Reciclado Final Invernal
Hasta acá, la verdad es que todo esto es un compendio de buenas ideas que no necesariamente terminaron saliendo… ni siquiera siendo… Es un rejunte de bellos idealismos, absolutamente nada más que palabras, que no pudieron pasar de la germinación –que fue real, en Todos– a la verdadera transición plántula/árbol. Hacerte leñoso, sólido, con valores bien enraizados y transformados en un tronco ascendente y ramificado en diversos servicios socioecosistémicos. Pagar el diezmo a la sociedad.
A veces, toca soportar, aguantar. Y la mayoría de las veces resistir… Principalmente en las convicciones. En eso que te mueve. Lo que te hace Ser Más. Miras para atrás, e intentas darle sentido a tu hoy. Pero por momentos te paralizas…
Herman Hesse lo advierte en su Juego de Abalorios: “Pero mientras es tan fácil encuadrar bella e inteligentemente determinadas secciones del pasado de la historia universal, todo presente ese torna difícil para su autoinserción ordenada; por eso una tremenda inseguridad, una tremenda desesperación, cayó sobre lo espiritual, precisamente, al descender con enorme rapidez las exigencias y la contribuciones espirituales hasta un nivel muy modesto. (…) angustiosos signos de la época: la árida mecanización de la vida, la profunda decadencia de la moral, el descreimiento de los pueblos, la fealdad del arte. (…) Hubo distintas formas de reacción frente a este enemigo que ya había penetrado y no podía ser conjurado. Sólo se podía reconocer en silencio la amarga verdad y soportarla estoicamente; esto hicieron los mejores”.
Hace unos siete años atrás mi hermano Alexander me llevó de viaje, sacándome de un taper sistémico en el que vivía. Vivir en una gran ciudad te adormece, casi imperceptiblemente, sin darte cuenta, hasta que llegas al punto de renegar por el trabajo, no poder disfrutar de lo que tenes, sacar una sutil barriga urbana y un pelo que comienza a retirarse hacia atrás. Frentes fruncidas, descontento, falta de ser.
Viajar te proporciona eso. Perspectiva…
Leyendo sobre el pasto de “Western Park”, en Nueva Zelanda, me di cuenta de algo simple, quizás obvio, global, y es que el pasto, verde, con su nerviación paralela a lo largo de sus hojas, es el mismo acá o allá… Es el mismo. Es idéntico.
Sentirte en casa, mirando simplemente el suelo.
Sentirte en todos lados.
Al mismo tiempo.
Lo sentí como algo sumamente revelador; una pavada así fue la que me fue llevando hasta el día de hoy, a intentar lograr que todos sientan en algún sentido eso mismo que nos hace ser una sola voz en representación del planeta. Aunque esto, fue quizás, establecer la vara muy alta… Abrazarse a una causa termina estando muy cerca a volverse loco por ella. Fijar la línea, entre dar sin esperar recibir, y desvivirte, tiene que ser puesta por uno mismo, priorizando siempre la paz mental.
Si tenes buenas ideas, puede que sea mejor guardátelas para más adelante. Fijarte, antes de levantar la perdiz, que no sean ideas anacrónicas, porque te toman por demente, o por boludo… Al libre, le temen. Al que despierta, lo marginan de loco, de hippie… Hace unos días, me aconsejan esta analogía: ¿cuánto pesa este vaso de agua? – No importa su peso absoluto, sino el tiempo en el que lo mantengo sostenido en alto. Lo mismo con los mambos existenciales volcados en cruzadas utópicas que no llegan a ningún lado… hay que saber ponerle pausa a todo eso. Acallar las voces internas, a veces contradictorias, a veces refulgentes, otras veces soberbias, subversivas, autoboicoteantes, destructivas, contraproducentes.
