas); y literalmente no decirlo, sino hacerlo, rendirte ante lo que es, e ir con ello, llevarlo con vos, pero sin permitir que ningún pensamiento/evento se te atore en la cabeza y te atore a vos mismo.
Afecto.
Empezá por vos,
es la única forma
de lograr
que nada
te afecte.
Para fluir, te tenes que relajar, claramente… Y para relajarte, tenes que frenar el carro de tus pensamientos y descansar y contemplar, estando bien despierto y consiente de tu relajo.
Contemplá, todo lo que te rodea.
A veces, uno no se permite estar relajado para nada y ante ninguna circunstancia. Pero cuando otras circunstancias aparecen, y por algún infortunio dejas de creer, sólo ahí decís YA FUE, y te permitís relajarte, soltando, y soltándote.
Basta descreer, para volver a creer.
Basta bajar los brazos, para saber que los vas a volver a levantar.
Si me freno a mirar con atención, los limados contemporáneos anónimos ya están ahí… Fui yo, cabizbajamente, que no los vi. Pero frenarte a observarlos actuar por unos momentos de tu vida, en vez de actuarlo y estar haciéndolo, te saca del enajenamiento habitual que te produce renegar contra la desidia de la gente. Aprender a callarte un poco. Si frenas las broncas y ves más allá del dormido, llegas a ver ahí atrás al despabilado –ATENTOS, mirando tan certera y verdaderamente como un ciervo impala-, y en ella o él, encontrás inspiración, motivación para seguir.
Incerteza.
Imposible saber el desenlace del Universo. Más incierto aún, conocer con fe ciega el destino del hombre en sociedad sobre este complejo, profuso y biodiverso planeta. Entonces, tengo que aprender a descartar cualquier postura de sabedor de la Verdad Absoluta, pues de ser Verdad, es sólo “parcial”, mi porción reinterpretada-resignificada-revaluada de mi percepción de la realidad.
Lo que vivo, lo interpreto, lo defino, e intento dominarlo y, afortunadamente y a los fines de la evolución personal espiritual, no me sale…
Aprender a correrse a un costado cuando la realidad lo excede es positivo para no quedarse enmarañado en un brainstorming interminable. Te salís de tu inercia, para infringir, un cambio actitudinal, y exteriorizas una nueva inercia, provista por uno mismo, una inercia personal, contraria a la inercia que te produce el devenir de las cosas.
Acá, habría una mezcla de “soldado que huye, sirve para otra batalla”, con “si el plan no salió, cambia de estrategia, pero no de objetivo”. Y el objetivo es sanar, que sanemos todos, a lo largo de todos los escalafones de todas las sociedades y culturas del mundo, y hasta el último pibe en la última escuela rural en el fondo del interior latinoamericano.
Que el que nació –por azar- en una villa miseria al borde del país, pueda comer, dormir, estudiar, capacitarse, soñar, viajar y hacer lo que quiera con su vida y crecimiento personal. Y que varios acumuladores de capitales sin sentido alguno aprendan a re-invertir, compartir y dejar de ser un exacerbado jugador del monopoly; y decida, por cuenta propia, la mentoría y el mecenazgo como rol social a adoptar con digna firmeza. Un rol de honor, para aquellos que se despierten a sentirlo.
Alguno, en joda y adrede, me dijo alguna vez algo así como que era un hippie, facho-ecológico (¿?). Yo me río (porque ya lloré), en un país donde baja el consumo de la leche y de la carne, pero sube el consumo de “Jaguars” y “Land Rovers”. Sí, es en serio…
La primavera irrumpe extrañamente en Buenos Aires.
Perderme, en el anonimato de la ciudad.
Retornar, a aquello a lo que otrora vez le había escapado.
Ser anónimo, no-identificado, con nada absurdo, inventado, posteado, prejuzgado, sobre pensado.
Ser identificado, con absolutamente nada.
