Comunicado Ploffístico
Este comunicado, para algunos, será bastante largo, si… Haciendo clic acá, podes descargarte una versión en “.pdf”, lista para imprimir, para disfrutar de la lectura en papel, en cualquier lugar donde te sea cómodo frenar un segundo y sentarte a leer, visualizar e imaginar futuros.
“La Economía tiene miedo de No Ser ignorante.”
Basado en hechos no tan reales sobre la real realidad.
Tras nueve largos meses de gestación y metamorfosis, se los doy, mezcla de pensares y sentires, ni poema ni ensayo, intento de ficción. Ahí va…
1.
Sueña… que respira tranquilo, que sonríe, que vuelve a contemplar, que camina suelto y sin apuro. Y que la ve a ella temprano a la mañana, entre sábanas, con sus pelos alborotados negros gigantes y algo enrulados; y que la observa respirar… Es lo único que sueña; es más una sensación de alivio que una concatenación de imágenes. No tiene ni siquiera una trama lo que sueña. Simplemente está tranquilo. Y lo más notorio de todo, es que su ceño no está fruncido. Pero está sonando una alarma en todo el mundo que lo saca de la tranquilidad y lo pone en un constante estado de alerta, lo estresa, transpira.
Su despertador sonó a las seis de la mañana. Javier apagó la alarma, estaba transpirado. Quedaban aún cuatro alarmas más, a intervalos cada vez más cortos por lo que sucumbió otra vez al sueño y, quizás, por eso nunca recordaba lo que soñaba… 6:15 hrs., 6:25 hrs., 6:28 hrs. y, finalmente, 6:30 hrs., con una sexta alarma, por las dudas, a las 6:55 hrs.
Estos últimos días, llevaba una fatiga interna que lo hacía estar cansado durante el día, pero desvelado a la hora de dormir. Su vida se había tornado en un padecimiento… hace un par de años que viene sintiendo que bajó los brazos y que su personaje externo -la fachada- de profesor lleno de mensajes motivacionales para sus alumnos, carecía ahora de sentido; todos ellos serían mandados, tarde o temprano, a la chopadora de carne… Sus palabras, se perderían en el viento en algún momento entre el viernes y el domingo en la vida de su alumnado. Se encontraba por la noche mirando algún punto del machimbre del techo, buscando formas en las vetas de la madera de quien sabe qué bosque desmontado y reforestado, preguntándose porqué perdió su magia y esperanza en la humanidad. Cuestionándose, en última instancia, si valió todo la pena…
Se colgó un rato largo pensandolo, mirando a través de su ventana con barras de hierro empotradas al marco, mirando el aromo moviéndose con ese mismo viento implacable que se llevaba sus palabras, hasta que el silbido de la pava lo trajo de regreso a la realidad de la rutina que ya había empezado. Como todas las mañanas, se le pasó el agua para el mate… y ahí, para no tirarla por la bacha, se hace un café.
Su colgadura –no precisamente colgadura, sino más bien sus excursus mentales: paréntesis que se tomaba en sus pensamientos para irse por la tangente pensando “alguna cosa profunda” que carecía de sentido práctico en la rutina que debía afrontar-, era una colgadura incomprendida, que venía de la mano con un aumento en el consumo de cafeína.
Últimamente, venía como abstraído, y no estaba ni aquí ni ahora en ningún momento. Alejandra soportó el silencioso letargo de su alma cuando lo veía deambular entre pensamientos en su departamento los fines de semana; ella misma vio cómo se iba apagando su poder personal y, ante el temor de caer en el vacío junto a él, se mudó a lo de una prima antes de que comience una nueva cursada para, eventualmente, no volver nunca más. No podía soportar un semestre más de su marido entristecido por la desidia de sus alumnos… Intentó decírselo de mil maneras. Ya hacia lo último, cuando Javier percibía desidia en todas las caras de la calle, se la tiró como pudo, sin buscar herir, pero lo dejó recalculando:
-Tu problema no es conectar con la Naturaleza -le dijo una voz que ya no era la Alejandra de la época de campings, asados y noches de vino y estrellas, sino una Alejandra fría como la nieve, agotada de manera terminal, sin compasión- tu problema, Javi, es que no podes conectar con la Naturaleza Humana…
-La Naturaleza Humana…- pensó, sarcásticamente, y sorbió de su taza de la mañana, y tenía otra para la tarde y una para la noche, no por una manía prefijada, sino porque no quería lavarlas en el momento. No. Al momento presente, le escapaba. Con acelerada recurrencia… Tomó mucho café en dos instancias de su vida, en el ascenso y en el descenso.
Primero, mientras estudiaba economía en la universidad. Javier siempre tuvo que trabajar de noche para poder cursar y terminar su carrera. Único en su especie, con una voluntad que contagiaba a aquellos que podían ver, el pibe de Devoto, de familia tradicional, conservadora, de clase media tirando a baja, se sentaba casi atrás de todo, en un ángulo conveniente, y apoyaba su codo en el pupitre con su mano sosteniendo la cabeza, tapando sus ojos, simulando estar mirando el cuaderno. Cuando el equilibrio perfecto lo hacía mantenerse en posición sin caerse para ningún lado, se permitía unas breves siestas que lo hacían vivir las mañanas en la facultad de ciencias económicas como una gran experiencia onírica de absorción de saberes.
Sus amigas -casi siempre mujeres… quizás, porque él mismo poseía una sensibilidad encomiable, pero también porque los hombres mucho no se le acercaban; existía una estúpida cultura patriarcal que llevaba a la envidia de los varones del curso ante alguien que se valía por sí mismo, como si esa fuese una treta para acaparar la atención, más que una realidad socioeconómica- lo llevaron al bar de enfrente, cansadas de codearlo para que se despierte. Le compraron su primer café, y se enamoró del amargor, del vapor, de la espuma, y del efecto…
Eran días en los que siempre arrancaba de manera triunfal, impecable, sintiéndose Uno con todo lo que hacía. Un hombre con un propósito: estudiar economía, para desglosarla, y transformarla. Con esa fuerza se recibió. Su nombre era ahora propio, y matriculado: “El Lic. Javier Gius”. Pero ahora, veinte años después, promediando sus cuarenta, estaba tomando más café que en aquellos días. Y ya no era para vigorizarlo, sino para mantenerlo andando. Para darle el empujoncito necesario para que la inercia haga el resto.
Hoy, comenzaba un nuevo ciclo lectivo, y él, como Profesor Titular y Jefe de la Cátedra de Introducción a la Economía, solía arrancar la primera clase de todas las carreras de Economía y afines, con todos los ingresantes frescos y llenos de especulaciones sobre su futuro, y daba una clase magistral, sin anotar absolutamente nada en el pizarrón. Siempre disfrutó de su profesión, confiando en que la docencia era la forma más directa de generar un impacto en personas dispuestas a cambiar, personas con cierta permeabilidad a lo nuevo, a pensar diferente, a ir más allá… Disfrutaba de ver a sus alumnos nuevos con lapiceras y cuadernos en blanco esperando a ver qué podían anotar de todo lo que se estaba diciendo, acostumbrados a una tipología docente mediocre, que recita definiciones y muestra resultados en una filmina sin abrir debate a nada. Él simplemente se limitaba a hablar del mundo, del universo, de la vida y también de economía, y lo hacía mirando a los ojos de cada uno de sus estudiantes. Buscaba sacarlos de contexto, desestructurarlos, motivarlos, e invitarlos a pensar y soñar.
Javier era el típico profesor que todos querrían tener. Macanudo en sus formas, severo pero con mesura, espectacular contando historias, teatralizándolas, generando risas pero siempre con mensajes ocultos, una caja de pandora que se abría a las ocho de la mañana y se cerraba a las doce del mediodía, dos veces por semana durante cuatro meses. Sólo daba recreo si percibía que se embolaban, y al regreso arrancaba otra vez sin antes recordarles –con alguna táctica pedagógica indirecta– lo afortunados que eran por poder estudiar en una universidad pública a nivel nacional, recordándoles la garra que él exigía para comenzar una carrera que, en el noventa por ciento de los casos, terminaba por deshumanizar al graduado. Pero Javier siempre confiaba en los que conformaban ese diez por ciento restantes.
Su pedagogía, era incomprendida por muchos, otros se sentían ofendidos, y algunos pocos sonreían, cómplices, entendiendo a quienes iba dirigido. Por ejemplo, la tasa de niños muertos en África cada media hora estaba anotada en el pizarrón al regreso del recreo. Javier no decía nada, simplemente arrancaba con la clase con el número clavado ahí detrás del él… El Tiempo, después de todo, era una variable cualitativa para él.
Mucha era la energía que le ponía a sus clases, y terminaron por consumirlo, no por culpa de los alumnos, sino por el resto del mundo. A medida que veía que el planeta se transformaba más y más en una máquina de repetir errores por ignorancia o malicia, él se volcaba más y más hacia su vida académica, transformando su carrera profesional en una especie de cruzada por la Verdad. Se valía de citas que no dudaba en usar para desbloquear la mente de los estudiantes, quitarles el velo sistémico. Pero hoy se sentía desmotivado, desmoralizado…
-Desmoralizado… des-moral-izado– dijo tras terminar su café como si fuese un shot de vodka- porque el problema es moral –chasqueó los dedos y se dirigió a su biblioteca, recordando una frase que siempre lo hizo sentir como que no estaba solo en sus entendimientos: “Lo que existe no es un problema económico. Lo que existe es un problema moral”. Comenzó con sus dedos a caminar por los libros buscando entre títulos, como flipando discos en una rockola. Caminó con ellos, hasta ver las letras “E. F. S.” grabadas en el lomo de un libro viejo; “Lo pequeño es hermoso”, de Ernst Friedrich Schumacher, un hermoso y pequeño libro que siempre le traía serenidad y regocijo a su mente.
Lo agarró, tomó su bolso, llaves, billetera, puchos, y encaró a la calle. El bondi seguro venía cargado, así que se armó de paciencia, pisó la vereda de la avenida, camino nueve metros en diagonal hacia la derecha y ahí estaba la parada que lo llevaría hasta la facultad, por los pasillos empapelados hasta su querida “aula 1”. Hace años que el trayecto de su vida era casa-colectivo-facultad-bondi-casa. Con menos de cien metros de caminata diaria.
2.
Lucas ama leer. En la escuela leía en los recreos… Sus amigos eran mayormente mujeres, ya que él no jugaba a la pelota, ni trocaba figuritas, ni patoteaba a los más chicos, ni nada… él, leía. Y para no sentirse adolescentemente solo, se sentaba junto a ellas. Aprendió a escuchar a las mujeres en paralelo a mejorar su poder de concentración. Pero ahora, los días de escuela por fin habían terminado y podía apelar a una nueva oportunidad de socialización en la Universidad. No porque le importara socializar, sino porque simplemente quería que no lo jodan nunca más, y lo dejen Ser, en paz, a él y a sus pensamientos.
Lo conoció a Schumacher de casualidad. Su papá sacralizaba los domingos, sus domingos, con vino, soda y automovilismo. El país estaba pronto a irse a la mismísima mierda cuando Michael Schumacher ganaba todo en Fórmula 1, y su padre estaba pronto a suprimir la soda de la ceremonia. El cerebro humano, es una gran procesadora de información. A veces, ese hervidero de pensares se comporta como una cacerola con sopa hirviendo; saltan gotas por fuera, y chispazos de información se nos entrelazan alterando nuestra percepción. Eso le pasó a Lucas, caminando por la clásica feria de libros usados en Plaza Italia. Se estaba por terminar el verano y quería conseguir un libro más, para cultivar su mente y motivarse ante la decisión de estudiar economía. Mirando entre millares de apellidos de autores en libros apilados en centenares de columnas a lo largo de decenas de puestos en la feria, el nombre “Schumacher” le saltó a la luz en letra clara, y el resto de la realidad, por un nanosegundo, quedó fuera de foco.
Son como golpes instintivos, oleadas de intuición, que nos bajan de quien sabe dónde y nos llevan a hacer pequeños grandes cambios, como parar de caminar y tomarse un segundo para ver un libro, que te aporta ideas, que te riega pensamientos propios, que te hacen, consecuentemente, actuar diferente y a Hacer, de una manera determinada, alterando irrefutablemente la realidad. Así que decidió seguir su impulso. Tomó el libro, recordó los domingos, a su padre, y leyó el título… Se preguntó si aquellas pequeñas cosas que sacralizaba su papá eran realmente hermosas… o si las pequeñas cosas que el título declaraba como hermosas eran otra dimensión de la sencillez, trascendiendo lo banal. Un plano verdadero, más elevado, de frugalidad.
El verano terminó, el libro se leyó, y se encontraba ahora yendo a la universidad por primera vez en su vida. El colectivo estaba, como de costumbre en marzo en la gran ciudad, hacinado de gente, bamboleándose junto con el vaivén de los amortiguadores que bailaban con los baches y frenazos, seguidos de bocinazos, gente que se baja, gente que sube, gente que no se mira a la cara, gente desorbitada, desorientada, cansada, de vivir…
Se tomaba el colectivo en la estación terminal, por lo que siempre viajaba sentado al fondo, observando todo, las calles, la gente, las caras, e imaginando las historias que contaban esas caras. Un tipo estaba particularmente cansado. Miraba por la ventana fijamente, perdido. Sus globos oculares no iban y venían siguiendo nada de lo que pasaba por la ventana, simplemente miraban a la Nada, estáticos, tildados. Una mano, en la barra del techo del colectivo, sosteniendo su cuerpo que iba como un péndulo. En la otra mano, un libro, un autor, un título, la feria de Plaza Italia, el olor a libro viejo y el vino de su viejo.
3.
Javier venía mirando por la ventana, pensaba en Alejandra. El verano había sido un garrón… No fue partícipe de su separación. Las discusiones se escuchaban a través de un ruido blanco que era su conciencia, y ella era como una voz en off, un eco de cosas que él había desaprendido a sentir. Se sentía inválido, en coma. Sentía el libro en su mano y comenzó a pensar en su discurso para las almas frescas. Pero seguro iba a tener que improvisar, sacar palabras de la nada, destilarlas de su niño interior, porque ahora seguía desmotivado y pensando en cualquiera, y porque ya había llegado a donde tenía que bajarse.
Ignoró al chico que lo venía mirando desde el fondo. Últimamente sentía que todos lo miraban, y eligió pensar que era otra paranoia suya, por lo que poco a poco, fue suprimiendo su contacto directo a los ojos, a medida que desconfiaba cada vez más en el destino de la humanidad. Tocó el timbre, se bajó y caminó media cuadra hasta la facultad. Para él, hoy, esa caminata era como los pasos de un boxeador previos a llegar al cuadrilátero.
De repente, todo su drama pareció desaparecer, sabía que la llegada al aula era ya inminente, y cual paracaidista que acaba de saltar del avión, sintió ese añorado subidón de adrenalina, ñoñez y poder personal que le venían cada vez que comenzaba una clase. Le pareció extraño sentirlo hoy, en ese momento, justo antes de entrar, pero ahí estaban esas dulces palpitaciones, y no se permitió cuestionárselo. Simplemente se dejó llevar por el placer que le producía enseñar a aprehender. Como el adicto previo a inyectarse, el alcohólico previo a sorber, el fumón previo a pitar, Javier ya estaba más tranquilo, previo a entrar a un aula con doscientas cincuenta ovejas recién salidas de pastar. Esperando encontrar alguna oveja negra. Recordando la frase que Alejandra le decía siempre que él se sentía desesperanzado. No te preocupes, las ovejas negras cambiarán el mundo.
El discurso se estaba macerando en lo más interno de su plexo solar. Ahora, sólo necesitaba un café.
4.
Lucas se bajó del colectivo detrás de Javier. Sonrió ante las causalidades que le brinda a veces la vida, y sonrió otra vez al contentarse de poder darse cuenta de esas pequeñas cosas. Caminó hacia la facultad, contemplando los fresnos y jacarandas de la calle, preguntándose qué tipo de problema atormentaba a ese buen hombre que venía tildado en el colectivo, y si acaso era algo tan grave como para privarlo de mirar a los árboles mientras ahora caminaba enfrente de él. Le envió todas las buenas vibras que pudo, algo que aprendió a hacer de un tipo más raro que él, mientras hacía dedo en el sur, sobre el camino de los 7 lagos… le había dicho que si se concentraba mandando buenas vibras cuando veía un auto venir, aumentaba sus probabilidades de que lo levanten. Desde ese entonces, lo practicaba con todas las personas en la calle con los que sentía empatía, y andaba mandando buenas vibras por todos lados. No le importaba si servía de algo o no, él lo hacía, para sentir que él aportaba su gramo de optimismo en un mundo que a veces percibía como entumecido, dormido.
Lucas lo vio caminar y doblar hacia el mismo lugar donde él se dirigía. Se sorprendió, pero solo por un momento, ya que se permitía -siempre- imaginar lazos en las vidas de las personas, atados por circunstancias causales. Se divertía tejiendo esas posibilidades potenciales a ocurrir. Así que lo siguió, entró a su facultad por primera vez desde el día de la inscripción, caminó por los pasillos empapelados con letras y tipografías de colores morados, amarillos, rojos y negros, y vio con satisfactoria aceptación como Javier entraba al aula 1.
Se acercó a la puerta y cuando encaró a entrar, venía saliendo Javier y se lo llevó puesto de lleno.
-¡Discúlpeme! –llegó a decir.
–No hay problema… -le respondió Javier sin siquiera mirarlo y se perdió por los pasillos. Venía embalado y sumido dentro de sí. Eran las 7:48 hrs., Lucas entro al aula, pasó por enfrente del escritorio del profesor titular, y ahí estaba la copia de “Lo pequeño es hermoso” de Schumacher sobre la mesa de madera vieja y gastada. Camino por la primera hilera de pupitres, y se acomodó por atrás…
Estaba algo cansado de ayer. Los domingos siempre cerraban tarde en el restaurante donde trabajaba en Puerto Madero, esa porción amputable de la ciudad, una especie de protuberancia irreal que surgió del dinero y sus múltiples especulaciones. Pero estaba ansioso por tener su primera clase, su puntapié inicial para terminar de comprender por qué una persona como él tenía que terminar trabajando desde tan joven en un trabajo como ese. No por desprestigiar ese trabajo en sí, sino por la no elección del mismo. El azar, la reencarnación aleatoria, las historias de vida, la acumulación de capitales, a veces favorecen de maneras misteriosas a personajes impensados. Su inicio universitario, venía cargado de esa energía que le aportan las causalidades a la vida. Ese sentir, de que uno está en el lugar indicado y en el momento indicado.
5.
En los diez minutos siguientes, el aula se fue llenando de gente hasta no quedar ni un solo asiento libre. Algunos se sentaron adelante, a los costados, en los pasillos. Era acertada la imagen que tenía Lucas de las universidades públicas, atiborradas de gente. También era cierto que el ochenta por ciento de los que estaban ahí ya no lo estarían el año siguiente. Materias filtro, les decían.
A las 7:59 hrs., Javier entró por la puerta caminando mucho más tranquilo. Unas fibras de vapor salían danzantes de una taz a de telgopor que traía en su mano. Cerró la puerta detrás de sí, saludó a la clase y se dirigió al centro del pizarrón. Sorbió su café, tomó una tiza, y amagó con escribir algo. Se detuvo… y se dio vuelta mirando por primera vez al alumnado… sorbió su café otra vez más y lo dejó sobre la mesa. Luego, miró con un suspiro a la tiza y la revoleó por la ventana… Miro unos breves segundos a través de esa ventana, con la misma melancolía que hace un rato a la mañana en su departamento mirando esas ventanas abarrotadas. Pero ahora no, melancolía no… ahora él ya había comenzado la Función, Su función. La vida, casi siempre, es teatro.
Volvió a agarrar su café, y, lentamente, casi como un abuelo que pone primera, para comenzar a contar un cuento, empezó a hablar, vehementemente.
-Cuando era chico, recuerdo que decir “Marx” en mi casa, en la mitad de la cena, era como declararse zurdo y ponerse en contra de los ideales políticos de la familia… No porque mi familia sea de derecha, nada que ver, sino más bien porque a ellos, los adultos y portadores de la verdad, les dijeron en tiempos remotos que Marx era malo… pero, ¿lo leyeron alguna vez?, por supuesto que no. Pruébenlo en sus casas, a ver cómo les va y me cuentan… Ya sean los medios masivos de desinformación, o en la escuela, o los jefes en el trabajo, siempre de arriba hacia abajo se corrió la bola de que Marx era sinónimo de barbarie, zurdaje y descontrol político.
“Por suerte, quiero creer que la generación de ustedes está tendiendo a ver ambas caras del asunto. Marx es uno de tantos que se partieron la cabeza intentando entender de manera humanizada a la economía, pero no pudieron hacerlo sin terminar de volverse locos, genios, incomprendidos, esteparios… Pero acá los vamos a ver en el marco de una sociedad que está totalmente sumida en el trabajo, totalmente dependiente de los trabajos mecanizados que ofrece este mundo que nos quedó después de la revolución industrial, una sociedad deshumanizada adrede, para mantenerla controlada. El que no tiene capital para invertir, lo único que puede invertir (y vender para sobrevivir) es su fuerza de trabajo. Y así estamos… metidos en este quilombo…
Javier corroboró que estén prestándole atención. Había un absoluto silencio, mezcla de entendimiento o descolocación. El tono de la voz, sus formas, sus gestos, su acelere, no se condecían con la cara que portaba. Javier sabía que era su alter ego tomando los mandos, pero le gustaba lo que estaba saliendo, emanando de su voz en un conglomerado de palabras, así que lo dejó salir a jugar… Sorbió su café hasta el fondo, suspiro, y siguió hablando, pero, ahora, comenzando a caminar suavemente por todo el espacio teatral que disponía en el aula.
-Caminamos muy seguros al salir del cajero automático con nuestra billetera y sus billetes… ¡los billetes…!, esa mercancía que inventamos para hacer más fácil el trueque.
“¡Ojo!, en un principio, la intención era buena. Si dos bolsas de papas se cambiaban por 1 jarro de azúcar, entonces (para no ir de acá para allá con las papas, las gallinas, las semillas, los jarrones) inventamos un papelito cuya Unidad equivalía a algo que nosotros decidíamos como valioso (sal, azúcar, oro, etc.) –otro vistazo al alumnado, ya los tenía en la palma de la mano, ya los trajo al fuego para charlar toda la noche bajo un cielo estrellado. Entonces, siguió. -Pero el mundo social se hizo más complejo, las transacciones financiares se hicieron más dinámicas y necesitaban más mercancía de cambio, más dinero, para poder operar, sino, se estancaba el sistema económico. Pero, ¿por qué se estanca? ¿Alguien tiene idea…? –Silencio absoluto- … ¡Acá es donde empieza la mentira señores!…
Revoleó la taza vacía al tacho que estaba en la esquina del aula, a unos cinco metros de donde él estaba parado, y retomó con tono de camping nocturno y cuento de terror.
-Cuando se necesitó más dinero en circulación, los bancos centrales comenzaron a emitir dinero para “prestárselo” a los países que necesitan activar sus economías. Pero estos préstamos se devuelven con un “interés”. –Había un grado de asco en el tono de su voz al pronunciar esa palabra- Por ende, el país cree que tiene plata, se la presta a sus ciudadanos (también con un interés) para que puedan comprarse el auto, el plasma, las vacaciones ilusorias de quince días, cosas a corto plazo.
“Recuerden las navidades pasadas… ustedes terminando el colegio, y en las calles, los comercios decían: Comprate todo Hoy, págalo mañana en las cuotas que quieras… Y ¿qué quieren que les diga?, a mí suena a comprate todo lo que NO podes pagar hoy, total el banco te lo financia a cambio de que no te quede otra que laburar mañana para pagar pasado mañana… Pero a la hora de devolver el dinero con el interés agregado, hay que vendernos, por hora, para poder hacer plata y devolver el dinero, y el gobierno de turno cambia cada dos por tres las leyes del juego tratando también de juntar la plata que le debe al banco. Es una forma de esclavismo burocrático.
