BA 253: Argentina, República Extractivista: La irresponsabilidad de los que producen responsablemente.
¡Qué difícil se hace escribir en estos tiempos sin herir susceptibilidades! Por eso quiero, de a poco, dedicarme a la ficción, para no ofender a nadie… Pero lo que sigue, por más que quisiese, no es ficción, sino un artículo de opinión, fundamentada.
Me tomé un buen tiempo para salirme del enojo antes de escribir esto. Nada constructivo se piensa desde la ira. Sí… se puede traducir todo eso en arte, es cierto. De hecho, la rabia y la tristeza suelen ser grandes motores creativos, pero no lo son para desarrollar argumentos válidos a fin de demostrar la falsedad desleal de algunas aseveraciones… políticos no representando a sus conciudadanos y aprobando leyes, a espaldas de la gente, que protegen intereses económicos no-argentos; productores (de todas las actividades) jactándose de moralistas copados, cuando no lo son; leyes en serio, que no se reglamentan; la eterna pateada de pelota hacia el otro lado, “no, ¡eso es culpa de fulano!”; y la desidia general, deshumanizante, de todo aquel que comienza a gozar de solo un poquitito de esa falopa tan adictiva que envicia a nuestra sociedad: el Poder.
Deshumanizante la desidia, en el sentido de olvidarnos de nuestro carácter gregario-planetario, de lo que va más allá de la propia familia (porque eso es lo que quieren que pienses, que tenés que proteger a tu familia nada más, llegar a fin de mes, y el resto que se curta). Olvidarte de tu vecino, del loco del departamento de al lado, el del piso de abajo, y el del edificio de enfrente de la avenida, el despensero, el que le trae la verdura al despensero, el que produce esa verdura y toda la coyuntura cultural de problemas que ese tipo está atravesando por perder constantemente sus tierras ante el avance de la frontera del “monopoly-estanciero” que parecieran estar jugando los que van acobachando más y más poder. Y es un asco… y es promiscuo… y es oscuro… y es una trama tan compleja y siniestra, que de ahí sé que la realidad supera a la ficción, motivo por el cual preferimos nuestras pantallas, en todos sus formatos, antes que la realidad… la película Matrix adaptada al uso de las redes sociales (estas últimas, otras falopas/herramientas de control mental-social).
Así que busqué la quietud mental para describir situaciones y poner cosas arriba de la mesa tratando de no entrar en oposiciones, rivalidades o “versus” de ningún tipo, sin bardear, ni contrariar al otro. Acá no se intenta demostrar que lo que uno hace es mejor, sino diferente. Y por ese camino avanzamos… Me dediqué a hacer las cosas que considero que hago bien, que no son muchas. Leer, buscar inspiración en los eventos climáticos y en la fauna local, y un poco de jardinería, claro. Al relajarme un poco, las evidencias fueron apareciendo como para poder ir armando un entramado de nociones, un conjunto de saberes auténticos, en todo sentido, científico y común.
El mapa de Argentina podría dividirse por actividades económicas, más que en provincias o regiones fitogeográficas: la Cordillera de los Andes y la mega-minería, la Patagonia y los hidrocarburos, el mar argentino y la pesca, la llanura pampeana y las actividades agropecuarias, el norte y sus desmontes, la eterna expansión de la frontera agropecuaria, y el continuo avance de empresas internacionales de todo rubro, atraídos por nuestra carencia legislativa en materia de protección de nuestro medio ambiente. Y cada una de esas actividades acarrea un detrimento ambiental asociado, cuya responsabilidad social -a la hora de enmendarlo- viene siendo procrastinada por sus perpetradores a las generaciones que aún no nacieron. Ejemplos de esto hay sobrados a lo largo y ancho de nuestro país. Tierra partida, tierra agrietada.
Afortunadamente, con o sin pandemia, las argentinas y los argentinos salen a la calle igual.
Podemos viajar mentalmente a las ciudades de Esquel, Rawson y Trelew, en la provincia de Chubut, y tratar de empatizar con los manifestantes reprimidos por el “gobierno del “gobernador””, Mariano Arcioni, quienes vienen hace años presentando recursos de amparo y proyectos de voto popular para activar las economías regionales y frenar el avance megaminero. Todo para terminar en una votación a puertas cerradas con el único fin (ya estipulado de antemano) de aprobar la ley de zonificación minera. Casi parece un colmo oscuro que le hayan puesto de nombre “Navidad” al proyecto de la empresa en cuestión…
Los catorce representantes políticos que votaron a favor de esta ley pasarán a la historia como traidores a la patria, junto con Arcioni, y todo aquel que lo haya corrompido de tal manera que terminó haciendo justo lo contrario a lo que había prometido en campaña. Otro clásico nacional y popular: prometer, y luego -al llegar al Poder enviciante- hacer cualquiera… y dedicarte a devolverle favores a los que te financiaron desde arriba para llegar a donde estás. Más que clásico nacional y popular, diría que es un clásico humano. Rebelión en la granja, versión 2021.
Un medio independiente local informaba el pasado jueves 16 de diciembre: “La juventud, el movimiento ambientalista y distintos sectores del pueblo de Chubut resistieron las cargas de la policía provincial, que tiró balas de goma y gases lacrimógenos. En la noche de este miércoles (15/12/2021) ya el gobierno había golpeado a los manifestantes y detenido a dos mujeres que repudiaban esta votación al servicio de grandes empresas imperialistas como la canadiense Pan American Silver. En el medio de la represión, se prendió fuego la casa de gobierno que intentaban controlar dotaciones de bomberos.” Otro clásico humano nacional y popular transnacional.
O podemos imaginar que vamos caminando por la estepa patagónica, en la provincia de Río Negro, junto a la Brigada de Control Ambiental del Ministerio de Ambiente de la Nación y nos encontramos con un manchón negro de hidrocarburos derramados por la falla de un oleoducto de la empresa Oldelval…
Evidentemente, siempre habrá imponderables, más allá de la negligencia que ya existe por falta de un seguimiento estricto de los protocolos ingenieriles de cómo hacer las cosas (buenos materiales y prácticas, frecuencia de reemplazo de piezas o maquinarias, servicios y controles, capacitaciones, cumplimiento de horas de sueño correspondientes, salario bien remunerado, etc.), como lo atestiguan decenas de otros derrames de petróleo terrestres y en ultramar. Nadie se hubiese enterado de esto en Río Negro, de no ser porque un vecino, Daniel Lezcano, filmó el manchón publicándolo luego en las redes sociales, siguiendo su curso, todo lo que pudo.
Mientras filmaba, indignado, decía: “Esto es un desastre ecológico… Un río de petróleo…”. Daniel caminó incontables metros a favor del flujo del líquido negro, hasta que la vegetación patagónica no lo dejó avanzar más.
