“Ver” tu propia Metamorfosis
“El cambio de forma, a veces llamado metamorfosis, es una de las cosas más naturales y a la vez más extrañas que pueden hacer los seres humanos. (…) El desarrollo mínimo de este talento es la habilidad de imitar. Muchos animales también tienen esta habilidad, que implica cambiar los patrones de apariencia o comportamiento propios, en lugar de utilizar sólo los que ya se tiene.” – (Serge Kahili King, 2007)
Poder “ver” con los ojos de otra persona es un gran Poder. Poder cambiar la perspectiva que se tiene de las cosas, fusionar saberes y opiniones, buscar serenidad en una montaña o libertad en el vuelo de un colibrí, son formas de cambiar la realidad, al percibirla de forma diferente. Uno no suele detenerse a pensar la cantidad de poder personal que tenemos; uno directamente rara vez se siente poderoso o tiene fe en uno mismo.
Pero, ¿por qué? ¿Por qué a veces sentimos que no tenemos poder sobre las cosas? Seguramente, la habilidad de tomar las riendas de nuestra propia vida se va perdiendo o apagando a medida que nos adentramos en la vorágine del traqueteo diario. Nos inmolamos a través de nuestras experiencias pasadas y nos proyectamos hacia el futuro como entes sin posibilidad de cambio. Increíble como creemos que todo está así como está, pero no podemos creer que podemos cambiarlo. Y seguimos siendo como somos, por inercia. Si piensan que no es así, pregúntense a ustedes mismos cuándo fue la última vez que se tomaron quince minutos para sentarse al costado del camino (cualquier camino) y con-tem-plar, con la misma calma con la que observan los felinos sentados donde sea y mirando donde sea que miren.
Contemplar la nube, el rayo de luz, el vaivén de ciertas sombras, el murmullo del río, el cosmos. La verdad es que si nunca nos detenemos un segundo, jamás podremos llegar a intuir que las respuestas a todos nuestros interrogantes están en nosotros mismos.
Hago, pues, el intento… apago mis motores, mi razón, mi celular, mis prejuicios (siempre infundados) y me siento sobre una gran roca redonda situada sobre una llanura de inundación misteriosa. La roca tiene una abolladura hacia un lado, dando la impresión de ser algo más que una roca, un trono, un asiento, un sitio de poder. Cierro los ojos, me sereno… trato de sentir el ciclo hidrológico del lugar. Soy agua, gota; me evaporo, me transformo en una pequeña partícula de humedad que se transforma en nube hasta sentir frío y volver a caer…
“Librado al fin para sentir el enigma de enigmas,
Y a eso lo llamamos Ser.
Ser de cualquier forma, ¿qué es eso?
(Vueltas y vueltas damos, todos, y volvemos siempre allá)”
Abro los ojos con mi imaginación, y es el mismo Walt Whitman, viejo lobo de mar, el que me está hablando, sentado frente a mí con una camisa blanca desabotonada y unos pantalones deshilachados. Su ropa no me dice Nada de su Ser, eso ya lo sé; y no hay prejuzgamiento alguno. En realidad no me habla, sólo se limita a recitar sus poesías, o al menos las que seleccionó para la ocasión, y yo me limito a destilar su contenido, a buscarle sentido a sus palabras, a hacer una interpretación positiva de sus poemas.
“Deslumbrante y tremendo qué pronto el amanecer me mataría,
Si no pudiera ahora y siempre yo emitir de mí el amanecer.”
Un nuevo día es un bajón, un martirio, para cualquier persona que no pueda irradiar su propia luz de adentro hacia afuera. Emitir de mí el amanecer… un Sol que nace desde mí, un fuego interno; su combustible: el amor propio. Y el amor propio, es el amor al Todo, al Cosmos, porque eso es lo que somos: Cosmos, Todo. No un amor propio egotista hacia el “yo” que formé a partir de esas experiencias –circunstanciales– pasadas, sino un amor celular, biológico, trascendental. Amar cada célula de mi cuerpo; reconocer a todas las células, órganos y tejidos, como sanos reproductores de millones de años de evolución eclosionando en este aquí y ahora que nos toca vivir.
“No perturbo a mi espíritu para que se vindique o se haga comprensible,
Veo que las leyes elementales jamás piden disculpas.
(…)
Yo existo como soy, es suficiente,
Si ningún otro en el mundo es conciente yo me quedo sentado satisfecho,
Y si todos y cada uno son concientes yo me quedo sentado satisfecho.
Un mundo es conciente y por lejos el más amplio para mí, y ese mundo es yo mismo,
Y sea que yo llegue a lo mío hoy o en diez mil o diez millones de años,
Puedo aceptarlo alegremente ahora o puedo con igual alegría esperar.”
Retruco el poema, porque quiero creer en mí. Sea lo que sea que haga, me propongo disfrutarlo minuto a minuto. Lo que no alcance a hacer en esta vida, quedará para la vida que sigue, y me relajo, sólo importa mejorar, arrimar el bochín, hacia aquellos que queremos lograr o, más bien, Ser. Y ahí va…
Amigos al rolar; amigos que se van.
Contenciones crepusculares que quedan,
Amigos, que a dedo, se van…
(en lo físico nomás; el resto, está)
La familia que se desarma y se vuelve a armar.
Las palomas, algo más gordas que allá, comen lo mismo y se van.
El alma, a gotas, decanta, y forma un manto invernal
De brisa, de mar, de un futuro primaveral.
