Cómo hacer una Ecoaldea
Desmitifico el título ya mismo. No hay una receta a un solo “cómo” HACER una Ecoaldea más que lanzarse a hacerla. Hay tantos “cómo” hacerlo como seres dispuestos a hacerlo. Cada vez que tenemos una buena idea y la contamos, no tardan en llegar los interrogantes… ¿cómo lo van a hacer? Y nos solemos quedar ahí sin argumento para seguir. Cómo voy a cumplir mi sueño, no lo sé, pero si sé qué es lo que quiero… y le apunto con todo lo que tengo para llegar.
Me importa el qué, y no el cómo. Porque “el cómo” es discutible, el cómo lograrlo puede ir tejiéndose de a poco a medida que se vayan sumando más al sueño, y ahí se produce la magia colectiva… cuando el qué hacer (la visión de vida que se quiere lograr) es común al grupo y el cómo hacerlo se produce por un continuo proceso creativo de aprendizaje, donde la sinergia, es la eficiencia encantada, el saber ancestral con pinceladas del Hoy. Si no sé algo, lo pregunto; si no puedo sólo, pido ayuda; si sé una forma mejor de lograr algo, lo comparto; y presto servicio a mi comunidad siendo lo que soy…
Así que lo que sigue, dista mucho de ser el “cómo” real del surgimiento de una Ecoaldea. Sino, más bien, mi opinión al respecto de un proceso grupal que se viene macerando hace ya más de un año. Leerlo en forma de cuento sería genial en este caso. Ploff les ha escrito por casi cinco años, a veces enojado, a veces sarcástico y luego con humor y serenidad, pero siempre desde el corazón, con el objetivo único de generar conciencia y cambiar el sistema, la máquina, la mano invisible, las instituciones que se corrompen con el poder, de cambiarnos a nosotros mismos. No por algo nuevo que reemplace así nomás a lo anterior; sino por algo totalmente trascendido, fresco y renovado que le permita al verdadero “yo” emerger luego de su propia Metamorfosis.
Y para que no todo quede sólo en palabras, hay que salir a demostrar la verdad detrás del accionar colectivo. Hay que salir y hacer el cambio con nuestras propias manos si queremos ver un mundo mejor en esta vida que nos tocó. Estoy seguro de que en un par de reencarnaciones más, el mundo será un mejor lugar para habitar, donde todos seamos ciudadanos planetarios y se termine con la falacia de la nacionalidad; pero si no quiero esperar más, y quiero verlo con mis propios ojos –más bien percibirlo con mis diez sentidos– en esta vida y no en la que sigue, entonces hay que hacerse cargo de nuestros propios latidos y pulsar lo que intuimos desde adentro. Seríamos como semillas que emergen con UNA visión, visión que se viene tejiendo por voces que representan aún más voces por venir, en una forma de Manifiesto por la Naturaleza.
De esa visión, surge ECOALDEA ALUNA. Un salto a la existencia, un llamado a la acción, cuyo “cómo” está en proceso de brote tras un largo rato en estado de latencia… semillas esparcidas por todo el mundo, con condiciones de germinación cada vez más aptas para el aquí y ahora.
Hace poco, me preguntaron, sin preámbulos: “¿Qué cambio querés ver en el mundo y cómo lo harías?” – Respondí que como gran cambio que quiero ver en el mundo, amaría morir sabiendo que ningún ser humano se disocia de su cadena de causa y efecto en todo lo que hace, consume y desecha. Me gustaría que sepamos, casi por intuición, cómo influye nuestro accionar cotidiano en la vida de miles de campesinos a lo largo de todo el mundo. Intuiciones, que perdimos por vivir en el ajetreo diario de nuestras grandes ciudades y su entropía. Muchos seres humanos, desconocen la profundidad de sus acciones, por desconocer su lugar dentro del ciclo –lineal– de extracción, producción, distribución, consumo y desecho.
