La vida en el campo, actualizada.
“Mi vida ha sido el poema
que debía haber escrito,
pero no me fue posible
vivirlo y enunciarlo a la vez.”
– Henry David Thoreau, hace más de 150 años atrás.
Esto es…
un ensayo, un poema,
un artículo, una columna,
un manifiesto…
Esto es: una opinión,
o lo que quieras que sea.
Así que no es una receta,
ni una sola Verdad,
ni la forma correcta de hacer las cosas,
ni mi palabra contra la tuya.
¿Qué les parece el año que tuvimos…?
Curioso y retorcido, confuso y esclarecedor, este 2020. Algunos ganaron fortunas, muchos otros perdieron, en varios flancos.
Que lo tuyo es tuyo y lo mío es mío, y que lo mío es tuyo y lo tuyo es mío.
Algunos se suicidaron, se maltrataron y maltrataron a otros, dividieron aguas, se auto-boicotearon, se postergaron, se perdieron… otros se encontraron, descubrieron, perdonaron, soltaron, crecieron, avanzaron…
Nos vimos empujados a cuestionarnos y re-inventarnos como especie, desde lo individual ‘hacia afuera’, ‘hacia cómo nos relacionamos’ (con nosotros mismos estando solos, y con los demás cuando haya interacción) y ‘cómo co-creamos comunidades’, en el advenimiento de una inevitable transición de una forma vieja de hacer las cosas a una nueva… Estamos ahí… inter-solapados entre dos gigantes campanas de gauss, como outliers tratando de saltar de una normalidad a la otra, de un paradigma a otro… metamorfoseándonos todos los días, a paso re-doblado, reciclando pesares y obstáculos en oportunidades, vivencias y cosechas… la verdadera alquimia de la vida: activar nuestro potencial al máximo.
Cuestión que hace poquito más de 3 meses –gracias, enteramente, al apoyo de patrocinadores-, pude dar un salto cuántico de fe y comenzar a tratar de poner en práctica todo lo que siempre les comuniqué escribiendo… viniéndome a vivir al campo, a un casco abandonado de estancia, en remodelación, transformación y constante transmutación, tratando de combinar arte, con agroecología, pedagogía y comunicación. Una mezcla rara, pero precisa. Mi idea era irme a vivir afuera unos años para fletar divisas para acá, logrando caer en algún terreno para poder crear el cambio de paradigma. Traté de esbozar esta idea de cómo cambiar el mundo -hipotéticamente hablando- con el concepto de “Experimento Sociológico de Re-Inserción de Capitales a Actores Sociales Clave”, hace 2 inviernos atrás, y a principios de este año estaba listo para llevarlo a cabo, pero nos cayó una pandemia encima, y esta oportunidad –en vez de retrasarse– se adelantó cuánticamente en el tiempo (el Tiempo: es circular), y acá estoy, contactado por actrices sociales de alto vuelo, que ya hicieron ese camino.
Y así, al comienzo de la última primavera, decidí dejar la birome y el papel de lado por un rato, que decanten mis ideas adentro de mí por algunas lunas, y agarrar la pala de punta y las regaderas, cambiando fundamentalismo por pragmatismo. Al menos por un tiempo, hasta que todo el proyecto esté funcionando con cierta inercia que me permita disponer del tiempo de escribir más a menudo, guardando algunas cosas para después.
Escribir(les).
Lo que sea que sienta escribir,
porque Amo Escribir.
Aunque vale decir, que ya no lo hago para un público contemporáneo, sino pensando en quien pueda leerlo en 150 años (año 2170, ¿se imaginan?), cosa que me permite relajarme bastante al hacerlo. ¡A lo Thoreau, que aún hoy es contemporáneo, al mismo tiempo que todavía anacrónico!