Para este punto, Lucas estaba totalmente lúcido, absorbiendo cada frase, sintiendo lo mismo que se siente cuando el carro de una montaña rusa está subiendo, muy lentamente hacia el tope, para comenzar un rápido viaje desorbitado. Pensó en su viejo, en los despidos del nuevo milenio, pensó en las jubilaciones perdidas, en estafadores, usureros, giles, corruptos; pensó en E. F. Schumacher arriba de un auto de fórmula uno. Y volvió a las palabras de este tipo, del mismo tipo triste y desolado que vio en el colectivo; palabras que estaban ahora corriéndole como suero en la sangre, llenando rápidamente su tanque emocional. Encontrando propósito, sentido, razones morales para haber elegido esa carrera y estar aquí y ahora con toda su voluntad. Lo escuchaba hablar y hablar. Minutos en macrosegundos, segundos en nanominutos.
-Ahora… escúchenme bien. Si revoleo una tiza o una taza es sólo para llamarles la atención, traerlos YA…, ACÁ…, para que entiendan una sola cosa… y es que ése “interés” que nos cobran los bancos NO EXISTE en forma material, NO EXISTE en ningún lado… Tiene que quedar claro esto, el banco nunca emitió la plata necesaria para cubrir ese interés. Y así de fácil, quedamos enganchados… -comenzó a caminar por los pasillos que separaban las líneas de los pupitres- El resultado que se genera es un extremo estado de competición.
“Si existe competición, no puede existir igualdad, ni equidad, ni verdadera armonía dentro de una sociedad. Esa competencia es una competencia para poder sobrevivir dentro del sistema económico (el “llegar a fin de mes”), y hace que algunos logren quedarse con una mayor cantidad de plata, logrando sobrevivir a costas de dejar fuera del juego a la gran mayoría. –Miró, con ojos de dragón de fuego, inquisidor, al alumno que estaba en la primera fila.
-¿Entendés lo que estoy tratando de decirles?
–…Estemmm… -Primero, se puso nervioso. Venía bien empilchado, chomba con cocodrilo, zapatillas blancas, pantalón de jean innecesariamente ajustado. Inmediatamente después, tomándose la pregunta de manera personal, se sintió atacado y cambió su talante, como cuando los gallos perciben algo desconocido acercándose al gallinero, que se encorvan para arriba- En realidad no estaría… comprendiendo, a dónde quiere llegar, profesor. –Hizo un gesto con su birome, como mostrando su papel en blanco; como intentando dejar de plano que Ésta no estaba siendo una clase convencional.
-¿Tu nombre? –inquirió el Lic. Gius., pero no autoritariamente, sino con muy buena onda.
-Barrientos, Juan Barrientos.
-Escuchame Juan… y no te lo tomes personal, porque no hay NADA que diga acá que lo vaya a decir de forma personal, así que escúchenme TODOS, porque no va para Juan, va para Todos: No quiero llegar a ningún lado… -Camino unos pasos hacia atrás, alejándose de Juan para que la proximia no haga que sí se lo tome personal- Ya van a tener materias con libros de texto para copiar y pegar definiciones; ya se van a hartar de hacer cuentas o de tener clases monótonas con docentes mediocres. Pero acá, ya mismo, tan sólo quiero que me escuchen y sentipiensen en lo que les digo…
“Por ejemplo, si yo soy un banco y acá tenemos doscientos cincuenta clientes, les presto doscientos cincuenta pesos, un peso a cada uno, y me tienen que devolver a fin de año doscientos setenta y cinco pesos. Pero, ¡ojo!, yo emití sólo doscientos cincuenta billetes… ¿Cómo van a hacer, para conseguir los veinticinco que faltan…? A cada uno le presté un peso, y cada uno me tiene que devolver uno coma un pesos para llegar al total de doscientos setenta y cinco pesos. –a Juan pareció caérsele una idea porque la cara se le cambio a la de un sabelotodo bananesco– Entre todos, como aula, como curso, como país, me deben doscientos setenta y cinco pesos. ¿Cómo hace cada uno de ustedes para llegar a ese uno coma uno?
-Compitiendo; –dijo Juan orgulloso de sí y mirando al resto- compito con alguno de ustedes, y esa persona se queda con noventa centavos y yo con uno coma un pesos. –Hubo un silencio. Algunos comprendieron. Los que comprendieron aún un poco más lo miraron con algo de bronca.
-Bien, eso está bien –dijo Javier con un sarcasmo imperceptible, un sarcasmo que sólo él disfrutaba hacia sus adentros, para que lo personal siga siendo No personal, aunque en el fondo, Javier era bastante prejuicioso con el alumnado. No prejuicioso injustificadamente, sino que él era más bien instintivo hasta la médula. Sentía que podía oler a ese noventa por ciento que terminaría deshumanizado en unos años, podía sentir la hipocresía en la gente…- Está muy bien, Juan, así nos venimos manejando hace años ya. Pero si lo piensan dos veces van a notar que, dentro del aula, dentro de mis límites geográficos, seguirán habiendo doscientos cincuenta pesos en circulación entre ustedes, independientemente de cualquier proceso de centralización y acumulación que se presente por parte del Sr. Barrientos. Pero, ¿cómo harían para conseguir el resto…?
Sin poder contener más su propia energía, Lucas alzó su voz y propuso, desde el fondo, que no le quedaría otra que pedirle una mano a la Mano Invisible del mercado…
6.
-¿¡Ahá…!?, BIEN, -Javier sonrió. Fue una sonrisa real, hace mucho que no escuchaba incursiones sobre sus palabras, mucho menos en el primer día de cursada- ¿quién dijo eso?, ¿nombre?
-Lucas Gómez, señor. (…)
Hubo un breve cataclismo entre sus miradas, también imperceptible para el ojo común. Una especie de retroalimentación energética se estaba dando ahí mismo. Javier pidió que no le digan señor, ni profesor, ni nada… les dijo a todos que para él, eran etiquetas, y ya no las usaba más; pidió que lo llamen por su nombre… Luego le preguntó a Lucas cómo era eso que estaba sugiriendo. Lucas no sabía precisamente qué responder, pero sentía la presión de doscientas cuarenta y nueve miradas encima y optó por lanzarse a hablar con analogías, recurso que lo sacaba siempre de apuros. Les dijo a todos que La Mano Invisible fue una manera rara de justificar cualquier medio para llegar al fin de acumular dinero en pocas manos… y que era una forma de encerrar los problemas en una caja y esperar a que se solucionen solos. Al abrir la caja no nos importa qué pasó, siempre y cuando el banco reciba sus doscientos setenta y cinco pesos a fin de año…
-¿Y a qué querés llegar con eso?- le replicó Don Barrientos, su ego un poco lastimado por haber permitido que la clase se arme a expensas de su débil discurso.
-Quiero decir que, si vale todo, mientras vos sacas de a diez centavos por persona, yo saldría del aula, caminaría por el pasillo al aula más pequeña y alejada, competiría con ellos, o más bien los sometería de alguna forma, les impondría una cultura del consumo de lo que sea que yo les pueda vender, no sé, celulares, zapatillas, chombas, les invento primero la necesidad, la saco de la galera, nose, a través de medios masivos de comunicación, los engañaría ofreciéndoles castillos en el cielo, para sacar veinticinco pesos y volver rápido acá. Sin importarme que aquella aula se quede adeudando su propia existencia con otro banco, aunque quizás el banco de acá, sea el mismo que allá y, bueno…, ahí ya se pone un poco más oscura la cosa.
“Por supuesto que Yo no haría eso, estoy diciendo “yo” en el sentido de Qué Haría el Típico Economicista… o el padre de familia que no tiene nada que perder, pero todo por ganar, y una familia por alimentar. Si tu familia corre peligro, quizás sí salgas del aula a sacar de otro lado, pero la economía tiene falencias a nivel humano, y creo que eso es lo que estamos viendo acá… es como dice Schumacher: “No existe un problema económico. Lo que existe, es un problema moral”.
Juan quedó perplejo, y Javier también, sólo que con los años aprendió el arte de reconocer sus emociones y reaccionar correctamente ante ellas (aunque Alejandra -la excepción a sus normas morales- tuvo siempre ese desconcertante poder de dejar suspendido con inercia hacia el vacío Todas sus emociones). Más que correctamente, Javier había aprendido a reaccionar serenamente. Y hay que reconocer que aquí, Lucas estuvo astuto; porqué logró conectar con el profesor, con Javier, sacando provecho de su lectura previa visionada en el colectivo, de haber empatizado con su mirada perdida y su lectura elegida. Pero, ¿acaso no es esta inteligencia emocional, esta sapiencia de reconocer las circunstancias, de atar cabos, la cualidad elemental que hace que seamos dueños de nuestros destinos?
-Exacto Lucas… perfecto… -se tildó un momento. Javier no escuchaba respuestas así de esporádicas y verdaderas en mucho tiempo- Bien… entonces, el problema mental que sufre nuestra conciencia colectiva, es permitir que se de esa competición aun cuando llegamos a conocer la verdadera realidad, y es que competimos entre nosotros para mantener un sistema que NO TIENE LÓGICA…-miró brevemente a Lucas allá atrás en el fondo, se contentó al sentir que la cursada podría pegar un giro interesante este año, especialmente cuando no siente que está dando un monólogo sin sentido, que lo escuchan, que participan, que piensan por sí solos. Encontró en ese chico suficiente motivos como para seguir enseñando, al menos ese día. En sus buenas épocas, Javier siempre recordaba el consejo que Alejandra le repetía todas las mañanas: mientras que UNO comprenda… tu trabajo esta hecho.
La clase siguió tocando temas generales relacionados a la economía mundial. Javier concluyó diciendo que el capitalismo gesta su propia destrucción, porque busca reducir costos todo el tiempo, y como sea. Son muchas las empresas que mantienen a flote el juego del dinero reduciendo sus costos para aumentar más y más sus ganancias. Por ende, fueron reemplazando a humanos por máquinas. La agricultura adquirió máquinas, y se produjo un éxodo de mano de obra hacia las ciudades en busca de una mejor vida. Las empresas manufactureras y los servicios recibieron toda esa masa trabajadora, las ciudades se llenaron de gente, contaminando toda la naturaleza circundante como un virus. Pero las empresas ahí también querían ganar más y más plata… por ende la automatización computarizada produjo más desempleo, y el nuevo éxodo de gente no tiene rumbo alguno.
Hizo hincapié en que todavía no existe un sector económico capaz de absorber todo ese desempleo. Y esa masa de gente, tampoco quiere seguir viviendo sirviendo a otros. El Servicio, es otra cosa… ayudar en la comunidad, ser solidario, altruista, entregar un tiempo de tu vida en ayudar a otros, hacer voluntariados… pero la “servidumbre” transmutada o coartada por el concepto de “salario” no es Servicio, es, como les dijo antes, esclavitud burocratizada. Y los seres humanos no reencarnamos en esta vida para ser esclavos.
Javier estaba cansado, pero desde adentro le brotaba ese fuego interior inexplicable; un fuego que se explicaba a sí mismo cuando uno lo siente en el momento y lo reconoce como tal, adquiriendo así un significado: soy feliz haciendo esto…
-Y el capitalismo, y con esto termino…, –algunos desinteresados realmente se reincorporaron cuando dijo esto, aumentando ese sutil sonido de cartucheras cerrándose, biromes chocando, cierres de mochila corriendo lentamente, uniendo dientes de plástico, hechos del mismo petróleo que domina gran parte del mercado mundial- el capitalismo se topa con un freno, porque su ambición hizo que todos sus soldados consumidores se queden sin plata para reinsertar en el sistema y permitir que funcione… –dejo un silencio prudencial para que terminen de decantar sus palabras en el núcleo de la atención prestada por quienes en verdad escuchaban, después siguió- Si la gente no tiene trabajo, no pueden sostener la economía porque no pueden comprar nada. Y así estamos, metidos en una ruedita de ratas, siempre corriendo hacia ningún lado… -suspiró- Listo chicos, sería todo por hoy…
7.
En cuarenta segundos el aula se vació. Javier disfrutaba del gradiente de silenciamiento que se producía, un fade out sutil del aula en contraposición con el bullicio que había en los pasillos, lo hacía sentir en una cueva, su propia cueva intelectual, protegido. Después, se dirigía hacia la salida de la facultad, e igual que el bajón que les viene a los adictos cuando le suprimen eso que tan posesivamente quieren sentir, su energía fue apagándose a medida que pasaban las baldosas e incursionaba dentro de la calle y el resto de la ciudad. Esto le pasaba cada vez que terminaba de dar una clase. Un descenso abrupto de energía vital. Una tonalidad de tristeza atípica, apática, que se le venía siempre después del subidón proporcionado por la adrenalina de la clase vehementemente dictada. Pero el trip-altruista había terminado y tenía que volver a su otra realidad, a su solitud idílica, a la soledad del verano que se iba y del otoño que venía, al viento que se llevaba sus palabras, y a Alejandra quien, eventualmente, no volvió nunca más.
Ya en la verdulería de la vuelta de su casa, fue eligiendo las verduras de la semana. Ya no se cuestiona de dónde viene cada cosa, ni en los trabajadores y campesinos involucrados en que esa verdura esté ahí. Alejandra le decía que mire los colores, que sienta las texturas, que huela los aromas, todo para que no se ahogue en existencialismos, para que sea un poquito más feliz. Pero Alejandra ya no estaba, el tomate no olía a nada, y a él no le importaba nada.
Llegando a su casa pasó por la puerta de la bicicletería y fantaseó con comprar una bicicleta y recordar lo que es estar vivo. En su ascenso usaba la bicicleta para todo. Fue junto a ella con quien recorría cada parque verde de la ciudad a sentarse debajo de un árbol a escribir palabras recortadas de las nubes. Conversaciones sobre qué es qué y para qué estamos vivos. Para hacer lo que se nos cante. Su bicicleta era más que una forma de desplazarse; para él, era parte de su filosofía de vida, junto con tener en su morral un par de libros, papeles en blanco y una birome para anotar lo que sea que percibía y cómo lo percibía. De joven, amaba la poesía, una pasión que se cultiva y se pierde de la misma forma en que se vincula uno con el andar en bicicleta. Cada vez que pasaba por esa bicicletería, su espacio-tiempo se bifurcaba y pegaba un rulo a través del cual –por un instante– recordaba todo lo que escribía en esos días con un solo golpe de vista.
Soy consciencia… Nada más que eso.
Lo que hago, lo que soy, es sólo pasajero.
Un oasis del Tiempo…
Soy uno más en esta población descascarada, errante.
Pero soy consciente de que soy consciencia.
Y dejo de ser sólo uno más, para SER.
Soy representante de la consciencia colectiva.
No me dejo atemorizar por el individualismo.
El individualismo que aísla y estanca,
No es permisivo para el ser, no le permite crecer.
Pero un individualismo sereno, activo y meditativo,
Sirve para conocerse a uno mismo,
Para reconocer nuestras fortalezas y debilidades.
Estar con uno mismo, para luego salir de lo individual a lo grupal,
A través del ejemplo, accionando a consciencia, con honor, verdad,
Con coraje moral para defender nuestra especie,
Con orgullo de pertenecer.
Soy consciencia, solo un viajero, un caminante, un peregrino,
Un anciano en el bosque… sereno camino,
Y pienso…
¿Somos realmente así?
¿Esto es lo mejor que pudimos hacer…?
¿No podemos materializarnos mejor…?
Me emociona el potencial, pero me entristece verlo dormido.
El mundo se parte en dos y pareciera no importar.
El mundo, en bicicleta.
Pero la inercia le gana.
Su costumbre, su hábito: “verdulería, bolsas, cargar, caminar, casa”, era inalterable. Por lo que siguió hasta la puerta del edificio y subió los cuatro pisos por la escalera, considerando a esto como el ejercicio tolerado y suficiente del día. Entró a su casa, saludó a Walt –Whitman-, su felino protector: un gato negro, enorme, rescatado de la calle, curtido, y agradecido, –lo único vivo que le quedaba de su convivencia con Alejandra– y se dirigió a la cocina. Dudó por un segundo, luego prendió las noticias en una pequeña tele, forrada en papel madera, con antenas, de un año en que la obsolescencia planificada no estaba tan vilmente planificada. Prender la tele, una costumbre que sólo duraba unos minutos. Lo hacía sólo para corroborar si el mundo seguía dormido o no.
El noticiero, cualquier noticiero, era algo que primero lo sacaba de quicio, después le daba risa y, por último, lo entristecía hasta el llanto. Reproducían videos de YouTube, informaban sobre la vida de futbolistas y mujeres de la farándula, y tiraban dos o tres historias policiales, cuanto más amarillistas mejor. La era de la estupidez realmente había descendido sobre nosotros. Nada sobre ocupación de espacios, nada sobre patentización de semillas, nada sobre declarar a los recursos naturales como personas jurídicas y cobrarle grandes y justas tarifas a las grandes empresas por no incluir el pasivo ambiental en sus accionares internalizando ellos mismos los costos, reduciendo sus ganancias y no aumentando precios, nada sobre sabiduría ancestral perdida ni sobre la crisis energética, no. Para el dormido, un anestésico; para el despierto, una tomada de pelo. Y desde esta época del año ya arrancaba la carrera política, y no había nada que irrite más a Javier, que la hipocresía encarnada en pauta publicitaria política. Nada más horrendo que un tipo vendiéndose como No-Es. Nada más sistémicamente proselitista que te mientan en la cara.
Otra de las técnicas que Alejandra le había enseñado: tomarse el cocinar como un acto meditativo. –Y así, tenes que hacer con todo… con absolutamente Todo lo que hagas- le decía.
Así que hacia el esfuerzo de pasar su energía del candidato político al crunch que venía al cortar la cebolla de verdeo. Sin embargo, no lograba disfrutar de ese ritual todos los días, por lo que siempre cocinaba de más, y congelaba lo que sobraba. En ese congelar había algo más… aprovechaba para posponer así el tener que recordar lo inevitable, lo obvio (ahora), y era como Alejandra le hacía bajar a Tierra, volver a conectar con lo simple, y el saber que todavía no lo había logrado cuando ella se fue, todavía no había logrado bajar del todo a la Tierra.
Alejandra lo soltó cuando él todavía no había aprendido a volver siquiera a jugar, a reír, a distenderse, a desfruncir el ceño y encontrar su niño interior perdido en la gran urbe. Su amor por ella le había caído a su vida como una gran epifanía; al amarla, ella le hacía ver su propio niño interior, ese con quien Javier se había peleado de tan chico. Pero, sólo supo que debía reconciliarse con su niño interior; nunca lo logró…, y cayó en la adultez con toda su fuerza, para encontrarse comiendo sólo en pampa y la vía. El ritual de sentarse a comer con alguien… era quizás ahí cuando más sólo se sentía. Sentarse a comer era, para él, algo literal: se sentaba a comer, y no había palabras, sólo masticar, pensar, tragar. Y pensar… por supuesto que pensaba en Alejandra. La recordaba como la mejor amiga que al principio fue… después vino el amor, y lo que suele venir cuando lo que le gusta a uno del otro, se convierte en hábito, en falta de sorpresa, en desamor.
Después un libro. Un recuerdo. Un soñar despierto.
Y la alarma volvió a sonar a las seis de la mañana.
8.
Lucas salió de la clase de economía, compró un pebete, recargó su botella de agua en el baño, y se dirigió al patio amplio de la facultad. Se sentó a la sombra de un sauce llorón, fagocitó su almuerzo y se tiró ahí mismo a siestar hasta las tres de la tarde, horario en que cursaría matemática hasta las siete de la tarde, para salir disparando al trabajo. Se dejó llevar por el vaivén de las blandas ramas del sauce y sus hojas, todas apuntando hacia abajo, jugando con la gravedad y dejándose flirtear por el viento, meciéndose como un mar verde.
La tarde transcurrió entre fórmulas matemáticas y bostezos, pero con la conciencia reverberando aún del sacudón de la mañana. Reverberación, que lo seguía mientras barría el patio de entrada del restaurant. Era un momento simplísimo: barrer… bastante más que solamente polvo. Sin embargo, Lucas disfrutaba de cómo se doblaban las cerdas de la escoba, especialmente cuando era una escoba nueva, era como que cada cerda lograba meterse en el fondo de todos los surcos del piso de ladrillos, y él podía sentirlo a través de la madera que sostenía con ambas manos y llevaba de un lado al otro con una gracia impecable. Muchos vecinos del barrio salían a correr. Uno podía pararse en la calle y ver cómo los que salían a correr después de las siete de la tarde, cuando el horario de oficina termina y otros servicios comienzan, venían encerrados en sus pensamientos, pero cuando pasaban por la puerta del restaurant giraban brevemente la cabeza y lo miraban a Lucas, extasiados, absortos, al verlo disfrutar de hacer algo tan sencillo como barrer. La gente disfrutaba de ir a comer ahí, lo confundían con el dueño del restaurant, por la forma en la que entregaba toda su energía al trabajo que hacía. Ya casi nadie ejerce un trabajo amando, pero de alguna forma Lucas lograba que así pareciese. No sentirte alienado en un lugar alienante es un desafío de enormes proporciones, pero el nivel de felicidad y serenidad alcanzados al hacerlo son de iguales proporciones.
Para él, la atención al cliente implicada en atender un restaurant al mostrador o siendo mozo, era una cuestión de teatralización. Él siempre quiso hacer teatro, pero entre estudios y laburo, nunca pudo hacerse el espacio. Así que trataba de hacerlo mientras laburaba, y por eso atendía tan bien. Porque era tremendamente adaptable a cualquier situación… y a cualquier persona. Al que lo trataba bien, él lo trataba bien; y al que lo trataba mal, él le retrucaba tratándolo aún mejor que antes. Los clientes más quejosos se quedaban sin palabras, y no podían hacer más que bancarse la demora unos cinco minutos más, después de todo, habían 4 personas atrás cocinándole al tipo que no tiene tiempo ya de llegar a su casa y disfrutar de cocinarse algo rico y nutritivo. Ya no hay tiempo de nada. Podía estar atendiendo al intendente de la ciudad, a un turista, o una simple pareja que salió a cenar afuera, él sabía cómo entrarle a una persona desde el habla.
Pero ese día, después de su primera clase, estaba vibrando demasiado alto, estaba energizado, que no es lo mismo –para nada- que estar de mal humor, pero sí hace que estés alerta al cien por ciento, afilado en tus respuestas, y con poca paciencia ante la hipocresía. Son momentos en los que estás sereno, y sin embargo podes mandar a alguien a la mierda, pero con altura y una absoluta displicencia.
Por ahí venia corriendo con sus pantalones cortos fluorescentes el Sr. Feynman; hace poco le dicen señor… pero para todos es un verdadero chico mimado repleto de Poder. Y esta clase de muchachos son los que pasaron a dominar el mundo de una generación a otra y casi sin saber por qué, o para qué, o si está bien. Pelo engominado y sudado, auriculares blancos, brazalete con medidor de pulsaciones, el candidato a gobernador más joven que jamás se haya presentado como candidato en la provincia, también heredero de una fortuna por parte su padre recientemente fallecido. Un negocio multimillonario de pesticidas para la agricultura que fue vendida a una multinacional tres días después de fallecido su padre.