Caras desanimadas, por la gran ciudad. No se las puede criticar. La vida los paso por arriba. Y más arriba aún, en un piso veintidós, un loco limpiando los vidrios de un edificio de oficina desde afuera, sentado, columpiándose en una especie de hamaca individual, con sus piernas colgando hacia el precipicio.
<<< Donde uno estaría congelado, otro logra estar perfectamente relajado >>>
Caminar por la calle, con cien personas, esperando a franquear la senda peatonal, mezclándose con las cien que vienen del otro lado. Cito: Avenida Juan B. Justo y Avenida Santa Fe. Un enfrentamiento medieval pacificado, algo civilizado, sin caballos, pero con portafolios y trajes, ambos, también, entumecidos.
¿Y al chocarse unos con otros?
Acuerdos tácitos urbanos.
El “¡Huy!¡Disculpá!”
Y el “Noooooh, ¡Todo Bien!”
La Ciudad no tan autónoma de Buenos Aires, enfurecida, vive el día de la primavera de otra manera. Por Barrancas de Belgrano son las 11:28 hrs., adolescentes se besan en las plazas sin medir sus consecuencias. Por suerte para ellos, no les importa. En la vereda de enfrente, sobre la plazoleta de los colectivos que allí aterrizan, un patrullero… y un hombre muerto, un abuelo, cabellos blancos, boca abierta, camisa azul con una birome y anotador en su bolsillo al pecho, recostado sobre el pavimento, al lado de la parada del bondi.
Las personas -ya no las culpo- indiferentes, le pasan de costado. Siguen subiendo a sus bondis para no llegar tarde a sus respectivos lugares. Los efectivos de la fuerza policial custodiando el hecho, esperando a una ambulancia que no llega. Falta de tacto quizás, pero la muerte en la ciudad tiene esto de rutinario; tiene un sinfín de matices inverosímiles. Son hechos, nada más, en un extenso entramado de hecho, todos entretejidos. La muerte es recordatorio de que podes aspirar a ser alguien, pero sos nadie ante la muerte.
Y sos nadie, digo, en general. Llegar a despedazarte y desmantelarte, desperdigarte sobre un colchón de frutas, una cama de pasto, una pileta de semillas de todas las especies del INTA de Anguil (y alguna otra agencia más que se anime). Una vez que todos tus personajes están ahí repartidos por la topografía toda, le decís lo que les dice mi gran amiga Flipsy T. del norte de Findhorn: “A todos mis personajes, a todos mis Yo, Gracias.”. Y te despedís de ellos.
Y ahí empieza la verdadera función.
Entras a caminar. Descreído, por un lado, de la humanidad. Pero, por otro lado, relajado, porque ya no esperas absolutamente nada de nadie. Todo es desde cero otra vez.
Aquel lienzo en blanco que jamás pinté…
Construyo un nuevo día. Lo hago yo; la refundición de mis yoes, el Uno-de-mí, lo mejor de mí…
Y en esa construcción, todo me cae y me viene bien, porque todo me es nuevo otra vez. Y así, todos los días.
Me sorprendo con las cosas más boludas que presenta el reiterado azar contenido en cada día.
Y así como así, me dejo incitar, estimular, motivar, y termino de regreso en la llanura, entrando en el Museo de Historia Natural de La Pampa, donde encuentro la versión contemporánea de guerrera-chamana-amazónica, no embalsamada detrás de una vitrina, sino en vivo y en directo, reencarnada en Licenciada en Aprovechamiento de Recursos Naturales Renovables, especializándose actualmente en Sociología, llamada –en esta vida-, Carolina Angeleri. Al frente de un reducido pero sólido grupo de oyentes (los mismos de siempre), ella se animó, con el único fin de generar interés en las generaciones que retomaremos y seguiremos su laburo, a dar una disertación sobre “La investigación en agroecosistemas sustentables en La Pampa”.