Escribir, es como una práctica meditativa para mí, como andar en bici, bailar, caminar, cocinar, semillar y regar. Escribir de todo… Desde un tracktac de ‘cómo llevar a cabo un proyecto de transición agroecológica’, hasta la poesía que emerge de vivir lo más conectado a la Naturaleza que te permite vivir ‘el estar’ en un casco abandonado de estancia, así como lo estoy ahora.
En los ‘boletines conscientes’ subsiguientes iré mechando entre lo informativo/explicativo y lo poético/volado… Tratando de ir contando el Know How (Saber Cómo) de cómo intentar hacer un mundo mejor desde cero. Es decir, desde un cachito de tierra, al mundo. Un casco de estancia, que busca ser centro de acopio de lo mejor del acervo humano, logrando almacenar fardos de sabiduría ancestral, pudiendo agrupar, recuperar y proteger las diferentes expresiones artísticas que el ser humano puede proliferar desde-dentro (ya sea carpintería, danza, teatro, prácticas meditativas, recitales, capacitaciones, noches de fogatas, intercambio de saberes, la lista sigue y nunca está cerrada), y pudiendo recuperarse de años y años de una misma forma de llevar a cabo la agricultura y la ganadería, hasta ir logrando restaurar y recomponer el daño ambiental causado, nutrir los suelos y hacer proliferar las especies, logrando –muy de a poco- tener un impacto en la zona, contagiando propositivamente a los pueblos vecinos. Poder ser motivo de réplica, en el actual contexto de colapso ecosistémico -con sus consecuencias inevitables en lo económico y, peor aún, lo social- es nuestro objetivo a largo plazo.
Siento que estos objetivos son de los más altos e importantes para el futuro desarrollo del Ser, y más aún en tiempos de pandemia, donde pareciera que la cultura, el arte, lo espiritual, los vínculos, ¡Todo!, se corroe y se erosiona de a poco, logrando el objetivo primario: deshumanizarnos…
Y… ¡ojo con esto…!
¡¡¡Shhhh!!! ¡¡¡Que no te escuchen!!!
Me da la sensación…
de que la película Mátrix
tenía mucho más de cierto
que la mera ficción,
y que ya estamos viviendo
en un mundo post-apocalíptico…
Y que todo esto de ‘los zombis’
era un Gran Eufemismo
para referirse a la gente que se reúsa a despertar.
Cuestión que en el campo, los primeros días, en ‘modo camping’, fueron los mejores: sin conectividad… ¡Ah! ¡Los buenos tiempos, donde la realidad se resumía a la realidad!
Días de gloria, de antaño, de cosmos, de estrellato, de conexión con lo nuevo, con el lugar, con la Fauna y Flora local: la hectárea y media que me circunda fue su reinado mucho antes de mi llegada. Respeto.
(va sin fotos por un par de minutos, para poder imaginarlo…) VAMOS…
Los pirinchos, gregarios, copando la parada del eucaliptus central del casco, se van a la mañana a pirinchear, y vuelven por la tarde tirándose gritos de árbol a otro, pasando siempre por el tanque australiano a tomar agua y morfarse algún-algo. Son el grupito que ranchea en la esquina, versión rural. La lechuza de campanario que vive en el olmo camino a la tranquera que va hacia el molino (este último, de viento, y no de ideales), que cuando camino de noche me pega siempre un único grito fuerte en la oscuridad, como diciendo, ‘¡te ví, estás ahí, te reconozco!’.
La brasita de fuego, más roja imposible, tremendamente amistosa, acercándose a un metro y medio mío a mostrarse, toda globosa, rojiza, brillante, contrastando con el fondo de diversos verdes, tirando a marrones claritos, secos-secos… El grito de corneta de los pájaros carpinteros, tanto de los carpinteros reales –pardos y amarillentos en su plumaje, y de color rojo en su nuca- como de los campestres –de cuello y pecho bien amarillos-, que se escucha a cien metros a la redonda. Las golondrinas, de paso, nidificando en el cuarto del lavadero, debajo del tanque de agua… salen volando del cuartucho, pegan un circulo veloz alrededor de la palmera y los olmos, y vuelven a entran a varios kilómetros por hora. Entran y salen, como atravesando un portal que los lleva a otro Tiempo.
