Los pájaros no tienen miedo.
“cualquier temor que sintamos resonará con el temor
que haya en nuestro entorno, o será influido por este,
y cualquier grado de confianza que alcancemos
resonará con confianza adicional.”
(Serge Kahili King, 2007)
Sálvese quien pueda me canta Juana al oído con mates matutinos de por medio. El ser humano se enraíza buscando sobrevivir. Invierno, frío, heladas, abrigos, y las primeras manchas blancas de nieve sobre las montañas en el horizonte. En la gran ciudad, ni enterados, en el subte siempre es verano.
Son tantos los espacios, tantos los lugares en donde hay tantísima gente por hectárea, que se me hace un matete en la cabeza de sólo pensar en cómo hacer para integrar todas las vidas del mundo en un gran plan chino para la superación personal de cada uno y posterior concreción de sus sueños. Pareciera un imposible. Muchas voces hablando al mismo tiempo.
Y en todo lugar en el que piso, encuentro gente que aún sueña. Siempre alguien da la nota con un rayo de esperanza. Sobre la Avenida Cabildo, un flautista toca su instrumento contorsionando todo su cuerpo, resonando con el meneo de la copa del jacarandá urbano de cien años que lo separa a él de ocho carriles repletos de colectivos y autos y taxis y fletes que van para uno y otro lado. Su música se mezcla con bocinazos, frenadas y miradas errantes; casi nadie lo ve… pero sigue tocando.
En una oficina del edificio de archivos general de la nación sobre la Avenida Alem en pleno microcentro porteño, una empleada administrativa se ríe mientras pavea en su muro de Facebook un jueves por la mañana, escondiéndose detrás del monitor. Nada sabe ella sobre la señora que vende tortillas de cuarenta centímetros de diámetro sobre la rotonda del empalme de la ruta nacional treinta y cuatro a la salida de la ciudad de Santiago del Estero.
Un hombre trajeado a medida, gomina y cama solar me pasa caminando por la calle Diagonal Norte mirando al obelisco de altura similar a la de su ego, hablándole a alguien por celular. “¡No le decís nada a Gutiérrez! Si el tipo no quiso poner la plata antes, que se joda”. Dudo que aquel humanoide sepa nada de las maestras que hacen dedo todos los días desde Güemes a diversas escuelas rurales sobre la ruta nacional nueve en el tramo que une Salta, Capital, con Rosario de la Frontera.
Existen varias súper mujeres de este estilo, guerreras, que siguen poniendo su Todo en educar al semillero que viene. Las encontré también en Loreto, Santiago del Estero, y en Dean Funes, Córdoba.
Fue en ésta última ciudad donde levanté a un policía que hacía dedo a las seis y media de la mañana, terminando su jornada de madrugada. Volvía a su casa y estaba contento de que llegue el fin de semana. Después de varios mates con yuyitos norteños me lo confesó: “Y es que yo nunca quise ser policía… me cerraba por la plata, para mantener a mi familia… pero en realidad amo bailar, y los sábados doy clases de salsa y bachata.”
Y es que me da la sensación de que con el correr de los años, los seres humanos nos vamos dejando absorber por el traqueteo diario de la vida y terminamos siendo algo que no sabemos qué es pero que sabemos a ojos cerrados que no es lo que queríamos ser. Y terminamos perpetuando y recreando todo el sistema social, de manera diaria, pero desde personas (desde sus puntos de vista) que no necesariamente representan nuestro yo interno. Y así, sin percatarnos siquiera, las empresas multinacionales de hidrocarburos, alimentos, semillas, fertilizantes, farmacéuticas, medios de comunicación… terminan hablando y dominando con mayor poder que los gobiernos, y éstos dominan desde arriba a la gran masa humana, cuando debiera ser al revés; o mejor, cuando no debiera ni existir esa verticalidad en la toma de decisiones.
Y le pasamos e imponemos nuestra cultura y nuestra manera de ver el mundo a nuestros hijos, en vez de darles coraje y herramientas sensitivas para que puedan crear un mundo mejor. William Martin nos advierte sobre esto diciendo que “no les pidas a tus hijos que se esfuercen por vivir vidas extraordinarias. Estos esfuerzos parecen admirables pero es el camino a la locura. Ayúdalos, en vez, a hallar la felicidad de una vida ordinaria. Muéstrales la dicha de probar un tomate, una manzana, una pera. Muéstrales cómo llorar cuando mueren mascotas y personas. Muéstrales el placer infinito de sentir una mano en la suya. Haz que lo ordinario cobre vida para ellos. Lo extraordinario se hará cargo por sí mismo”.