Este desconocimiento parte de la alienación de sí mismo que siente el ciudadano urbano, que no puede despegarse de su rutina de tener que trabajar para pagar gastos y después morir. Esta alienación, no permite que el individuo comprenda la interconectividad que existe entre el ser humano y la Naturaleza, la cual funciona a través de ciclos circulares, y no lineales.
¿Cómo haría para lograrlo? Pues, no combatiendo el problema, sino trascendiéndolo. Una forma de hacer esto, sería poder contar con nichos de producción local emergentes, es decir, contar con espacios de producción local de energía y alimentos que permitan reactivar la economía (social) de varios pueblos de nuestro país, brindando educación y trabajo y una enmienda real para el Planeta… Para ello, mi sueño, y el de muchos más, es crear una Ecoaldea Permacultural para poder sentar las bases de nuevos sistemas en transición. Para luego, por supuesto, poder replicarlos.
En espacios así, la producción neta de nuestros alimentos sería para autoconsumo y futuro intercambio con otros nichos económicos emergentes que están surgiendo por el resto de América Latina. Esto se logrará a través de huertas familiares y ecosistémicas, bosques comestibles, estructuras para piscicultura, apicultura y manejo integral de la fauna. Para ello, se pueden realizar diseños holísticos de conservación y preservación para la generación de herbarios, banco de semillas y arborización, como así también la creación de invernaderos para especies nativas y endémicas. Una caminata por el ecosistema que se busca proteger, nos va dejando rastros en sus patrones de qué es lo que necesita y que puede darnos.
A los fines de lograr la independencia energética, se puede investigar la aplicabilidad de las energías renovables en la Ecoaldea, como así también algunas formas alternativas de gran interés por su aplicabilidad, como las bicimáquinas para generación de energía de uso inmediato, o una bomba de ariete para la extracción de agua de río. Como les vengo anunciando, intentaremos lograrlo en Octubre de este año, a unos kilómetros de Rosario de la Frontera, en este proyecto que emerge, Ecoaldea Aluna, una de las primeras comunidades permaculturales de nuestro país. Pero nuestros recursos son finitos, y –esto es obvio– cualquier aporte material, monetario, o de sabiduría, nos permitiría acercarnos al objetivo. Establecer una pluralidad de objetivos de base es vital, para saber cómo proceder desarrollándonos como Ecoaldea. Si la visión está clara entre todos, los objetivos no tardarán en aparecer, como por ejemplo:
– Establecer una Ecoaldea Permacultural,
– Organizarnos Horizontal y Rotativamente,
– Lograr una Alimentación Sostenida Internamente,
– Recuperar Sabidurías Ancestrales,
– Restaurar el Ecosistema,
– Educar Libre y Alternativamente a la comunidad, (esto es educar y educarnos)
– Recuperar Hábitos de Recolección,
– Aplicar Tecnologías Apropiadas para lograrlo.
Y una vez que tenes todo ahí más o menos sobre la mesa, elegís un objetivo al azar y te pones a investigar, a estudiar, a preguntar por ahí “quién sabe acerca de…” y empezás a conocer gente, que siempre estuvo ahí, esperando que les preguntes cómo hacerlo. Gente que se cansó de nadar en contra de la corriente y prefirió retirarse a otros arroyos, quizás menos caudalosos, pero sí más serenos, que les permitieron el tiempo y el lugar para desarrollar técnicas de cambio de paradigma, es decir, dinámicas de grupo, consenso, sociocracia, técnicas de germinación y policultivos en abundante biodiversidad a través de la agricultura natural y biodinámica para autoconsumo, pequeños generadores de electricidad, formas alternativas de educar, pensar y sentir… Encontras gente que quiere tejer el mismo sueño que el tuyo, y después resulta que esa gente está igual de loco que vos…
Conoces gente que literalmente busca gente y conoce aún más gente. Y terminé hace una semana atrás yendo a Tilcara en busca de, quizás, las mejores semillas orgánicas de la zona, junto con una gran amiga, Carolina Aimar, permacultura, todóloga, sensitiva natural y, por último, ingeniera en recursos naturales y medio ambiente. Ella fue quien conocía aquel contacto en la mitad de la Quebrada de Humahuaca, tremendo místico y poderoso lugar, donde la Naturaleza nos da una gran lección acerca de la pronta adaptabilidad a los cambios.