A medida que me fui dando cuenta de esto, diría que no es que bajé los brazos (al humano que se disculpa por ser Humano), pero sí logré bajar la guardia, serenar, delegar a limados contemporáneos, anónimos… la tarea de seguir volcando existencialismo, vitalidad y Verdad, al despabilamiento colectivo. En un año raro, no importa si maya o gregoriano, plagado de entropía, desconcierto, descontentos, aprendizajes, tropezones decepciones multilaterales y falta total de concreción, completitud, cohesión y realización, uno recuerda estar vivo. En ese recordar, logré ralentizar la locura, descansar dejando el vaso de agua sobre la mesa un rato, bajando la frecuencia en las publicaciones. De un ensayo semanal, plagado de enojo, logré bajar a uno quincenal más introspectivo, sanador, a uno mensual radical y trascendental, pero lo más enraizado posible.
¿Y con el tiempo ganado? Estudios varios, salir a correr, jugar con perros –independientemente de sus olores y garrapatas-, frenarse a mirar el cielo, mirar a Venus y Júpiter alineados, formando un doble lucero que no se volverá a repetir hasta el 2065, mirar los insectos, libélulas copulando al vuelo rasante por un cuerpo de agua –artificial-, los gestos de los humanos que las ignoran, las texturas, contemplar y buscar patrones, buscar significados superiores, darle sentido a lo que hacemos, vivir, y dejar vivir, y morir, por supuesto.
Desatar, y ser, por tu propia cuenta, cuesta.
Doy vueltas como un trompo… GIRO, como un gato previamente encarnado en yaguareté, persiguiendo su propia cola. Mi gran hermano, el verdadero, no el televisivo, ni el amigo que habla de hermandad pero no la ejerce, no… Mi hermano de sangre, que logra enrular el hemisferio sur uniendo Oceanía con América Latina, es quien me da pragmatismo en momentos de ahogamiento así. Mientras el invierno va llegando a su fin, y la crisálida comienza a querer romperse, me dijo: todavía no decidiste si ayudar a los humanos o al planeta…
¡Boom!
Fuegos de artificio sobre fondo negro. Aleph interno, lo opuesto a un panic-attack… Biodiversidad. Montañas. Miles de pastos, árboles, copas y copas de árboles pasándome rápido por el cuerpo. Estoy cayendo en diagonal con la fuerza de un meteorito, doy la vuelta al mundo por el océano hasta llegar a una pequeña isla en Japón, me estampo contra el agua, bajo finalmente la velocidad hasta llegar al fondo donde un curioso bicho camina felizmente por encima de un alga marina. Comiéndola.
Es una pequeña babosa marina, Costasiella kuroshimae, que tiene la habilidad de incorporar los cloroplastos de las algas que come a su cuerpo, y usarlos para hacer fotosíntesis. Una química increíble, inimaginada, con una belleza tremenda…
La observo, a quien parece una mini oveja pastando por sobre las algas que flotan ocupando amplios volúmenes de agua, y atino a preguntarle acerca del drama humano… Corren demasiado, y no saben a dónde van, es lo único que me dijo. Quedé suspendido.
La voz de mi hermano me sacó del océano insular y me regreso a la habitación otra vez… su voz en el teléfono reverberaba como frecuencias de ondas invisibles pero sentibles. Me vi desde arriba, tirado en el suelo, teléfono en mano, mirada a través del ventanal. Allá, más allá de la medianera, pasando las columnas de nubes, subiendo ahora en diagonal ascendente hasta rebotar contra la luna en cuarto menguante, formando un ángulo obtuso entre la llanura, el satélite y la isla, estaba mi hermano, y acá estaba yo, y mi realidad adyacente.
¿Y si le erré a mis objetivos? ¿Y si por enésima vez mis acciones no se complementan con un camino coherente? ¿Importa…? ¿Y si la fe y la esperanza sucumben ante la falta de autenticidad de la gente cotidiana de manera sistemáticamente cotidiana? Y si no se tiene claro el fin, ¿cómo voy a saber qué medios usar? ¿Vale la pena…? ¿De qué le sirve a cualquiera ser un manija si no sabe a dónde verter esa energía?
