¿Queremos cambiar?
Se cierra un año más. Época de balances para muchos. Zafamos un año más para otros.
Productividad, rentabilidad, inversión, desinversión, deserción escolar, desocupación, desesperación… ¿Queremos cambiar? Esa es la pregunta que me hago siempre…
Cada vez que camino o pedaleo, con auriculares dándole la banda de sonido a la película de mi mente –después de todo ella nos dice qué es real y qué no lo es-, mirando lo que pasa, como se relaciona la gente, las caras, algunas de mal humor, otras desinteresadas, otras… desalmadas, pienso…
¿Quiere el ciudadano promedio cambiar? ¿Sabe… que tiene que cambiar?
Si todos supiéramos la necesidad de cambio que nos grita la Tierra, probablemente toda la ciudadanía cambiaría sus hábitos. Pero el problema radica en que pocos lo saben… Pocos están al tanto de cómo su realidad encaja en una realidad pre-moldeada mucho mayor. Y el hecho de no cambiar esa realidad, sino, por el contrario, mantener esa realidad –de consumo– constante, va en contra de cualquier cuento que nos pueda contar la Naturaleza. Porque en la Naturaleza, ergo, en la vida real, todo cambia. “La vida es una serie de transformaciones diferenciadas” sugiere B.K.S. Iyengar, maestro yógico hindú.
Y la necesidad de cambio es un grito en conjunto, por parte del planeta, por parte de los pueblos nativos de todo el mundo que desplazamos en nombre… ¿¿en nombre de qué??… y un grito por parte de toda una masa de gente que está desatendida por el sistema, aunque “desatendida” es una forma muy sutil de postularlo…
Es gente directamente ignorada por el sistema, por los medios de comunicación, por nuestros representantes… Son ignorados, a sabiendas de que, si fuesen escuchados por todos, el grito de defensa sería masivo e incareteable, es decir, se caería de maduro la necesidad de cambio, el cual se produciría rápidamente si tuviésemos los niveles de concientización necesarios para ello.
Iyengar nos dice que “la conciencia duele. Y es porque radica en el corazón de la paradoja de lo que significa ser un ser espiritual, que vive en un cuerpo físico, en un mundo material. La conciencia nos dice que hagamos lo más difícil, porque siempre nos está empujando hacia la Unidad, hacia la Totalidad. Nuestros deseos, nuestro egoísmo, nuestros defectos intelectuales siempre tiran de nosotros hacia el mundo de la diversidad, donde calculamos los resultados de las cosas, lo confundimos todo e intentamos elegir lo menos malo. La conciencia, cuando es impecable, es la voz de nuestra alma, susurrándonos en la oreja.”
Y no estamos pudiendo lograrlo. Todavía no estamos elevando esos niveles de concientización ambiental de forma tal que se puedan desencadenar todos los procesos sociales que deban darse para cambiar la economía en representación de la salud ecosistémica de nuestro planeta. La pregunta entonces es, ¿por qué no elevamos esos niveles? ¿Que nos detiene? ¿Con que estamos distraídos? ¿Qué nos ciega?
En este caso, nos ciega el mismo sistema… al alienarnos de nuestras vidas, sacarnos nuestros objetivos, y asignarnos una simple función repetitiva que no nos lleva a ningún lado y que no nos llena en absoluto. Perdemos el tiempo, nuestro tiempo, y toda una vida.
Miedo a lo distinto, miedo al cambio, miedo al fracaso… ya lo vemos… es lo peor, porque nos deja estancados dentro de nuestra conocida zona de confort… No hacemos nada… y la imagen que nos inventamos de nosotros mismos se apodera de nuestra cabeza, acorta nuestros sueños, ve lo deseado a largo plazo como una pérdida de tiempo y se conforma con placeres a corto plazo. Dinamitando así la creatividad que pueda uno tener dentro de su propio destino, para forjar su propia felicidad en el futuro, a partir del hoy.
En palabras de Iyengar:
“La forma del yo o ego se define a sí misma como la totalidad de las experiencias que hemos acumulado en el pasado: mi infancia, mi licenciatura universitaria, mi cuenta bancaria. La forma del yo, del ego, es la suma parcial de todo lo sucedido hasta el momento.
Está enamorada del pasado. ¿Por qué? ¿Qué es lo que más teme el ego? Su propia muerte. ¿Dónde está eso? En el futuro. Así que, claro está, el ego está encantado con las infinitas variaciones del pasado. Se encuentra cómodo cambiando de sitio los viejos muebles en la misma y vieja habitación, echándose hacia atrás y diciendo: <<¿Verdad que parece distinta?>> ¿Si? Sí. ¿Es distinta? No. Lo que el ego no quiere es tirar los muebles y salir de la habitación.
Ahí fuera está lo desconocido. Lo desconocido resucita sus miedos y pánicos acerca de su propia impermanencia, el temor de que un día quedará desenmascarada su suplantación del verdadero sí-mismo, del alma desconocida. En ese momento terminará su existencia tal y como la conocía hasta entonces”
Todo este grito magnánimo, es ignorado por el sistema, o al menos pretende ignorarlo… pero ya no es más ignorado por nosotros, ávidos de una nueva forma de vivir.
Por ejemplo (tan solo un posible balance de este 2013, entre miles de casos indignantes), en Ecuador, este año se aprobó la explotación petrolera en la Reserva Natural Yasuní, inmersa en una de las selvas con mayor biodiversidad del mundo, declarada por la UNESCO como una Reserva Mundial de la Biósfera. Pareciera un chiste, que se hayan protegido tantos sitios ecológicamente representativos, tan solo para acceder luego a sus recursos.
Entonces… ¿Queremos cambiar…?
Si ya existe la tecnología para tener autos propulsados con AIRE y otros autos también propulsados con AGUA, ¿por qué no los estamos usando en todo el mundo en vez de seguir con una tecnología contaminante de más de 150 años como lo es el motor de combustión interna? ¿Realmente hace falta hipotecar nuestros recursos genéticos a cambio de una causa económica perdida?
Para este año nuevo, solo deseo Consciencia humana y planetaria, con su consecuente activación de todos los seres humanos en representación de la especie y de nuestra madre Tierra, ya cansada de pedirnos ayuda.
Será hasta la semana siguiente,
Brian Longstaff.-
Bibliografía
B. K. S. Iyengar. “Luz sobre la Vida”. Editorial Kairós. 2005.
Fotos extraídas de Google.
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