Como técnica, ella sí se anima a tomar parte de los debates sociales, económicos y políticos que giran en torno del verdadero bienestar social sin perjuicio medioambiental. Y lo hace profesionalmente, sin puterio alguno, ni pasiones ideológicas exacerbadas como grupos activistas extremos, no; ella expone la Verdad Agroecológica con hechos. Sí, son hechos aislados, casos de estudio incipientes, puñados de realidad hortícola local. Pero son hechos reales. Nichos agroecológicos que se animan a nacer, y ella está hoy estudiándolos, contra viento y marea (sistémica).
Fue una charla tranquila. Noble, verdadera. Donde hizo primero una introducción acerca del concepto de “Agroecología”. Buscando definirla desde la “ciencia”, como “movimiento”, y desde la “práctica”; incluyendo siempre lo social y colectivo. La Agroecología integra conocimientos interdisciplinarios, multidimensional y multiescalarmente, incluyendo saberes populares. Dentro del trabajo realizado por la Lic. Angeleri, buscando valorizar el conocimiento tradicional, se destaca: la recepción y multiplicación ex-situ de materiales hortícolas locales; la generación de información general; la difusión e intercambio de semillas y saberes; y la identificación, descripción y evaluación de diferentes especies. Para lograrlo, tuvieron que articularse entre el INTA, las familias, la REDAE y la Feria por la Alimentación Sana del Parque Oliver. Gran temple, admirable actitud, la necesaria para llevar adelante estas actividades dentro de un sistema que prefiere lo tradicional a lo sustentable.
La mayor importancia que se le adjudica actualmente a la Agroecología, es su potencial para lograr una co-evolución entre la sociedad y el medio ambiente, conservar y acrecentar la diversidad genética, como así también adaptar los sistemas productivos a los medios locales (vendiendo en proximidad, reactivando las economías regionales).
Todos estos son TREMENDOS beneficios, que nuestros representantes políticos debieran tomar en cuenta a la hora de reconstruir nuestro país, recomponiendo nuestra interconexión y fraternidad entre provincias, fomentando un proceso de neo-ruralización, con nuevos programas de capacitación y trabajo para volver a ocupar los campos que han sido reemplazados por algunos tractores, fomentando el desarrollo local de alimentos para nuestra población. Si bien son sistemas con mayor rusticidad, son sistemas sólidos, ligados al autoconsumo, utilizando recursos propios, por lo que presenta un modo de consumo de alimentos propicio para pueblos pequeños con economías por fuera del tejido económico complejo a nivel macro.
Esa noche, tuve una pesadilla, en la que me obligaban a asistir a una Jornada de Supuestas Energías Renovables, y sólo me hablaban de petróleo, donde el expositor arrancó diciendo: “no voy a hablar del “tarifazo” dispuesto por el Ministro de Economía Argentino –ese que tiene acciones en Shell, ¿lo ubican?- no voy a hablar de eso porque yo soy un técnico profesional que estudia el petróleo y el tema del tarifazo es algo social, económico y político, y eso no tiene nada que ver conmigo…”.
Por suerte, fue sólo una pesadilla. Pero cuando me desperté, mis primeros pensamientos, sorbiendo un café, giraron en torno a algo que no puedo evitar decir con cierta amargura y escozor: hacen falta profesionales con huevos. Dicho desapasionadamente, hacen falta profesionales, técnicos, ingenieros, abogados, estudiantes y gente laburando desde todos los rubros, pero principalmente los grandes estudiosos investigadores y técnicos profesionales, que se animen a levantar su Voz y a decir lo que es correcto decir y cuando sea correcto decirlo, como también que tengan un sólido y auténtico coraje moral.