Existe cierto reciclado de personas en la vida. Pocos son en verdad permanentes. Por momentos, los verdaderos amigos se cuentan con la mano del manco. Y te viras hacia otras especies… En otros momentos, la compañía es grata, complementa…, te da una seguridad inexplicablemente social, aferrante. Pero, al final, al soñar, al morir, al sanar, al llorar, al dar el empujón inicial para salir de la cama al alba, al crecer, estamos solos. Tus momentos de miedo interno, o tus subidones de endorfinas que le siguen a una sublime caída de ficha en tu vida, son momentos internos solitarios, necesariamente solitarios. Y me refiero al “clic” que se te hace en la cabeza, al instante interno de ese “clic”. Puede que estés físicamente acompañado, pero el proceso es personal.
El listado, es un poco más complicado que el “escribir un hijo, tener un árbol, plantar poesía” tan bien propuesto por Carolina Bravo. El quehacer existencial podría extenderse hacia otros rubros. Principalmente, al conocimiento de uno mismo. Volver a tu origen, resignificarte y metamorfosearte cuantas veces sea necesario en este proceso autodepurador. El suelo infiltra, el agua depura, el aire disipa, el viento sopla lo que el fuego quema. Brasas, pensamientos, sentires, personajes pasajeros, valores, proyectos, y creencias, Todo al fuego…
La risa y el llanto, de tu viejo, de tu abuelo, de tus ancestros y todos los que estuvieron detrás en los últimos diez mil años, tejidos, por cientos de ciudades y pueblos diferentes en varios continentes. Ciudadanos Planetarios, casi que hasta en un sentido socio-genético, demográfico, multiendocultural del término.
No tengo la menor idea de cómo va a hacer la humanidad para salirse del quilombo espiralado descendente en el que se está metiendo… Lo repito, ¡no tengo la menor idea!
Pero que me detengo a pensarlo cada vez que miro desde lo alto, ¡me detengo a pensarlo!
De castigo mandaban arriba del mástil a uno a mirar. No siempre le creían cuando gritaba desde ahí arriba lo que se les venía. Ya no sé siquiera si me corresponde hacerlo… Lo más probable, es que no. Si acaso algo me quedó de leer Siddharta es que el Sansara es algo absolutamente personal a atravesar. Y los hechos me demuestran que no sólo es propio de cada uno atravesarlo, sino que es algo tan certero de ocurrir como la muerte misma. ¿La excepción a la regla? Los que mueren sin haber vivido, y los que viven en el Sansara sin saber que están ahí. Y, si bien es cierto que a esos se los perdona porque no saben lo que hacen, la Pacha no perdona a los que sí saben lo que hacen… Para ellos, la rueda del ka comienza girando a su favor pero esa rueda nunca para de girar. Pero, es “la vida” el eje sobre el cual gira y ese detalle nos excede. Nadie ejerce control sobre ningún eje más que el suyo propio.
La mente al humano, como la navaja al mono: somos presos de lo que pensamos y esclavos de lo que nuestro laboratorio químico corporal interpreta a través de nuestros sentidos… Nosotros direccionamos toda esa maraña de información de forma conscientemente meditativa. Por supuesto, es más fácil escribirlo que hacerlo. Para hacerlo, no tenes que estar leyendo esto, ni yo escribiéndolo. Desprenderte un poco y de tanto en tanto del celular constantemente en tus manos, desligarte con la misma naturalidad con la que se suelta una piña seca de un pino y se cae al suelo para arrancar por otro lado… Prescindir… de todo y de todos. Ahorrarte la red social, el contar, el verbalizar, el expresar, y cambiarlo Todo por Adentro. Al menos 1 vez.
No pedirle peras al olmo ni ser más papista que el Papa, dos sabios consejos de mi vieja que no supe entender ni aplicar hasta hoy. Lo mismo que descansar el brazo que sostiene el vaso de vino, agua o jugo de naranja exprimido. ¿Cómo logras cambiar la realidad para no comer manzanas de Chile, vestir ropa de China, o para que dejen de haber maestras rurales haciendo dedo en las rutas del país para seguir enseñando en los pueblos más pobres donde la niñez y la vida y el verde escasean? ¿Cómo haces desde tu símil insignificante lugar para Hacer Algo?