Cientos y cientos de aguiluchos langosteros, migratorios de Norteamérica, llegando en bandadas interminables una tras otra. Juro que tapaban el cielo del atardecer, cuando uno miraba hacia arriba. Venían ya planeando en su vuelo, bajando la marcha… Buscando un lugar donde aterrizar y pasar la noche en la cortina de eucaliptus del norte del casco. Las cotorras, híper verdes, defienden sus nidos, a puro canto. Las palomas torcazas ya se habían retirado al ver los primeros aguiluchos llegar. Se posaron sobre los dos silos abandonados que hay en el casco: gigantes de hierro, gárgolas estructurales que brillan zarpado en noches de luna llena. Y los gorriones casi que pasan desapercibidos entre tanta fiesta ornitológica.
Mariposas blancas, siempre en pareja, jugando a la mancha. Mariposas monarcas, con sus naranjas y negros que parecen imágenes satelitales de geologías de otro planeta. Avispas motoqueras, gigantes, con los ojos más compuestos que ví; un ejército de Moscas ultra-Manijas, circulando todo lo que tocan; Libélulas aviadoras aerodinámicas, avisando de la tormenta porvenir; una Mantis posada sobre bordes, tirando poses de Bruce Lee; el Mosquito, comido por el Sapo, la Culebra tragándose al sapo, el Chimango, alzando a la pasada a la culebra.
Los zorros, con esa infladísima cola gris, elegante-sport, andando perfectamente balanceados, caminando en pareja, jugando dando vueltas por la tierra como cachorros, de noche se transforman, gritando, en los gritos de La Parca misma. Me hubiesen dado algo de miedo, de no haber sabido antes quiénes eran esas criaturas que gritan tan fuerte en la noche.
Además de los zorros, otras especies surcan corriendo a su propio ritmo los pastizales secos de la llanura pampeana húmeda. Por un lado, los peludos (o mulitas), surcando torpemente los alrededores del casco, pegados al suelo con un rango de visión cortísimo, siempre temerosos corriendo a su guarida, donde –una vez que llegan- son los Lores del mundo subterráneo, cavando pozos y túneles que pueden tirar abajo una casa de campo entera. Por otro lado, las liebres, ágiles y veloces, van desplazándose a los saltos por encima de las espigas del pasto puna, y lo hacen tan rápido que pareciera que van sobrevolando los lotes.
Los caballos del paisano que cuida a los novillos que circundan al casco, me relinchan al atardecer pidiéndome que les arrime un poco de la avena seca que utilizan los artistas del barro para revestir el rancho. Para ellos, será como un Mantecol de rico, porque una vez que les arrimás un poco, pasan todos los días a ver si hay más. Siempre más. Y a los novillos, les canto un amplio repertorio de temas, y se arriman hasta el alambrado adonde sea que esté. Curiosos bichos… decidí un día probar algo nuevo, y les leí “Desobediencia Civil” de Thoreau a viva voz, parado arriba de un tronco… INCREÍBLE, como prestaban más atención que cualquier aula universitaria. ¡Si tan sólo pudieran aplicar una pizca de lo que escuchan! ¡Se nos da vuelta el sistema!
Y para ir cerrando con las visuales internas: ¡cómo no mencionar a las hojas gigantes de los zapallitos verdes (o de cualquiera de las diversas especies de zapallos sembrados en este resguardado lugar), en eterno ascenso, como gritándole a la fotosíntesis y a la luna, en un constante esfuerzo sin esfuerzo, turgente, hacia arriba! De día, las hojas acaloradas, todas semi-caídas. De noche, impecablemente erguidas. Las flores amarillas del zapallo, siendo escabeadas por abejas borrachas de polen, felices.
Digo, resguardado lugar, en un sentido difícil de expresar.