Lo triste para el pibe Feynman, es pensar que su papá simplemente falleció de un paro cardíaco jugando a las bochas en el Club Náutico de San Isidro… Lo que no sabe es que en ese partido de bochas estaban los más amigos de su padre. Los amigos de siempre, los del barrio, los que siempre supo conservar más allá de los diferentes logros que cada uno de esos hombres haya realizado a lo largo de su vida. La amistad era la amistad. Y para Don Feynman, sus amigos no mentían. Esa tarde primaveral, con el calor a punto de despuntar en tormenta, sus amigos le dijeron del rumor que circulaba acerca de su hijo pensando en vender la empresa. Se le rompió el corazón ahí mismo, y no lo pudo soportar, el pensar que esa escoria de persona había sido criada y cuidada bajo su ala. Su hijo era un reflejo de lo peor de él, pero ya estaba viejo para pensar en esas cosas, la realidad lo supero, y el corazón dejó de palpitar, en el mismo instante en que se dio cuenta de que su laburo le consumió el tiempo de criar a su hijo para que sea un Hombre de Bien.
En cambio, contrario a ese último momento de revelación de su padre, Fabricio Feynman agarró un tercio de la fortuna y la invirtió en bienes raíces, con el otro tercio lanzó su carrera política, y el otro tercio la iba quemando en narcisismo, merluza, y autos deportivos descapotables. Con mirada soberana, egocéntrica, se saca los auriculares y lo interrumpe a Lucas en su acto meditativo de barrer.
–PIBE… ¿cuánto va el partido?
-La verdad es que ni idea… –ágil, Lucas responde tranquilo sin dejar de barrer ni levantando la mirada-, con cómo están las cosas, el fútbol es lo que menos me preocupa… –dejó un tiempo para que Fabricio recalcule su respuesta, para que se sienta ofendido, o para que realmente no entienda lo que quiso decir. Esta vez pareció no entender. Lucas jugó un poco más. Dejó de barrer, lo miró a los ojos, serpenteante, y le habló de frente- Pero si quiere enseguidita le pregunto “al personal de la cocina”, seguro que ellos sólo saben de futbol… -él también podía tirar esos niveles de sarcasmo escondidos con sus caras de total inocencia y símil ignorancia tercer clasista. Fabricio seguía recalculando, hasta que se le vino el aire de superior, hizo un gesto como queriendo espantar una mosca y le dijo -¡Deja! Seguí con lo tuyo pibe…
Lucas siguió con lo suyo, meditando y barriendo mientras otros personajes siniestros pasaban corriendo por la calle. Más tarde, algunos de ellos venían a cenar, se los trataba bien, y se hacía lo posible por No escuchar sus conversaciones de jinetes del apocalipsis. Siempre que hayan seis o más tipos, ya entrados en años, canas, relojes, anillos, camisas, cinturones con iniciales y zapatos del lejano oeste, se trata de un rejunte de personas, con dinero, charlando de las cosas de las que hablan las personas con dinero y que, a su vez, creen ser dueños y señores del destino del pueblo en torno del cual están llevando a cabo su aquelarre (que la soja esto, que el dólar aquello, que fulano ya le dio el proyecto ese de ley que les faltaba para lavar algo por allá, que vuelve la derecha).
Lucas termina de trabajar alrededor de las tres de la mañana, y vuelve a barrer, pero esta vez uno puede ver un descenso en la belleza de su gracia. Lo cierto, es que el laburo lo consume; de alguna forma, ese esfuerzo que hace en que el cliente tenga una óptima experiencia gastronómica, se traduce en un cansancio emocional por parte de cada célula de su cuerpo. Lucas espera poder cumplir su cometido y recibirse, antes de que esa energía vital se le agote.
Después un libro. Un recuerdo. Un soñar despierto.
Y la alarma volvió a sonar a las seis de la mañana.
Sólo que se queda dormido, la deja pasar. Hizo buenas migas con una compañera el día anterior, que le prometió pasarle los apuntes de “Macroeconomía I” a cambio de que él durmiera, y así no lo tendría que andar codeando para mantenerlo en su lugar.
9.
El otoño fue dando lugar muy de a poco al invierno. Y así como se repliegan las hojas hasta secarse, la calidez simulada de los políticos se contorsionó hasta convertirse en una fina línea entre el bien y el mal. Todos contra todos, época de sacar trapitos al Sol y condenar al otro. Las clases de Javier iban transcurriendo en un in-crescendo que opacaba a otros profesores. Siempre uno critica lo que desconoce o lo que admira, lo que no sabe o lo que quiere ser pero no tiene el coraje de Ser.
Cada año, el resentimiento se iba agrandando entre sus colegas de trabajo, que lo veían como un idealista, un dibujador de utopías que llenaba de dudas al alumnado con preguntas que ellos después iban a tener que responder en sus clases. Los colegas de Javier iban a tener que responder con respuestas elaboradas que hacían retrasar sus currículas de estudio, las cuales no cambiaban desde que Michael Schumacher gano su último campeonato. Respuestas, que se negaban en reconocer que no siempre sabían responder, y ante ese desacato a la autoridad –la curiosidad-, dejaban al alumno hablando sólo y seguían adelante recitando definiciones. Dos minutos después –ni un minuto más- daban recreo, y salían disparando a descargarse con el Secretario Académico, a decirles cuán alborotado estaba su alumnado.
Javier le caía bien a Esteban Mirasol, quien asumió como Secretario re-electo hace unos meses… él sabía que Javier se encargaba de una tarea difícil, que consistía en motivar –y retener- a alumnos dentro de la universidad pública nacional. Porque a una universidad sin estudiantes, se le manda poco presupuesto. Y poco presupuesto se traduce en una mala gestión y futuros problemas, para la institución y, por supuesto, para su imagen. Así que disfrutaba del hecho de que Javier haga todo ese trabajo sutil que él no quería hacer. Después de todo, él era contador, acaba de comprar un terreno en Maschwitz, y la construcción de su casa iba viento en popa.
Poco le importaban las quejas en sí, el problema es que Esteban, en esencia, era un gil, que pensaba de la misma forma miope que sus colegas de trabajo. Después de todo, trabajar en la educación pública es un trabajo, como todos los demás. Siendo Esteban un simple engranaje más de La Máquina, sencillamente no lo soportaba, en las entrañas, a su ya viejo profesor de Introducción a la Economía. Además, después de todo, la Economía mundial perfilaba a una cosa muy diferente de lo que él intentaba salvaguardar. Pero Esteban era también, en esencia, un cobarde, y cuando se lo cruzó a Javier en el pasillo sólo atinó a decirle algo como:
-Javier, aflojále un poco al lavado de cerebro a los ingresantes, ¿querés?, ya estás incomodando a tus colegas… –Su mirada era casi como de complicidad, tenía la camisa sudada y era otoño; algunos mamíferos no pueden ocultar ciertas reacciones instintivas ante el peligro. Por más que sea un intercambio verbal, la energía de cada persona está ahí. Las auras se entremezclan por unos momentos, se imponen.
-¡Dejame de joder, Esteban! Los ingresantes que se están por egresar también soportaron mis charlas, y te llevaron a la re-elección, ¿¡de qué “aflojále” me hablas…!? -Javier se quedó mirándolo fijo, como retándolo a duelo. Pero el Sr. Secretario Académico hizo un gesto como queriendo espantar una mosca y le dijo -¡Deja! Seguí con lo tuyo Gius… -y se perdió por los pasillos.
Para Javier esto fue una bomba molotov arrojada en el centro de su moral. Ya había arrancado con cierto enojo su día. El agua del mate hervido, el café, el noticiero de la mañana, calco de la edición anterior, sus pensamientos que no frenaron un segundo desde la noche y su breve sueño, el colectivo, la gente, las caras, la ciudad, y ahora tener que lidiar con un tipo que pareciera vivir en una esfera totalmente diferente a la realidad a la que él despertó hace tanto tiempo atrás.
10.
Entró al aula enfurecido, dado vuelta por una absoluta indignación hacia el eterno retorno de la imbecilidad en su vida a través de personajes disparatados. Intentó transformar los gestos de su cara en paz, dirigiendo la tensión de sus músculos faciales de manera equitativa entre su presión ocular y la vena que le salía transversalmente de la frente cual baterista en pleno recital de rock progresivo. De esta manera, Javier permitió que su alter ego ingrese plenamente dentro de sí, de manera controlada, mesurada, y arrancó a hablar:
-Se acercan los días de votaciones en democracia y todos como locos. Como siempre, se nos presentan unos pocos, los mismos de siempre, como opciones para que nosotros podamos votarlos. Ellos, invirtieron una gran cantidad de dinero para estar ahí, gracias a campañas políticas millonarias, que hacen que los veamos hasta en la sopa. Pero, ¿por qué tanta manía por llegar al poder? ¿Son realmente patriotas buscando representarnos? ¿Alguno incluye la naturaleza como eje del existir humano?
“¡Nah! ¡Ni uno solo incluye al medio ambiente en su agenda política! –gritó; se dio cuenta de ello, respiró, he hizo a su alter ego retroceder unos pasos atrás. A veces es sabio no ser reactivo, sino más bien intuitivo; y siguió, relajadamente, contenido– Una mirada simplista sobre el ciclo del dinero nos permite entender un poco más… Y, ¡ojo!, no se olviden que el Estado tiene la responsabilidad de regular todo esto que estoy por decirles…
Miró hacia la puerta del aula, dos profesores miraban desde afuera con cara de flatulencia encerrada, contenida. Javier se acercó tranquilamente hasta la puerta, dio media vuelta y, de espaldas, la cerró de un portazo por detrás de él. Su paciencia, amor, y compasión, estaban llegando a un punto de inflexión, pero seguía domando a su otro yo cabalmente.- Caretas…- dijo muy por lo bajo y cerró los ojos por no más de 3 segundos, para luego volver a empoderarse de sí mismo, y seguir con lo que ya era algo más que una clase de introducción a la economía. Para cualquiera dispuesto a absorberlo, Javier estaba destilando Verdad, de la que inicia la primera caída de fichas, del primer dominó que va cayendo uno sobre otro y sobre otro sin poder frenarlo. Los fuegos artificiales que se producen dentro de una persona cuando su conciencia explota son realmente espectaculares. Javier estaba tirando unos cuantos fuegos de artificio. Los alumnos, contemplaban.
-La gente trabaja, las empresas producen. La gente cobra, se les paga un ingreso, y las empresas nos venden sus productos, ergo, la gente sale a comprar. Supongamos que el mercado produce 100 (olvidémonos por un momento de si son pesos o dólares, solo para simplificar el concepto) –la cara de Javier se había transformado, en medio instante, de furioso a tremendamente serio- Tenemos 100 DE VALOR para nosotros (porque el VALOR de las cosas, siempre, se lo damos nosotros), en mercancías, en productos, en servicios, todo, por un valor de 100.
“Se imprimen billetes por 100, el Estado distribuye, las empresas pagan, se insertan 100 al sistema y se consume por 100. El ciclo se cierra. –Los miró a todos, y por primera vez, todos estaban prestándole absoluta atención; quizás por el portazo, o quizás por lo que estaba diciendo, daba igual, pan y circo…, pensó, y siguió.- Si se cree que la economía crecerá, aumentando la producción, el próximo año se producirá más que el anterior, por un valor total de, supongamos, 105. Entonces el Estado vuelve a regular, se imprimen más billetes para que haya 105 en circulación, y el mercado sigue contento. Ahora bien, ¿qué pasa si, en vez de salir a consumir todo, la gente empieza a ahorrar la mitad de ese dinero?, guardándolo debajo del colchón; ahorrándolo para algún proyecto, para educación, para invertir el dinero hacia un futuro mejor… ¿Me siguen?, ¿Qué pasa si el dinero, en vez de ser reinserto en el ciclo económico, es guardado por fuera, debajo del sillón de tu casa…? Piénsenlo…
Javier miró hacia la ventana, fue hasta ella y miró hacia afuera… Miraba a la gente pasar por la vereda.
-¡Mírenlos a todos!, No hay ni uno que vaya sonriendo por la calle… Todos van de acá para allá, a esta hora, a laburar, a pagar alguna factura o a hacer algún insoportable trámite al banco, o a la obra social, o al seguro, o a hacer las compras… y todos tienen algún mango ahorrado, pero al mismo tiempo no lo tienen durante mucho tiempo porque saben que el dinero si no lo usas va perdiendo valor, lo cual es pura especulación, es todo puro invento, sostenido por la conciencia colectiva, ¡nada más que eso!…
“Y me pregunto, ¿qué pasaría si de repente todo el mundo retiene el 50% de lo que gana? –Ya no pretendía que respondan, sus palabras eran una locomotora con ciento cincuenta vagones de carga por atrás y una inercia despampanante- Se alteraría todo el ciclo, porque habría cien en valor disponible para comprar, pero solo cincuenta en circulación. Y eso al sistema no lo pone contento, porque necesita vender esos cien, pero la gente va a salir sólo con cincuenta. ¡Imagínense si pasa eso! Sería increíble… porque, en definitiva, ningún economista puede prever lo que vos haces con tu plata… Y ahí empieza la chantada…
Javier frenó súbitamente. Los miró a todos. Sus ojos estaban activados, prendidos fuego… dos torbellinos huracanados. Ojos de pájaro surcando el trasfondo del aula…
– Tómense un recreo… el que no esté interesado: no vuelva. No me lo voy a tomar personal… Ni siquiera va a entrar en el parcial lo que les voy a decir… La verdad, es que me interesa compartir La Verdad, pero a esta altura de mi vida me gusta hacerlo con quienes realmente estén dispuestos a convivir con ella, y a bancársela con la Verdad. Salir del cascarón es un bardo para algunas especies. Nuestro cascaron, es mental, y es un bardo aceptarlo.
“Se supone que nuestra mente debe escoltar, ayudar a intuir y proteger al corazón. Pero la mente se apoderó de nosotros, y pensamos tanto las cosas que no pensamos nada concreto en absoluto, simplemente maniqueamos. Sencillamente, nos permitimos maniquear, manijear, sobre pensar y pre-ocuparnos por todo… -Javier se frenó ahí, y tras un silencio que rozaba un esbozo de incomodidad, los alumnos comenzaron a dispersarse hacia sus respectivos recreos.
11.
Él sabe que se fue por las ramas. Él sabe que su alter ego está subido a un unicornio alado de color negro. Pero no le importa. Javier estaría empezando a importarle un bledo el protocolo académico, el cronograma de actividades, sus pedantes colegas, el tono de voz apropiado entre profesor y alumno, y el resto del mundo en general. Si a nadie le importa nada, entonces ¿por qué habría de importarle algo a él?
Pero había una mota de color que contrastaba con el marrón acartonado de los cientos de pupitres del aula… una especie de bulto vivo que se inflaba y desinflaba lentamente arrojado sobre toda el área de la mesa de uno de los pupitres del fondo.
Lucas se había quedado dormido hace unos segundos, en el momento donde escuchó la palabra recreo. En menos de quince segundos, su sueño era profundo; y siete segundos después ya comenzaba a soñar bizarramente en un mundo paralelo donde aún estaba en clase, pero, ahora, Javier era un prócer montando un caballo negro, uniformado, sosteniendo una taza de café en una mano, aferrándola como un sable hacia arriba, hacia el infinito; y él todo emblemático, impoluto, magnánimo. Los alumnos eran todas personas con batas y sandalias, campesinos y artesanos llamados a la acción en pos de defender sus tierras, sus cultivos, sus semillas, sus familias, sus culturas –diversas– y sus identidades. Javier lo mira, el caballo relincha y comienza a trotar hacia donde estaba él. Al frenarse, Javier se baja del caballo, pone su mano en su corcel en constante agradecimiento, y camina hasta Lucas, le pone su mano ahora a él- Gómez… ¡Gómez!
Lucas volvió a su conciencia, pero hablando en voz alta como si estuviese respondiendo a una pregunta en un examen final – ¡¡¡Y nos preocupamos maniqueando sobre la chantada Universal…!!! –dijo entre dormido y despierto, e instantáneamente su ruborizó al ver al Profesor Gius parado al lado de él, sacudiéndolo amablemente para que se despierte, una sonrisa cómplice surcaba su cara.
– ¡Profesor! Discúlpeme… es que…
– Ya sé… laburas de noche, y haces lo que podes para cursar, ¿no? –Lucas quedó de cara…, sin palabra alguna; asintió- Si, me imaginé… yo tenía las mismas ojeras en la facultad, y por tus comentarios intuyo que tu sueño no viene de la joda… Andá a refrescarte, tomá… –Javier le dio un par de billetes del bolsillo- … haceme un favorazo y comprame un café y comprate uno a vos también para seguir…
Lucas se reincorporó, le agradeció, y cuando lo miró a los ojos hubiese jurado verle esa mirada de prócer, todo lo bueno y todo lo malo que acarrea esa mirada; sueños de grandeza, pero con sus delirios y desilusiones también. Empatizó al instante con Javier, pudo sentir toda su Verdad con un solo nano segundo de mirada certera. Sintió también su desesperación… por sentir que el mundo se venía abajo y que no había logrado hacer lo suficiente para cambiarlo… Apartó la mirada de él, camino hasta el frente del aula y, antes de encarar a la puerta, se frenó.
-Profesor…
-Sin etiquetas Lucas.
-Está bien… Javier… ¿lo puedo tutear?
-Por supuesto.
-Si me permitís que te diga algo, tus clases son espectaculares… siempre nos quejamos de lo malo y nunca decimos lo bueno. Digo, la gente, todos… los que caminaban allá afuera… Quería agradecerte por darnos tu opinión avisándonos de que es sólo tu opinión… los otros profesores no hacen eso… Pero, si me permitís que me meta, creo que de nada vale enroscarse; de nada sirve sacarse con aquellos que no pueden ver, creo que literalmente tenes que conformarte con tu granito de arena, que no es poco, al menos es algo, ¿no? –Javier lo miraba como alguien que mira el Glaciar Perito Moreno derrumbarse con toda su fuerza-… Estemmm, ¡nada!, eso nomas… voy a buscar el café…- dio media vuelta, y se fue.
Lucas no lo sintió como un acto de chupada de medias, sino como la simple puntualización de lo concreto, de lo obvio. Javier tampoco lo sintió como un comentario careta, sino como lo primero sensato que le habían dicho en mucho tiempo.
12.
La paz mental que le broto a Javier estando esos segundos inmerso en el silencio del aula en contraste con el bullicio de los pasillos le duro tan sólo eso. Segundos. Porque los momentos de felicidad, de revelación, de paz, son sólo momentos –que intentamos retener por medio de la constante repetición de nuestros recuerdos cada vez que pensamos en el pasado-, elixires atemporales que nos da la linealidad del tiempo. Son puntos pívot, momentos fugaces de felicidad que van interconectando nuestra vida dándole algún que otro sentido, bollas en un océano de garrones vividos. Momentos felices que te llevan a través de momentos tristes. A Javier, ese instante de felicidad, producido por sentir brevemente que toda su energía no era disipada en vano, le duro sólo unos momentos. La salida de Lucas del aula fue seguida de la entrada estrepitosa y nerviosa de Esteban Mirasol, quien caminó por el frente del aula, conectó con la hilera de pupitres en el que se encontraba Javier e inició su ascenso hasta llegar a él.
-¡¿Me querés decir que te pasa hoy Javier?!
-(…) –Javier intentaba recordar la sensación anterior, que ya no estaba, como el instante en el que la trama del sueño se te olvida mientras te cepillas los dientes pensando en la agenda del día de hoy.
-¡No podes dar portazos desmesurados así! ¿Qué te pasa? ¡Deja de sobresalir! ¡Deja de querer revolucionar a los alumnos y a la facultad entera con tus modos y discursos inteligentes! Relajate hermano te lo pido por favor, controlá tu ego, no podes ser tan soberbio… – El “hermano” sonaba totalmente forzado, un intento mediocre de ponerse a la altura verbal de Javier. Javier llamaba “hermano” a todo el mundo (no precisamente hoy en día, pero solía hacerlo con recurrencia), pero tuvo que dejar de hacerlo porque sus colegas lo consideraban una falta de respeto. Esteban disfruto mucho de aquella ocasión en la que pudo obligar a su vehemente empleado a cambiar su discurso.
-(…) – Por primera vez, Javier estaba optando por el silencio. Por un lado, confiaba en que si callaba, algo otorgaba, o al menos otorgaba cualquier tipo de consentimiento que Esteban pudiese estar esperando de él. Por otro lado, si no se callaba, lo iba a mandar a la mierda, y con eso también a su laburo, su seguridad financiera, rol, estatus, con posterior destierro y resguardo de ermitaño; y luego: años de soledad camuflados en una justificada solitud. Su cara era una mezcla de tristeza con bronca, por dársela siempre de frente contra personas que tienen miedo de cambiar el paradigma social, económico y ambiental que viene azotándonos desde hace cientos de años. Esteban pareció comprender esta dualidad “tristeza/ira”, y emprendió la retirada.
-Relajáte, profesionalmente Javier, por favor te lo pido…– le dijo yéndose por la puerta. ¿Profesionalmente? ¿¡Qué tiene que ver la profesión!?, pensó Javier…
Se sentía lleno de ira… Tenía un gotero dentro de él, que iba tirando gota tras gota de bronca. Pensó, ahí mismo en el aula, en Alejandra, y en como ella le pasaba la mano por la frente cada vez que lo enganchaba renegando por algo. Su mano, larga y amplia, era milagrosa. Su tacto, disipaba cualquier tensión, erizaba el alma y le soplaba para que se calmara. Ella, era el único Ser capaz de calmar su insomnio. Al dormir, se invertía la cuchara, y era ella quien lo abrazaba a él desde atrás.- A ver, vení… -le decía; y él se daba vuelta, y ella pasaba su brazo por encima, abrazándolo Todo. Su mano, con sus mágicos dedos largos uno junto al otro, apoyada en el pecho de él. Un pecho que oscilaba entre respiros cortos, rápidos y algo débiles; que pasaban, en menos de un minuto, a estar relajados, laxos, pero fuertes. Ella –placebo del alma– era lo único que lo reconectaba.
Error recurrente, redundante, repetitivo, del ser humano. Depender de otra persona para sentirse conectado; terror, de no saber estar sólo. No poder llevar a la práctica el disfrute de la solitud, y caer en la soledad.
Pero acá estaba él, por inercia, ejerciendo un rol que creyó el más justo, pero que a la larga no se venía materializando en la secuencia que él creía que se iba a materializar: 1) docencia, 2) múltiples despertares y 3) cambiar el mundo. Resultó ser bastante más complejo que eso, y se pasaba horas hoy en día pensando, puteándose, y reprochándose el haber sido tan ingenuo en creer en que esos eran los únicos pasos a seguir. Por el contrario, el mundo parecía cada vez más alienado, enajenado, entumecido, disociado, estúpido, hipócrita… Y él, a su vez, estaba cada vez más alejado de todo, de sí mismo, y mucho más del amor, en cualquiera de sus formas. No logró trascender al sistema como él quería, y terminó en contra del sistema, confrontado a él, resentido, encabronado, arrinconado por el sistema y sus personajes perversos. Javier se quedó varios minutos suspendido en sus pensamientos, en sus pasados y ya no tan posibles futuros, emborrachado por el bullicio de los pasillos. Para cuando los primeros alumnos volvieron al aula, el seguía sentado en el pasillo mirando a ningún lado.
13.
Al cabo de unos segundos más, Javier se reincorporó, y comenzó a caminar hacia el escritorio. Lucas entró por la puerta con un café en cada mano, dejó uno en el escritorio y se dirigió con el otro a su banco al fondo. Javier y Lucas intercambiaron miradas brevemente. El profesor frustrado sintió un sentimiento de esperanza intentando emerger desde adentro suyo. Pero ese sentimiento estaba inmediatamente obstruido por la ira interna que sentía por una vida invertida en tratar de despertar lo indespertable. Le erró; le erró fiero… Pasándose casi tres décadas pensando que bastaría con gestar semilleros verdaderos, y pensando que bastaría con que él sólo se hiciera cargo de una “Cruzada por el Despabilamiento Mundial”. Está bien abrazarse a una causa, pero no tanto como para Ser esa causa y olvidarte de las cosas básicas, como ser ‘no renegar’, ‘no fruncir el ceño’ y ‘ser feliz’ con lo que tengas.