Yo me sentí afortunado, recostado en esa plaza, y me siento un afortunado, hoy, sentado en esta plaza, recostado, sólo, escribiendo. Me visitó un abejorro y una mariposa. Escuché cantos de aves que no supe identificar. No pasé frío en la noche anterior y hasta me cociné. Pero todavía no sé qué hacer con tanto lujo. Por el momento, me limito a contemplar lo que hay, a agradecerlo, todos los días, para recobrar el aliento y volver a la carga otra vez, retomando el maniqueo, soñando con alguna alquimia misteriosa que logre despertarlos a todos.
Pero ya sé que no se puede… Es sólo una utopía que me armé para seguir con fuerza y convicción hacia algún lado. Creo que en algún punto, funcionó. << Start the Riot >> Algunos empujones al precipicio. Algún gracias. Me recordaron, que con Una sola persona inspirada, ya alcanza. Pero el resto, es parte de una gran red que gira y se expande; y va más allá de Vos.
La teoría social de la incertidumbre se resume a que nunca podemos saber dónde vamos a estar en unos años y haciendo qué. Podemos hacer pronósticos, desear, soñar, diagramar, pero la vida pega cada giro de tanto en tanto, que lo mejor que podes hacer es saber cómo vivir en el hoy, para que cuando la vida gire, y te la dé en la cara (o por la espalda), estés lo suficientemente neutro con vos mismo como para no perder la cordura ni caer en una desesperación contraproducente en Pampa y la vía.
Conocerte a vos mismo, lograr algún tipo de paz mental que te permita siempre ser auténtico en tus acciones para poder, al menos, dormir con la conciencia limpia, y estar preparado. Quizás, ese estar preparado no equivale a estar siempre desconfiado, sino saber que todo cambia, todo es transitorio, y nada puede ser eterno.
La historia –y en última instancia, el Tiempo– demuestra que a la larga, los imperios caen, las mentiras se develan, y la real cara de los actores sociales sale a la luz. Mientras, uno puede hacer lo poco que puede con lo poco –o relativamente mucho- que uno tiene y esperar lo mejor. Frugalidad, serenidad en el día a día, avanzar sin pisar a nadie, crecer sin cagar a nadie, coraje moral para asumir lo que sea que tengas que asumir, para luego quemar, borrar todo esto y transformarlo en actos.
Y hoy, habrá luna nueva, por suerte, otra vez.
Habrá que salir a No verla.
Brian Longstaff.-
“Me inclino con reverencia ante quienes se han dejado matar sin devolver el golpe.
(…) La bondad y la maldad nos resultan inabarcables, porque suceden en nuestro propio corazón. Son, indudablemente, el gran misterio. Esta trágica dualidad se refleja sobre la cara del hombre donde, lenta pero inexorablemente, dejan su huella los sentimientos y las pasiones, los afectos y los rencores, la fe, la ilusión y los desencantos, las muertes que hemos vivido o presentido, los otoños que nos entristecieron o desalentaron, los amores que nos han hechizado, los fantasmas que, en sus sueños o en sus ficciones, nos visitan o acosan. En los ojos que lloran por dolor, o se cierran por el sueño pero también por el pudor o la astucia, en los labios que se aprietan por empecinamiento pero también por crueldad, en las cejas que se contraen por inquietud o extrañeza o que se levantan en la interrogación y la duda, en fin, en las venas que se hinchan por rabia o sensualidad, se va delineando la móvil geografía que el alma termina por construir sobre la sutil y maleable piel del rostro. Revelándose así, según la fatalidad que le es propia, a través de esa materia que a la vez es su prisión y su gran posibilidad de existencia.
El arte fue el puerto definitivo donde colmé mi ansia de nave sedienta y a la deriva. Lo hizo cuando la tristeza y el pesimismo habían ya roído de tal modo mi espíritu que, como un estigma, quedaron para siempre enhebrados a la trama de mi existencia. Pero debo reconocer que fue precisamente el desencuentro, la ambigüedad, esta melancolía frente a lo efímero y precario, el origen de la literatura en mi vida.” – Ernesto Sabato
Bibliografía:
Hermann Hesse, “Siddharta” (1922) y “El Juego de Abalorios” (1943)
Ernesto Sabato, “La Resistencia” (2000)
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