Entré al sitio web de Oldelval (Oleodúctos del Valle), buscando alguna referencia o mea culpa por el daño causado, y en la sección “Novedades” no encontré nada relevante… Pero sí encontré un artículo diciendo que ellos eran, por cuarto año consecutivo, “una de las mejores empresas para trabajar en nuestro país, clasificando número 8 en el ranking, según la firma internacional Great Place to Work, en su edición 2021”. En la nota, hay una imagen con un numeroso grupo de trabajo sacándose una selfie todos apiñados sin respetar el distanciamiento mínimo, pero -eso sí- con barbijo. La Era de la Estupidez… Poner la foto acá es un golpe demasiado bajo para con personas que no conozco. Al equipo de Oldelval, les deseo, sincera y sentidamente, la pronta re-evaluación de sus valores y principios, y un pronto re-direccionamiento en el norte vocacional de sus labores.
¡Pobre República Extractivista Argentina!
¡Pobre rea…!
Podría estar todo un manifiesto redactando una enumeración caótica de delitos ambientales… pero no tiene sentido…
Aún así, me persiguen…
todo el tiempo,
los ejemplos,
en mi mente,
frunciéndome el ceño,
constantemente…
Visualizarnos, al frente de la expansión de la frontera agropecuaria en la provincia del Chaco, posados arriba de una gran maquinaria topadora… y escuchar a los árboles desmontados cayendo uno tras otro, para ser aserrados in situ. O podemos imaginar el notorio olor a agroquímicos que flota por sobre un tercio del territorio nacional, con o sin viento, formando un manto particulado por sobre todos los pastizales que conforman la llanura, tocando vastos espacios de Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y La Pampa, entre otras. Kilómetros y kilómetros de mala-praxis tecnológica, sin organismos de control, sin restricciones, sin vergüenza alguna, ni protección a sus propios operarios/empleados. O mejor, podemos desplazarnos con el pensamiento hacia el oeste pampeano. Y ver desde ahí cómo se seca el cauce de un río otrora vez caudaloso por el mal uso compartido del recurso hídrico por parte de la provincia mendocina. Mientras la Argentina-toda consume los productos made in Mendoza complicemente…
Y es que lo escucho todo el tiempo.
Tengo que llegar a fin de mes, estoy cansado de laburar, no tengo tiempo de ponerme a leer las etiquetas de las cosas, y menos de leerte a vos. Me levanto temprano, laburo todo el día, pago mis impuestos, seguro alguien se encargará de que lo que consumo sea saludable.
Pues, no.
Y menos en pandemia, donde pareciera que se intenta mantener -en todo el mundo- a todos y todas aislados, de alguna u otra forma (o al menos los lazos, los vínculos, ya no son los de antes) rompiendo el tejido social, y sosteniéndonos lo más alienados posible de nosotros mismos. Entumecidos entre cuotas, promociones, aguinaldos, impuestos, hipotecas, contratos…
Retomando…
Para agregarle una cuota de dificultad al periplo de encontrar personas directas responsables de causar la contaminación de nuestros ecosistemas y la consecuente pérdida de los costosísimos servicios ecosistémicos que nos brindan (tan costosos, que no se incluyen en los cálculos de los economistas y empresarios, sino que son considerados un pasivo ambiental o “costo oculto”), debemos considerar la diferencia que existe entre una contaminación “puntual” y una contaminación “difusa”.
Un ejemplo de contaminación puntual es un buque petrolero que naufraga en la costa atlántica del Mar Argentino, poniendo en jaque al ecosistema entero, amenazando le existencia de su fauna marina acuática, aérea y terrestre, y contaminando el agua vital a troche y moche. Pasa en tal lado, a tal hora y el buque es de tal empresa. Fácil de indemnizar, aunque no hay dólar que diluya contaminantes. El derrame de la empresa Oldelval, relatado recién, es otro caso de contaminación puntual.
En cambio, la contaminación difusa puede ejemplificarse con la contaminación progresiva a lo largo del tiempo por agroquímicos en una napa profunda de agua, en un recóndito pueblito rural del recontrainterior de nuestro país. El agua que recarga la napa viene de diversos lugares, cercanos y lejanos, y su contaminación no la produjo (al menos no únicamente) el arrendatario/propietario/productor actual de las tierras rurales que yacen sobre ella. Esta adulteración de la calidad del agua es un proceso que llevó (y lleva) mucho tiempo y tiene como responsable a múltiples actores. Miles y miles de productores agropecuarios que vinieron antes que los actuales, impulsados a fumigar a destajo por el propio Estado y el Mercado o por ellos mismos (si el fin último es maximizar rendimientos e incrementar ganancias). Este fue un proceso de muchos años que comenzó cuando la República Argentina dio inicio a su carrera interminable hacia la dependencia de insumos. Insumos que, por su parte, están basados en una economía cuyo motor son los combustibles fósiles.
Vale aclarar que las políticas colonialistas-extractivistas no son un invento del siglo XX, ni un flagelo exclusivo de América Latina.
La contaminación difusa es mucho más difícil de tratar porque no es culpa de una sola persona, o de una sola empresa, o de una sola provincia o país, a lo largo de un solo periodo de tiempo. Por lo que de nada sirve ir buscando oponerse a los que están inmersos, de manera funcional, en un sistema que facilita este tipo de actividades económicas. Sólo nos queda traer conciencia sobre estas situaciones… y esperar lo mejor. La tecnología puede adaptarse a nuevas formas de producción, y no es la clase dirigente -como ya sabemos y queda demostrado- la que generará los cambios sistémicos para mejorar nuestra homeoestasis planetaria. Ergo, nuestra supervivencia.
Un ya devaluado sentido común me dice que con la avejentada Constitución Nacional y la “Ley General del Ambiente” debiera bastar para no estar dinamitando el futuro de la humanidad…
Pero no.
Cuando me las presentaron en la universidad recuerdo haberme ilusionado, sintiendo todo el peso legislativo protegiendo el bienestar de la naturaleza que prolifera en nuestro territorio nacional.
Pero no.
La adultez pega fuerte, y la realidad no es la que me presentaron en las diapositivas de la facultad.
Paso en limpio, porque bien vale r e c o r d a r . . . como argentinos y argentinas. Recordar aquello a lo que nos hacen jurar lealtad cuando somos sólo infantes, pero que cuando somos adultos nos hacen creer que es una responsabilidad individual… cuando, a decir verdad, son unas pocas empresas y personas las que generan las mayores atrocidades medioambientales, corrompiendo gobiernos y oprimiendo a sus habitantes.
Extracto del Artículo 41 de nuestra Constitución Nacional: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano, equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo. El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y educación ambientales.” (el subrayado en las citas, es mío)
Pareciera un memorándum de todo lo que no se hace. Así es, en el reino del revés…
El ambiente sano es un derecho y es un deber, ¡ambas cosas! Y como las autoridades NO están protegiendo este derecho, y como el daño ambiental no está siendo recompuesto (ni mucho menos evitado de manera precautoria), son l@s mism@s ciudadan@s los que salen a las calles a sostener la obligatoriedad de lo que realmente está diciendo este artículo de la constitución nacional, y son ell@s l@s reprimid@s.