Javier se agarró de donde pudo, sin dejar la ira de lado, y ante dos tercios de su curso –algunos sí se habían ido a sus casas a postear alguna idiotez en sus muros, confiando en que la vida es un rejunte de links y fotos auto sacadas– arremetió con fuerza otra vez:
-Es difícil no frustrarse a veces… ni bien uno baja los brazos un poquito, el pesimismo te pega como un golpe de calor. Pesimismo que se defiende disfrazándose de realismo. Porque hay ciertas realidades que son incareteablemente ciertas. Nuestro mundo, al menos hasta hoy, está regido por intereses económicos. No hay forma de agarrar y decir ‘Nooo, bueeeno, en realidad la paz es la directora de la toma de decisiones en el mundo’… ¡NO!… eso no pasa. Al menos no hoy.
“En nuestros días, el dinero sigue siendo el motor que mantiene andando todo ficticiamente… El dinero le da poder a la gente, o eso cree la gente. La ficción se extiende tanto, que llegamos a dividirnos por status sociales acorde a la acumulación de bienes materiales que tenemos; el conocido billetera mata galán, mata cordura, frugalidad, mesura, simplicidad, ¡mata al Tiempo! Y el PODER, en efecto, está centralizado en unos pocos hijos de puta… y se entiende, acá, como uno puede llegar a sentir el descorazonado pensamiento de que cualquier intento de cambiar las cosas para bien, se verá siempre acallado por fuerzas que parecen excedernos…
Javier recordó a todos los Esteban Mirasoles que conoció en su vida, recordó a políticos, bananas y mediocres, y tantísima gente que le falló a lo largo del camino. Recordó a la Mano Invisible y a todos los que están detrás del telón. Y si bien había menos alumnos… los que se quedaron parecían estar realmente escuchándolo. Encontró un poco de alivio en esto, y se tranquilizó un poco para poder seguir… A veces, el tiempo se curva, y en minutos entran años de información. Esto sucedía con los que estaban presenciando su monólogo económico-altruista.
-Tenemos que intentar, al menos para no tirarnos tanto para abajo, de ver las cosas de otra manera. De tratar de ir más allá de las frías estadísticas que nos dicen que todo está para el carajo, y buscar la forma de seguir generando ideas sin sentir que no llegarán a nada… necesitamos volver a confiar en nosotros mismos y en nuestro potencial individual y colectivo. No hay que ahogarse en tecnicismos, ni complicarnos demasiado, sino más bien, simplificar y fluir, simplificar y fluir…
“Para entender (ya sea entre amigos o en una cumbre internacional entre presidentes latinoamericanos), primero debemos escucharnos y luego pensar acciones conjuntas para mejorar la realidad en la que vive el planeta. Acciones que incluyen lo técnico, pero como cientificismo direccionado. No: hacer Ciencia por la Ciencia (desviviéndonos por encontrar una sola descripción de la realidad), sino hacer Ciencia para lograr la correcta SIMBIOSIS: Planeta-Ser Humano.
“Tratando de no escuchar tanto a la razón (que a veces no ayuda a generar consenso al estar permanentemente buscándole la quinta pata al gato), sino de simplemente decir lo que siento, lo que intuyo como correcto. Pienso, me permito imaginar y esbozar un pensamiento sobre si estamos o no transitando un cambio de paradigma, un cambio en la forma en la que vemos e interpretamos la realidad.
Javier agarró el café, e intuyendo que ya se había entibiado algo, se lo tomó de un sólo sorbo. Después siguió, con esa paciencia inexplicable que parecen brindarnos las infusiones.
-Es un momento en la existencia humana donde el paradigma está cambiando… Los últimos doscientos años fueron extractivistas, por decirlo de alguna manera… y el cambio de paradigma viene de la mano con nuevos medios de comunicación, con internet; con TRASCENDER las fronteras de los países y unirnos a nivel mundial entre otras personas que están pensando las mismas cosas que nosotros: buscar formas de seguir extrayendo recursos naturales pero respetando los tiempos que le toma a la naturaleza reponerse; cambiar la forma en la que vemos el progreso y que vaya de un objetivo económico a un objetivo más espiritual…
“El cambio de paradigma no está todavía plasmado y no podemos decir que “el nuevo paradigma” es TAL COSA… El nuevo paradigma se está gestando HOY… hablando en radios en comunicaciones entre la capital y el interior del país, hablando con gente de otros lados del mundo, invadiendo internet con radios y con páginas y con blogs, manteniéndonos conectados a través de redes sociales… todo eso es parte de un nuevo paradigma… En los próximos años se estará definiendo la cosa y la idea es que cuando seamos más viejos, nuestros hijos reciban un mundo un poco más encarrilado y un poco más en equilibrio y ahí, ellos, posiblemente, van a poder mirar atrás y decir OKEY, éste es el paradigma que estamos viviendo…
Por primera vez desde que comenzó la cursada, los alumnos tenían algo cercano a una sonrisa. No era una sonrisa, era la cara del que se cuelga mirando una cordillera. Javier los contempló, y decidió ahí mismo compartirles una cita… Mientras caminaba hacia el escritorio donde estaba su morral, el profesor siguió hablando.
-Es muy difícil hablar de ciertos conceptos que son todavía nuevos y están todavía conformándose. Sustentabilidad, Cambio de Paradigma, Matriz Energética Renovable, Ecoturismo, Ecología Profunda, Frugalidad, qué se yo, son un montón, todos conceptos cuyos límites son, por el momento, muy difusos. –Sacó un libro de tapa dura, forrado en papel araña azul- Este libro se llama “Pasos hacia una ecología de la mente”… fue escrito por Gregory Bateson en 1972… -hojeó hábilmente por sus carillas y encontró lo que buscaba- Escuchen esto: Cuando llegué a la antropología, se estaba produciendo en ella una fuerte reacción contra el uso de analogías imprecisas, especialmente contra la analogía entre Organismo y Sociedad. Gracias a esta creencia mística en la unidad que traspasa todos los fenómenos del mundo, evité una buena cantidad de desgaste intelectual. Nunca tuve la menor duda de que esta analogía era fundamentalmente sólida; dudar entonces habría sido emocionalmente muy costoso. –Dio vuelta la página, una, dos, cinco páginas más, y siguió- Mi visión mística de los fenómenos contribuyó específicamente a contribuir este doble hábito mental: me llevó a “corazonadas” sin control y, al mismo tiempo, me obligó a ejercitar un pensamiento más riguroso sobre estas corazonadas… -cerró el libro y los miró a todos. Esta vez era él quien sonreía.
-¿Y…? ¿Qué me dicen de eso? Ustedes están estudiando economía y yo les estoy diciendo que encuentren una visión mística para comprender lo que está ocurriendo con la economía… Sino, el poder y el caretaje los va a corroer, de adentro hacia afuera, y pasarán a ser uno más del montón, que es precisamente lo que quieren que sientan. Creo que la clave está en sentir primero, escuchar la corazonada, seguir la intuición, no descartarla… Luego, pensar qué es correcto hacer, y recién ahí investigar para llegar a corroborar y llevar a cabo lo que siento…
“Algo así como decir siento, luego pienso, y luego existo… ¿me siguen? –esta vez sí, lo seguían- Por ejemplo, de la misma forma en la que cuando la temperatura desciende hasta alcanzar el punto de rocío en el cual el vapor de agua contenido en el aire comienza a condensarse alterando por completo la visibilidad, ergo, la realidad misma, produciendo rocío y niebla, lo mismo ocurre con los grados de concientización social… Si ésta aumenta al punto crítico donde, en vez de que sea sólo un movimiento emergente, pase a ser parte de la cultura básica del ciudadano del mundo, entonces pasa a materializarse en toda nuestra realidad y podremos cambiar el mundo.
“Y les diría que el que quiera decir que esto es una falacia de primer nivel, es un descreído, de la vida… Le diría que se cansó de luchar. ¿Saben lo que es esto, el comparar a la conciencia colectiva despertando con el punto de rocío? Eso, es una digna analogía-mística-natural-medio-laxa y sin dato técnico que lo avale. Sin embargo, cumple su función de generar un entendimiento más profundo de nuestro existir y de lo que podemos llegar a hacer reaccionando en Masa.
“Y perdonen que no paro de hablar…–existía sólo silencio en el aula, el tiempo se había suspendido; afuera: sonidos urbanos mantrados- La verdad es que la docencia se tornó muy difícil para mí… Necesito que Ustedes comprendan estas cosas porque, a esta altura, la única que me queda es desear lo mejor, y creer en que otros terminaran de hacer las cosas que hay que hacer para gestionar este planeta de manera digna. Y en cierta forma, me enoja, y estoy harto ya de la hipocresía… porque por acá es donde empieza la chantada… Porque el sistema necesita que nosotros salgamos a comprar para poder seguir viviendo. Y para eso nos tiene que dar la sensación de que no nos conviene ahorrar dinero, sino gastarlo, porque en un futuro cercano, ese dinero que habíamos guardado, podría no valer lo mismo que antes… pero, ¿por qué el dinero que guardamos, con el paso del tiempo, podría valer menos que antes?
(Otro silencio, seguido de Verdad)
“Es bastante sencillo: ¿qué pasa si se cree que la producción aumentará de 100 a 105, y alguien imprime billetes por 150, y los pone en circulación? El estado vuelve a distribuir, las empresas vuelven a pagar, y la gente saldría a comprar para poner esos 150 en circulación. ¡Pero iban a haber tan solo 105 para vender! Matemáticamente, sucede que 105, dividido 150, da 0,70, es decir 70% en valor con respecto a lo que era antes, o un descenso del 30% del valor, EN DINERO, de las cosas que tenemos para vender.
“Entonces, los vendedores, los productores, los empresarios, buscarán ir AUMENTANDO EL PRECIO DE LO QUE PONEN A LA VENTA para que, en vez de vender por 105, vendan por 150. Y se produce la escalada frenética de la INFLACIÓN, que no es más que una ilusión cultural. Entonces, el supuesto valor de las cosas va en aumento, y el supuesto valor del dinero va en descenso, y se genera un círculo vicioso donde la gente piensa que su dinero valdrá menos en el futuro, ergo, no lo ahorra, sino que sale a gastarlo. Luego, se vuelven a imprimir más y más billetes, la gente sale y sale a gastarlos porque lo precios siguen y siguen subiendo, y es toda una gran mentira sostenida por la confianza ciega que le tenemos al sistema político y económico que nos domina.
“Y no nos olvidemos de un pequeñísimo detalle, pero fundamental, de todo esto. A medida que le agregamos valor a las cosas, y a medida que los precios de venta de las cosas suben, también aumenta proporcionalmente el I.V.A (Impuesto al Valor Agregado). Este impuesto va directamente al Estado, quien, supuestamente lo utiliza para luego beneficiar a la sociedad. Pero en definitiva, el I.V.A. aumenta la cantidad de dinero de la que dispone un gobierno. Por lo que todo el aumento de las cosas, y la mayor circulación del dinero, sirve directamente para ir aumentando también la recaudación del Estado. Entendiendo esto, podemos entender por qué a veces el Estado termina protegiendo a las grandes corporaciones y no al pueblo.
“Olvidémonos de la política que representa verdaderamente a la gente, porque la política hoy en día es cualquier otra cosa. Y cabe preguntarse, bien desde el fondo de nuestro ser… ¿será que realmente el sistema vive a costa de nosotros, a costa de nuestro consumo, y a costa de nuestra creencia arraigada de que el dinero perderá su valor? Nosé a ustedes, pero a mí, se me llena la cabeza de preguntas: ¿Será realmente cierto que la carrera por el poder político sea solo una carrera para una mayor acumulación de dinero? ¿Será por eso que nuestros políticos invierten tanto dinero en campañas políticas? ¿Será por eso que nuestros representantes políticos son también directores ejecutivos de empresas privadas lucrativas? ¿¿¿Y quién, o quienes, tienen el poder de imprimir los billetes??? ¿Qué intereses defienden?
“Y ni hablemos de servicios ambientales, porque en ningún lugar aparecen ponderados, cuando son servicios que nos da el medio ambiente, ni aparecen los daños irreparables que le hacemos a nuestra Madre Tierra. Y tampoco es que se soluciona tan fácil como valorizando monetariamente al medio ambiente, convirtiéndolo en un commoditie más. No… no es tan fácil… es más complejo… y lo ético debe prevalecer…
“¿Qué ocurriría si a toda esta maraña de mentiras le empezáramos a dar verdadero valor (desde la cultura, cambiando el consumo) a los recursos naturales y a los ecosistemas que los contienen? No lo sé, pero son ustedes los que están estudiando economía chicos… Ustedes sabrán porqué…- había un marcado tono de desesperanza en la voz de Javier -Hasta acá llegamos hoy…
Y así como empezó la clase, terminó… con un dejo de amargura. Una mirada extinguida había quedado en la cara de Javier, no así en la de sus alumnos, que podían comenzar a entender algo del Todo que este tipo les estaba emanando. Algunos, hasta se sintieron afortunados.
Se retiró de la facultad caminando por las calles hacia cualquier lado. El día estaba absolutamente nublado. Los pocos verdes de los pocos árboles contrastaban con el trasfondo de concreto. Un gris sumado de bruma envolvía a la ciudad. Esa bruma se fundía con la niebla que había en su mente. Humedades relativas. Se sentía embotado, cansado, con sus brazos ciertamente caídos. Sus piernas, arrastraban cada uno de sus pasos. No quería regresar aún a su casa, porque volver a su casa era volver a todos los recuerdos de Alejandra. Recuerdos cuidadosamente doblados y guardados en cada uno de sus cajones, estantes y alacenas. Hasta la baulera tenía cajas llenas de vivencias y momentos vividos. No, no quería ahogar sus existencialismos en recuerdos y teorizaciones de que hubiera sido si… Por lo que se dejó arrastrar por sus piernas.
Fue caminando hasta llegar a la Av. Las Heras… caminó por su sinuoso recorrido encañado entre altos edificios secuenciados uno al lado del otro, viendo cómo cambiaban las baldosas de las veredas, sus formas, colores, geometrías, patrones y entramados. Fue bordeando el Jardín Botánico hasta llegar a Plaza Italia. Cruzándola, solía perderse en la feria de libros que despliega sus stands a lo largo de la Av. Santa Fe, ahí donde el mundo de Lucas colisionó con el mundo de Javier de manera imperceptible; pero esta vez cruzó enfrente, y entro al viejo y lúgubre Zoológico de Buenos Aires. Caminó sin rumbo, hasta llegar a la hipocresía máxima: la pecera, estanque, jaula del oso polar. Y ahí estaba ese héroe sacado de su reino. Desencajado, la realidad lo pasó por arriba. Caminaba con todo el peso de su reducida masa corporal sobre sus patas. Agotado, embaucado, encerrado. Se postró recostado panza abajo, suspiró fuertemente, y perdió su mirada hacia el ventanal. Se vio reflejado en el hombre sentado frente a él. Acaso sus ojos eran similares. Al menos las miradas, el poder apagado de las mismas, eran idénticas. Javier se quedó sentado ahí hasta que un guardia cordialmente le informó que cerraban en quince minutos. Se reincorporó, y cuando se volvió para saludar al oso, sus ojos estaban ahora cerrados, y su panza y pelaje estáticos, fríos, quietos.
Dirigiéndose a la salida, pensó que el sistema se lo había tragado a él de la misma forma en que el oso fue tragado por nuestra necesidad de dominar la Naturaleza. Se preguntó si alguna vez habrá tratado de salir de su prisión. El oso. Después se preguntó lo mismo él, sobre el mismo. Caminó todo el camino a su casa. Para cuando llegó estaba exhausto. Se arrojó sobre la cama doble gigantemente solitaria que tenía y se durmió al instante sin comer nada. Walt saltó sobre él, recostándose envuelto en una rosca de pelaje negro sobre su espalda. Ambos plexos solares, el del humano y el del felino, quedaron alineados en una recta que unía el centro de la Tierra con el resto del Universo. Javier durmió profundamente. No soñó en nada. Por lo que tuvo paz por primera vez en mucho tiempo. Sin embargo, algo se quebró en él, algo inexplicable, mezcla de esperanza, amor propio, coraje moral y optimismo.
Lucas pensaba en cosas parecidas en el mismo momento en que Javier se quedaba dormido, solo que un kilómetro y medio más al suroeste, con una escoba en la mano, terminando ya de limpiar el local. Le llamó la atención la cara de ingravidez que tenía su profesor hoy. ¿Cómo puede alguien tan iluminado parecer tan deprimido?, pensaba, mientras intentaba mandar la suciedad con la escoba encima de una pala de plástico rota en un costado, lo cual hacia doblemente difícil su labor. De todas formas, Lucas se entretenía haciendo cualquier cosa, y en vez de renegar con una pala de plástico rota, solamente hacía del proceso lúdico de barrer, algo más divertido, con más pericias requeridas para cumplir la tarea. Así actuaba; así meditaba de manera constante; así vivía, permitiéndose sorprender por escobas, vientos e insectos.
Desde su humilde y emergente opinión, trataba de entender qué cosas pueden hacer que uno deje de hacer lo que estaba haciendo, o al menos cambiar la forma en que uno hace una misma cosa. El admitía que, en días de mal humor, barrer no era algo tan entretenido como lo era hoy. En días vacíos, barre mal, apurado, y lo único que quiere es llegar a casa. Pero asociaba ese comportamiento suyo a un mero capricho incontrolable… y pensaba que, con los años, uno puede dominar esos caprichos y tener una actitud impecable frente a la vida. Eso era lo que él quería, ser una persona impecable, ser un Hombre de Bien, que Hace el bien… Sin embargo, en la cara de Javier, podía percibir que las cosas no siempre salen como uno quiere. De hecho, cuando camina por cualquier avenida de la ciudad y levanta la mirada y observa a la gente sin su halo de optimismo protector, puede ver en sus caras que a casi todos los seres con que se cruza, las cosas les habían salido mal. Entonces, ¿cómo se llega a eso?, ¿cómo prevenirlo?, y si se llega a ese estado de desesperanza, ¿cómo sobrellevarlo?
Dejó la escoba en su lugar, terminó de recargar las heladeras con bebidas para la noche siguiente, apagó las luces, dejó encendidas las heladeras por los postres nuevos que llegaron hoy, cerró los ventanales, las puertas con llave, cerró el portón de entrada con una cadena y un candado enorme y oxidado, guardó las múltiples llaves en su bolsillo, apretó play en su reproductor de mp3 y encaró en su bicicleta playera prestada hacia su casa, serpenteando entre calles vacías, frías, y oscuras, por una noche de luna nueva, mística, escondida; noches en las que uno es invitado cordialmente a irse para adentro.
14.
Existe una línea muy, muy fina, entre la cordura y la locura. Se puede pasar de la estabilidad emocional al delirio por cosas simples, reales y verdaderas. Nunca podes saber exactamente cómo vas a reaccionar ante ciertas situaciones que te pueden terminar de hacer rebalsar el vaso que se viene llenando hace años. Un acto, una acción, un conjunto mal perfilado de palabras, puede desencadenar en caos. El aleteo de la mariposa y el tsunami, el recuerdo traumático y el salírsele la cadena.
No hacen falta complicados e intrincados pensamientos para volverte loco… con sólo un vistazo de la real realidad puede bastar para cambiarte la vida. La verdad, a veces, enloquece. Cuando acumulas muchas verdades, y no las canalizas o haces algo con ellas, se libera una endorfina-adrenalínica-mental en tu cabeza que transforma tu vida en ansiedad pura. La desidia de la gente, sumado a tu grado de verdad (el entendimiento que tenes de la vida, el universo y todo lo demás), da como resultado una impotencia tan fuerte, que el mero sentimiento de no poder hacer nada al respecto te termina por volver loco.
El gran sociólogo Anthony Giddens puede decirte lo mismo que el personaje de Morpheus, en la anti-sistémica película “Matrix”. El primero, sostenía que nadie que contenga conocimientos sociológicos puede ser inconsciente de las desigualdades que existen hoy en el mundo… y que sería extraño que no tomaran posición sobre las cuestiones prácticas. Es decir, del vivir.
Saber la verdad te lleva a tomar partido, a hacer algo, a luchar por algo, a querer hacer algo al respecto de aquellas desigualdades que indignan hasta la médula, cosa que pasa sólo cuando en verdad las ves. Hay un antes y un después, entre estar dormido y despierto. Y no hay vuelta atrás. Ésta es la advertencia que le hace Morpheus a Neo cuando le ofrece elegir entre dos pastillas. Una lo volvería al mundo rutinario e irreal, y la otra lo llevaría a la Verdad, la cual luego le recuerda que no era algo fácil de digerir, sino sólo la Verdad, y que, nuevamente, ya no hay vuelta atrás. Lo cierto es que si no traducís la verdad, en actos proactivos, ¡sonaste!
La verdad, a veces, puede ser expuesta por eventos traumáticos. Ejemplos. Un choque en auto en el que zafas por poco, puede llevarte a volver a disfrutar otra vez de las pequeñas cosas de la vida, a sorprenderte como lo hacías de chico con cualquier nimiedad. Un viaje astral, un soñar despierto, un constante estado contemplativo, una meditación, una visualización, un encuentro con la Pachamama en todas sus formas medicinales, pueden ser todos actos revelatorios si son ponderados con la importancia que se merecen. Ver en carne propia una infidelidad. Es decir, no sólo darte cuenta, sino tener que oír gemidos ajenos, que no son los tuyos, sobre quien creías íntimo, puede develarte que estabas con la persona equivocada y tu vida comienza otra vez, al tener que depositar confianza y amor en otro lado (empezando por vos mismo). La muerte de tu padre, de un amigo o de tu hijo (cualquiera de ellas antes de tiempo, o antes del tiempo que nosotros tenías pre-fijado para ellos, el supuesto orden natural de las cosas), puede darle un giro de 180° a tu sistema de creencias y terminas por cambiarte de carrera, de laburo, provincia o continente, en busca de resignificarle el sentido a tu vida.
Eventos, momentos, sucesos como estos, te dan un salto a la realidad. Ahora, si podes digerir lo que sea que te paso, aceptarlo, reciclarlo, transformarlo en otra cosa, entonces logras evolucionar como ser humano en plena conciencia de sí mismo, y podrías llegar a hacer grandes cosas, enormes. Pero si, en cambio, te paralizas por lo sucedido, te bloqueas y te dejas aplastar por la experiencia, entras en un loop sin fin, en una espiral descendente que puede llevarte a los confines de vos mismo, a la desesperación, a tus lugares más oscuros revocados de odio y pensamientos destructivos, a la frustración, y hasta incluso llevarte derecho a enterrarte en una pantanosa y peligrosa depresión.
15.
La Ciudad de Buenos Aires es un caos, sin importar la estación del año. Presenta todo tipo de situaciones potenciales a ocurrir en cualquier momento que pueden hacerte saltar la línea divisoria de la cordura-locura. El tránsito, la gente, las discusiones, gritos, puteadas, las desilusiones de la gente y posteriormente de la vida, las colisiones entre autos y entre personas, las ambulancias, los velorios a la vuelta de un jardín de infantes, el geriátrico frente al instituto de inglés, al lado del centro de estética, la hipocresía, el sarcasmo, el apuro generalizado para llegar a ninguna parte… Mundos dentro de mundos. Si explota uno, es absorbido por el que lo contiene, y la explosión pasa desapercibida, pero la energía está ahí… Gente que nace, gente que muere, gente que no se da cuenta. Gente que ríe, gente que llora, gente que no se percata de nada.