Mi mamá, me enseñó a decirle adiós a los aviones y a saludar a los trenes desde un puente. Aprendí a contener la respiración mientras pasábamos por debajo de un túnel porque la avenida era un río y el auto un bote de troncos, y mi mamá, una osa protectora con sus oseznos. Ella me dejaba saltar en los charcos y agua y andar en bicicleta. Y aprendí de ella a ser amable con absolutamente todo el mundo con quien me cruce. Ya con esas herramientas aprendí por mis propios medios y experiencias a depurar, decantar, destilar y valorar lo bueno de la vida y a luchar por el mundo que creo que me hará feliz. Y no digo un “creo” desde la duda sino desde el “creer”.
Si en vez de dejarnos amansar por los cánones que tomamos como reales desde arriba, sin siquiera corroborar su procedencia o efectividad práctica para acercarnos a nuestra felicidad, y comenzamos a escribir y testear nuestras propias formas de acercamiento a la obtención de la felicidad, vencemos una primera barrera de miedos y nos salimos de lo común para intentar hacer algo que se aleja un poco de la media poblacional. Vencer el miedo que te paraliza y te deja en el molde es difícil, por tener que enfrentarte a vos mismo al preguntarte a vos (y sólo a vos) si sos feliz. Pero es aún más difícil la segunda barrera de miedos, la que, al vencerla, te permite sostener en el tiempo ese cambio que hiciste. Porque, la verdad es, que esa media poblacional de la que intentas salirte, va a hacer todo lo posible por que vuelvas a ser “normal”. Como me canta Adrián Berra, uno critica lo que admira, y comprender esto es esencial para tomar las críticas de la media poblacional como de quien viene…
Poner esta verdad a prueba es sencillo. Piensen en un sueño que tengan, vuelen alto, imaginen un futuro mejor, más grandioso y libre que el de ahora, y pónganlo a prueba con familiares y amigos. Consulten, busquen opiniones y verán que la mayoría de los consejos serán orientados a frenarlos de hacer aquello que quieran hacer. ¿Estás seguro? ¿Cómo vas a hacer? ¿Te parece? ¿Arriesgarlo todo así? Mmmmmmh…. ¡No! Tené cuidado… Pensalo dos veces…
“Es importante percatarse
de que no fue el otro individuo
el que nos debilitó o enfermó,
sino nuestras propias reacciones.
Nadie puede despojarnos de nuestra energía,
porque ésta es infinita y nosotros también lo somos.”
(Serge Kahili King, 2007)
Es en este punto donde debemos resistir, ser fuertes, sólidos, contundentes y verdaderos con nosotros mismos para mantener nuestras convicciones vivas en el tiempo. Fluir entre críticas y supuestos contratiempos, no dejarse contaminar por el entorno y juzgar sólo con el corazón.
Como el vuelo de un tordo renegrido, que bate sus alas para impulsar su cuerpo hacia el horizonte, empujando el aire con sus alas hacia abajo para volar hacia arriba, para luego replegarlas y fluir a través del aire en un perfecto tiro oblicuo, hasta comenzar a descender para desplegar sus alas otra vez y batirlas para “separarse” del aire y del fondo… (Y es que los pájaros no tienen miedo…) El ave: Nosotros con todos nuestros quién soy, de dónde vengo y hacia dónde voy. El aire: la gran crítica de la masa social. El aleteo y posterior fluir: la primera y segunda barreras de miedos. Primero, aleteo y me alejo de lo que no quiero ser; y luego fluyo entre resistencias, comentarios y cosas (o personas) que no me sirven. Y voy volando en este ciclo de despertar y asumir, despertar y asumir.
Despertar ante mi verdadero ser, y asumir con coraje moral lo que sea que deba hacer para lograr dormir con la conciencia tranquila de que me jugué por mis sueños.
Será hasta pronto,
Brian Longstaff.
Bibliografía
William Martin, “The Parent’s Tao Te Ching: Ancient Advice for Modern Parents”
Serge Kahili King, “El Chamán Urbano”
Fotos extraídas de Google.
Maria Beatriz Palacios Zurro Jul 09 , 2015 at 07:09 PM /
Es más cómodo para las personas respirar sin pensar,caminar con los ojos cerrados a la vida detrás de los demás que contemplar con la conciencia la vida y saborearla cada segundo sintiendo que todo encaja..que hay una perfecta coherencia entre lo que sentimos,pensamos y hacemos,ojalá pueda tener yo la valentía de Brian para vivir con autenticidad y vencer todos los miedos a dejar las estructuras que encadenan a la humanidad ciega.
Maramai Sonidos de la Pachamama Jul 11 , 2016 at 03:42 AM /
me encanto! que siempre estas aves y el aire bajen al cuore pa limpiar y luego suban a la mente pa limpiar…sacando sombras le diria …. salutee buena vida