Extracto del Artículo 43 de nuestra Constitución Nacional: “Toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo, (…) contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o inminente lesione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión lesiva. Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que determinará los requisitos y formas de su organización.”
Esto es, exactamente, lo que hicieron durante años los vecinos chubutenses: presentar recursos de amparo, agrupados de manera autoconvocada, independiente y autónoma… y, repito, en el reino del revés son ell@s l@s reprimid@s…
R e m e m b r a n z a . . .
…de algunos varios años atrás, ocho para ser exactos, cuando me mantenía todavía optimista sobre el futuro de la humanidad, con un espíritu mucho más combativo que el de ahora, con un pensamiento más centralizado en los “versus”, buscando la polarización (que no existe porque vos sos yo, y yo soy tú). En aquel entonces fantaseé con la idea de que surja endógenamente un “recurso de amparo para la Tierra”.
Por supuesto que s e m e c a g a r o n d e r i s a …
Pero hoy, más pesimista que ayer, encuentro un rayo de luz cuántica esperanzadora en esas palabras que escribí:
“Y volvía pedaleando a mi casa y me salió una pequeña sonrisa imaginando, soñando despierto… que lindo sería que de repente los 40 millones de habitantes de la Argentina se asesoren entre amigos, con un abogado, y presenten un recurso de amparo denunciando a alguna empresa que esté contaminando. Imaginen si tan solo el 10 % de la población argentina (supongamos, por ejemplo, desde la clase media) presenten un recurso de amparo en defensa del Planeta. Serian 4 millones de recursos de amparo.
Creo que si en todos los juzgados del país, cayeran más de 160.000 recursos de amparo por provincia (Para que se den una idea, Tierra del Fuego cuenta con 126.190 habitantes, según el Censo 2010) defendiendo al Planeta, en unos pocos meses, eso sí llegaría rápido a los medios, acaparando la atención de todos y configuraría el sistema mucho más rápido de lo que pensamos.”
¿Existirán abogados capaces de asociarse con agrupaciones vecinales, profesionales y científicos para conformar un Concejo de Solidaridad Espontánea para la defensa del medioambiente que nos contiene? Yo sé que si un sólo abogado pudo contra DuPont, entonces bien puedo soñar que en Argentina se pueden producir los milagros y los saltos cuánticos hacia un universo paralelo donde nos transformamos en pioneros de la gestión de nuestros recursos naturales…
De los principios de política ambiental de la ley general del ambiente podemos hacer algunas breves observaciones y críticas constructivas apremiantes.
Por ejemplo, el Principio de Prevención sostiene que “las causas y las fuentes de los problemas ambientales se atenderán en forma prioritaria e integrada, tratando de prevenir los efectos negativos que sobre el ambiente se pueden producir”. Más que hacer un aporte, sólo se me ocurre decir que parece una tomada de pelo. Porque ni Arcioni, ni los políticos que votan a favor de leyes corruptas, ni los grandes (y digo grandes) productores rurales, ni las empresas megamineras, ni prácticamente ninguna actividad extractiva pareciera estar atendiendo de forma prioritaria e integrada a estos asuntos. Por el contrario, carecen del coraje moral de atender causas colectivas a largo plazo, postergándolas por dividendos a corto plazo. Esto puede sonar chocante… pero cuando de tres pilares (lo social, lo medioambiental, lo económico) se prioriza sólo uno de manera evidente (¡adivinen cuál!), la estructura terminará, inexorablemente, eclosionando…
Vamos con otro. Principio de equidad intergeneracional: “Los responsables de la protección ambiental deberán velar por el uso y goce apropiado del ambiente por parte de las generaciones presentes y futuras” (y en verdad creo que se nos ríen en la cara, mis queridos lectores).
Y así podemos seguir y seguir… con palabras bonitas cual arcoíris de colores. Van desfilando uno tras otro… los principios de progresividad, responsabilidad, subsidiariedad, sustentabilidad, solidaridad, cooperación… Todos un verdadero canto a la vida, que cae en saco roto ante la inexistencia de verdaderos organismos de control que velen por su mera existencia y posterior aplicación. La teoría sin la praxis se queda a mitad de camino: si no se puede aplicar, no existe…
Pero, en mi humilde opinión, el más radical de estos principios es el que fue y será mi principio preferido. el Principio Precautorio. Un oasis legislativo en un desierto hipócrita-burócrata… Este principio estipula que “cuando haya peligro de daño grave o irreversible la ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del medio ambiente.”
¿Lo copié y pegué bien…?
Si… “LA AUSENCIA DE INFORMACIÓN O CERTEZA CIENTÍFICA NO DEBERÁ UTILIZARSE COMO RAZÓN PARA POSTERGAR LA ADOPCIÓN DE MEDIDAS EFICACES…”
Listo… ya esto debiera ser fundamento suficiente como para sentarnos a re-evaluar nuestra manera de producir (fibras, alimentos, combustibles, minerales, bienes manufacturados y servicios, todo)…
Pero no.
Y con decir esto yacá (ya y acá), con traerlo a la mesa, con proponerlo… no estoy siendo ni alarmista, ni catastrofista, ni conspiracionista, sino simplemente realista. Como veremos más adelante, existe sobrada evidencia científica acerca de los “costos ocultos” en nuestros accionares productivos… Pero, por su parte, las evidencias científicas son demonizadas, politizadas y bastardeadas por los mismos medios masivos de desinformación, poseídos por los mismos tipos que mantienen todo el otro circo andando. Accionares productivos que a su vez están avalados por los distintos “modelos de país”, cuyos presupuestos anuales se arman sobre la base de impuestos cobrados a las mismas actividades que nosotros nos proponemos cambiar, mejorar, eficientizar, sustentabilizar…
Un verdadero quilombo.
Crecer… para ir dándote cuenta de todo esto.
¡No crezcas! ¡Es una trampa! – leí una vez en un grafiti…
Y digo que estos comentarios-legales son apremiantes, por el contexto de colapso ecosistémico inminente que estamos viviendo, señalado por el amplio arco de científicos con cordura y moral aún existentes, y ampliamente defendido por quien les escribe en escritos anteriores.
Para los tibios, traigo a colación una frase de Dante Alighieri que dice algo como: “los peores claustros del infierno están guardados para aquellas personas que mantienen la neutralidad en tiempos de crisis moral”. Una frase digna de recordarle a l@s graduad@s de carreras afines al manejo de los recursos naturales, personas jóvenes, que hoy cumplen sus roles funcionales en empresas funcionales, priorizando los placeres y lujos personales por sobre “el Bien Hacer”. A ellas y ellos también les deseo la pronta re-evaluación de sus valores y principios, y un pronto re-direccionamiento en el norte vocacional de sus labores.
