Juntadas atemporales y un Tecnotren.
No hay nada mejor que sentirse acompañado en lo que uno hace. Si hablamos de sustentabilidad, no hay nada mejor que hablar, discutir, idear con otros que estén en la misma sintonía. Que toman la utopía de bandera, y accionan desde lo local a lo global.
Hace unos años tuve la oportunidad de vivir unos meses en Nueva Zelanda, donde vive mi hermano quien invirtió en que yo pensara diferente. Ciertamente lo logró, al extrapolar mi mundo cultural más allá de mi ciudad natal. En el departamento, los flatmates (compañeros de departamento) iban rotando temporalmente. Pude compartir vivencias con personas de Japón, Finlandia, Inglaterra, Irlanda, Francia, Canadá, Alemania, Estados Unidos, Italia, Chile, México, Brasil, y más allá del concepto que tengamos armado en nuestra cabeza de cada país, me apasionaba al encontrar denominadores comunes en los valores de todos. Pude sentir por primera vez a la especie humana en simbiosis directa con toda la biosfera, envolviendo al planeta entero.
Me sorprendía escuchando las mismas quejas sobre las trivialidades de la tele, o pensando en formas de repensar el sistema educativo, tan oxidado y cansado; o viendo como el Arte se toma cada vez más como un camino de vida realizable, y no un salto al vacío… el “me juego por lo que en verdad quiero”.
Y pensaba, me dejaba divagar… toda esta gente, de tantos lugares, en la misma sintonía, conectados… ¡Fue! ¡Pueden cambiar lo que quieran! – hábitos de consumo, pensamientos, formas de actuar, de decidir. Toda esta gente, por más utópico que suene, tiene la potencial capacidad de actuar en forma rápida, coordinada, y precisa… y así poder cambiar desde el sistema de recolección de residuos, hasta el SISTEMA mismo.
Años después, desde donde les escribo, Santa Rosa, La Pampa, llanura mística, se presta al mismo contexto de puchero de ideas. Encuentro amigos, que a su vez vienen de diferentes lugares de la provincia, con la misma indignación, y las mismas ganas de no pasar desapercibidos, de luchar (en el sentido no violento, sino desde la cultura, desde el actuar y el pensar con el ingenio) por lograr una sociedad liberada de la mentira sistémica.
Y pensábamos en voz alta, sobre cómo la gran migración del mundo Rural al Urbano cambió todo para peor… al despoblar los campos, tierras que van quedando en cada vez menos manos, las ciudades se fueron superpoblando, aumentando los niveles de entropía social, haciendo que tengamos un metabolismo ineficiente a nivel ciudad. Al ser cada vez más personas, hay más gente consumiendo, desplazándose, generando residuos, en un mismo espacio cada vez más superpoblado, más contaminación, más desorden, más entropía incontrolada.
Y esto va más allá de la ciudad capital de nuestro país en Buenos Aires, ya que son problemas que trascienden las fronteras y se repiten en cada gran ciudad. La problemática ambiental trasciende lo nacional. Y por eso pensábamos, si la problemática ambiental trasciende lo nacional, a nosotros, desde acá, solo nos queda actuar localmente, empezar a buscar soluciones locales (a nivel educación, consumo, gestión de residuos, transporte, impuestos, multas, etc.) para empezar a gestionar nuestros recursos naturales y culturales en simbiosis con el planeta.
Y como plan estratégico a nivel país, tiene que existir una repoblación del campo, de nuestras tierras, revivir aquellos pueblos que quedaron abandonados tras el furor de la época ferroviaria. Ya nos extirparon los recursos desde afuera, a pedido del mercado inventado… y los trenes que los transportaban ya no circulan más, y las personas que los que los cargaban, y los que los conducían, no importan ya…
Imaginen repoblar las ciudades que fueron dejadas de lado por el sistema, pero repoblarlas con una planificación sustentable, rediseñando nuestros pueblos con la permacultura de Bill Mollison. Utopía, sí… ¡pero qué lindo paisaje!
En nuestro país “muchos de los empréstitos se destinaban a financiar ferrocarriles para facilitar el embarque al exterior de los minerales y los alimentos. Las vías férreas no constituían una red destinada a unir a las diversas regiones interiores entre sí, sino que conectaban los centros de producción con los puertos. El diseño coincide todavía con los dedos de una mano abierta: de esta manera, los ferrocarriles, tantas veces saludados como adalides del progreso, impedían la formación y el desarrollo del mercado interno.” (Galeano, 1971)
Y el detalle de la trocha es imperdible: resulta que la trocha de las vías del tren es el ancho medido entre ambas vías. En nuestro país, cada ramal tiene un ancho de trocha diferente. El objetivo fue pensado genialmente: así los trenes tienen que ir al puerto sí o sí, y no pueden hacer viajes interprovinciales por tener trochas diferentes.
Todo esto para mostrarles una posible solución: Para fomentar el mercado local, tenemos que fomentar la comunicación entre nuestros pueblos. En argentina se creó el Tecnotren, conocido como “el tren de los pueblos”, que abre nuevas puertas para planificar nuevos futuros. Los invito a leer la breve nota sobre el Tecnotren acá.
Será cuestión de seguir pensando nuevas formas de pensar.
Saludos,
Brian Longstaff.-
Bibliografía:
Galeano, E. 1971. “Las venas abiertas de América Latina”. Siglo Veintiuno Editores. 1era ed. 10ma reimp. Buenos Aires. 2012.
Y una excelente charla con Flora, Pelu, Gonza y Eze.
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