Plantar un árbol es poco:
Algunas cosas a saber, cosas que no terminaron de incorporarse al inconsciente colectivo, pero que a cualquiera puede dejarnos colgado pensando en el momento menos pensado de la semana (haciendo una cola esperando a pagar alguna factura, caminando a alguna parte, pegándose una afortunada ducha); cosas que deberían ser una preocupación central de la vida humana -…árboles…-, y sin embargo nos preocupamos demasiado por cuestiones del ego, mantener una imagen, y una serie de trabas al corazón humano que nos brinda nuestro querido sistema.
La “Red Argentina de Municipios frente al Cambio Climático”, a través del “Programa Local de Adaptación al Cambio Climático”, publicó un artículo donde la ONU alerta sobre el aumento exponencial de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial en los últimos 100 años.
El artículo lo deja en claro: “el objetivo fijado por la comunidad internacional en 2009 es mantener el calentamiento global a un máximo de +2 °C con relación a los niveles de antes de la era industrial. Si se superan esos 2 ºC, los científicos consideran que el planeta entrará en un sistema climático marcado por los fenómenos extremos.
Con una media anual de 400 ppm de concentración de CO2, el calentamiento global previsto será de al menos 2.4 °C, según el último informe de los expertos de la ONU sobre el clima (Giec). Y las perspectivas son pesimistas: las emisiones de CO2 en la atmósfera no paran de aumentar y si sigue la tendencia la temperatura podría incrementarse entre 3 y 5 °C.”
El cuadro muestra el claro aumento de las emisiones. Por ende, ya no podemos decir que “el clima está loco”. En todo caso, NOSOTROS lo volvimos loco.
Pero fíjense una cosa: en América Latina (y el Caribe), si bien existe un aumento de las emisiones, éste es mucho más leve que el analizado a nivel mundial. ¿¿Esto quiere decir que los habitantes de América Latina estamos exentos de responsabilidad de estas emisiones?? – POR SUPUESTO QUE NO.
Porque existe otra curva exponencial que me/nos preocupa: el aumento exponencial de los bosques talados, desmontados, extirpados en América Latina.
Si tomamos, por ejemplo, el bosque chaqueño en nuestro país, un “Monitoreo de Deforestación en los Bosques Nativos de la Región Chaqueña Argentina”, publicado por la Red Agroforestal Chaco Argentina, devela la gravedad del asunto.
Tanto el ingreso de la bendita soja al país, como el fin de la convertibilidad (y posterior devaluación de nuestra moneda) le dieron mayor empuje a los desmontes de la zona, al abrir de piernas a nuestro país al mercado mundial (si el mercado pide soja, tenemos que darle soja para no quedar fuera de juego) y a la explotación deshumanizada de nuestros recursos naturales. Según el informe, la Ley de Bosques tampoco ayudó demasiado, “fundamentalmente relacionado a las autorizaciones de desmonte otorgadas en el preámbulo de la sanción de la Ley”.
Este es un ejemplo de lo mal que funcionan las cosas, y como se impacta negativamente en el medio cuando la plata y la ganancia a corto plazo reinan la vida cotidiana. Y este gestionamiento pedorro o, formalmente, insustentable, ocurre con todos nuestros recursos.
“(…) los impuestos que las empresas pagan al Estado no compensan en modo alguno el agotamiento inflexible de los recursos minerales que la naturaleza ha concedido pero que no renovará.”[1]
Porque los países desarrollados siguen desarrollados porque siguen succionando los recursos ajenos, industrializando a la naturaleza entera, dando más y más emisiones a la atmósfera. Mientras tanto, le sacan a nuestros ecosistemas la posibilidad de absorber esos gases y transformarlos en oxígeno. Así, dejamos a la Pachamama inmóvil, estéril, contaminándola y sin dejarla recuperarse por cuenta propia. La desnudamos y la mandamos al exilio.
“La estructura del atraso del campo latinoamericano opera también como una estructura del desperdicio: desperdicio de la fuerza de trabajo, de la tierra disponible, de los capitales, del producto y, sobre todo, desperdicio de las huidizas oportunidades históricas del desarrollo. El latifundio y su pariente pobre, el minifundio, constituyen, en casi todos los países latinoamericanos, el cuello de botella que estrangula el crecimiento agropecuario y el desarrollo de la economía toda. (…) América Latina gasta, anualmente, más de quinientos millones de dólares en comprar al extranjero alimentos que podría producir sin dificultad en sus inmensas y fértiles tierras.”[2]
¡Hasta la próxima semana!
Brian Longstaff.-
[1] Eduardo Galeano. Las Venas Abiertas de América Latina. Siglo Veintiuno Editores. Buenos Aires. 2010. Pág. 190.
[2] Ibíd. Pág. 165 – y pensar que Galeano escribió estas líneas en 1971… a más de 40 años después, la situación no ha cambiado mucho…
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