Vengo acuñando el concepto de coraje moral hace algunos años ya, y gracias a un par de disertaciones estratosféricas acerca de la ética en el ámbito profesional, me animaría a decir que es más bien un coraje ético lo que se estaría necesitando. Como diría un verdadero amigo: La moral sube y baja; la ética no…
Entonces, volviendo al medio ambiente, a la agroecología, o a la ecología en sí con sus relaciones con la economía y, ergo, con la política, los profesionales son los que se deberían animar a obrar haciendo el bien, y no giladas. Y si existe una crisis con posterior debacle ambiental, sería de cobarde que un profesional no interceda con su Verdad ante tantos actos fraudulentos, corruptos y egoístas que llevan a cabo los tomadores de decisiones que los contratan.
No sé si se entiende del todo. No quisiera que se me tome por anarquista, ni hippie, revolucionario, zurdo, subversivo, antisistémico o un simple quejoso. Ciertamente, y por suerte, ya creería que tampoco me importa. A veces, acá, te pones un jean y te dicen careta, y al día siguiente alpargatas y bahiano y sos un hippie. Entonces, ¿para qué malasangrarme? Si a uno lo catalogan por la ropa, más aún lo hacen por las ideas. Entonces, para que gastarte en justificarte con quién, y para qué hacerlo, si quizás muy seguramente no valga la pena.
Y es acá donde es sabio, no, me corrijo…
Es acá donde es sano hacer lo que hacen todos: Pasarle a otro la papa caliente. Que en sentido técnico-profesional sería: encontrar a otro que ya haya pensado como vos y citarlo, para lavarte la creatividad de las manos. La gente prejuzga y huele plagio en todos lados; y a veces son sólo sucesos simultáneos independientes, la conciencia humana colectiva buscando formas de expresarse.
Yo admito estar ya un poco enojado con cómo están las cosas, en un mundo gobernado (ámbito político) por directores de empresas (entongados con la economía). Y ese enojo me hace expresar todo esto escribiendo y haciéndome el loco con la palabra “huevos” en la frase “hacen falta profesionales con huevos”; quizás usando ese recurso literario me puedo acercar a generar cierto espamento. Pues bien, espaméntese nomás… Pero le aseguro que es eso lo que falta…
Pero existe gente que, por suerte, sí logra expresarlo en las formas formales dulcificadas que satisfacen los niveles de suavidad requeridos por los oídos de muchos. Como por ejemplo Diego Gurvich, José Paruelo y Emiliano Donadio, quienes ciertamente tienen más serenidad para comunicar las cosas que yo.
“¿Es nuestra única función generar conocimiento para que -eventualmente- otros lo utilicen? ¿Tenemos mayor capacidad de cambio que otros actores sociales? ¿Debemos proponer, o participar, en la formulación de políticas ambientales? ¿Debemos participar en la gestión de los recursos naturales? (…) El aumento sostenido de la población humana mundial en crecimiento (>7 mil millones de habitantes), junto con el aumento generalizado del consumo de recursos y de la producción de desechos, indica que pronto atravesaremos una situación ambiental crítica a nivel global (…) resultan insuficientes los mecanismos oficiales de traspaso de la información científica de carácter ambiental hacia los gestores de políticas públicas. Cuando los temas ambientales toman estado público (…), rara vez aparecen los investigadores (…) opinando acerca de esos temas. (…)
Algunas de las limitaciones que observamos para que los ecólogos argentinos desarrollemos un rol más activo en relación a la actual crisis ambiental podrían ser: (1) la complejidad de las temáticas y la escasez relativa de estudios locales, que dificulta la toma de decisiones y la intervención; (2) el bajo número de ecólogos en relación a otros países; (3) la escasez de organismos que incentiven la divulgación y la extensión de la información ecológica, así como la ausencia de políticas públicas estratégicas para su implementación. La falta de un rol más activo también podría deberse a una cuarta razón, que es -simplemente- no creer que sea nuestra función ocuparnos de este aspecto. (…) proponemos adquirir un rol más activo en divulgación y exigir políticas públicas específicas que, por ejemplo, fomenten el uso racional de nuestros recursos naturales. (…) los organismos de Ciencia y Técnica deberían valorar aún más el desarrollo de las tareas de divulgación, extensión y articulación entre la actividad académica y la gestión efectiva de los recursos naturales” (Gurvich et al., 2009)