Ahora bien, después de 15 meses vividos en el campo, en el medio de la real-ruralidad, me considero con cierta experiencia acerca de la vida cotidiana por estos lares…
En materia de “fumigaciones”, tanto en aplicaciones terrestres como aéreas, soy testimonio evidencial de que las Buenas Prácticas Agrícolas no se respetan en la gran mayoría de los casos, ya sea por los operarios de las maquinarias de los contratistas rurales, arrendatarios o los mismos dueños de los campos. Básicamente, no se respetan las condiciones climáticas necesarias para una correcta aplicación de precisión: en particular, la velocidad y el comportamiento del viento.
El viento, tiene la capacidad innata de comportarse como se le antoja, independientemente de las jornadas de trabajo, los feriados, la disponibilidad de maquinaria, y que sople suave y constantemente no pareciera ser un problema para la ciencia del agronegocio. Pero a un amigo sensible a las alergias le sangra la nariz cuando hay “olor a deriva” en el aire, y a un trabajador le agarra migraña, y a mi me da diarrea. A esta altura ya no sé si soy yo autosugestionándome, o si realmente hay sustancias nocivas para la salud humana en el aire, el suelo y el agua. Mientras que al estado nacional sólo le interesa la recaudación, mi única preocupación es saber cómo hacer para que el aire circundante al único lote agroecológico que estamos manejando no se nos venga para este lado. Toda una epopeya quijotesca.
Yo mismo me acerqué a un propietario-operario de una fumigadora que estaba lavando su maquinaria a mano desnuda, y cuando le pregunté si no tenía sus guantes de protección, me dijo (mientras se rascaba asiduamente los antebrazos y las muñecas): “Si, los tengo ahí”– apuntando debajo del asiento- “pero nunca los uso…” -añadió. El tipo cobra por hectárea fumigada por día, no por hectárea protegida ni por cuidar de su propia salud, costos ocultos que no entran en la ecuación.
Hubo otra vez, en que un amable ingeniero agrónomo me llamó telefónicamente para “coordinar un horario para la actividad” (de fumigación terrestre). Le agradecí, ciertamente y de corazón, por su llamado, por la consideración, pero le dije que no era a mí a quien tenía que consultarle, sino a las variables climatológicas reales que se dan en el territorio al momento de fumigar. In situ, las condiciones climáticas la mayoría de las veces distan mucho de las predicciones que hacen los distintos pronósticos en internet, a partir de los cuales el patrón rural suele tomar sus decisiones, a kilómetros de distancia, y generalmente sin disponer de una estación meteorológica a menos de 20 kilómetros del lugar de aplicación, tal como lo disponen las más rigurosas recomendaciones de las normas IRAM.
Me saco el sombrero ante los pequeños productores rurales que siguen sacándole la ficha al pronóstico con sólo mirar el cambio del viento sobre los pastos de sus parcelas, y que -poco a poco- se animan a ir transicionando hacia formas de hacer agricultura y ganadería de manera sustentable… por no decir, agroecológica.
Yo sé que, en el fondo, todo aquel que sea honesto dentro de cualquier sociedad rural de cualquier ciudad de cualquier provincia de nuestro país, que realmente quiera producir responsablemente, tiene que poder ver las inconsistencias del actual sistema de producción y actuar en consecuencia. Estar, como quien dice, a la altura de las circunstancias. Porque los consumidores están entumecidos con pan y circo, y los estados nacionales y provinciales no harán nada al respecto, dado que están comprados por quienes los obligan a mantener ese tipo de producción.
Recuerdo a mi tía abuela Joannie, de amplia experiencia rural y pasión por la naturaleza, que un día, ya cansada, me confesó: “I know, I know, but… if i don`t plant soy, I am out of the game” (“Ya lo sé, ya lo sé, pero… si no planto soja, estoy fuera del juego”)…
En el trabajo publicado en noviembre de este año, titulado: “Impacto de los plaguicidas en los alimentos, el ambiente y la salud en Argentina. Revisión bibliográfica y propuestas superadoras”, en la séptima sección, llamada: “Alternativas. Agricultura de Base Agroecológica”, Horacio Beldomenico, de la Universidad Nacional del Litoral, explica de manera sencilla la problemática que gira entorno a las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA). Me tomo aquí el atrevimiento de extenderme en el largo de la cita, porque las palabras que siguen son, para mí, épicas y necesarias de ser comunicadas… al mismo tiempo que, claro, explican mucho mejor que yo, algo que si yo tengo que explicar, me lleva al exilio del enojo no constructivo:
“Las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) constituyen un conjunto de útiles herramientas, que proponen una manera adecuada de producir y procesar los productos agropecuarios, para que cumplan con los requerimientos necesarios para una producción sana, segura y amigable con el ambiente (RedBPA, 2021). Las mismas alientan en forma organizada (mediante guías específicas, resoluciones oficiales y foros de la producción) una serie de prácticas que son sustentables.
El laboreo mínimo del suelo (siembra directa) que reduce sustentablemente la erosión, el manejo integrado de plagas, la rotación de cultivos, el uso de cultivos de cobertura y cultivos asociados, el equilibrio de nutrientes del suelo y su manejo conservacionista, el uso de bioinsumos, etc..
Incluye también con mucha atención las guías para la aplicación de plaguicidas, que consiste en detallar procedimientos seguros al momento de la aplicación de los formulados, velando sobre todo por la protección de los aplicadores y trabajadores, como así también formas de minimizar el impacto ambiental con los derrames, los envases vacíos etc. (GTI, 2018). Como resultado de estas prácticas se persigue lograr un manejo sustentable de la producción, que debería producir un impacto reducido en la salud y el ambiente, y alcanzar como uno de sus aspectos virtuosos más importantes una reducción sustancial en el uso de plaguicidas.
En los sistemas productivos de otros países forma parte conceptual del modelo agrario de base química preponderante, junto con el análisis de riesgos y las pautas regulatorias bien establecidas (LMRs, registro, etc.) y fiscalizadas. En nuestro país, en el que estos conceptos no rigen adecuadamente, las BPA han devenido en una promesa recurrente, que se plantea como prácticamente la única alternativa de viabilizar más sosteniblemente el agresivo modelo de monocultivos basado en OGMs y agroquímicos (GTI, 2018). Es una meta que pareciera inalcanzable, no termina nunca de implementarse a pleno, desde hace más de 20 años se la invoca como solución aunque con insuficientes resultados respecto a los impactos en el ambiente y la salud, a juzgar por las evidencias del deterioro al que se ha arribado en nuestros días.
