Viajes y Trampas Mentales
Viajando en colectivo a Salta, miro por la ventana –siempre me siento en el mismo lugar: arriba adelante de todo, para poder ver el paisaje– y veo a la gente pasar y pienso en voz baja: Todos estamos sujetos por la misma trampa… La trampa es sistémica. Y no importa donde estés, o de donde sos. Lo prevenía Ortega y Gasset, las nacionalidades son sólo un pretexto, una prestación de servicio; el idioma, la religión, las fronteras físicas, son sólo excusas para fundamentar la tangibilidad de la nación.
El Sol se puso…, y la Luna, llena, salió en la “botita” de Santa Fe. Nuestro satélite nos acompañó toda la noche y se puso en Santiago del Estero, en momentos donde el Sol volvió a salir. Al llegar a Tucumán, la cordillera estalla. Existe un antes y un después de ella: pues nace, infranqueable… Aparece allí el primer cartel que anuncia que nos acercamos a Rosario de la Frontera, y los colores se encienden… (Libertad) – La ruta penetra las montañas-sierras-montes, que ya no son de arbustos y herbáceas en general… son de árboles.
A eso del Km. 1370 se rompe el colectivo en la mitad de la Ruta N°9. Reconozco la oportunidad, y me subo a otro que me deja directo en Rosario de la Frontera. Reconocer oportunidades…
Venía leyendo en Castaneda: “El poder personal decide quién puede y quien no puede sacar provecho de una revelación”
Llegue a Salta.
Marisa me recibe,
Su balcón: me catapulta…
Las distancias, los kilómetros, no tienen razón de ser cuando se teje la revolución como una gran red emancipadora. Entre montañas, está este hervidero de ciudad, con rayos de luz cayéndole en diagonal pintando las laderas de un moteado gigantesco. Las montañas están vivas, llenas de verdes, vieron a Salta crecer y te hacen un juego constante en tres dimensiones, se intercambian unas con otras; la que estaba acá, ahora está allá y te quedas mirando hacia ese puntito en la cima (y te preguntas cuánto tiempo tardarías en llegar hasta allá).
La mochila pesa, el Sol pega y la mente enreda… Y tal como Don Juan decía, en esto de “inundar el tonal” (nuestro mundo consiente, sostenido por la razón, por lo que percibimos e interpretamos, por el acto de manifestar nuestra razón constantemente)… Decía, inundar el tonal a los fines de absorberlo todo, de entregarse y, ante la embriaguez que produce estar conectado con todo el medio ambiente que te rodea, poder así SILENCIAR EL DIÁLOGO INTERNO. Ese ejercicio de atención focalizada y totalizadora de los sentidos, es Salta Capital en hora pico. La gente se apura pero tranquila a donde tiene que ir, mientras el Sol se va escondiendo tras la montaña. Las ovejas negras, esas que cambiarán el mundo, bailan en una estación de tren.
De regreso en Buenos Aires, entre un zumbido generalizado de subte, aire acondicionado y motor, me resguardo dentro del cemento y pienso. Pasado, Presente; la historia de uno… la tenes ahí nomás para consultas y replicación de sentidos… Pero cuidado, al abrir nuestra caja de pandora, tenemos que haber obtenido cierto grado de desapego antes de hacerlo. Si nos duele el recuerdo, la caja nos absorberá, fijando y atando nuestro HOY a una maraña de simples recuerdos que no siempre se encuentran concatenados en su correcto orden cronológico.
Es decir, con el implacable paso del tiempo, se generan brechas, lapsos de esta variable casi etérea para la escala humana (y no así a nivel cósmico) en donde, inconscientemente, metemos un “combo de todo lo que nos pasó”. Y ahí nos confundimos al crear conjeturas o sentidos sobre la base del promedio de lo sentido en ese “combo-de-espacio-tiempo” y perdemos la lógica del porqué sucedió lo que sea que sucedió. Y al perder la lógica, todo nos es ilógico y perdemos la paciencia al no entender qué pasó en nuestra vida.