El casco no está resguardado de la deriva por acción del viento del desmesurado uso y abuso de agrotóxicos de la agro-ganadería tradicional que atraviesa lo largo y ancho del país, ni de las tormentas de polvo que avanzan en ráfagas apocalípticas de 130 km/h, que superan a la ficción y ofician de evidencia de la voladura de suelos que nuestros sistemas productivos siguen y siguen creando en una carrera cortoplacista por maximizar ganancias a costas del detrimento de la calidad presente y futura de nuestros ecosistemas.
Pero dentro de una cortina forestal incipiente, y unos buenos y viejos olmos y eucaliptus, el casco se yergue plácido entre medio de tantos errores repetidos. Adentro, se está macerando un resguardo diferente. Un resguardo para el alma, para la cultura, para la sabiduría ancestral. Un rancho recuperado de estancia que oficia de oficina, biblioteca, centro meditativo/contemplativo y cultural, nave-espacial, teatro vivencial, hotel, casa. Un casco que oficia de piloto de pruebas para producir verduras de manera agroecológica, con miras a la soberanía alimentaria local, a través de los procesos de empoderación que transita cada persona que pisa este lugar.
Todos los días, listas interminables de cosas por hacer.
Y ciertamente hay mucho por hacer.
Lazos que promover.
Prácticas que cambiar.
Sentidos comunes que ya no son tan comunes.
Nuevas normalidades, no tan normales.
Y futuros, ¡taaaan posibles!
Pero primero lo primero, asegurar el lugar, empezando por la casa.
Ir a lo re-contra básico: limpiar, juntar leña, armar un sitio digno para el abuelo fuego (o dos), activar un compost, abrir semillas, reproducir plantines, imaginar y dimensionar la huerta prioritaria, erguir una espiral de aromáticas, acopiar agua de lluvia, trasplantar aromáticas en todos lados, reparar el tanque australiano, conseguir herramientas, restaurar la casa, mantenerla, y mantener lo plantado: vivo.
Y siempre lugar y tiempo para l@s amig@s y familiares (de ahora en más: siempre) que necesiten una vía de escape, un período de retiro en una ‘granja espiritual de recuperación’, concepto que eligió un hermigo que emigró hasta aquí por unos días, que entendió de qué venía la cosa.
Un recontra laburo de hormiga, que me va haciendo feliz.
¡Hasta tan pronto como pueda…!
¡Feliz vuelta al sol y cambio de era!
¡A no aflojar siendo felices que ya damos el batacazo!
Ing. Brian Longstaff.-
30.12.2020
AGRADECIMIENTOS.
Gracias a mis patrocinadores… por confiar en mi arte de comunicar y permitirme seguir haciéndolo en este año tan convexo, obtuso y desafiante. Gracias a ellas y ellos, que desde sus lugares en Argentina (Capital Federal y aledaños, Chascomús y La Pampa), Australia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Alemania, España y Estados Unidos, forman una red a la cual no le importan los nacionalismos, y hacen que todo esto pueda seguir siendo. ¡Gracias (por orden de incorporación) a Lucila Masera, María Carla Gallini, Leon Zaldivar Jarabo, Eduardo Wydler, Alexander Longstaff, Lihuel Peinetti, María Eugenia Varela, Pilar Pagés, María José Howard, Agustín Estala, Alison Longstaff, Sabrina Tellini, Gustavo Nervegna, Laura Pagani, John Kleuser y Matías Masera! También dar las gracias a ‘Bow & Tie Micro Roastery’, por su apoyo argento-neozelandés.
¡Vos también podes ayudar a respaldar a Ploff en Patreon! Ingresando a: https://www.patreon.com/ploffawareness
METADATA (para lectores aplicados y aplicadas):
Colapso: ¿el único escenario realista? Por Arthur Keller – Link: https://www.youtube.com/watch?v=kLzNPEjHHb8
Algunas fotos (las más flasheras, dibujadas) son de STEVE CUTTS: https://www.stevecutts.com/
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