Toda esa vibra gastada, toda esa sensación de vértigo que produce la entropía mental de este lugar, su inercia, su inexorable devenir, era exactamente lo que se le metía y activaba en la cabeza a Javier al despertarse. Su sistema sensorial entero podía percibir todo el bardo allá afuera, más allá de sus sábanas, saliendo de sus escasos metros cuadrados de cautiverio departamental. En este año particular, su cabeza tenía dos bombas que explotaban conjuntamente cuando abría sus ojos. No existía tiempo de desperezamiento. Abría los ojos, veía el techo, recordaba a Alejandra, e intentaba olvidarla recordando los cinco millones de nuevos pobres que hay en la Argentina desde que asumió nuestro propio Donald Trump al poder. El problema de la democracia, es que con unos buenos mangos cualquiera se arma una buena campaña, promete cualquier cosa, gana legítimamente por votación, y después el gil electo pierde legitimidad como representante de la gente al hacer lo opuesto a lo dicho en su campaña.
De joven, Javier solía despertarse y ducharse duchándose, luego se vestía vistiéndose, y desayunaba desayunando. Ahora hace todo eso pensando en otra cosa, en todo lo que está por venir, en lo que ya pasó, en su propio Caos. Explotar no sirve de nada… volverte de loco en una habitación y no salir… Morir sólo. Tampoco se puede flipar y entrar al congreso de la nación con una ballesta a matar políticos corruptos. No. La locura, si sobrepasa la cordura, debe ser liberada con cordura, con lo que quede de ella. Se debe llegar a descontrolarte controladamente. Si se te va a salir la cadena, que sea con la mayor mesura posible. Y así avanza el mundo, con un caos que parece estar constantemente a punto de estallar, pero no, y luego a punto de estallar otra vez, pero no…
Javier se reincorpora de la cama, despeinado, con su ceño ya fruncido desde los pensamientos que venía tejiendo mientras dormía, y al ver su reloj sabe que se quedó durmiendo, o semidormido, pensando en boludeces, y arranca su día de mal humor. Por vivir pensando así, por haber vivido siempre en esta ciudad, preso de sus ilusiones, por no haber salido nunca, y por tener que salir apurado, perdiendo total control en la gestión del Tiempo, que es una variable que siempre le gusta tener controlada. Con los años, se fue dando cuenta que se puede controlar el tiempo, pero en el aquí y ahora únicamente, sólo en el momento presente, en el yacá. No se puede controlar el tiempo a largo plazo, de la misma manera en la que no se puede saber qué ocurrirá en el futuro. Sólo podes resignificar los momentos constantes que estás viviendo. Al final, siempre, es lo mismo: lo único en lo que podes influir de manera directa y consciente es el Ahora, en cómo estás percibiendo tu vida entera, desde la baldosa floja que pisas y te mancha el traje entero con el que estás yendo a laburar, hasta la copa de los árboles y unas golondrinas sobre la vereda cerca de la panadería del barrio. Cosas múltiples que te pueden ir haciéndote irritar, o haciéndote llenar de felicidad y vitalidad. Pero tenes que estar conscientemente metido ahí. En una especie de auto-disciplina de la felicidad.
Javier se ducha; no puede arrancar su día sin sentir agua corriendo por su cuerpo. Lo despabila. Lo hace sentirse metido en un río prístino, a la mañana, con frío, pero vivo. Mientras se ducha dejó previamente la pava con agua calentándose hasta el hervor, ya que su café tenía que ser ingerido para poder terminar de arrancar. A los veinte minutos de haber despertado, ya había terminado de tomar su café vistiéndose, y estaba listo para salir, hasta que se quedó tildado un momento en el pasillo con el cepillo de dientes en la boca.
Había recordado qué pasó anoche. Porqué se quedó desvelado hacia largas horas de la noche… se pasó horas averiguando información, revisando documentales, leyendo artículos sobre el Tratado Transpacífico de Cooperación Económica –cooperación, ¡las pelotas!– al cual nuestro país quiere entrar para terminar de abrirnos de piernas al imperio. Sus pupilas se dilataron en pleno pasillo al recordar la indignación que sintió cuando sintió a su país descender a lo más siniestro del caradurismo y la desidia. ¿Cómo podía relajarse y hacer de cuenta que está todo bien? ¿Cómo hacía el común de la gente para hablar de fútbol, chimentos y farandulerío, cuando existe hambre en un país que siempre se conoció como el granero del mundo?
Retomó su paso al baño, arrojó el dentífrico de su boca luego de un buche con agua que contenía todo el malestar que acababa de volver a abrir, y lo escupió violentamente al lavabo. Se puso su gamulán, y se fue de su casa sin antes dejarle algo de comida a Walt, que estaba en este momento posado sobre la baranda de la ventana. Era su maestro, y sin embargo, Javier no lo sabía. Ese felino poseía toda la serenidad que él pudiese llegar a necesitar, y él no lo veía…
Se dispuso a bajar corriendo por las escaleras, ya que el ascensor estaba arriba de todo y no había tiempo que perder. Ya tenía los escalones contados, dieciséis por piso, por lo que saltaba de a dos escalones contando hasta ocho para saber dónde pisar (y así no perder tiempo prendiendo la luz en cada piso) y a qué ritmo… Había leído de joven a Castaneda, y siempre trató de aplicar la forma de caminar poderosa que tenía Don Juan, que podía ir a los saltos por entre las piedras sin tropezarse. Esta era una aplicación urbana de aquellos términos que leyó en el pasado y que –vale decir- bien le vendría recordar en estos momentos entrópicos de su vida.
Sale corriendo de su edificio, y en vez de encarar al colectivo -que a esta hora ya avanza mucho más lento porque existe un umbral incierto de tiempo detrás del cual, la ciudad y el tránsito, son otro caos- se dirigió hacia la boca del subte más cercano. Llegando a ella, pisa una baldosa floja y un garzo de líquido mezclado con polvo y smog mancha toda su ropa con una bella línea vertical de arte urbano. Decide, o más bien se impone, no enojarse, porque sabe que ya su día arrancó mal, y porque sabe acerca de la fina línea entre la locura y la cordura, la cual viene tecleando desde hace unos meses ya… Al bajar al primer subsuelo del subte, pasa por el molinete y paga su viaje sin siquiera ver el cartel escrito con birome pegado en la pared de la boletería que decía: Hoy, Paro Nacional de Transportes. Al bajar hasta el andén, ve que no hay NADIE, y le parece muy surreal… El tiempo se detuvo otra vez. Es raro ver una estación de subte vacía a las 7:50 de la mañana en un día de semana. El olor a metales, electricidad y aire cálido corriendo por los túneles es el mismo.
Lo que hay, es una absoluta ausencia de Humanos.
Y ahí, Javier recuerda otro pedazo del noticiero de ayer, y recuerda el Paro Nacional de Transportes, y está a punto de volverse loco…
Siente un ruido, un repiqueteo que viene, el subte a toda marcha, sin frenar, sin siquiera bajar la velocidad al pasar por la estación. Pasa al lado suyo y Javier puede ver que, vagón tras vagón, no hay nadie en ellos, solo asientos vacíos… Su mente le juega otra mala pasada, recordándole la vez en que un domingo a la mañana, él y Alejandra se abrazaban y besaban de tanto en tanto en absoluto silencio. Sin abalanzarse el uno al otro, sólo besos, en un vagón vacío… Pero podía ser cualquier vagón… y no precisamente esos. Y podía ser que ese día ya no era ese día, que el hoy era Hoy, con la baldosa floja, el paro, y con la clase empezando en nueve minutos. Sabe que los alumnos esperarán tan sólo veinte minutos acorde a la ley académica, por lo que tenía veintinueve minutos para resolver la situación y teletransportarse al aula. El subte termina de pasar, seguido de un remolino de aire que viene levantando algunas hojas de periódicos por todos lados, como si fuese una turbulencia tridimensional detrás de una roca postrada en el flujo de un río. Venían las hojas arremolinándose detrás del último vagón, hasta que una hoja hace un firulete en particular y se queda varada en las pantorrillas de Javier.
Por inercia, levanta la hoja y lee el titular.
Y se vuelve a quedar tildado, suspendido, atravesado.
“Muere el Oso Polar del Zoológico de Buenos Aires”.
16.
Se ríe, por nervios, por ironía, por impotencia. Se pregunta a dónde van a parar los sueños de la gente. A dónde se dirige todo el mundo, y a dónde se dirige el mundo en sí. Y, para el caso también, cómo se iba a dirigir al laburo…
Pega la vuelta y empieza a subir las escaleras al trote, saliendo del surrealismo subterráneo, pensando en que, por el momento, el sólo puede –intentar– hacer lo que sabe que hace bien: enseñar, transmitir sabiduría, o información motivante que permita alcanzar esos estados de saber absoluto de la gran trama de la vida venida a menos por malas prácticas económicas y políticas. Enseñar…, por más que Herman Hesse, a través de “Siddharta”, ya le había advertido que la sabiduría no se transmite, bien valía la pena intentarlo. Sale del subte, sale de aquella cinta de Moebius que tenemos todos adentro, y llega a la superficie asfáltica urbana, repleta de humanos con un solo denominador común: el mal humor.
Caminó sin dirección unos metros, y recordó a otro autor, Julien Offray de La Mettrie, que por el año 1748 había escrito “El Hombre Máquina”, un libro que venía gritando los mismos gritos que Javier y otros tantos, solo que eran gritos macerados en más de doscientos cincuenta años, gritos que aún hoy tenían vigencia. Y se acordó del impacto de aquellas primeras líneas que reforzaban su Hacer diario: No es suficiente que el sabio estudie la Naturaleza y la Verdad, debe atreverse a expresarla en beneficio del corto número de aquellos que quieren y pueden pensar; porque en cuanto a los otros, que voluntariamente son esclavos de los prejuicios, les es tan imposible alcanzar la verdad como a las ranas volar. Esta era la prueba que tenía que atravesar Javier en este día, atreverse a seguir adelante y salirse de sus cuatro paredes con información, y tratar de materializar esa información en un cambio de paradigma que podría llegar a venir de la mano de sus alumnos despiertos alcanzando posiciones claves en el funcionamiento de la sociedad.
Es cierto que la sabiduría no se transmite, se tiene que vivir. Pero uno de los Acuerdos Toltecas, que algún día le enseño su tía abuela caminando al lado del cauce del Río Quequén Grande, en un campo cercano a Necochea, dice que las palabras tienen poder, y que hay que ser impecable con ellas. Ergo, quizás, con un poco de suerte, las palabras justas, dichas en la clase justa, puedan llegar a tener un efecto dominó en el largo plazo en el Hacer de sus alumnos. Y por más deprimido que esté, bien valía la pena intentarlo. El suicidio había dejado de ser una opción hace meses atrás, por lo que la única alternativa era renacer, todos los días, y volver a empezar.
Seguía tildado… la gente Era el Caos; yendo de acá para allá con una cara de absoluto abatimiento. A lo lejos venía una bicicleta blanca, pedaleada por una mujer de reverente actitud, conectada más allá de su entorno, empoderada de ella misma, abstraída de la realidad caótica por medio de unos gigantes auriculares, y volvió a pensar en ella… Hace meses atrás que todas las bicicletas blancas eran Alejandra. Ella era Una con su bicicleta. Durante meses Javier le había prestado “Bici Zen” de Juan Carlos Kreimer. Ella leía lento, muy lento, pero leía… y cuando encontraba una frase bonita se la leía en voz alta. Se acuerda de estar salteando unas verduras, cuando ella entró con una remera larga de osos que usaba de entre-casa, totalmente despeinada, libro en mano y, apoyándose de costado en el marco de la puerta le leyó, lentamente: Alcanzar la libertad no implica dejarse llevar, sino más bien tomar decisiones, atreverse a dejar hábitos prepautados a los acostumbrados y nos reaparecen automáticamente, por comodidad, por no pensar en cuánto nos afectan, por miedo a probar otra cosa, por no querer desarticular los condicionamientos que hemos construido en torno a la “normalidad” y permitirnos experimentar, como lo hacíamos de niños, reconocer deseos…
La secuencia de citas que se le había presentado desde el andén del subte hasta la superficie de la ciudad –Hesse-La Mettrie-Toltecas-Kreimer-, sumado a la Mujer Maravilla que pasaba en bici ahora frente a él en ese preciso instante, hizo que Javier perfile decididamente a la bicicletería que siempre amagaba a entrar al volver de la facultad. Avanzó unas cuadras con un paso rápido, absolutamente seguro de sí mismo, llegó a la bicicletería y compró la primera bicicleta blanca que vio. A esta altura, y con tal de resignificar ese mal hábito prepautado por él mismo -hábito impulsivo-compulsivo- que sentía de extrañar lo que ya no era, la eligió blanca, pues otro acto psico-mágico mejor que ese no se le ocurría. Pintar de blanco su vida y empezar a pintar sobre el lienzo más grande de su vida. Era una cleta sin cambios, de la vieja escuela, usada, curtida. Salió a la calle, miró a su nueva bici con la misma mirada con la que un aborigen patagónico observa a un caballo a punto de ser domado, la sostuvo con una mano por unos segundos, contemplándola. Luego la montó, y tras un chasquido de lengua, se echó a andar.
17.
Era cierto eso que dicen… que andar en bicicleta nunca se olvida. Una vez que hiciste el clic, que mantuviste el equilibrio por unas pedaleadas, la magia se produce y, de repente, ya sabes andar en bicicleta, de un momento instantáneo a otro… Ojalá cambiar el paradigma de pensamiento mundial fuese tan fácil como aprender a andar en bicicleta.
Javier se dejó deslizar sobre el asfalto. De repente, la rotación y traslación del planeta, el aparente movimiento del Sol, y las copas de los árboles estaban todos tejidos entre sí, y de alguna manera extraña, pedalear mantenía todo eso cohesionado. Se sentía parte de esa danza natural, tan contrapuesta a la cara de la gente que seguía caóticamente por la calle. Lamentó no tener sus auriculares, pero no se molestó por esto ni un segundo porque ya le bastaba con recuperar este fluir interno que había perdido en alguno de los cuartos oscuros en los que había decidido encerrarse los últimos meses. El caos de la ciudad se había transformado ahora en un mantra, que lo calma, que lo ayudaba a no pensar en nada. Fluir por el pavimento, por una avenida, en una gran ciudad, es como sentirte un pez nadando en una corriente marina entre tortugas gigantes y ballenas. Filtrarte entre autos y bondis, llegar literalmente antes a cualquier semáforo, por ir avanzando a una velocidad armónica constante, en vez del continuo acelerar-frenar, acelerar-frenar de los autos.
Recordó como aprendió el a andar en bicicleta por primera vez. Había ido con sus viejos y su hermano mayor al rosedal de Palermo. Se pasaron la tarde intentando que Javier encuentre el equilibrio. Trataban de explicárselo en palabras, esperando que el movimiento salga de adentro de él a través de una comprensión de la teoría. Cayó la tarde y la cosa no salía… la idea era volver el próximo fin de semana. Estaban a punto de prender el auto, hasta que su hermano, algo así como Falcor es a Atréyu en “La Historia Sin Fin”, los frenó a todos y les pidió hacer una última prueba. Padre y madre apoyados sobre el costado de un Fiat Duna gris –gris– viendo a sus hijos marchar colina arriba. El menor, llevando la bici sin rueditas a los costados; el mayor con su mano apoyada en el hombro de Javier. Imposible saber qué se dijeron mientras subían, o si no se dijeron nada, simplemente no lo recordaba. Pero si recuerda el pánico que sintió, y la liberación posterior, la felicidad plena. Al llegar a la cima, por orden de su hermano, quien nunca le falló, jamás, Javier se subió confiadamente a la bicicleta. No terminó de acomodarse cuando sintió el empujón y fue lanzado hacia el abismo.
Terror.
¿Cómo pudo haberlo traicionado de esa manera?
La bicicleta bajaba descontroladamente por el barranco, el mundo externo había dejado de existir para él. Todo estaba nublado, mezclado, como yendo a la velocidad de la luz pero al mismo tiempo no, todo se desplazaba segundo a segundo. Y de un instante a otro, esa dualidad se unificó en una misma cosa, y sintió ambas percepciones de su entorno al mismo tiempo, y se le encajó la visión hacia el frente. Acomodó sus piernas sobre los pedales, pero sin pedalear, para poder bajar surfeando la colina primero por un rato, sentir la bajada, las pequeñas protuberancias de un terreno real de suelo con cobertura orgánica viva, colchón de pasto refulgente. Una vez encajado ahí, empezó a mover las piernas suavemente, como queriendo acompañar a la velocidad. La pendiente de la colina llegaba a su fin y un llano cubierto de pasto lo recibía triunfal como una gacela corriendo en la pradera. Javier pedaleaba sólo y en línea recta. Un río imaginario corría al final.
Cuando la velocidad fue descendiendo, sintió como su cuerpo pesaba un poco más y cómo se volvía a sentir ligero cuando volvía a ejercer fuerza para pedalear. Se quedaron hasta el anochecer. Dos horas más. Viendo como Javier iba y venía pedaleando con firmeza. La enseñanza era evidente: a veces sólo hay que lanzarse por un barranco, sentir la locura, domarla, y salir de ella sin pensarlo, simplemente haciéndolo. Javier hoy comienza a recordar todas estas enseñanzas que había aprehendido de muy joven. Siente una analogía en el pecho, y es que pareciera que a la humanidad hubiera que lanzarla también por un barranco para que reaccione. Pero, ¿quién era el hermano mayor de la humanidad? ¿Quiénes empujarían al resto por el barranco? O, como se preguntaba también Carl Sagan, ¿quién hablaría en nombre de la Tierra?
Quizás, tranquilamente, ¿por qué no?, podría ser alguno de sus alumnos… y se dio cuenta de que ya estaba llegando a la universidad… Pensó en cómo se alteraría el llamado Orden Mundial si de repente todas las compañías petroleras tuviesen un abrupto descenso de consumo producto de billones de personas andando en bicicleta en zonas urbanas. Esa sería una linda manera de darle un buen golpe de realismo a aquel antiguado índice de progreso económico de un país. El famoso Producto Bruto Interno de un país. El irónico PBI.
Freno súbitamente sus pensamientos y su bicicleta al llegar a su templo. Se bajó y entró a la universidad con la bici a su costado, dejando dos hilitos de tierra humedecida zigzagueantes entre sí en el piso, senos y cosenos tras el paso de ambas ruedas. Para otros eran simplemente manchas. Así de sucias las sintió Esteban Mirasol cuando fue a increparlo en el pasillo.
-¿Qué te pasa Javier? ¿Media hora tarde…? ¿Dónde estabas? No me vas a decir que justo vos no estabas al tanto del paro…
-Ahora no Esteban, estoy tratando de salvar el mundo.
-¿Qué…? ¿Estás loco?
-No, pero casi.
–¿Qué decís?– se puso a seguirlo desde atrás, absorto, pero con tono inquisidor- ¿Qué haces en bicicleta vos?
-No te preocupes, ahora voy a dejarle pasto y agua…- Dieron vuelta llegando al aula por el pasillo y para sorpresa de Esteban, pero también para sorpresa de Javier, todos sus alumnos estaban ahí, aun esperando a entrar al aula. Si, seguro, hubo un par de desertores. Pero la Masa no se había acobardado ese día, y estaban ahí, firmes, esperando otro baldazo de realidad. Javier se volteó para mirarlo de frente a Esteban, quien se quedó inmóvil con el fuego arremolinado que salía de sus ojos.
-Bueno, escucháme bien ahora, hermano… dejáme hacer lo mejor que sé hacer; anda, y dejáme laburar tranquilo…- lo dejó pintado en acuarelas de colores terrosos y se giró hacia sus alumnos
-¿Estamos? Discúlpenme la demora, casi me olvido de como andar en bicicleta…
Y entró al aula, seguido de una manada cohesionada de humanos, dejando a Esteban hirviendo de bronca, envidia, ira e impotencia. La puerta del aula se cerró de un portazo, no por parte de Javier, sino de algún alumno anónimo. Esa puerta era la línea que dividía las jurisdicciones entre ellos dos. Traspasar esa línea, con todos los alumnos ahí presentes, y con el poder y la astucia en las argumentaciones de Javier, suponía para Esteban quedar muy mal parado enfrente de un montón de estudiantes. La humillación aparente implicada no le permitía ingresar por esa puerta, y esta incapacidad –suya- era lo que lo hacía odiarlo cada día más.
18.
Los alumnos no terminaron de acomodarse cuando el Lic. Gius comenzó su disertación sobre bicicletas, PBI, la vida, y todo lo demás. Parecía un demente, pero contenido. La ropa desarreglada, una barba descuidada, la bicicleta blanca apoyada en el pizarrón, su morral repleto de hojas viejas, anotaciones y no menos de cinco libros, siempre.
-Gracias, otra vez, por esperar… y más aún en un día como hoy. Visto y considerando que se quedaron, voy a dar por sentado que en algo les interesa la materia, hasta incluso la carrera… Así que les agradezco profundamente…- dio la sensación de que el ceño de Javier se había desfruncido por un ligero momento. Pero fue solo eso, un momento. Infinitesimal. Imperceptible. En el cual Javier pareció estar relajado, de verdad. Y duró el tiempo que le duró escanear rápidamente el aula entero con sus ojos de ave rapaz, mirando a todos a los ojos sin mirar a nadie en particular. Era una mirada englobadora, integradora– Lo que puedo darles a cambio es sólo la Verdad, y es que el mundo se está cayendo en picada…
“Pero ustedes ya lo saben a eso. ¡Bah…! Digo… quiero creer que lo saben a eso…, y que por eso estudian economía… Porque si lo que ustedes quieren es llenarse de guita, entonces ya habrán visto que mis clases no les sirven de nada. Verán… yo creo que el sistema va a colapsar.
“¡Yo quiero que colapse! Y creo también que ya lo está haciendo… Pero a nadie le importa…
“Verán, que vine en bicicleta hoy. Por el paro, del cual me olvidé por completo por el TTP, que nadie le da bola por la inflación, las paritarias, el tarifazo y todo este quilombo, mientras seguimos midiendo bienestar con PBI, y mientras seguimos pensando que una sociedad del bienestar es una sociedad del consumo… ¡estamos todos locos!
Los alumnos estaban metidos en sus palabras, pero no lo estaban pudiendo seguir. La mente de Javier era un hervidero… Pero se dio cuenta de esto y se tomó una pausa. Respiró. Se rio suavemente. Y volvió a empezar.
-Bueno, vamos de vuelta. A veces, es mejor si simplemente elegimos y empezamos por algún lado. Así que arranco con el PBI porque es algo en lo que pensé al llegar con la bicicleta hasta acá.
“El cálculo del Producto Bruto Interno de un país, y otros índices generados por nuestra metodología de cálculo de indicadores macroeconómicos, fue provechoso dentro de una primera instancia de la economía mundial, es decir, desde el auge de la revolución industrial hasta hacia fines de los años 60’s. Ese auge industrial se plasmó en la capacidad del ser humano de extraer –en principio– ilimitadamente los recursos naturales necesarios para la producción de bienes y servicios para la sociedad. Con la contracultura de los años 60´s y 70´s, la conciencia colectiva humana (occidental y oriental por primera vez comenzando a unirse) comienza a comprender que dicha extracción no es gratis e ilimitada, sino que existe en detrimento de la calidad de nuestro ambiente y a costas de la sobreexplotación que realizamos a partir de los servicios ambientales que la Madre Naturaleza nos brinda. Es por esto que, solo inicialmente, éstos índices han servido para medir la evolución económica del país en términos de, dicho sucintamente, “plata generada” por las actividades económicas de un país.
