Bases espirituales de la cooperación.
Antes de leer las bases espirituales de la cooperación, se recomienda arrancar este boletín 3 semanas atrás, haciendo click acá, para leer la introducción, y luego las bases económicas y morales, para después abordar las bases espirituales.
“Ya no es el pensamiento, ya no es la costumbre, ya no es el acto físico reiteradamente realizado lo que tiene importancia. Es la voz interior que oye sólo el que la posee; es una actitud casi mística cuyo el mejor clima es el de la sociedad sin reservas; es la esperanza imprecisa que nace por impulso incontrolado; es la convicción serena, profunda y sin explicaciones de la hermandad universal; es el fraterno afecto hecho ya verdad de nuestra vida. Es tender imaginariamente las manos en ondas de sentir fraterno y sentirlas estrechadas en la lejanía por manos amigas cuyas presencias ignoramos y a cuyos dueños desconocemos; es vibrar emocionalmente al propio tiempo que vibran otros en un sentir elevado. (…)
Todo nos está llamando a la cooperación, todo nos incita a unirnos, todo nos señala que algo que hay más allá de nuestro vivir egoísta, enredado en una simple y compleja relación económica nos está aguardando para que nuestra existencia se realice en forma más armónica. Todos los elementos, todos los incentivos, como ésta la verdad trascendente que debemos descubrir y alcanzar. Sólo es preciso que los hombres tengamos una visión más profunda de nuestras reales posibilidades.
La cooperación no es una creación de los hombres, como lo es el cooperativismo. La cooperación no es el fruto de disquisiciones filosóficas ni de análisis severos que arriban a conclusiones precisas. Pueden ser fruto de esas disquisiciones y de esos análisis las formas orgánicas que toma la cooperación para estructurarse; pueden serlo los estatutos, las sociedades constituidas, la actuación exterior de los hombres, pero el sentido básico espiritual de la cooperación, es una mandato de la especie que recibimos como regla superior de convivencia para el armónico desarrollo del hombre, por cuya realización podremos superar estas etapas egoístas para encontrarnos en la verdad pura de que para ser no es preciso destruir, sino que para ser es preciso cooperar. (…)
Si nos desligamos del aire, del sol, del agua, de la tierra, del pájaro, de la montaña, del cielo y nos consideramos aislados del cosmos; si n advertimos que hasta el clima tiene influencias sobre nuestras decisiones y aptitudes; si nos creemos centro del universo y pensando que todo gira en torno nuestro y sólo para nuestro beneficio; si nos erigimos ególatras y creemos que todo ha de venir hacia nosotros sin que nosotros empeñemos nuestro esfuerzo; si cerramos el círculo de nuestra conveniencia en nosotros mismos, seremos individualmente una pobre cosa que se revuelve sin soluciones en las redes que el propio egoísmo nos ha forjado.
Si, por el contrario, nos sentimos factores de progreso colectivo, si sabemos que dar no es regalar sino sembrar para una superior cosecha conjunta. (…)
Si, en lugar de sobreestimarnos dando rienda suelta a nuestra egolatría, nos replegamos, sencillos y pequeños, en la soledad de una noche inmensa, acercándonos al arroyo murmurante que sigue su trayectoria, ignorante de si alguien lo contempla o no, y percibimos ese silencio profundo donde los ruidos más leves adquieren sonoridad, como el de una hoja que cae al rozar la atmósfera y, luego, su liviano choque con el agua y, más tarde, su avance como ligera embarcación en suave descenso; entonces, todo esto, que no hemos percibido en las horas de intensa actividad y fatiga, va rodeándonos con su presencia y alejándonos de los problemas esencialmente triviales de nuestra actividad diaria, que absorben nuestro tiempo.
Introducidos en esa nueva sensación, cuando nos sentimos extrañamente solos, aislados de la sociedad y desprovistos de nuestras vanidades, porque en la soledad no tenemos ante quien exhibirlas; descargados de todos nuestros rencores, porque no tenemos contra quien volcarlos; en la plenitud de ese vacío interior que nosotros hemos provocado, nos sentiremos penetrados de una suavidad superior, de una liviana atmósfera que nos ha invadido, de unos sentimientos nuevos que revitalizan nuestro ser y tendremos hermosos hilos invisibles que han nacido de nosotros y tiene conexiones cósmicas. (…)
Esta frecuentación del espacio abierto, del arroyo, de la noche plena, de la actividad de las aves, de la montaña y el amor universal, será lo que habrá de limpiarnos de todas las aberraciones que hemos ido acumulando a través de nuestro mezquino existir. (…)
No somos utopistas, ni ingenuos soñadores alejados de la realidad.
Tenemos la certeza que el camino es largo y que hay que empezar por nosotros mismos: trabajar en el propio interior; eliminar las propias barreras, trascender los límites estrechos para encontrarnos ante un panorama interior de insospechadas proyecciones. (…)
La libertad no la podemos reclamar, si primero no la hemos conquistado en nuestro interior. (…)
No nos alejaremos de la tierra por eso, como algunos podrán objetar.
Nunca el hombre podrá vivir desligado de sus hermanos ni extraño a sus problemas ni a sus destinos. Ningún hombre podrá ser plenamente feliz mientras quede uno sólo de sus hermanos con esa importante tarea sin realizar y no le hayamos iniciado en la inevitable empresa de superarse. (…)
Salvemos al hombre de sus imperfecciones. (…)
No importa que los demás no crean: creamos nosotros.
No importa que los demás sean egoístas: no lo seamos nosotros.
Están reventando las semillas: NO nos amarguemos porque aún no son árboles. Semillas de hoy serán árboles mañana. Y frutos. Y nuevamente semillas.
REGLAS DE ORO DE LA COOPERACIÓN
- Libre acceso y adhesión voluntaria.
- Control democrático.
- Distribución del excedente.
- Limitación del interés.
- Neutralidad política y religiosa.
- Pago al contado.
- Estímulo a la educación.”
Así terminamos estos 4 boletines cooperativistas… ya sabemos, pues, cuáles son las bases económicas, morales y espirituales para la cooperación. Cuestión de seguir esperando que crezca un bosque.
Será hasta la semana que viene,
Brian Longstaff.
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