El trayecto me representó el resurgir de la vida, e iba de la mano con el objetivo de obtener semillas dignas de ser plantadas en el comienzo de nuestras huertas (-“si brotan acá arriba… ¡allá can a crecer espectacular!”– nos dijo el John Seymour argento).
A medida que dejas San Salvador de Jujuy detrás, hacia el noroeste por la Ruta Nacional N°9, vas subiendo rodeado de humedad, árboles de verde oscuro intenso, cubriendo la totalidad de las montañas que nos rodean, y con un denso techo de nubes que cubre la totalidad de este inmenso valle. Pasamos un pueblo llamado León, y pienso en aquel majestuoso felino, que no duda en absolutamente nada en su vida, y todo cambia y no le importa, pues está constantemente haciendo algo al respecto. La ruta ahí se hace más empinada, camino a otro pueblo llamado Volcán, a través de un ascenso serpenteante que busca hacer menos empinada la inevitable pendiente y nos hace bambolearnos de un lado a otro saludando a los abuelos gigantes de la Naturaleza, las montañas.
A medida que seguís subiendo, las nubes se empiezan a abrir ante tus ojos, y si miras hacia atrás, podes ver a toda la gran masa de nubes arrinconadas en el valle hasta cierta altura que no las permite seguir subiendo…
Lo que queda, es un Sol implacable que todo lo seca, transformando árboles en cactus, y urracas en lagartijas que se esconden bajo rocas de un universo de colores norteños pre puneños.
El lugar de donde obtuvimos parte de nuestro banco de semillas ecoaldeanas inicial, era un verdadero paraíso terrenal. Una demostración viva de que se puede prescindir de ciertos círculos siniestros del mercado mundial.
Teniendo a la futura vida en la palma de la mano, sólo queda seguir repasando nuestros objetivos y viendo qué cosa podemos hacer. Por ejemplo, sabemos que mucho antes de poder lograr una vida en comunidad, debemos poder lograr un asentamiento base comunal, compartido, para asegurar las necesidades básicas para vivir sanamente y luego sí, expandir la aldea con un correcto ordenamiento territorial que priorice el correcto fluir de las funciones ecosistémicas del terreno. Para lograr integrar al ser humano armoniosamente con la Naturaleza, llevaremos a cabo un estudio “Keyline” de la zona, una técnica australiana que permite asentarnos respetando el ciclo hidrológico del ecosistema.
Con el objetivo de realizar algunas mediciones que nos permitan ir planificando ese asentamiento base, viajamos una vez más al terreno, partiendo al alba de ayer, buscando conectarnos con el lugar. Salimos de noche, esta vez, hacia el sur. Habiendo pasado Metán, el Tata Inti hizo su gran entrada…
Buscamos conectarnos con el terreno y con su bosque, ya que, después de todo, viven miles de seres en ese bosque abierto chaqueño, seres que no necesariamente precisan de la presencia humana en el lugar, por lo que siempre se debe acceder con sumo respeto y gratitud a cualquier lugar donde se pise, y no con pensamientos netamente extractivistas. Jamás esperamos semejante bienvenida, en lo que fue una de las mayores enumeraciones caóticas perpetradas por la Naturaleza que vi en mi vida, un despliegue de sucesos que revelan patrones naturales bellísimos, una verdadera revelación al llegar a la otra orilla del río que tanto soñaste alcanzar.
Agotados por el viaje, nos fuimos al río con algunas frutas y a recargar las botellas con agua. Al sentarnos, “Fantasía” de Disney quedó chica al costado de la sinfonía audiovisual que estábamos presenciando.