“Sin embargo, luego de unos más de doscientos años de esta metamorfosis capitalista que venimos vivenciando, se han generado de forma directamente proporcional al supuesto “crecimiento económico”, dos evidencias que demuestran que estos índices VALORIZAN DINERO y no un bienestar social real. Por un lado, tenemos una extracción generalizada de recursos naturales en un aumento exponencial alarmante. Y, por otro lado, existe una mayor “tasa de desaparición” de la CLASE MEDIA, producto de una mayor “brecha” generada entre clases altas y bajas. Quizás ni se dan cuenta, pero esta brecha de la que les estoy hablando es la que hace que sus papás hayan dejado de ir al cine para volver a alquilar pelis en un videoclub de barrio… ¿me siguen…?
Varios asintieron, las caras ya estaban encendidas. Esta, estaba siendo una buena clase. Al menos en lo energético. El arrancar mal, el paro, las noticias, pero luego la bici, la vehemencia, la misión de vida, y un público receptivo; esponjas secas siendo embebidas.
-Bien… Y así, nos encontramos con países con un alto PBI, pero cuyos habitantes, en su mayoría, no tienen el dinero suficiente para comprar esos productos, ese bienestar, dejando de lado así al bienestar social de toda la sociedad fuera de la medición de los índices macroeconómicos… Al problema de la medición del PBI, le sumamos entonces un problema distributivo de la riqueza.
“Cabe preguntarse qué tan rápido caerá ese PBI cuando no haya bosques que nos den madera, ni mares que nos den peces, ni suelos que nos den vida.- Javier se paseaba dinámicamente de un lado al otro del frente del aula. Su lenguaje corporal estaba encendido fuego, como un director de orquesta, agitando sus brazos al realzar lo esencial en cada una de sus oraciones -No valorizar la naturaleza es no valorizar nuestra vida en sociedad en este planeta. Si empezáramos por valorizar económicamente a los recursos naturales, estaríamos al menos jugando al juego económico con las mismas reglas. Porque así, la naturaleza podría comenzar a computarse dentro del PBI. Pero no pueden ser simples tarifazos a las empresas, porque estas descargan contra los consumidores aumentando los precios, de lo que sea: alimento, servicios, ropa, materiales de construcción, autos, termos, lápices, papel higiénico, lo que sea… Nuestro desafío, está en encontrar métodos para complementar al PBI, logrando así una medición que se condiga con la realidad…
“Y no es tan fácil, la gente en Wall Street tiene la mente muy estrecha y están virtualmente quemados de valores… Nadie quiere contemplar a la Naturaleza porque saben que si lo hacen irán a pérdida, por lo que La Mentira Consumista se sostiene por medio de un grupo de buitres forrados con el suficiente capital como para comprar los medios masivos de comunicación, financiar campañas políticas y poseer la publicidad televisiva que te dice cómo vivir para ser un campeón.
“Traten de seguirme en esto… suele ser un poco tedioso, pero es que lo tienen que saber, y punto, porque de ahí pueden imaginar mil formas diferentes de llevarlo a cabo. Eso es tarea para su generación… Existen aspectos comunes a tener en cuenta a la hora de incluir al medio ambiente y a la sociedad dentro del mundo económico.
“¡Primero! ¡LAS CONTABILIZACIONES NEGATIVAS!, es decir, todo detrimento de la calidad ambiental, como las acciones llevadas a cabo para remediarlas (o mejor, prevenirlas), debe ser contabilizado dentro de nuestros cálculos como “negativos”. Esto se debe a que son gastos que no hubiesen existido si no se hubiese alterado el correcto funcionamiento del ecosistema implicado.
“¡Segundo! ¡AMPLIAR AL ESPECTRO LABORAL…! Se deben incluir dos espectros laborales de suma importancia dentro del cálculo de nuestros índices económicos. Uno, es el trabajo de las Amas de Casa… ¿qué clase de “fuerza de trabajo” podría ofrecer el ser humano como “servicio remunerado” a las empresas, si la masa laboral no fuese alimentada, vestida, cuidada y educada primero…? Madres, y padres, que dedican horas a la crianza y están prestos a ese rol las 24 horas del día. Y el otro espectro laboral, es el trabajo proactivo de varias ONGs y otras instituciones involucradas en trabajos abocados hacia la sustentabilización de la realidad humana; proyectos que no suelen ser emprendidos por el sector privado empresarial ni por el gobierno… Y, ¡¡ojo con esto!! Porque el motivo, vil, escalofriante, por el cual nadie se hace cargo de estos proyectos es porque la sustentabilidad, como concepto social, implica menos poder, tanto para las empresas, como para los gobiernos… Al incluir el trabajo de estas agrupaciones sin fines de lucro, estaríamos también dándoles mayor poder de decisión (en representación del pueblo) a la hora de enfrentar la toma de decisiones económicas que haya que hacer.
“De esta forma, la brecha social entre <<tomadores de decisiones políticas y económicas>> y los <<marginalizados del sistema contable nacional>> se vería reducida… y comenzaría a existir una mayor representatividad del consciente colectivo de los ciudadanos a través de las ONGs y todo tipo de organizaciones comunitarias…
Javier tomó una tiza por tercera o cuarta vez en lo que va de la cursada y se dispuso a dibujar en el pizarrón un triángulo gigante, con un rombo gigante al costado. Luego comenzó a dibujar todo tipo de flechas… –Vayan copiando esto…– les dijo a sus alumnos en una voz suave y concentrada, metida en eso que estaba haciendo, y comenzó a anotar algunas breves palabras sobre las flechas, y todo comenzó a cobrar sentido…
-Les confieso que el día que escribí eso, fue en una servilleta en un bar, total-mente-borracho…- varios se rieron mientras terminaban de copiar el diagrama… Pero Javier estaba apoyado sobre el pizarrón, aprovechando esos segundos en diferido, entre que terminan de copiar todos y se retoma la clase, para recordar esa noche, en la que Alejandra ya lo había dejado, y en cuestión de horas, momentos (y sólo ella sabe cuánto Antes) ya estaba con otro… Con un tipo, de paso más joven, ¡claro! Que sí disponía de tranquilidad mental, producto de vivir sin estar atado a ningún delirio de grandeza y bien común (astuto, sensato), con tiempo pleno al pedo, carencia de objetivos altruistas ni ganas de nada en particular, solo flotar, pulular, estar con el otro. Un tipo común, el denominador común de la ley del embudo.
Cómo pudo… alternar, pasar, trocar, enrocar, tan fácilmente, entre un amor y otro. Cómo pudo… orquestar semejante obra de teatro innecesaria en torno de ellos… Cómo pudo… prometerle el mundo, si cuando las cosas se pusieron un poco anímicamente feas se dio a la fuga… son cosas que Javier se pregunta cada vez que se despierta a la mañana, pero es algo que ha logrado entrenarse a que dure tan sólo unos segundos, porque después elige taparlo todo, tapar toda su tristeza, toda su bronca, con esa coraza de pensamientos de toda la economía crackeando alrededor del mundo, los enfermos, los hambrientos, los implicados, los culpables… No permite entristecerse, y lo logra drogándose con la realidad misma. A veces (discúlpenos: somos humanos), uno se piensa importante en la vida del otro, pero la realidad tiene el mismo ciclo de vida que una caja de cartón, una vida útil, en la que, cuando dejas de aportarle vitalidad a alguien, este te descarta sin más. Depende de vos, mariconear, o seguir adelante. Esto pasa en la naturaleza, en los partidos políticos, en los clubes de barrios, en los matrimonios, y otros varios etcéteras…
Javier luchó con su ego ahí mismo, parado al frente del aula, apoyado en el pizarrón, escondido detrás de los segundos que le quedaban antes de que terminen todos de copiar. Inspiró fuerte hacia adentro. Simuló soltar, soltando todo el aire, y arremetió, sin antes agregar veinticinco gramos de vehemencia a su discurso.
-¡Tercero! ¡TENEMOS QUE PASAR LAS CONTABILIZACIONES NEGATIVAS EN EL CORTO PLAZO, A POSITIVAS EN EL LARGO PLAZO! Se debe dejar de subvencionar el uso de combustibles fósiles, como así también dejar de sobreexplotar nuestros suelos solo porque el mercado mundial lo demande. Para ello, debe existir una fuerte relocalización del cobro de impuestos en el país. En otras palabras, modificar el sistema impuestario (o tarifario), castigando económicamente a aquellas actividades que dañen, dañaron o dañarán al medio ambiente y destinar ese dinero recaudado a la investigación de formas alternativas de energía, dado el gran potencial eólico, solar, geotérmico y mareomotriz que posee nuestro país, a fin de lograr tener en el largo plazo una matriz energética limpia y renovable.
“Y que ese aumento en las tarifas se vea cubierto por una reducción en los salarios de los grandes CEO de las empresas, y no en los usuarios y consumidores de servicios y bienes… ¡No estoy hablando de comunismo, pero tampoco que se le vaya la mano a nadie con nuevas formas individualistas de acumulación originaria!, ¡¡por favor!!
Algunas risas… la cosa venía bien…
Pero no para Esteban Mirasol, que se había dejado hechizar por el subidón de endorfinas que le producía el odio que sentía por lo cautivante de las palabras de Javier, y se quedó escuchando atentamente el monólogo altruista que se estaba desarrollando dentro del aula 1 de su reinado… En el fondo… pero MUY, muy, allá atrás del fondo, cruzando el arroyo, bien metido al fondo de la pradera, pasando la cortina de pinos y más allá del desierto en un pequeñísimo oasis, Esteban sabía que Javier tenía razón en absolutamente TODO lo que decía…
Sin embargo, algo tremendamente más grande que la moral y la ética, el ego, emergía dentro de sí y corría libremente por su torrente sanguíneo, haciéndolo seguir hirviendo de bronca, de celos, de deseos de que al otro le vaya mal… Porque sabía que darle la razón al Lic. Gius, implicaba dejar de tomar su café en Starbucks, comer su religioso Big Mac los días jueves, tomar su fernet con Coca-Cola los sábados con los pibes después del picadito, abandonar sus chombas con lagarto de mil pesos y colores de golfista retirado, como así también dejar de comer Oreos viendo dibujitos animados en la tele, a la noche, alimentando a su niño interior perdido. Todas esas pequeñas cosas que parecen insignificantes, eran las que Esteban estaba dispuesto a defender a costas de hipotecar al planeta y a su propia integridad. Y son muchos los terrícolas dormidos los que se ajustan a su forma de ver las cosas.
Detrás de la línea de jurisdicciones imaginaria que él mismo se inventó, la clase seguía, con un Javier salpimentado con una magia juglaresca pero urbana, contemporánea, seria, astuta, cruel, real.
-De esta forma, en un principio, el PBI descendería mucho al contabilizar los impuestos cobrados por descontaminar, remediar, conservar, prevenir al medio ambiente como algo negativo… Sin embargo, con el correr de los años, ese dinero será REINVERTIDO en soluciones (y no meras “soluciones de final de cañería”, sino soluciones de corte sustentable) para el medio ambiente en simbiosis con las actividades humanas, pasándose a contabilizar como algo positivo dentro del PBI, al estar perpetuando el capital natural del que disponemos para vivir en sociedad… Pero bueno… eso es algo muy volado que no todos entienden, en especial los ejecutivos, burócratas, políticos, grandes terratenientes, y todo tipo de gente con altos rangos que cree sabérselas todas.
“¡Así que cuarto y último por hoy! ¡TENEMOS QUE EMPEZAR UNA GENERACIÓN DE MERCADOS PARA LA VALORACION DEL MEDIO AMBIENTE! Tenemos que generar mercados para la valoración de los recursos naturales y los servicios ecosistémicos que aprovechamos, porque hoy en día simplemente los damos por sentado… Generar mercados para la Naturaleza, nos permitiría plasmar la valoración en un número y así materializar el COSTO REAL del medio ambiente en los productos que producimos. Por supuesto, siempre queda sujeto a discusión el mero hecho de si podemos, realmente, valorizar al mundo natural, siendo que su trabajo de producción lleva unos cuantos millones de años… ¡Anda a pagarle al árbol por hacer aire o al Sol por brindar energía…! ¡Imposible!
“Se ha ignorado por mucho tiempo que la contaminación de los ecosistemas, y la sobreexplotación de la materia prima que le extirpamos a ellos, no es más que una DESCAPITALIZACIÓN DEL PATRIMONIO NATURAL, que, a su vez, no es más que restarle valor al capital que tenemos para producir, a través de un manejo irracional de los recursos… es Triste… Realmente… Si contaminando o sobreexplotando produciré (y venderé) menos en el futuro, entonces sólo un ignorante, o un empresario tratando de no espantar a sus accionistas, pueden creer que valorizar al medio ambiente carece de sentido. En palabras de Galeano: Si la naturaleza fuera banco, ya la habrían salvado.
“Así que, chicos… he llegado a un punto de mi vida donde ya no tengo la menor idea de cómo va a seguir todo esto… Todo es una gran locura, con toques sádicos que no entiendo; ya no logro ni siquiera digerirlo…
19.
La clase quedó levitando unos momentos. El mantra urbano sonando afuera… Un silencio cómodamente sostenido, lo contrario a lo incómodo… Un silencio en el cual los conceptos bajan, tocan fondo, y quedan con todo su peso postrados sobre la superficie de nuestra inconciencia, donde se produce la interface entre lo supuestamente conocido y lo teóricamente desconocido. Lucas, mucho menos participativo que antes debido al cansancio acumulativo producido por tener que trabajar para subsistir y estudiar, comenzó a hablar suavemente. No tenía la misma voz enérgica que cuando empezó la cursada, sino el tono de un combatiente cansado, contando una anécdota bajo las estrellas con el fuego encendido, tras una larga travesía. Su travesía era más bien un triángulo. Laburo-Casa-Facultad. Y sus palabras salieron mientras que su mirada seguía tildada mirando por la ventana…
-Mi abuelo materno, Pablo Jorge Jouard, decía que la solución sería rebajar los gastos improductivos del estado, para lo cual hay que tener imaginación… Charlando con él hasta entradas horas de la noche, jugando al ajedrez y tomando café, me contaba sobre algunas ideas que podrían, según creía, conducir al equilibrio si se tuvieran los cojones y el coraje necesarios para implementarlas. Decía que, desde luego, la clase política se opondría a ellas con la vida. Pero a él no le importaba…
“Él proponía, reducir el salario presidencial a una cita decorosa pero modesta (total, el presidente vive sin gastar un peso). Luego, imponer que ningún funcionario ni empleado del estado (en los tres poderes) electivo o de carrera, en todo el país, pueda superar esa cifra. Después, buscaría abolir instantáneamente toda jubilación de privilegio, pasada, presente o futura. Y, por último, proponía nada de asesores, pensiones, gastos reservados, etc. Dos diputados y dos senadores por provincia (uno por la mayoría y otro por la minoría), previo riguroso examen de idoneidad.
“Un día, me dijo, después de cantarme jaque por décima vez, que vaya sumando toda esa plata, y que después le contara… Y era realmente un montón de guita… Si a eso le sumas un par de pases multimillonarios de jugadores de fútbol pasando de una empresa a otra, ya con todo ese dinero solucionas todos los problemas de infraestructura, salud, vialidad, educación y servicios en el país. Pero eso no pasa… Hay una línea entre el sentido común y la chantada que no estaría bien delimitado… Y en eso no está sólo, profesor… En ese No-Entendimiento de las cosas… Lo único que nos diferencia es la energía puesta en comprenderlo. Usted se pasó años, nosotros, recién empezamos. ¿Tendremos éxito? Bien, ¡no lo sé!, pero lo intentaremos.
-Gracias, Lucas…- dijo Javier.
Su ceño, se había vuelto a desfruncir cuando escuchó la palabra jaque, recordando a su propio abuelo con quien también se combatían a duelo a través del ajedrez. Una tranquilidad comenzó a apoderarse de la cara de Javier. Por corroborar ahí mismo su eterna [Alejandra aconsejando] conclusión, si al menos Uno lo entiende, entonces Todo valió la pena…
-A ver, hagamos algo… Saquen una hoja, y anoten la siguiente consigna. Me lo van a tener que traer para la próxima clase… Anoten…
Algo desconcertados, pero con un aire ameno, confiado, por como había sido el desenlace de la clase, los alumnos fueron, uno a uno, y rápidamente, sacando una hoja de sus cuadernos. El mantra urbano se vio solapado con un mantra más orgánico provisto por el crujir de cientos de hojas provenientes de miles de árboles de diferentes bosques implantados de Latinoamérica. Javier comenzó a dictarles…
-I n t r o d u c c i ó n a l a E c o n o m í a, P r i m e r P a r c i a l.- algunos empalidecieron; a otros se les resbaló la birome de la mano -Primera y única pregunta… ¡vamos!, ¡anoten!… Ahí va… “¿Por qué estudio economía…?”, es decir, qué los motivo a hacerlo, para qué lo hacen, a dónde quieren llegar, dónde se ven, haciendo qué, y porqué… para qué…
“Listo… eso sería todo… Se van a sus casas, lo piensan, y lo escriben como sea que les venga a la cabeza. Siéntanse libres de poner lo que quieran… ¡Defiendan su opinión!
“Ahora, si me permiten, voy a volver a cabalgar mi rodado recién comprado, a ver a donde me lleva…
Y esta vez fue Javier el primero que se retiró del aula, relleno de vitalidad, inmaculado, envuelto en un superpoder imperceptible. Llegó a la vereda, saltó sobre la bicicleta y salió andando. Ni cuenta se dio que Esteban lo miraba desde la ventana de su oficina, arriba de todo, relleno de bronca, buscando y repensando en qué forma apagar esa llama que envolvía y tanto caracterizaba a Javier. No podía entenderlo, ni a él, ni al grafiti que estaba pintado frente a la universidad, sobre el paredón de un terreno baldío lleno de escombros con flores amarillas creciendo por entre cada espacio, con una frase del tucumano Hugo Finkelstein que decía, en aerosol rojo intenso: “Todos hablan de libertad, pero ven a alguien libre y se espantan”.
20.
Javier pedaleaba libre por la ciudad. Recuperando vitalidad, remontando vuelo, sintiéndose ligeramente más vivo. Se escurría por entre los autos, fluía por el pavimento, y hasta incluso cantaba alguna canción inexistente que se parecía en algo a Pink Floyd, pero no. Un día atípico en la actual vida de Javier, que, habiendo arrancado tremendamente mal, había sido debidamente corregido, hasta encontrarse pedaleando hasta su casa. Los ires y venires del día, las subidas y bajadas que están implícitas en cada día. Pretendía que el día termine rápido… no prendería el noticiero, no cenaría, ni siquiera se iba a duchar… no quería permitir que ningún pensamiento lo invada. Quería irse a dormir con algún sentimiento de completitud por primera vez en tanto tiempo.
Sin embargo, el pensamiento que él no quería que lo invada comenzó a invadirlo. Agazapado en el matorral, deambulando con paso firme, una locomotora de pensamientos, un primer vagón, una emoción transportada en él, y atrás de ese vagón, un increíble montón más de vagones de carga concatenados y listos para pasarle por enfrente bloqueando su camino. En la locomotora estaba Alejandra, y la emoción que estaba siendo arrojada a la caldera, el carbón fósil, antiquísimo, era enfrentar el hecho de que aún después del Absolutamente Todo, la extrañaba. No había atardecer ni tormenta ni mates ni discos para escuchar que él disfrutase más que con ella. Pero su vida, en esta vida al menos, pegó un par de giros inesperados. El resto, ya fue… sería para otra vida, pensó mirando hacia un cordón de nubes gigante que surcaban el corto cielo que se podía ver entre las hileras de edificios de la ciudad. Nubes gordas, de blancas a gris oscuro, cargadas de agua, buscando donde llorar… Ahora bien, pedalear es para no pensar. Es un acto meditativo en sí. Pedalear pensando y mirando hacia arriba, en la ciudad, y en cualquier lado, es poco prudente.
De repente: bache profundo; un STOP-Absoluto de la inercia con la que venía; la rueda delantera encajándose fija ahí, la rueda trasera y el cuadro de la bici elevándose en el aire haciendo un giro de 180° hacia arriba, y Javier traído a la realidad por una fuerza centrífuga rara, dispuesta perpendicularmente al suelo, una especie de montaña rusa secuenciada en nanosegundos vividos cuadro por cuadro, yendo directamente a estamparse contra el pavimento, con la bicicleta estampándose inmediatamente luego por detrás. Una secuencia de imágenes: Todos estaban ahí…
Cayo de frente al suelo, con su cuerpo cayendo como una bolsa de papas, la bici aplastándose contra él, rebotando y siguiendo unos metros más arrastrándose por el pavimento. Un par de autos lo esquivaron creando algunos frenazos, bocinazos y puteadas. Sus oídos zumbaban. Enseguida, los autos se reincorporaban a ir a donde estaban yendo, y Javier estaba echado en el suelo. Recalculando. Levantó la bici, la rueda delantera doblada; imposible rodar por hoy. Las nubes que observó estaban aún más oscuras que antes, y comenzó a chispear. Nadie se acercó a ofrecerle una mano o a ver si estaba bien. No. El anonimato en la ciudad tiene esa doble cosa. Permite que nadie te joda, pero te aliena del resto, y se nos pierde lo esencial de ser humanos, estar para el otro.
Se reincorporó y no renegó ni vaciló por un segundo, sino que inició su regreso a casa, largo, a pata, con el caballo cansado, herido, y la tormenta rompiendo sobre él. Estaba, por fin, su diálogo interno frenado… pero estaba de alguna forma enojado con el mismo… Porque, tal parece, tuvo que ponérsela de frente al piso para invitarse a quedarse callado y calmado por un rato. Se sintió infantil. Ingenuo. Amateur. Por haber necesitado de un sacudón físico para rescatarse y estar más relajado.
Caminaba agradecido a la lluvia invernal, que le aportaba ese frescor despavilatorio. Sabía que podría estar puteando como tantos lo hubiesen hecho en su lugar. Pero de alguna forma, Javier pudo esta vez ver más allá y ver el mensaje escrito entre líneas. Todo su sobre pensar, todo su maniqueo personal, no servían de nada si no podía relajarse y prever un bache en el camino de su bicicleta. Y por otro lado, más allá de la serenidad en la vida, lo otro que le venía sopesando en la mente mientras caminaba por una Buenos Aires más gris que nunca, era que, realmente, la muerte, o la cuadriplejia, o los huesos fracturados, y otras complicaciones, están a la vuelta de la esquina. Y que, más allá de agradecer estar vivo, lo importante es también ser realmente auténtico mientras estás vivo. Ser quien uno es, y si tenes verdades para decir, decilas, gritalas a los cuatro vientos, y no midas tanto las consecuencias… Si sos verdadero, nunca te vas a arrepentir.
Si bien, cuidado, porque a veces, en determinados momentos de la historia personal de uno, se puede tener ideas nuevas, neoparadigmáticas, revolucionarias, que puedan ayudar al bien común y al evolucionar de la humanidad en sociedad, y esas ideas hagan que te quemes, o que te quemen… Antes era en la hoguera, ahora es estigmatizándote socialmente, corriéndote a un costado. A veces, las buenas ideas, tienen que esperar, porque la sociedad no está preparada para oírlas y aceptarlas. Javier ya fue tildado de loco en varias oportunidades. Su entendimiento de la realidad humana lo distanciaba del resto, en vez de unirlo. Alejandra lo ayudaba a poder mezclarse civilizadamente con el resto. A amigarse con la Naturaleza Humana, la suya propia, y la de los demás. Pero desde que se distanció de ella, no podía hacerlo. Y tanto él, como sus ideas, se quedaron adentro de cuatro paredes, envuelto entre sábanas, y rodeado de pilones de libro sin estanterías ni orden alguno.