Las BPA no han sido asimiladas y adoptadas completamente por los productores, ni por el resto de actores involucrados en las cadenas agropecuarias del país en forma consciente y masiva, con la sola excepción de la siembra directa. Esta práctica de mínimo laboreo de la tierra es la principal práctica sostenible, que ha formado parte esencial del modelo, por ello se la considera el pilar fundamental de la BPA en Argentina (Lorenzatti, 2017).
Es frecuente escuchar la afirmación de que sólo con ello, ya se cumple en gran medida la sostenibilidad del sistema y se cumple buen porcentaje de la BPA, aunque se reconoce al mismo tiempo, que no se ha practicado adecuadamente la rotación de cultivos, ni el Manejo Integrado de Plagas a nivel masivo, que existe un desbalance y pérdida creciente de nutrientes y no se practican las demás medidas conservacionistas que requiere la aplicación de buenos sistemas de BPA. Sin mencionar las posibles implicaciones de la agricultura actual en los complejos y dramáticos fenómenos del cambio climático.
De hecho y respecto específicamente al tema que nos ocupa en este informe, como hemos comentado desde el comienzo de vigencia de este modelo, no sólo no se ha reducido el uso de plaguicidas, sino que por el contrario se pasó de unas 30 mil toneladas en 1996 a las 400-500 mil toneladas anuales actuales (cifra desconocida públicamente), sin haber aumentado en los últimos 10 años en la misma proporción el área cultivada. Esto refleja claramente la dificultad de combatir la resistencia de malezas, plagas y enfermedades, que obliga a aumentar las dosis de tratamiento o más precisamente a adoptar estrategias de combate químicos cada vez más agresivas en volúmenes, concentraciones, mixturas y alternancia de activos.
Asimismo, tampoco se ha logrado que las prácticas sean seguras para los aplicadores y trabajadores rurales, dado que existe grandes dificultades para que sean incorporados al quehacer rutinario, los medios de protección recomendados (trajes, máscaras, etc.) como así también el conjunto de numerosas recomendaciones de manejo seguro.” (Las citas dentro de la cita se encuentran citadas dentro del trabajo citado al final de este artículo; el subrayado sigue siendo mío; solamente dividí el texto en párrafos más pequeños para facilitar su lectura).
Así que, ahí lo tienen.
Tres conceptos supuestamente antagonizados y demonizados por dos bandos inexistentes: agroecología, cambio climático y buenas prácticas agrícolas.
¿Y qué hacemos con esto…?
Bueno, lo cierto es que no necesariamente lo sé, yo simplemente lo traigo a la mesa, lo pongo en consideración. No tengo un Plan Salvador Nacional para sacarnos de este embrollo, pero son las personas que están “dentro” del sistema las que pueden marcar una diferencia, estando ya posicionados en roles clave para el cambio paradigmático.
Algo de esto intenté explicar cuando hablé de entropía social y la termodinámica de los sistemas biológicos vivos, incluyendo al sistema “sociedad” como un “bicho social” que va evolucionando y cambiando sus formas de transformar energía. En ese contexto, los diferentes proyectos de transición agroecológica surgirían de una miríada de soluciones locales/regionales, particulares/singulares, alternativas y permaculturales (en el sentido de una verdadera cultura de la permanencia) y serían termodinámicamente adecuados.
Necesitamos MUCHA GENTE, EN MUCHOS LUGARES, activando pequeñas acciones de cambio. Hoy, yo soy sólo un poblador rural, que tuvo la suerte de irse de la gran ciudad para venir a estudiar a La Pampa. Y tengo que decir que siento que ya no me preocupa el sistema, sino las personas que no se cuestionan el sistema… Porque al sistema no lo puedo cambiar, pero con las personas se puede intentar dialogar. No para convencer, sino para contar, relatar, cuando sea que quieran escuchar, ver.
No se necesitan ojos para ver estas cosas, para adelantarse a los hechos y sacar una ventaja competitiva de todo esto, se necesita VISIÓN, como el ave rapaz que surca el cielo rasante, contemplándolo Todo.
Los que también pasan rasantes por arriba nuestro haciendo maniobras para salir y volver a entrar a un lote, son los aviones fumigadores…
Llamamos por teléfono a la FEARCA (la Comisión Argentina de Cámaras Agroaéreas), para preguntarles información acerca de la existencia de protocolos de “buenos vecinos”, refiriéndonos a si debiera existir un compromiso o acuerdo moral y ético de buen entendimiento entre los campos lindantes, a sabiendas de que hay seres humanos viviendo ahí los 365 días del año. La persona que nos atendió muy amablemente, se puso ligeramente a la defensiva cuando le dijimos que estábamos tratando de hacer un proyecto agroecológico, como si la palabra “agroecología” activara alguna reacción pre-configurada en la cabeza, de rechazo infundado. Quizás los agroecólogos debiéramos simplemente hablar de agricultura sustentable o producción de alimentos sanos, y punto.
Al final de una larga, paciente y constructiva conversación, nuestra interlocutora nos dijo, “en doce años que llevo trabajando acá, nunca nadie me hizo estas preguntas”. Pero lo curioso… es nuestra reticencia humana al cambio, a lo nuevo, a sentarnos a hablar de lo que hay que hablar.
Al día siguiente de esa charla, desde FEARCA, nos informaron que “en función a la consulta que me fuera trasladada en el día de hoy y a fin de evitar ulterioridades en cuanto a las aplicaciones que se realizan en las inmediaciones de tu propiedad, me he contactado con –fulano y mengano- quienes son los aeroaplicadores que trabajan en la zona, a fin de solicitarles que, previamente a realizar cualquier tarea de pulverización aérea en las cercanías de tu propiedad, se pongan en contacto contigo a fin de darte aviso en cuanto a días y horarios que realizarán su labor”.
No sé si esto es sentar jurisprudencia, pero sí creo que es sentar un precedente de que en el campo también viven personas, que elijen vivir “de vuelta” en la ruralidad, recuperando cascos vacíos/abandonados, y desarrollando sus actividades no necesariamente relacionadas al imaginario cultural del campo (en mi caso, escribirles este tipo de artículo, tratando de arrojar luz y datos sobre el asunto, generando cohesión para una consciencia colectiva).
Repito, no me considero alarmista ni exagerado. Solo trato de que guardemos lucidez.
Tomemos, como ejemplo esclarecedor, el trabajo publicado en este año en Science Direct por Nancy B. Ramirez Haberkon, Virginia C. Aparicio y Mariano J. Mendez, titulado “Primera evidencia de glifosato y ácido aminometilfosfónico (AMPA) en el polvo respirable (PM10) emitido por los caminos rurales no pavimentados de la Argentina”. En las conclusiones de este trabajo, leí lo siguiente, y lo tuve que leer varias veces para que decante la gravedad del asunto: “una hectárea de camino sin pavimentar emitió la misma cantidad de glifosato que 956 hectáreas de suelo agricultural y la misma cantidad de AMPA que 381 hectáreas de suelo agricultural”. Al mismo tiempo, “una hectárea de camino sin pavimentar emite la misma cantidad de PM10 que 409 hectáreas de suelo agricultural”. Esto quiere decir que la próxima vez que circule por esos caminos en un vehículo, iré con las ventanillas cerradas. Y nunca jamás se me cruzará por la cabeza salir a andar en bicicleta por los senderos vecinales a disfrutar del aire de campo, porque ya no es el mismo que respiraban nuestros abuelos.