Imagino a la sociedad toda, pensando en su alborotado pasado, metiendo todo el combo de lo sucedido en una brecha de tiempo de doscientos años, mirando la puesta del Sol, pensando porqué sus células están tan infelices.
Vacío de seda; suspensión en el aire y en el sonido vibratorio de todo lo que ocurre. La vida, pasa por la ventana… ¿qué ventana?: la del observador (que nada juzga). Reconoce sus prejuicios, sus primeros pensamientos de fundamento subjetivo son acallados por la fuerza que impone respetar al otro tal cual es… Humildad… El interminable ejercicio de hacerte cargo de tus palabras, dosificándolas de a poco y soltándolas donde realmente sean escuchadas. No aconsejar a quien no te lo pida, y escuchar a quien te lo pida, para así lograr que él o ella se ayuden y se aconsejen a sí mismos.
Todo en lo errado del organismo social se debe a cuestiones del ego. El ego es quien incluso se anima a cuestionar nuestros propios sentimientos… Lo que sentimos deja de ser importante, porque lo importante es que nuestro ego se sienta bien. Nuestros aspectos comparativos se exacerban al máximo con tal de superar al resto… Esto lo vemos en todos lados: en un restaurante, en un recreo, en una reunión de laburo o aniversario de egresados del colegio…
Mi hijo es abogado / ¡Ah! Mire Usted, el mío ingeniero, lo llamaron de Dubai a trabajar / A mi marido lo ascendieron / ¡Ah! Pero mirá que bieeeeen… / ¿Y qué hiciste estos años? / Nada, tengo una empresa en Palermo y una oficina / ¡Ah! ¡Pero que Grande que sos! – Todo es un “mira que bien que logré zafarla”. Sobrevivir. Llegar a fin de mes. Acumular un mango; gastarlo antes de que devalúe, o invertirlo usando la cabeza (sin pisar a nadie por favor); estrategias que tejen el juego del dinero.
¿Y sino? Reventarlo en vacaciones y después renegar otra vez. No importa pasarse trescientos días laburando al año, siempre y cuando el ego esté feliz y nuestro viaje personal sea expuesto en una carpeta de Facebook. Hecho el registro, publicado, “Visto Por Todos” y listo; “ese” es quien soy, quien elijo ser en la foto que me motiva a seguir siendo lo que soy. La foto que veo en mi monitor muestra un estrato arbóreo tupido, en contraste con los estratos formados por las hendijas del venti-luz de la oficina… Reconozco el verdor de la foto en el verdor del escueto arbolado urbano de la calle Balcarce en pleno microcentro porteño que se filtra por las hendijas. Lo estático del marco de la ventana me sirve como punto de referencia para captar con mis ojos el movimiento relativo del verdor que oscila atrás de esas medianeras, a causa del viento.
Cierro los ojos y recuerdo el verdor…
Lo visualizo y recuerdo vívidamente dónde ví ese mismo verdor; al abrir los ojos, lo subjetivo e inconsciente saltó por arriba de la conciencia y calló en forma de Mí mismo, andando en bici, sin pedalear, en bajada por el Km. 1614 de la Ruta Nacional N°9, al Norte de Salta, vibrando, zumbando hacia ella poniendo la bici al límite… dejándome emocionar por esas nubes que acariciaban el verdor en una ladera y garuaban humedad vitalizadora del otro lado de la ladera… humedad que se pegaba en mi garganta al abrir la boca, con el viento y la sociedad en contra, en esa tremenda y espiritual bajada…
Hasta la próxima semana…
Brian Longstaff.-
Sabra Gomez Nicolas Dec 01 , 2014 at 02:19 PM /
Cuanta expresión, cuanto arte tenes al escribir. Me transmitió mucho. Y en medio de esas caricias literarias escupiste verdades sin dejar de acariciar. Gracias.