Pero de alguna manera, Javier estaba tratando de resignificar su vida, y de buscarse una explicación que le permita convalidar el porqué de sus vivencias. Y sentía ahora como se terminaba de descascarar. Sentía como todo su Yo se diluía con las gotas de lluvia que caían, mezclándose y fluyendo por su cuerpo hacia abajo, a través de la ropa mojada, limpiando y purificándose; lavándose íntegro, dejando que el agua se lleve todos sus yoes y los infiltre bajo tierra. Pronto fue recordando su misión, simple, pero profunda y extensa, interminable: ayudar al despertar de la mayor cantidad de gente posible. El “utopía y el horizonte”, según Galeano.
Le dio frío, que se tradujo en escalofríos que lo hacían titiritar. Su tiritar lo llevó a reír, e inmediatamente después, se largó a llorar. Y después de unos breves segundos se echó a reír otra vez, seguido de llanto y risa, y llanto otra vez. Esta alternancia era algo nuevo para él. El Hombre entregado, a dos cosas tan opuestas como el llanto y la risa, y que en esencia, son lo mismo, una reacción a lo no comprendido, pero finalmente aceptado. Una misma respuesta en sus dos expresiones, a la incongruencia, a la futilidad de su existencia ante el Cosmos. Una especie de revelación en medio de la jungla de concreto del gran Bob.
Llegó a su casa, se sacó sus vestiduras, y se dirigió desnudo, empapado, al baño y abrió el grifo del agua caliente… agradeció al gas que mantenía encendida la llama del termotanque que hacía vibrar con mayor excitación las moléculas de agua entre sí, dando energía y calor al fluido vital, y se metió en ella para mantener vivo el sentimiento de la lluvia corriendo por su cuerpo, esta vez, a una temperatura ligeramente más elevada que su propia temperatura corporal. Siguió mezclando sus lágrimas con el agua. Cada evento de llanto, de a poco, cada vez más espaciado el uno del otro, cada vez más distantes, hasta que sacó la última de ellas. Apagó el agua, y renació. No necesariamente de la mejor forma posible, sino más vehemente que antes, y más decidido en expresar su Verdad, y algo bastante más intolerante a la hipocresía. Esto no lo convertía en un mejor o peor tipo. Simplemente estaba logrando hacer ctrl, alt, suprl. Volver a brotar. De alguna forma.
Un brote se transforma en tallo leñoso y no se está preguntando para dónde ni cómo crecer, simplemente crece, y no hay reproches sobre qué camino eligió. El que elegís, es el mejor camino que podrías haber elegido. Y NUNCA hay que dudar de ello.
Se secó, calzó la toalla alrededor de su cintura y lo agarró a Walt que estaba esperándolo a la salida de la puerta del baño. Sus ronroneos se condecían con esta especie de paz decidida que envolvía a Javier. Caminó al cuarto; se sentó sobre la cama dejando a Walt apostado a su lado, y sacó del cajoncito de su mesa de luz aquellas buenas ideas que estaba dejando macerar en un cajón para no ser desterrado del ámbito profesional por ser considerado un hereje económico. Un manojo de hojas con anotaciones, cuadros sinópticos, algunos garabatos que bien podían ser dibujos de un demente y un título reverberante: “Premisas Autoreflexivas. La Economía tiene miedo de No Ser Ignorante”.
La tormenta resonaba afuera, y su idea inicial de terminar el día con esa ingenua algarabía se había quedado en el bache que se comió; y lo cambio todo por una noche de desvelo de antaño. Una noche con lluvia de ideas, de conceptos bajados a palabras, de intentos de darle idioma y palabra al tipo de SABER que necesita cualquiera (y el mismo) vivir-transitar para despertarse. Su propia forma de sembrar en el mundo.
Después un libro. Un recuerdo. Un soñar despierto.
Y la alarma volvió a sonar a las seis de la mañana.
21.
Lucas barría la entrada del restaurante con su característica tranquilidad de siempre. Estaba cansado. Lo abarrotaba el frío. Y lo abarrotaba saber cada vez con más seguridad, que no sabe nada de la vida. Que todo está en un continuo empezar. Y que en este momento particular de su vida, sólo tenía que estar tan permeable como una esponja como para poder absorber toda la información que le venía decantando. Las lluvias anunciaban los últimos frescores del invierno, y lo que venía después era el desenlace de un montón de procesos contenidos en estado de latencia. Las semillas, algunas, no todas, germinarían, y de ahí, algo saldría. Su noche, también seguiría en vela, enmarcado dentro de una escritura prematura, buscando responder a la pregunta de por qué estudiaba lo que estudiaba.
Tras unos verdes, algunos amargos y otros naturales, salió a caminar por la noche. Un morral cruzándole el pecho. Un anotador adentro del morral, con una birome adentro del anotador; y auriculares, siempre. Llegó a una plaza, insospechadamente vacía dentro de la gran ciudad. Se sentó al pie de un pino gigante. Su frondosa copa tapaba la luz de la luna casi llena, dando una sombra sobre el temporario refugio de Javier. Era invisible a cualquier humano que pase a metros de él. Estaba seguro, debajo del pino. Era su sitio de poder inventado; y comenzó a escribir sin parar.
22.
De vuelta al colectivo, al subte, al tren, al ganado. La bicicleta… de vuelta al patio, toda torcida, doblada, obtusa, desencajada… De vuelta a la cotidianeidad, a las caras bajoneadas y al reloj interno a punto de volverse loco, haciéndose preguntas retóricas a lo ancho de todo el recorrido hasta llegar al laburo, y a lo largo de toda la línea cronológica de la vida de uno. Replanteos. Sin sentido.
Javier viaja otra vez con la mirada tildada. Esta vez, pensando en la clase que viene amasando en su cabeza en la última semana. Se baja del transporte en el que viene, camina, levanta la mirada y ahí estaba Alejandra, gigante, feliz en su mundo, caminando serena, de la mano de enfrente, saltando justo arriba de un charco formado sobre un par de baldosas faltantes como la niña eterna que siempre fue. Inocente. Los átomos de la superficie de su piel se entremezclaban con los del aire. Brillaba. Toda difusa y nítida a la vez. Su sonrisa se le desdibujó cuando lo vio de la mano de enfrente parado, en contraste con las decenas de personas que seguían caminando formando una tira horizontal de humanos desdibujados y fuera de foco. En el centro, nítido, un Javier que aún hoy seguía con el ceño fruncido y que, desde el mundo de ella, desde su Verdad, aún no había aprendido absolutamente Nada, ni a calmarse en solitud. Le sonrió diciéndole adiós, deseándole lo mejor, y se perdió en la multitud para no volverse a encontrar nunca más en esta vida con él.
Javier se sentía paralizado, sintiéndose fuera de su vida de ahora. Su cuerpo se había desatomizado en una especie de viaje astral instantáneo. Seguía en la calle, nublado, embotado, gente caminando, y a ella la perdió de vista. Después de todo, ¿qué le diría, más que lo que ella no pudiera ya saber? Que el hilo del que descreyó seguía, invisible, uniendo algo raro difícil de descifrar, un desconcertante poder que giraba en torno de los dos, pero no ahora.
Pensó que quería vomitar, pero ese pensamiento se tradujo en un gran eructo reverberante y aireado. Energía. Pasando a través de él. Se sentía mareado. Respiraba fuerte. No llegó a tambalearse cuando Lucas lo intercepta en la vereda y le pone la mano en la espalda para que recobre el equilibrio. Su mano se sentía enorme, como las raíces de un roble envolviendo un pan de tierra gigante, en suelo profundo.
-Profesor… ¿está bien…? ¿Javier?
Javier se despabiló y giro su cuerpo encarando a Lucas. Cuando su ojos se reunieron, Lucas pudo ver como las pupilas de Javier se achicaban rápidamente hasta encontrar el foco en su cara, percibiendo todo el poder de su mirada, dos torbellinos de poder apuntados como dos cañones a quien lo mirara de frente. Sintió el pánico de Javier de la misma forma en la que ves a los ojos a alguien que acaba de casi caerse por un acantilado y la zafó por un pelito.
-¿Qué?… Eh, ¡sí! Lucas, ¿cómo te va viejo?- Javier eligió hacerse prontamente el boludo. Lucas percibió su palidez, pero decidió seguirle el juego y se limitó a sonreírle. A Javier sólo se le ocurrió decir –Es sólo que creo haber visto un fantasma recién…
(((Ambos miraron hacia el horizonte cuando un viento comenzaba a levantar algunas hojas y unos cuantos pares de billones de partículas finas en suspensión pasando como si fuesen un flujo de agua de polvo, atravesándolos. Bandadas de palomas gordas volaban en la misma dirección, unos estratos más arriba… Después, autos y gente, fluyendo de maneras prefijadas, configuradas, rutinizadas, formando trayectorias no necesariamente fractales)))
–Las vidas pasadas… a veces te hacen esas jugadas…- Lucas fue astuto otra vez, y sabiéndolo, se apuró a decir –Son ocho y cinco… ¿Vamos…?
Javier asintió, cómodamente, con una leve sonrisa humilde, que dejaba mostrarle a Lucas lo agradecido que estaba por su irrupción en este aquí y ahora, en este yacá. Buscando seguir sacándolo de ese lugar oscuro en el que intuye haberlo encontrado, Lucas siguió hablando mientras ambos se reincorporaban en una lenta caminata.
-Quería preguntarte si me aceptabas entregarte ahora el parcial… Lo hice escrito a mano, desde el corazón, pero no llegué a digitalizarlo… Al parcial, digo. Y sé que a vos no te molesta, pero varios en la cursada son de mirar y comparar y prejuzgar y armar puterío por cualquier estupidez relacionada a los personajes que se forman del otro en sus cabezas. Y yo no tengo ni ganas de ser parte de todo eso…
-Si… totalmente, te entiendo… no hay problema. Me pasaba, me pasa y me pasará lo mismo siempre. Así que ármate de paciencia hermano, porque esto recién empieza.
Lucas se rio con naturalidad, y poniéndole la mano otra vez en el hombro a su profesor, le dijo que siempre, siempre, se podía estar peor, y que no había que hacerse broncas por el caretaje. Uno aporta lo que puede, y el resto, fue. Sacó de su bolsillo cinco hojas A4 de papel, algo arrugadas, de papel reciclado, todas escritas de ambos lados con birome y tachaduras. Se las entregó a Javier, quien las guardó, dobladas tres veces, en su bolsillo. Y sintió un breve lapsus, por las miles de veces que hizo ese gesto, esos movimientos, con esos objetos chamánicos, hojas escritas con el impulso que te da estar debajo de un pino.
Caminaron hasta llegar a la facultad, y entraron en silencio.
23.
-¡Tarde otra vez Javier!- enunció Esteban desde el costado de la puerta de entrada de la facultad, buscando increparlo con toda su autoridad institucional. Era como que lo estaba esperando en una especie de emboscada. Lucas lo ignoró y siguió caminando hacia el aula. Acuerdos tácitos urbanos. Ignorar al idiota… Javier frenó su andar, sabiendo que no podía hacer lo mismo que Lucas. Carecía de paciencia. El tiempo se había ralentizado para él desde que vio a su compañera de vidas pasadas brotando e impartiendo su paisaje dentro del cuadro gris que representa la ciudad. Así que el tiempo se había suspendido para él, y con él, se suspendieron sus agendas, sus programaciones y estructuras mentales, sus pensamientos a futuro, sus roles sociales, sus protocolos, todo. Aún así, se quedó callado. Estaban llegó hasta su lado, y viendo que tenía rienda suelta para hablar, se la creyó un poco más y siguió increpándolo.
-¡Tarde…! Venís colgado de una palmera desde la universidad vos. ¡Demasiadas atribuciones te estás tomando Javier, eh…! ¿Qué te pensas? ¿Qué acá todos los profesores pueden hacer la que se les canta? ¿Me querés decir qué-carajo-haces, preguntándoles a los pibes porqué estudian economía? ¿Qué carajo te comiste? ¿Un caramelo moralista? ¡No podes plantear un parcial así y tomar lo que se te canta! ¡Tenes un programa temático que seguir!
–Hoy NO, Esteban.
-¡Hoy SÍ, Javier…!- Listo, Esteban se la estaba creyendo demasiado, y ya entraba a desvariar con sus tonos autoritarios, algo que le pasa a todo humano cuando se empieza a enviciar de Poder, los aires de patrón para con sus empleados -¡Hoy ya me cansaste!, ¡a mí y a todo el resto del cuerpo docente!
“¡Voy a ir a ver más tarde con qué lavado de cerebro le estás saltando a los estudiantes! Hace mucho no lo hacía, tener que ir a auditar una clase, pero con idealistas como VoS, no me queda otra…- Y antes de que Javier quisiera replicar (y ganarle, por supuesto) dio media vuelta y se fue cabeza en alto, pisando fuerte, sintiéndose un capo de Wall Street habiendo cerrado algún negocio a su favor, a los gritos entre otros varios tipos trajeados, con celulares, gritando y refusilando.
Javier volvió a sentir el nubarrón y multi-fuera-de-focos que había sentido con la gente y la ciudad hace unos minutos atrás.
Sus fantasmas retornando y los giles llegando, todos aunados en marcarle la vena cerca de su ojo derecho, y fruncirle el ceño. Pequeños tic-tac/tic-tac´s-internos. Relojes. Alumnos y sonido de pasos típicos de pasillos de universidad pública nacional. Un micro-quilombo dentro de un macro-quilombo-nacional, dentro de un holístico-quilombo a nivel mundial. Recursos Naturales administrados para el carajo, Todo una persecuta por dinero y Poder, llevando a la Madre Tierra al despojo de toda su fertilidad y capacidad de acobijarnos en su regazo. Un cambio climático, mucho más que incipiente ya, sino que todo lo contrario: evidente, en diversos puntos trágicos. Javier pensó en Groenlandia, que está comenzando a desaparecer bajo sus pies. Habiendo perdido más de treinta metros de espesor de hielo en todo su gigante cuerpo en sólo cinco años (generando ríos de agua helada, con gigantes hielos formando sus cauces), ese sector del hemisferio norte está aportando grandes volúmenes de kilómetros cúbicos de agua nueva y fresca a un ciclo de corrientes de agua que estaba equilibrado por las diferencias de temperatura entre las diversas partes del mundo. El corrimiento de los frentes de precipitación alejándose del ecuador, sumado a este aporte de agua fría, genera una ralentización y posible detención de los flujos de corriente tal como las conocemos, creando inestabilidad climática, tormentas más intensas en sectores vulnerables, inundaciones y sequías en otros sectores. La tercera guerra mundial descargándose en Siria, el bardo eterno en Darfur y gran parte de Medio Oriente, todo teniendo como primer puntapié las devastadoras sequías y la escases de recursos para las poblaciones, que terminan en una tensión social, política y económica, que genera grandes cantidades de refugiados ambientales y todo un dominó que comienza a caer, repleto de nuevos problemas que no estamos preparados para afrontar. Ni nosotros a manera individual, ni mucho menos nosotros como sociedad, como gobierno, o como una comunidad.
Javier tendía a contemplar todos estos hechos en un solo pequeño, ínfimo y único segundo. Era la pastilla efervescente mental con la que amanecía todos los días. Pero era también un disparador que se le activaba ante fuertes y altos niveles de caretaje. Intentaba mantenerse calmado ante idiotas como Esteban, acordándose, en un segundo, de todo esto otro que apremia nuestra plena atención en este momento de la historia cronológica de la vida sobre esta Tierra, recordando lo mucho que hay por hacer en un mundo en el que todo está por caer.
Sin embargo ahora, Hoy, se estaba por volver loco. Todo se le estaba apiñando ahí, quieto, parado en el pasillo, en el cerebro. Toneladas de información pasando a través de un dique desbordado que se está rompiendo, descargando un caudal energético que hacía mucho que pedía salir a fluir. Toda su inercia mental estaba buscando, urgente, yacá, un lugar donde descargar y escurrir. Y ese lugar era su querida aula 1, y los estudiantes que ahí esperaban. Se abofeteó la cara mentalmente, y comenzó a caminar hasta su sitio de poder.
24.
El aula, Hoy, estaba repleta… A esta altura del año ya se había corrido un poco la voz acerca del profesor limado-amotinado con el sistema, que daba sus clases de economía humana con extraña e hipnotizante pasión. Por lo que había abundancia humana sobre los pasillos del aula, entre todos los asientos ocupados por cientos de seres esperando escuchar. Javier entró hecho una furia. Incómodo, no con el aula, sino con el mundo y sus hipócritas. Apoyó con fuerza su petate arriba de la mesa al frente del aula.
Intentó mirarlos a todos. La diversidad de mujeres y hombres que había. Caras, expresiones, vestiduras, poses. Una mujer, adolescente, con rastas, despierta a la legua, cebándole un mate a otra estudiante mucha más prolija, estructurada, Mafalda y Susanita, diferentes, y amigas, unidas en diversidad. Habían metaleros, nerds, pibes y chicas de gimnasio, gente tranca, de perfil bajo, moderado, algunas musculosas y bahianos, algunas camisas y bermudas. Estaba Lucas atrás de todo, rodeado de algunas mujeres de aire más frugal, tomando café de una sola taza grande, compartida. Estaba Juan Barrientos, adelante de todo, con la cara no tan constreñida como antes, sino más suelto, más real. Estaban todos los futuros actores sociales de una masa laboral activa. Javier respiró hondo.
-Gracias a todas y a todos por venir. Hoy No es un buen día para mí… (Ciertamente, no lo es)… ¡Pero sí es un buen día para ustedes!- Su sonrisa era algo cínica, pero sus intenciones eran absolutamente buenas –Hoy es un día en el que tengo ganas de decirles qué es la economía, para mí. Quiero compartirles esto, porqué fui yo quien les preguntó primero porqué estudiaban economía. Y vengo re contra embalado, así que escuchen con atención y anoten a discreción. Les pido disculpas de antemano… Porque siento que se les viene un monólogo… Pero, honestamente, con el correr de los años, es lo único que tengo para ofrecerles, un monólogo apasionado de verdad dramatizada al máximo. Seré profesor, pero soy también un artista que intenta escribir, y por ello, a veces, me sacó. No soy, lo que algunos llaman, políticamente correcto. No sirvo en el ámbito político, porque me-saca la hipocresía y comienzo a hervir por dentro.
“Verán, para mí, este temita de la economía es un temita delicadísimo… pero creo que hay diez reflexiones básicas, diez premisas auto reflexivas, que tenemos que plantearnos como lo mínimo que debe saber un ciudadano para tener responsabilidad social, a fin de informarse, y poder modificar sus hábitos de consumo a fin de lograr cambios en los tomadores de decisiones. La primera de todas… es… sencillamente… que el concepto de desarrollo como bienestar de una nación es un concepto totalmente errado y antiguo. De ninguna manera podemos seguir considerando como “desarrollado” a aquellos países que dilapidan su futuro a cambio de rápidas ganancias en el corto plazo. Piensen en Indonesia, con más de la mitad de sus bosques quemados y reemplazados por lineales bosques de palma, carentes de diversidad, a cambio del aceite de palma que brindan a través de un rápido crecimiento, y que lo hace uno de los aceites más baratos del mercado, y está camuflado en mucho de lo que comemos…
“Y no es muy desorbitantemente difícil lo que digo. Si vendo mi ropa en verano para tener plata, en invierno tendré frío. Si exporto toda mi energía al exterior, mi país tendrá desabastecimiento en los picos de consumo energéticos; si extraigo todos los minerales de mis suelos, éstos quedarán vacíos y con poco material para brindar una tierra productiva; si pesco un montón de peces sin importarme si dejaron o no descendencia, tendré menos peces para comer con el correr de los años; si talo todos mis bosques para venderle muebles a familias extranjeras, tendré más chicos con asma ingresando a los hospitales (todo está relacionado en la gran red biosférica); si le vendo toda la Patagonia al extranjero, mi Patagonia consistirá únicamente de rutas interprovinciales pavimentadas – es lógica ilógica básica… Según la economía actual, el “desarrollo” implica más pobreza, menos clase media, menos oportunidades de trabajo, menos aire puro, menos agua pura, menos tierra fértil, menos vida acuática, etc., ¿me siguen?
-Sí, profe- dijo, seria, la chica de rastas… En su rostro había seriedad, serena seriedad. Como así también sobre los rostros de todos los presentes. Una seria complicidad entre Javier y la audiencia. Escuchando con todos los poros de la piel.
-¡Bárbaro!, sigo entonces… La segunda premisa auto-reflexiva es…: el crecimiento exponencial de las ganancias dentro de una empresa es irreal para con el resto del planeta. Nunca podemos seguir y seguir y seguir vendiendo y vendiendo y produciendo más y más y ganar más y más porque, sencillamente, en algún momento la Tierra no nos va a dar más materiales con que construir, ni tierras para poder cultivar alimentos, ni aire puro para respirar…
“El crecimiento exponencial de las ganancias de una empresa, debe verse como un “momento”, una etapa en la vida de la empresa, algo parecido al concepto de “pegar el estirón” cuando estamos creciendo, y NO como una dirección infinita a seguir…
“En otras palabras, la empresa surge, nace, inicia su etapa de operación… hasta que llega un momento en el que le empieza a ir bien y gana y gana más y más y hay una ilusión de que ese crecimiento exponencial será para siempre… ¡me voy a llenar de plata! (piensan algunos) pero como el crecimiento exponencial es sólo un momento… luego comienza a estancarse esta especie de alta tasa de generación de nuevas ganancias, hasta que llega a un punto de equilibrio con el entorno. ¡AHÍ ES DONDE HAY QUE FRENAR! Es decir, cuando la empresa llega a una actividad óptima, en la que todos los empleados trabajan de manera eficiente y, primordialmente, son felices dentro de la empresa, no estando alienados de lo que hacen, y existe un sentimiento de unión en el trabajo diario, y ganan bien, y la empresa posee una cartera de clientes e inversionistas medianamente constante, en ese momento la empresa logró su fin, y no le resta más que continuar por ese camino, aportando su grano de arena a la sociedad, brindando su servicio o producto. En el momento que la empresa se empieza a masificar, comienzan las irregularidades, se pierde la calidad de lo que se brinda al mundo, se pierde la conexión entre inversionistas, proveedores, empleados, directores, se fragmentiza todo.
“Imagínense que intento de hacer, de alguna manera, un gráfico del desarrollo de una empresa en función del transcurso del tiempo- Javier comenzó a escribir sobre el pizarrón una gran curva “S”, marcando cinco puntos diferentes de la curva. Luego escribió las leyendas de los ejes, y terminó haciendo un recuadro en la parte final de la curva, con una anotación al lado. Todos comenzaron a copiarlo, y mientras lo hacían, Javier continuó su explicación, poniendo su mano sobre el primer punto marcado.
-Hasta esta instancia, la empresa viene mejorando su situación de manera casi lineal; Luego- poniendo su mano en el segundo punto -comienzan a acelerarse los procesos y comienza a registrarse un crecimiento exponencial; pero,- poniendo su mano en el punto de inflexión marcado con un tres, dijo –Éste, es el punto que nos interesa…, pues es el punto en el que a la gente se le nubla la vista y cree que existe el crecimiento infinito… Aquí es donde deben crear un punto de inflexión hacia la sustentabilidad de las acciones de la empresa; y si se hace algo al respecto, en esta instancia- movió rápido su mano hasta llegar al cuarto punto -ya se han realizado las reformas administrativas pertinentes para llegar a la sustentabilidad en el mediano plazo. Finalmente, la productividad de la empresa alcanza un nivel homeostático de funcionamiento- dijo, moviendo su mano suavemente de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba un par de veces, pasando por arriba del quinto punto, recreando una oscilación ad infinitum…
-Para entender y aceptar estos conceptos, uno tiene que volver a sentir el aspecto de la frugalidad y el uso sabio de los recursos disponibles, innato en cada ser humano, previa a toda etiqueta, a toda moda, a todo formalismo. ¡Nuestros ancestros nos hubiesen pegado una buena trompada si nos viesen hoy en día! Y hablo de frugalidad, refiriéndome a la simpleza del vivir…
“Hay una frase de Leo Tolstoy que siempre recuerdo… que inspiró a varios, que dice algo como…: “He vivido a través de muchas cosas…, y ahora creo haber encontrado lo que se necesita para tener felicidad.– Javier estampó la mirada hacia un horizonte lejano imaginario -Una vida privada y tranquila en el campo, con la posibilidad de ser útil a personas a las que es fácil de hacer el bien, y que no están acostumbrados a recibir ayuda; luego trabajar en lo que creamos que pueda ser de alguna utilidad; después descansar, naturaleza, libros, música, amor por el vecino de uno – tal es mi idea de la felicidad. Y luego, por encima de todo eso, tú por un amigo, e hijos, quizás – ¿qué más puede el corazón de un hombre desear…?”