Los investigadores de ese trabajo resumen el proceso dispersivo con la siguiente imagen:
Este proceso a su vez se magnifica de formas aún no estudiadas (aunque el principio precautorio nos dice que eso no nos debiera importar para actuar de forma diferente) cuando tenemos, en época de aplicaciones, un auténtico “dust bowl pampeano”, tal como sucedió el pasado 18 de diciembre surcando gran parte de la provincia pampeana en dirección oeste-este, donde el cielo se vio inesperadamente barrido por una columna de viento y polvo que se desplazó a una velocidad de hasta 72 km/h, causando destrozos, y dispersando sustancias nocivas de manera extremadamente “difusa” e incalculable. Esta experiencia fue contada el pasado 30 de diciembre del 2020, en el artículo titulado “La vida en el campo, actualizada”.
Ya con esto alcanzaría como para replantearnos si estamos dispuestos a seguir produciendo alimentos de esta manera, “a costa de”, no solamente el medio ambiente, sino la salud de los seres humanos.
Pero no, seguimos en la misma. Y cada vez de forma más intrincadamente enredada con el Poder.
Y no va que acontece, como para salpimentar el debate, que un grupo de personalidades de los derechos humanos y de la cultura se sumaron a una campaña que tiene el objetivo de brindar consciencia en cuanto a la utilización de agroquímicos y sus efectos en la salud medioambiental y humana. Campaña, que circuló en las redes sociales dando lugar a una fuerte reacción de parte de un amplio grupo de sectores vinculados con el agronegocio que también respondieron a través de las redes sociales. La respuesta se convirtió en una contra-respuesta (nunca ceder a la co-construcción y la inteligencia colaborativa) que escaló hasta el punto de ser tapa de portada de un diario de tirada nacional. Poner acá la foto de la tapa del diario de ese día, también sería una falta de respeto para con personas que no conozco.
No mucho que aportar ante esta especie de eufemismo retorcido que pone el diario de titular…
Una verdadera pena, que todo esto no se preste para el diálogo y al pensamiento crítico en pos de darnos cuenta de que con la agroecología no se perdería dinero, sino que solamente se ganaría menos, económicamente… pero se ganaría mucho más en lo medioambiental y social.
Cuando es uno –que vive en el campo– el que termina encargándose de que las buenas prácticas agrícolas se respeten, le puede parece triste, frustrante y decepcionante que busquen expresar algo que no son… es como cuando viene alguien y te dice en la cara “yo soy re de fiar eh! jamás te voy a mentir!”… Si me lo estas diciendo, si tenés que aclarármelo, entonces, no te creo. Años atrás, hubiese querido demostrar que la agroecología es la mejor forma de producir alimentos. Hoy, solo intento vivenciar algo diferente, confiando en que otros productores rurales transitarán su propio camino de consciencia sociomedioambiental.
Fue así que agarramos nuestra nave espacial en 2D, y nos fuimos a dar una vuelta de unos 1600 kilómetros, formando un triángulo imaginario en medio de la llanura pampeana. Surcamos pastizales, frenamos mil veces, escuchando música y conversando. De a ratos, en silencio.
De Miguel Cané, provincia de La Pampa, hasta Balcarce, cerca de Mar del Plata, Buenos Aires. Y de ahí hasta Francisco Berra, justito pasando San Miguel del Monte, yendo por la ruta provincial número 29 casi todo el camino, pasando de costado por el pueblito rural de Solanet, en Ayacucho, pueblo del que me inspiré para escribir, hace unas semanas atrás, el cuarto relato fantástico distópico: “Rehenes de los Agrotóxicos”.
Tienen un “no se qué” los pueblitos rurales del interior, que me da cierta melancolía si me lo tengo que poner a describir… Quizás un poema sea mejor para hacerles justicia, algún otro día por venir.
En Francisco Berra, visitamos unos grandes amigos, y uno de sus hijos, pequeñito pero gigante, inteligentísimo, me dio una paliza emocional (rompiendo en llanto de felicidad como hace mucho no lo hacía).
Me invitó a jugar con él. La consigna: “vos dibujá algo, y yo tengo que escribir arriba qué es el dibujo”. Recién acababa de aprender a leer y escribir, su cerebro estaba a trillones de interconexiones neuronales por segundo, procesando la verdadera metadata. Mi dibujo fue el siguiente. Me di vuelta un segundo a conversar con su padre y madre, a quienes admiro, y cuando vuelvo la mirada al dibujo, él ya había escrito su parecer intuitivo. Me dejó, como se dice por acá, ¡DE CARA!
Nos fuimos con un aire optimista de ahí, en dirección noroeste por la ruta provincial número 41, hasta llegar a Lobos, otra ciudad con reciente polémica agrotóxica, al haber encontrado agroquímicos en el agua, en las plazas y en los árboles... Fue en Lobos donde decidimos doblar hacia la izquierda en la ruta nacional número 205, volviendo a casa, en dirección suroeste, hacia San Carlos de Bolivar.
Yendo por la 205, pasamos por Saladillo a almorzar en un excelente lugar, atendido por sus dueños como antaño, llamado “Parrilla Ferroviario”, donde nos regalaron un banderín y una picada de salame y queso azul gigantemente trozada. Pedro se llamaba el tipo, un argentino de pura cepa.
Sentados adentro y mirando hacia afuera, se veía un intenso grafiti, pintado en rojo, que decía: COSMOS.
La tormenta iba quedando detrás, hacia el este, y las energías parecían equilibrarse…
Hasta que doblamos hacia el noroeste nuevamente, en el anteúltimo tramo por Buenos Aires, yendo hacia Pehuajó desde Bolivar por la ruta nacional número 226. Veníamos en nuestros plácidos 90 km/h. Por lo que fue imposible que se nos pase inadvertido por el rango de visión del rabillo del ojo derecho…
Ahí estaban, sobre el kilómetro número 448, mano este, varios bidones de glifosato al costado del camino. En el mejor de los casos: esperando a ser recogidos. En el peor de los casos: abandonados.
Como un falopero a las redes sociales más, no pude evitar dejar entrar el enojo nuevamente, y publicar las fotos en mi Estado de Whatsapp… Como si eso fuese a lograr cambiar algo, ¿no?
No, claramente no. Fue rebajarme al juego de la polarización y eterna grieta inexistente que quieren que juguemos, y hoy prometo seguir intentando predicar con el ejemplo, renunciando a algunos placeres personales de la Era de la Estupidez, y únicamente gracias al apoyo de mis patrocinadores que me permiten seguir incursionando en investigar formas alternativas de vivir, diseños de vida conscientes y modos de producir sustentables, a la vez que intentar comunicarlo desde el arte perdido de la escritura vivencial.