Todo fue muy rápido, de alguna forma consecutivo pero también al mismo tiempo y al unísono, cada instante era parte de una danza continua dentro de un paisaje totalmente enverdecido por la primavera que se viene, una tremenda autopista de aves migratorias pasando perpendicularmente a través del río, y una llanura de inundación tan meandrosamente plena que da lugar a una especie de parque recreativo para las especies animales y vegetales. Pensé en ornitólogos y el festín de avistajes de aves que se podría disfrutar allí.
La bienvenida espiritual provista por la Naturaleza esa mañana del 12 de septiembre, fue profusa: dos caranchos, próceres del vuelo, ascendían tan sólo desplegando las alas y planeando hacia arriba con la misma fuerza de alguna corriente de aire cálido ascendente hasta que, de repente, bajaron rápidamente girando y trazando entre ambos una doble hélice perfecta que conectaba el arriba con el abajo… Cuando volvieron a desplegar sus alas para retirarse en línea recta hacia el este, sus sombras surcaron velozmente por el río hasta la orilla donde estábamos nosotros, atravesando nuestros cuerpos físicos como un fantasma y retirándose en dirección hacia la zona del campamento base.
Estallamos de risa (ante situaciones reveladoras, el ser humano puede reír o llorar, ante la inevitabilidad de los sucesos que se le presentan) y una bandada de cotorras verde flúor pasaron contrastando con el verde pálido del sotobosque ribereño. Ni pude contar cuántas eran, porque cuando me propuse a hacerlo pasó un pato negro de casi un metro volando en la dirección del río pero en sentido contrario a la corriente.
Mientras miraba el verdor de las fibras vegetales que estaban acumuladas por todos lados de la cuenca, imaginando biofiltros y anotando lo que ocurría, un escarabajo negro y dorado comenzó a caminar por mi mano y se trepo a la birome y no paró hasta escalar a la punta de ella. Juré que me miraba, y que me intentaba decir algo pero no lo llegaba a escuchar. El escarabajo se fue volando, tenía sus alas escondidas adentro –como todos-, y entraron en escena, también volando, dos avispas que comenzaron a acicalarme los pies y me hicieron temblar de cosquillas y, aun así, no me picaron. Una bandada de gordísimas palomas parece espantarlas. Las sigo con mi mirada, cruzando por arriba el río, amagando con zambullirse, y veo un enorme rebaño de ovejas llegando desde el bosque como guardianes del terreno del otro lado del río; se detienen, nos miran, y prosiguen su camino tras beber un poco de la misma agua que acabábamos de usar para llenar nuestras botellas.
El canto vibratorio de las ovejas, era acompañado por el canto de varias aves que jamás escuché en mi vida. Salvando al canto porfiado del Tero, los demás cantos eran como varias aves audicionando con lo mejor que tenían por un poco de nuestra atención, por ser seres conscientes de su belleza.
Y como acto final, giramos hacia el norte y divisamos otra hélice de caranchos, pero esta vez llegué a contar unos treinta y tres caranchos formando una vez más esa mágica espiral en altura. Un espectáculo, una perfecta doble hélice, una recta uniendo la Tierra con el Cosmos, que se desplazaba lentamente hacia nosotros. Fue un momento único, ver a través del ojo de una tormenta imaginaria de verano. Sentí a la Naturaleza dando sus bendiciones por la llegada de todo el equipo ecoaldeano que está migrando a Salta.
Hicimos las mediciones, sacamos las fotos que debíamos sacar, establecimos un contacto profundo con el lugar, y nos fuimos ya sintiendo que será nuestro hogar. El hincapié esta puesto en soñar, planificar, hacer y celebrar.
Será hasta pronto,
Brian Longstaff.
Martín Fernando Vanzillotta Sep 23 , 2015 at 06:05 PM /
Fascinante.
El domingo te mandé un mensaje privado por Facebook, a
https://www.facebook.com/brianlongs
con el fin de ponernos en contacto e ir fluyendo mutuamente en lo que sea que podamos confluir.
Desde ya, mil gracias por la publicación.