El verdadero amor, usa la tragedia para fecundar
(para germinar y brotar, volver a morir y
volver a vivir… reptar, metamorfosear y volar)
El nuevo yo es más fuerte, más voraz, más intuitivo.
Surge de la serenidad de mente, de cuerpo y espíritu.
Pero antes, tuvo que vacacionar en aluna, en el nagual,
Someterse a “la noche del alma”;
Tuvo que visitar el no-tiempo lineal y reconocer,
Como sitio de poder,
El sotobosque nativo del no-yo.
Mi esencia, es espíritu, es universo, es río, fluye…
Y lo que fluye, de por sí, es bueno,
Porque no se estanca, se adapta,
Y lo que se adapta,
Aprehende a biodanzar con la muerte.
Walt me sonríe y coincide conmigo. Él también me retruca el poema…
“¿Ha imaginado alguien que es afortunado nacer?
Me apresuro en informarle a él o a ella que es igual de afortunado morir, y yo lo sé”
Nacemos cada vez que nos despertamos, y morimos cada vez que nos vamos a dormir. Así como cada uno de nosotros es un Universo, cada día es un nuevo Big Bang y una nueva oportunidad de metamorfosear. Sufrimos un accidente automovilístico, estamos al borde de la muerte, y ahí no nos cuesta cambiar nuestros hábitos, porque ahora sí nos animamos a hacer la nuestra. Fallece tu mejor amigo, un familiar, un ser querido, y lo mismo: aprendemos a vivir por dos, a disfrutar todo con un toque de gracia, y ahí, otra vez, no nos cuesta cambiar.
Pero… ¿hace falta realmente someternos a experiencias extremas para inducir cambios profundos en nosotros? ¿Por qué las preguntas existenciales en nuestra vida surgen después de eventos trágicos? ¿Podemos despertar y trascender a nuestro antiguo yo tan sólo con el poder de nuestra voluntad? La respuesta, obviamente, es un gigante Sí… (Sino, para qué estar vivos, ¿no?)
“Los placeres del cielo están conmigo y as penas del infierno están conmigo,
Los primeros los injerto y aumento en mí mismo, las últimas las traduzco a una nueva lengua.”
Sonrío, porque comprendo la esencia de sus palabras. El secreto radica en creértela y aumentar tu potencial. (Pero, primero, te la tenes que creer). Y luego, tenés que agarrar todo lo malo, y transmutarlo, es decir, cambiar la forma en la que percibimos lo malo, buscarle la vuelta, el sentido, y hacer una interpretación positiva de todos los sucesos de nuestra vida. La verdadera metamorfosis, no es ni de Kafka, ni de ningún otro autor más que uno mismo; es quedarte con lo bueno y reciclar lo malo de la forma más naturalizada que te sea posible. Podes gritar y patalear todo lo que quieras… Pero en algún momento vas a tener que aceptar que vos sos la única persona posible de enfrentarse a todos tus “yoes” para ir eliminándolos uno a uno y quedarte tan sólo con la parte más pura de vos mismo.
Con los ojos aún cerrados, y con Walt ahí sentado, aparece un tercer actor en escena y se sienta más allá con su guitarra. Alas le salen de la espalda… y canta: “Todo me sirve, nada se pierde, yo lo transformo…”. El poeta aplaude al músico, y antes de despedirse, se voltea para contemplar al águila que circula arriba en el aire y observa desde lo alto… Hecha un suspiro, me mira, y dice su saber final…
“Yo pienso que podría cambiar y vivir con animales, son tan plácidos y tan reservados,
Me quedo en pie y los miro larga largamente.
No sudan ni se quejan por su condición,
No están desvelados en lo oscuro ni lloran por sus pecados,
No me enferman discutiendo su deber para con Dios,
Ninguno se halla insatisfecho, ninguno enloqueció por la manía de ser dueño de cosas,
Ninguno se arrodilla ante otro, ni ante su semejante que vivió miles de años atrás,
Ninguno es respetable o infeliz en la entera tierra.”
Como siempre, la Naturaleza esta de nuestro lado al darnos analogías y constantes metáforas para que conozcamos su sabiduría. Pero la interpretación es nuestra, como así también la ceguera que algunos sufren ante ella.
Será hasta otra Luna creciente,
Brian Longstaff.
Bibliografía.
La primera cita es del “Chaman Urbano” de Serge Kahili King. Los poemas son del “Canto a mí mismo” de Walt Whitman. El músico alado es Gustavo Cerati. Y las fotos fueron extraídas de Google.
Abby Viale Aug 31 , 2015 at 04:27 AM /
No me extraña que estuviesemos pensando lo mismo en estos días, pero si me sorprendo y levanto las cejas hasta el techo. Gracias
Patricia Aguera Aug 31 , 2015 at 02:58 PM /
dirían los "de arriba": el hombre aún es necio…aprende mas desde el dolor que desde el amor. El cambio de paradigma se está dando, en vos, en mí, en miles seguramente. Contagiémonos de Fé, esa fé que dice que el Ser Humano sí puede despertar!
Sonia Solano Aug 31 , 2015 at 07:30 PM /
Gracias siempre gracias, compruebo con esto que cuando buscamos respuestas… éstas llegan,sólo hay que aprender a mirarse y bienvenida la metamorfosis !!
Maria Eugenia Arancibia Sep 04 , 2015 at 12:46 AM /
¡Imperdible para este momento de mi andar!