Por lo que hicimos lo único que pueden hacer las personas que son consecuentes entre su decir y su hacer…
Seguir investigando…
Seguir estudiando…
Seguir hambrientos de conocimiento…
Volvimos a casa, y vimos una conferencia en vivo por internet el día 8 de diciembre del corriente año, titulada “Basta de Veneno”. Una exposición por parte de profesionales, investigadores, científicos, que salieron, justamente, a rebatir el discurso desinformacionista de los que decían producir responsablemente.
Ahí aprendimos, a través del valioso testimonio de Delia Aiassa (Dra. En Cs. Biológicas, Especialista en Citogenética y Toxicología, UNRC), que “en la Argentina se usan 126 plaguicidas que están prohibidos en otros lugares del mundo”, y que tienen evidencia del daño en el material genético de poblaciones humanas estudiadas desde el 2006, expuestas a diferentes exposiciones de agroquímicos. Ese efecto negativo en el ADN, es una rotura del mismo, derivando en problemas reproductivos, malformaciones, y diversos tipos de cáncer… y nos seguimos sorprendiendo de que todos tenemos conocidos, o familiares, o amigos con cáncer…
“Hemos hecho estudios sobre niños sanos entre 50 y 500 metros de las fumigaciones… no se puede negar que los agroquímicos llegan a la población humana… nos hemos cansado de mostrar evidencia. Y esa evidencia muestra que existe daño genotóxico en ensayos en poblaciones humanas, donde: a mayor exposición, mayor daño genotóxico, y mayor aparición de cánceres”, agregó la Dra. Aiassa.
Su colega Rafael Lajmanovich (Dr. en Cs. Naturales, especialista en Ecotoxicología, invesigador del CONICET, UNL), agregó que tenemos que “prestar mucho más atención a un nuevo componente que se está comenzando a utilizar… el “glifosinato de amonio”, que es 100 veces más tóxico, y del que ni siquiera se está empezando a hablar”… Mucho menos a evaluar los posibles impactos en la salud. Desde la introducción del glifosato a nuestro sistema de producción rural, llevó décadas reunir información para llegar a las conclusiones de hoy día, ¡imagínense empezar la cuenta de cero con una nueva sustancia tóxica apenas visibilizada!
Por su parte, Damián Marino (Dr. en Cs. Exactas, especialista en Química Ambiental, CONICET, UNLP) compartió un número angustiante… “Por cada familia de 4 personas, 8 bidones de agroquímicos… eso es lo que nos corresponde, por año, a cada familia, por ser argentinos… Con este modelo, tenemos el futuro de los niños hipotecado”…
Quisiera rescatar, además, el intercambio que se iba produciendo “en vivo” en el hilo del chat, un claro ejemplo de co-construcción del conocimiento a través de compartir dudas, vivencias, experiencias, saberes, testimonios, etc.
Ojalá todo este alboroto sea solo el comienzo de una bola de nieve que se dispone a caer por una empinada montaña de evidencias inocultables, terminando bien abajo en el lago del salvataje humano-planetario…
Y en el mientras tanto, seguir haciendo y creando, haciendo y creando, día tras día. Haciendo todos los días ALGO, aunque sea un plantín o trasplante o siembra, que justifique el aire respirado en el día.
A la larga, esos actos (y sus actores) se convierten en la realidad.
Para terminar, quisiera ir cerrando con una amplia reflexión final:
El problema de la gente que se autojustifica diciendo que produce de manera responsable siguiendo las buenas prácticas agrícolas para la aplicación de agroquímicos y fitosanitarios es que, haciendo eso, no dan lugar a visibilizar las cuestiones de fondo que son principalmente dos:
1) que por más que hagan todo con el mejor protocolo posible, no dejamos de estar hablando de sustancias de alta toxicidad cuyas consecuencias sobre la salud ambiental y, por ende humana, están en duda (principio de precaución).
2) que así como hay unos pocos que intentan hacer las cosas bien, hay un montón más de personas que manipulan y aplican estos productos siguiendo poco y nada las susodichas buenas prácticas. Y esto último es muy grave, se trata de una problemática social que hay que asumir y en la que hay que tomar cartas en el asunto.
¡Saliendo en su autodefensa, se vuelven cómplices de los otros, de manera consciente o inconsciente!
Pero nadie quiere decir nada a nadie, de nadie.
Se genera entonces una duda porque, en el fondo, probablemente no están tan seguros de hacer todo de manera tan responsable como lo declaran. Y temen que ese cuestionamiento al colega, cual efecto boomerang, se les vuelva en contra.
El uso de agroquímicos constituye un problema «huérfano»… porque nadie quiere hacerse cargo. Los estados nacionales y provinciales se abstienen de hacer las cosas mejor. Los colegios de ingenieros agrónomos que son quienes autorizan las recetas hacen la vista gorda. Quienes los fabrican, se basan principalmente en sus propios estudios científicos de sus propios equipos de investigación (mejor no hablemos de conflictos de intereses). Quienes los comercializan, temen por el futuro de su actividad comercial si la dependencia de insumos químicos disminuye. Quienes los utilizan, son los que más se exponen y afrontan los costos tanto financieros como extrafinancieros: en la salud de su ambiente, la calidad del agua que beben, el aire que respiran en sus comunidades (a no ser que no se trate de productores de la zona, sino de grandes grupos que alquilan al por mayor sin tener casi vínculo con el entorno y ser entonces insensibles al tema).
Y en todo este embrollo de intereses, al ciudadano de a pie, que intenta hacer abrir los ojos sobre la problemática, lo desacreditan.
No caigamos en la irresponsabilidad social de ocultar un gran problema autojustificando las propias acciones.
Sin más, y habiendo querido con esto cumplir fundamentada & apasionadamente con mi rol social de comunicador, ¡me despido!.
Y si leíste hasta acá, ¡triple gracias! Porque, he aquí mi dificultad literaria: ¡lo que en un ensayo me tardo en fundamentar en 18 carillas, en un relato fantástico distópico lo consigo en solo 4…!
Hasta el próximo encontronazo…
Brian Longstaff Howard.
– Escritor & Comunicador,
– Jardinero & Horticultor Agroecológico,
– Ingeniero en Recursos Naturales y Medio Ambiente graduado por la UNLPam.
Referencias y Bibliografía. – ¡la posta, está acá!
1) “Constitución de la Nación Argentina”
Link: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/0-4999/804/norma.htm
2) “Ley General del Ambiente”, Ley Nacional N 25.675, Artículo 4: Principios de la Política Ambiental.