“Los intereses y valores (…) explican la falta de un canal de comunicación directo entre el sistema académico y los que toman las decisiones. La problemática ambiental puede tener muchas causas, pero no caben dudas de que el conflicto con los intereses económicos es una de ellas. En el sistema económico capitalista, los actores buscan maximizar las ganancias y la acumulación de capital. Sin controles políticos, la lógica económica promueve la sobre-explotación de los recursos naturales y de los trabajadores. (…) En la medida en que el conocimiento ecológico constituya un obstáculo para la expansión del capital, existirá una presión fuerte para que ese conocimiento ecológico no sea incorporado en las decisiones. (…)
La capacidad de la industria u otros afectadores de definir qué costos y qué beneficios se consideran es sensiblemente mayor que la de los beneficiarios, en general una sociedad civil local atomizada. El componente político, en la medida que refleja relaciones de poder, tendería a distorsionar aún más el panorama en favor de los afectadores. (…)La palabra “consenso” ha ganado prestigio en estos días. La influencia de la comunidad científica se vería fortalecida si lograra consensuar una posición única sobre un problema ambiental. (…)Quizás no se trata más que de hacer lo que corresponde a verdaderos universitarios: investigar, enseñar y extender el conocimiento a la sociedad. (…) Por supuesto, debemos reclamar que nos escuchen, que nos consideren, que nos den lugar como actores importantes en el proceso de toma de decisiones. Incorporar la Ciencia al proceso de toma de decisiones, en todas sus instancias, es imprescindible. Aunque no convendría ser ingenuos: las decisiones se toman en la arena política.” (Paruelo, 2009)
““Ecólogos cómplices” fue una de las consignas que algunas organizaciones ciudadanas eligieron (…) Es claro que un sector de la sociedad está decepcionado con el rol desempeñado por los ecólogos en lo que respecta a políticas públicas y al compromiso social. (…) La información presentada en este artículo pone en evidencia que (1) los ecólogos, como conjunto, no participan de manera pública, concreta y contundente en el conflicto minero-ambiental, y (2) la opinión de los ecólogos es necesaria dado el pobre contenido científico-técnico de los EIA y de los informes de monitoreo presentados por las empresas mineras. Nuevos trabajos deberán evaluar si este mismo patrón se repite para otras actividades de alto impacto, incluyendo las plantaciones de soja y de especies forestales, la exploración y la explotación de petróleo y gas, etc. (…)
Por último, debatir y educar sobre ética en la profesión es fundamental para evitar decisiones equivocadas, derivadas del conflicto de intereses que existe entre los resultados que obtiene el investigador y los que espera quien provee los fondos. Ajustar los métodos y/o resultados de un EIA en función de las expectativas del cliente es éticamente inaceptable. (…) Clements pensaba en la Ecología como una ciencia con una misión, y sostenía que el ecólogo debía erigirse como un nuevo tipo de líder inmune a la corrupción de los negocios y la política; un director que establecería las reglas para el asentamiento humano y el uso de la tierra (…) Este mensaje llama a los ecólogos a involucrarse en temas que, aunque ajenos a sus intereses de investigación, afectan a los sistemas ecológicos que habitan, investigan o intentan conservar.” (Donadio, 2009)
Siempre existen formas y formas de decir las cosas (y de hacerlas, por supuesto). En “los modos” parece estar el secreto. A veces, el modo en que abordás a alguien para divulgar cierto tipo de información no logra el cometido de transmitir el mensaje verdadero. En la paciencia puede estar la clave. Y no sólo una paciencia externa, hacia los demás, sino una paciencia hacia adentro, hacia vos mismo. Ser paciente con Vos, y todo aquello fervoroso que sentís bien adentro. En palabras de Joan Garriga Bacardí, «ojalá logremos la plena paciencia con nosotros mismos”. Realmente, ojalá podamos; ojalá pueda; y ojalá puedas…
Mi vicio primaveral es intentar buscarle la praxis a todo lo que Pienso. Si una cadena de pensamientos no me lleva a un hacer concreto, no la dejo dejarme divagar. Elijo otro camino, que intenta pensar menos, dejando de tratar intelectualizar las injusticias éticas que nos rodean. Elijo tratar de, meditativamente, hacer algo. Y si no lo logro, intento dormir. Y si no lo logro por ahí, lo intento con la huerta de atrás.