Link: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/75000-79999/79980/norma.htm
3) “First evidence of glyphosate and aminomethylphosphonic acid (AMPA) in the respirable dust (PM10) emitted from unpaved rural roads of Argentina” (“Primera evidencia de glifosato y ácido aminometilfosfónico (AMPA) en el polvo respirable (PM10) emitido por los caminos rurales no pavimentados de la Argentina”). Nancy B. Ramirez Haberkon, Virginia C. Aparicio, Mariano J. Mendez. Science Direct, Science of the Total Environment, 2021.
Link: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048969721001212
4) “Impacto de los plaguicidas en los alimentos, el ambiente y la salud en Argentina. Revisión bibliográfica y propuestas superadoras”. Horacio Beldomenico. Universidad Nacional del Litoral. Research Gate. 2021.
5) “Animal Farm” (“Rebelión en la granja”). 1945. George Orwell.
Link: http://mimosa.pntic.mec.es/~sferna18/EJERCICIOS/2013-14/ORWELL_G_Rebelion_En_La_Granja.pdf
6) Boletín Consciente Número 246: “El morboso pesimismo de Malthus, la desinformación minera en El Bolsón y el poder transformador de una Vane”. 2 de abril del 2021. Brian Longstaff Howard. Redactor de Ploff.net
Link:
7) Boletín Consciente Número 244: “La vida en el campo, actualizada”. 30 de diciembre del 2020. Brian Longstaff Howard. Redactor de Ploff.net
Link: https://ploff.net/ba-244-la-vida-en-el-campo-actualizada/
8) Boletín Consciente Número 239: “Cómo cambiar el mundo, hipotéticamente hablando” (un esbozo de entropía social). 8 de agosto del 2019. Brian Longstaff Howard. Redactor de Ploff.net
Link: https://ploff.net/ba-239-como-cambiar-el-mundo-hipoteticamente-hablando/
9) Boletín Consciente número 112: “Publicidad Nefasta, Una olvidada Constitución Nacional y un Recurso de Amparo para la Tierra”. 30 de junio del 2013. Brian Longstaff. Redactor de ploff.net
10) “Contienen un gran derrame de petróleo en una zona productiva de Río Negro y evalúan daños ambientales” (en la provincia de Río Negro, Argentina). Telam Digital. 12 de diciembre del 2021.
11) “Contra la megaminería. Chubut: bronca contra la avanzada minera y nueva represión de Arcioni a las protestas”. La Izquierda Diario. 16 de diciembre del 2021.
Link: https://www.laizquierdadiario.com/VIVO-El-gobierno-de-Arcioni-vuelve-a-reprimir-en-Rawson
12) Empresa Oldeval. Sitio Web: sección “Novedades”
Link: https://www.oldelval.com/oldelval-es-uno-de-los-10-mejores-lugares-para-trabajar-en-argentina/
13) “El reino del revés”. María Elena Walsh. Canción Popular lanzada en 1963.
14) “Dark Waters” (“Aguas Oscuras” o “El precio de la verdad”). Película del 2019, que “dramatiza el caso de Robert Bilott contra la corporación de fabricación de productos químicos DuPont después de que contaminaron una ciudad con productos químicos no regulados” – Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Dark_Waters_(pel%C3%ADcula_de_2019)
15) No pude encontrar link al video de la conferencia en vivo expuesta por internet el día 8 de diciembre del 2021, titulada “Basta de Veneno”. El que sepa el paradero de esta perla audiovisual, que me lo haga saber por favor.
16) “Matar al mundo: Chaco, el desmonte amazónico que sufre Argentina. El desmonte es un ecocidio. Se practica mediante el “cadeneo”, una cadena inmensa, arrastrada por dos topadoras, que no solo arrancan árboles precoloniales, sino también fauna y pueblos originarios. Este salvajismo está censurado en los medios de comunicación masivos porque atañen a intereses económicos tanto estatales como privados.” por Saverio Lanza, para Revista Crítica. Artículo publicado por el Diario “La Tinta”. Día 28 de septiembre del 2021.
Link: https://latinta.com.ar/2021/09/chaco-desmonte-amazonico/
17) “Suspensión a los desmontes. La Justicia del Chaco frenó los desmontes y cambios de uso de suelo aprobados desde 2014, cuando venció el mapa de Ordenamiento Territorial de Bosques Nativos. Se ordenó concluir de forma «urgente» el proceso de actualización del Ordenamiento Territorial del Bosque Nativo (OTBN)”. Artículo publicado por. El “Diario Judicial, la actualidad desde el derecho”. Día 15 de noviembre del 2021.
18) FEARCA (Comisión Argentina de Cámaras Agroaéreas).
Link: https://fearca.org.ar/
19) RedBPA (Red de Buenas Prácticas Agropecuarias).
Link: https://redbpa.org.ar/
20) “Se confirmó lo que temían ambientalistas y vecinos de Lobos: agroquímicos en agua, plazas y árboles. La comunidad consiguió los fondos e impulsó la realización de un estudio –con apoyo del INTA- que probó que hay plaguicidas, insecticidas y otras sustancias agroquímicas incluso en el centro de Lobos, a varios kilómetros de las zonas de aplicación. “Ya no pueden sostener lo que venían diciendo: que en Lobos no había evidencia”, remarcan los ambientalistas”. Artículo escrito por Luciana Rosende, para el Diario independiente Tiempo Argentino. Publicado el día 20 de mayo del 2021.
21) “Basta de venenos, el debate que incomoda al agronegocio”. Tierra Viva, Agencia de Noticias. Sección “Agronegocio”. Artículo del día 2 de diciembre del 2021.
Link: https://agenciatierraviva.com.ar/basta-de-venenos-el-debate-que-incomoda-al-agronegocio/
22) Boletín Consciente número 252: “Relato Fantástico Distópico #4: Rehenes de los agrotóxicos”. 14 de noviembre del 2021. Brian Longstaff. Redactor de ploff.net
Link: https://ploff.net/ba-252-relato-fantastico-distopico-4-rehenes-de-los-agrotoxicos/
Aclaración: Los links fueron vistos al día domingo 19 de diciembre del 2021.
Agradecimientos:
Agradecer a mis patrocinadores, que confían en mi trabajo y la generación de contenidos artísticos-informativos que intento manifestar. Ellas y ellos logran que siga escribiendo hasta llegar a fin de mes. No es poco, poder vivir del arte. Soy feliz. ¡Gracias!: Lucila Masera, María Carla Gallini, Leon Zaldivar Jarabo, Eduardo Wydler, Lihuel Peinetti, María Eugenia Varela, María José Howard, Agustín Estala, Alison Longstaff, Sabrina Tellini, Gustavo Nervegna, Laura Pagani, John Kleuser, Mariana Pagella, Carlos Ezequiel Benvenuto Manarin, Santiago Eduardo Smith & Andrés Hillion. También dar las gracias a ‘Bow & Tie Micro Roastery’ por su patrocinio.
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