De día, de noche, al amanecer, o al atardecer, es indistinto. Con o sin lluvia, nubes o heladas a la mañana. Con todas las diferentes fases de la luna (y con Todo lo que ellas conllevan). Da igual, siempre con algo nuevo te encontrás. Siempre algún nuevo patrón de la naturaleza se te deja ver si le dedicas un mínimo tiempo de contemplación.
Un cactus que sube, igual de magnífico que un arrecife de coral cerca de las costas de Madagascar. Un morrón y otros pimientos de índole picante que son trasplantados, permanecen rectos y estoicos frente a un sutil granizo; soportan la tempestad.
Plantines de tomate, más de veinte, cómodamente apiñados en una sola maceta con tierra bien negra llena de pequeños trocitos de cáscaras de huevos. Todos dispuestos acostados sobre una antigua baldosa, tras cortar con cuidado la pequeña maceta plástica, y separar tiernamente cada plantín del otro (con quien se crio, ahora por separado), con cuyas raíces existía casi una simbiosis, que se deshace ahora suavemente con la pericia y el amor de las manos del horticultor.
Las Vaquitas de San Antonio lo atestiguan todo. También lo hacen las abejas, mientras polinizan una planta de romero del tamaño de un Fiat 600.
Arriba, en lo alto de un poste por el que treparán zapallos de gran porte, de origen africano, un abejorro obeso, cansado, llega bamboleándose hasta la cima, donde habita, adentro de una veta de la madera, carcomida por el tiempo.
Microcosmos, en el compost. Ciclos biogeoquímicos activados, al palo, por lombrices incansables creadoras de fertilidad. Ojalá logremos la plena paciencia con nosotros mismos, y ojalá aprehendamos a reciclarnos con la misma celeridad, con las mismas tasas de degradación que nos deja entrever el mundo en descomposición.
Y renacer, de sur a norte, sin marco de referencia.
De ustedes y para ustedes, esperando germinar,
Brian Longstaff.-
Bibliografía
- Diego E. Gurvich, Daniel Renison y Fernando Barri. “El rol del ecólogo ante la crisis ambiental actual”. Publicado en la revista “Ecología Austral 19:233-238”, difundida por la Asociación Argentina de Ecología, en Diciembre del 2009.
- José Paruelo. “En relación con el artículo “El rol del ecólogo ante la actual crisis ambiental”, de Gurvich et al., en este número”. Publicado en la revista “Ecología Austral 19:255-258”, difundida por la Asociación Argentina de Ecología, en Diciembre del 2009.
- Emiliano Donadio. “Ecólogos y mega-minería, reflexiones sobre por qué y cómo involucrarse en el conflicto minero-ambiental”. Publicado en la revista “Ecología Austral 19:247-245”, difundida por la Asociación Argentina de Ecología, en Diciembre del 2009.
- Carolina Angeleri. “La investigación en agroecosistemas sustentables en La Pampa”. Disertación brindada en el Seminario de Agroecología organizado por el Museo de Historia Natural de La Pampa el día sábado 8 de septiembre del 2016.
- “Economía Política”. Programa de noticias conducido por Roberto Navarro, emitido por el canal C5N el día Domingo 16 de octubre del 2016. Fuente, link: https://www.youtube.com/watch?v=xS8yBvXwlcU
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