Un absoluto silencio reinaba la sala.
Aquelarre urbano-académico.
Javier siguió…
-La tercera premisa auto-reflexiva es, también, bastante básica: El PBI no es un medidor honesto, ni real, acerca del verdadero bienestar de una nación. No toma en cuenta parámetros que en el largo plazo afectan en contra a la sociedad, como ser justamente el uso indiscriminado de recursos no renovables, ni toma en cuenta parámetros morales (o hasta incluso, quizás, más bien, éticos), como ser cuantificar el dinero que saldría realizar todo lo que hacen los árboles, los ciclos biogeoquímicos, y las amas de casa, esto es: crear oxígeno para nosotros, retener dióxido de carbono, retener el agua, ciclar nutrientes, cocinar, limpiar, planchar, lavar, educar a nuestros hijos, etc.; por supuesto que este trabajo es llevado a cabo tanto por mujeres u hombres, pero desde siempre la Mujer fue mucho más Guerrera a la hora de buscar un laburo y no dejar de lado su matriarcado; al menos hoy en día es así.
“Ahora bien, el PBI tampoco toma en cuenta el flujo de dinero que mueven en el mundo las ONGs y todo el trabajo que realizan los ciudadanos en diferentes voluntariados… Que quede claro: el PBI no toma en cuenta nada de esto, solo toma en cuenta los “balances positivos” que realizan la sumatoria de las empresas dentro del país (independientemente de que luego esas divisas salgan corriendo hacia el exterior y no re-invertidas en las tierras que las generaron).- Javier empuñó su mano derecha con fuerza. Algunos lo notaron, otros no -¡ESTA ES UNA VISIÓN ARCAICA DE PROGRESO! ¡¡Y punto final…!!
Había una metamorfosis en el temple de Javier. Era el prócer que Lucas había soñado unos recreos atrás… Su alter ego estaba nuevamente tomándolo por completo.
25.
La clase siguió, profusa. Repleta de todo lo que no te contaron en la escuela… La cuarta premisa auto-reflexiva, canalizada y transformada en apuntes de puño y letra y luego en estas palabras que Javier compartía en su Hoy, decía que es necesario encontrar un nuevo medidor de progreso o de bienestar de una sociedad, o nación. Una opción sería el C.D.I. (City Development Index o comúnmente conocido Índice de Sustentabilidad). Este índice es más completo, porque integra cinco parámetros (uno de ellos el económico a través del PBI) que logran que los “puntajes” asignados a cada país sean más realistas. Basta con ingresar a la dichosa Internet para cerciorarse de las diferencias entre el ranking de países que ofrece el PBI y el que ofrece el CDI…
Estas diferencias se deben a que los cinco parámetros del C.D.I., integran diversos aspectos de la vida en sociedad. Estos parámetros son: P.B.I.: la parte netamente económica del índice; Infraestructura: un medidor del entorno en el que viven los ciudadanos. Es decir, existencia de hospitales, escuelas, represas hidroeléctricas, sistemas de desagüe, cloacas, etc.; Residuos: un nivel de eficiencia en el tratamiento de residuos (todos ellos) que realiza la sociedad, ya sea en materia de recolección y almacenamiento o, mejor aún, de reciclado; Salud: estado del sistema hospitalario público y privado del país, como así también del bienestar general de la calidad de vida de los ciudadanos dentro del medio ambiente; y Educación: grado de analfabetismo del país, estado de la educación pública y privada, deserción escolar, posibilidades de inserción de los egresados en el mercado laboral, etc.
La quinta premisa auto-reflexiva, estipulaba que siempre será más caro reemplazar los servicios ecosistémicos a conservarlos. Este hecho es obvio, pero lamentablemente desconocido ante nuestros pares porque simplemente no nos hablan de ellos (ni en el colegio, ni en la televisión, ni en ningún lado). Uno tala un árbol, y saca, por ejemplo, 8 escritorios de madera para una oficina, los vende y saca X cantidad de plata. Ahora bien, ¿cuánto sale crear un dispositivo que saque dióxido de carbono del aire y lo transforme en oxígeno sin parar durante 50 años…?
Los servicios ecosistémicos son todas aquellas cosas que la Naturaleza hace para nosotros de manera gratuita. Según la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de las Naciones Unidas: Los servicios ecosistémicos son los beneficios que los humanos obtienen de los ecosistemas, y son producidos de interacciones dentro de los mismos ecosistemas. Estos incluyen los servicios de provisionamiento, de regulación, y culturales que afectan directamente a los humanos.
Según este informe, esta división incluye:
- Provisión: De comida, agua fresca, madera, combustibles, etc.
- Regulación: Del clima, de las inundaciones, de las enfermedades, de la purificación del agua.
- Cultural: Fines espirituales, educacionales y recreacionales.
Si los verdaderos gastos post-impactos-ambientales realizados por empresas (en todo el ciclo productivo de lo que sea que realicen) fueran reflejados en alguna factura, las operaciones económicas en el mundo serían muy diferentes.
Para este entonces Javier sacó otro trozo de papel y citó un fragmento de la conocida carta del Jefe de la Tribu Seattle. En 1854, el presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía una oferta al jefe Seattle, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Washington. El jefe Seattle responde en 1855, lo siguiente:
“Meditamos la idea del hombre blanco de comprar nuestras tierras. Pero, ¿puede acaso un hombre ser dueño de su madre?. Mi pueblo pregunta: ¿qué quiere comprar el hombre blanco? ¿Se puede comprar el aire o el calor de la tierra, o la agilidad del venado? ¿Cómo podemos nosotros venderos esas cosas, y vosotros cómo podríais comprarlas? ¿Podéis acaso hacer con la tierra lo que os plazca, simplemente porque un piel roja firme un pedazo de papel y se lo entregue a un hombre blanco?. Si nosotros no poseemos la frescura del aire, ni el reflejo del agua, ¿cómo podréis comprarlos? ¿Acaso podréis volver a comprar los bisontes, cuando hayáis matado hasta el último?”
Javier siguió explicando la sexta premisa, diciendo que absolutamente TODO lo que hay que hacer en TODOS los aspectos sociales, económicos y ambientales del Planeta se facilitaría invirtiendo en EDUCACIÓN.
El sistema educativo contiene obvias falencias; está escaso, básico. Se enseñan diversas materias, por separado. Existen exámenes “integradores”. Pero, ¿qué integran…? No existen materias integradoras. Se enseñan las guerras y cómo se llevaron a cabo según las versiones “oficiales”, pero no los “porqué” desde un punto de vista de conciencia humana. Poco sabemos de las relaciones entre la economía actual y la ecología. No se enseña cómo el afán del excesivo estilo de vida moderno afecta a los pueblos más pequeños que dejan de lado sus culturas y sus raíces por “producir”. No existen materias acerca de los recursos naturales y cómo hacer para preservarlos, ni acerca de tecnologías de energías sustentables.
Javier les dice que él está seguro de que las generaciones venideras se nutrirían de estos conocimientos y obrarían de otra manera muy diferente a la que lo están haciendo las sociedades inerciales, esto es, las sociedades que viven entumecidas por trivialidades, despertándose cada día para vivir días rutinarios sin vocación. Pero en vez de contarles historias de vida a las nuevas generaciones, para cultivar la motivación e inspirarlos a la superación personal, inundamos sus intelectos con estrategias de competición de aptitudes, individualismo, publicidad y la ley del más fuerte. Creando así una sociedad más desconectada, con resentimiento, encajonada y, el punto más débil, con miedo al fracaso (o peor: miedo al éxito).
26.
Esteban venía perfilando por el pasillo para encarar decididamente adentro del aula, animándose, de una vez por todas, a atravesar esa línea imaginaria que él se dibujó enfrente de sí. Le costó mucho tiempo en su oficina, el proceso de tomar coraje, salir por la puerta, caminar esos metros y estar, realmente, decidido a irrumpir dentro de una clase del Lic. Javier Gius, tan sólo para escuchar lo que estaba diciendo. Era un día triunfal para él, al sentir como su autoridad se enraizaría delante de los ojos de todos los estudiantes ahí presentes.
Pero Javier lo vio llegando… con esa cara de idiota narcisista. Y se acercó a la puerta, sacando un viejo manojo de llaves de su bolsillo y cerrándole la puerta en la cara con traba a Esteban. El secretario académico quedo congelado en la puerta (recordando y maldiciendo el día en el que le dio a Javier un juego de llaves de la facultad, siendo que Javier solía llegar siempre antes que Esteban, y abría él mismo la institución, y caminaba él sólo por los pasillos vacíos, prendiendo las luces, levantando persianas, prendiendo ventiladores, anunciando una nueva jornada académica). Javier lo miró fijo unos segundos, lleno de furia. Varios alumnos se rieron. La escena tenía algo de gracia, si bien la mirada entre los actores, no era para nada amena, sino vil, enajenada, con absoluto desagrado el uno por el otro… Javier se dio vuelta, y siguió con su clase, pero con más fuerza en su voz, casi gritando, permitiendo al alter ego acelerar su monólogo.
–¡¡¡Hay que dejarse de joder y empezar a invertir en la capacitación de profesionales que comiencen a transformar el sistema energético en un sistema totalmente mixto que combine todas las energías renovables!!! ¡Esa es la séptima!
((-¿¡Ah, sí…!?, ¿¡así lo querés…!?– se escuchó a Esteban gritar desde afuera, yéndose a la puteadas por el pasillo, de regreso apurado a su oficina))
Javier lo ignoró. Se había pegado de cerca al pizarrón. Estaba dibujando, aparentemente de memoria, y muy velozmente, un dibujo compuesto por cubos, con cantidades de energía especificados a los costados…
–¡Para los escépticos…!– gritó, revoleando la tiza al piso –Este es un esquema gráfico de la energía disponible en todo el mundo… Como verán… la energía está… El intelecto humano, USEDES, son quienes deben estudiar las maneras más eficientes de poder captarlas y comercializarlas de manera justa (si es que realmente se seguirá comercializando la energía, cuando esta sea “libre”, y no dependamos de ella para configurar el resto de nuestras vidas…).
“A ver si queda claro… ENERGÍA-HAY-DE-SOBRA… y no hay UNA energía salvadora… Lo que se debe hacer es combinar todas, adecuando los métodos de captación de energía según el lugar donde estemos. Por ejemplo, en NUESTRO país, Argentina, podríamos aprovechar el potencial eólico de nuestra Patagonia, combinándola con el potencial solar del Norte, como así también la energía geotérmica de la zona cordillerana, o la energía mareomotriz de todas nuestras costas, hacia el este…- Era Prócer Otra Vez -¿Cuántos puestos de trabajo se generarían llevando a cabo un plan de reforma energética? (tanto como en la capacitación, la puesta en marcha y el mantenimiento) ¿Cuánto dinero ahorraría el país al no tener que importar energía de los países limítrofes? ¿Cuánta plata se podría invertir en el país en hospitales, escuelas, viviendas?
“¿Pueden ver lo que les digo…?
“Y es que esto me lleva directamente al siguiente punto, a la octava premisa auto-reflexiva: Las energías fósiles, el petróleo, el plástico, no deben erradicarse dogmáticamente, sino que debe utilizarse de manera eficiente, y solo en fines específicos e irremplazables. Es decir, no nos vamos a quedar sin jeringas descartables, ¿me entienden?- El cinismo en su sonrisa era de temer… A los ojos de los profesores que ya estaban asomándose desde afuera, Javier había tomado por rehenes a sus alumnos… A lo lejos, unas sirenas comenzaban a sonar. Javier sabía, por el efecto doppler calculado en su inconsciente, que se estaba quedando sin tiempo, que esteban también se le había salido la cadena, y que su alter ego lo había tomado de rehén a él.
-¡La Novena! ¡Se deben reacomodar los impuestos, reduciéndoselos a los más carenciados y subiéndoselos a las empresas que tengan un impacto ambiental considerable! ¡Esto no es un concepto ni zurdo, ni facho, ni hippie, ni anti-capitalista…! Es, simplemente, cobrarle plata a una entidad que está contaminando el planeta, ¡y dejar de intimar a una familia que no tiene plata ni para hacer una micro inversión en pos de su familia, para que pague una cuenta de luz, la cual viene gracias a la energía provista de quemar carbón, destrozando los nutrientes de los suelos de un pueblo a 100 km. y emitiendo gases que captan fácilmente el calor, aumentando la temperatura de la tierra, aumentando el efecto invernadero, y así elevando aún más la temperatura de la tierra, por ende, alterando el flujo correcto de la naturaleza, produciendo así más y más desastres ambientales!. Es así, habría que aceptarlo. ¡Estoy harto!, ¡harto!, ¡de ver como unos pocos hijos de puta se cargan al planeta entero!
Las sirenas habían llegado hasta la puerta de la institución que hoy los convocó a todos yacá, y cesaron… Luego, gritos, revuelo. Gente en los pasillos. Quilombo, entropía social, universos paralelos solapándose uno arriba de otro, desenlaces diversos…
Javier seguía con su clase… más prócer que nunca.
-¡Y la última de todas! ¡La décima premisa auto-reflexiva de esta pseudo clase de economía social para una futura ingeniería social…! ¡Es necesario frenar la explosión demográfica! Esto es evidente chicos… aunque no se hable del tema ni en las casas, ni en los colegios, ni en el quiosco de la esquina. Recuerdo a mi madre, diciéndome que ella a los 24 años ya estaba casada, recibida y viviendo sola con su marido. Yo intento explicarle que en los 40 años que pasaron de aquél momento se sumaron 4 billones de seres humanos al sistema. Y el sistema no da abasto…
–¡¡ABRA LA PUERTA YA!!– gritó un oficial, bastante obeso para cumplir sus funciones, desde afuera. Javier los miró serenamente… y comenzó a acercarse a la puerta, gritando y mirando a sus alumnos…
–¿¡Podemos confiar…!?, ¿¡en que la sociedad mundial irá pasando de un paradigma a otro, a fin de conformar un cuerpo burocrático verdaderamente noble en esencia, donde el poder y la riqueza y el bienestar no vayan de manera linealmente ascendente, sino que circule de manera constante!? ¿¡Será que podemos!?– Llegó a la puerta…; los policías gritaban desde afuera… Javier se volteó a mirar a sus alumnos, quienes le estaban sonriendo con cierto aire de admiración, misericordia, lástima, cariño e impotencia, todo a la vez, por lo que sabían que se venía…
Pero, sí…
ELLOS CONFIABAN…
…Javier destrabó la puerta, y todo cambió de foco otra vez, el tiempo alentándose al nanosegundo: Los canas encima; la patada en las piernas y la consecuente caída libre de frente al piso; su jeta al suelo; sus brazos tomados por detrás, y pegado al lado, los zapatos lustrados de un Esteban Mirasol parado erecto y victorioso, coordinando toda la redada.
Sin embargo, él estaba tranquilo… su cara en el piso, de costado, horizontal, contemplando a sus alumnos, estaba de alguna forma feliz. Su ceño ya no estaba fruncido, y nada de lo que acaba de decirles a los presentes era falso, por lo que su sentimiento de autenticidad lo extasiaba de tal forma que ya nada importaba para él… Lo levantaron entre dos del suelo, y lo metieron adentro de un patrullero.
27.
La celda era pequeña, gris y fría. La típica celda que siempre se imaginó… Cuando despertó, la noche ya había pasado, y el día también. El Sol, estaba comenzando a caer otra vez, oscureciendo todos los grises de la celda. Todo esto estaba siendo una gran experiencia onírica para él. En esa pequeña celda, recluido, aislado, durmió más de lo que había dormido en años. El interrogatorio también había pasado, y las cosas estaban dejadas en manos de la justicia. En estos días te dirán como sigue, le dijo el abogado estatal que le tocó. Un pibe joven, recién recibido. Aparentemente honesto, que defendía el caso con lo que había recolectado de los testigos, porque Javier se había sumido en un largo silencio que preocupaba a sus carceleros, quienes no notaban un ápice de maldad en él. Sino inocencia, y locura…
28.
Llegada la noche, una vela (facilitada por un comisario viejo, casi retirado, que intuía siempre bastante bien a los Hombres, sabiendo dirimir entre los que hacen el bien y los que hacen el mal) ardía entre firme y flamante dentro de la celda en la que el Lic. Gius había iniciado su auto-voto-de-silencio. Puso su mano en el bolsillo, y encontró esa textura que tan bien le hacía… Celulosa vieja… Árbol leñoso transformado en papel, escrito, vivo, de material y contenido… La afirmó con su mano y extendió frente a la luz de la vela, el parcial de economía escrito a mano de su alumno más despierto. De repente, su alma se encendió. ¡Mensajes! De otro lado, del lado justo, y en el momento justo… Abrió lo que era, ahora, una carta del cosmos, y comenzó a leer:
“Nos tomamos muy en serio. Cada uno, a sí mismo. Desde el careta al más correcto laburador. Nos despertamos a la mañana, y en los primeros segundos reseteamos nuestra vida, nuestro potencial, dentro de la imagen social que creamos alrededor nuestro. Es un impulso nervioso que se dispara adentro, como un dominó hacia el infinito: (te despertás) hace calor, ducha, ¿qué hora es?, las 7… el banco, tengo que ir al banco; Faaa! Seguro que está el gil este que odio que va leeeento y leeeento… Y esto te irrita, porque estás acostumbrado a hacer las cosas vos, y rápido, porque cuando eras chico tu viejo te apuraba a hacer las cosas temprano a la mañana (bronca). Y pum, listo, en un instante reseteamos nuestra vida, nuestros recuerdos, y nos quedamos ahí… porque ahora todo lo nuevo que percibimos, lo vemos con este bagaje de cosas encima.
Pero el reseteo es tanto interno como externo. Alimentamos el ego para identificarnos dentro de la sociedad a través de una imagen social (el deportista, el exitoso, el fracasado, el fachero, el gil, el garca, el “buen tipo”, el familiero, el ortiva), un estatus (puesto de trabajo, logros académicos, aptitudes sobresalientes); y más arcaicamente: en una clase social (el pobretón vs. el ricachón), un logo, una marca de ropa, un equipo de futbol, etc. Y sin darnos cuenta, entramos en un círculo vicioso, porque entramos a esforzarnos por mantener esa imagen porque creemos que esa imagen es lo que somos. El ego piensa que si esa imagen no existe, entonces: ¿quién soy? Y como esa pregunta requiere de un libre albedrío que pocos se deciden a usar para ser respondida, el ego prefiere seguir alimentando esa imagen. Y somos como hámsteres corriendo en una rueda.
Carlos Castaneda, antropólogo, escribía, creo, algo referido a esto: “todos cuanto me conocían tenían una idea sobre mí, y que yo alimentaba esa idea con todo cuanto hacía.
¿No ves? –preguntó (Don Juan) con dramatismo– debes renovar tu historia personal contando a tus padres, o a tus parientes y tus amigos todo cuanto haces. En cambio, si no tienes historia personal, no se necesitan explicaciones; nadie se enoja ni se desilusiona con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus pensamientos. (…) Vale más borrar toda historia personal (…) porque eso nos libera de la carga de los pensamientos ajenos”
Pero en vez de hacer esto, de relajarnos y Ser…, le seguimos dando explicaciones a todo el mundo, para mantener esa imagen, y aun así queremos sentirnos renovados, sentirnos bien. Pero llega un punto en el que no nos sentimos bien, porque no hay nada más para agregar. Y terminamos por no hacer nada. Y olvidamos que en todos los ámbitos de la vida, cuando nos proponemos a hacer algo, si queremos que esto salga bien, solo basta con ponerle plena atención, ponerle pasión, corazón y voluntad, y posiblemente uno realmente pueda lograr lo que sea. Pero ahora ya no lo intentamos porque la imagen autoimpuesta nos frena, no nos deja probar cosas nuevas, salirnos de la rutina. Tenemos que retomar nuestros sueños más verdaderos, eso que queríamos hacer desde chicos, ¡sea lo que sea!
Pero no-caigamos-ante-el-sistema. Al sistema en el que vivimos le viene muy bien el ego, porque a través del ego se maneja a las Masas. Acá cada uno tiene que dejar de preocuparse por las mil y una variables que les tiran para abajo sus proyectos. ¡Fue! ¡Prueben!
“Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin –dijo-, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas. (…) Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Solo hay tiempo para decisiones.” – y eso también es de Castaneda…
Yo ya sé que sobre el tema de la muerte como disparador hacia niveles más amplios de consciencia hay mucho para hablar. Pero es un concepto claro y sencillo: cuando uno tiene una experiencia cercana a la muerte, sus valores hacia la vida cambian, y por lo general tiende uno a sentir la vida de otra manera, maneja sus emociones de otra forma, y por ende la toma de sus decisiones…”
29.
Javier cambio de hoja tras terminar las primeras dos carillas.
Lloraba. Pero directamente No se había dado cuenta.
Estaba metido adentro de la lectura.
Estaba purgando…
“A veces nos cruzamos con gente que choca totalmente con nuestras creencias. Gente que vive en un mundo totalmente sostenido por el ego, sin criterio alguno de ellos mismos, y mucho menos de sus acciones. Estoy hablando, lisa y llanamente, del CARETA de nuestra sociedad… Una persona cuyo mundo está dentro de su casa, y todo lo que entra y sale no tiene origen ni destino, sencillamente porque a él no le incumbe… Todo lo que atraviesa su hogar, está ahí por obra y gracia del dinero, que le permitió pagar por su “derecho” de utilizar y disponer de lo que compra. Cómo se destiló a la Naturaleza para obtener nuestro confort pareciera no molestarle al Careta…
“CARETA” es un término utilizado muy ampliamente. La Real Academia Española define “Careta” como: “Máscara, fingimiento, disimulo”… Así que decir que un Careta es alguien que finge ser otra persona, alguien de mayor status –si es que este concepto existe-, alguien que se cree superior al resto, no estaría tan errado… Son personas totalmente desconectadas de su entorno, que solamente se conectan con la imagen que proyectan de si mismos hacia el exterior. El “careta” está totalmente disociado de lo que ocurre antes y después de la compra y desecho de cualquier producto que consuma.
Lo veo todos los días en bici…
Camioneta polarizada / acelerando (con el semáforo en rojo…) / volumen al palo / baja la ventanilla / saca el brazo / tira un papel / sigue de largo: cae invariablemente en la definición… de ¡ca-re-ta!
El asunto es… creo yo, lo pienso… NO ponerse de mal humor ni generar sentimientos de ira para con un Careta… Saber NO sacarse… sino dejarla pasar…
Pero, ¿de dónde surge la bronca por el otro?
¿Por qué impacientarse?
Por lo general, la bronca que nos puede producir un careta, surge de su entero desconocimiento de lo que pasa por fuera de su estructurada vida…
Mi abuelo leía a Arthur Schopenhauer. Decía que era un filósofo alemán genial, que decía algo como que “si uno se siente irritado por los comentarios absurdos de dos personas cuya conversación ha oído por casualidad, debiera imaginar que fue un diálogo de dos tontos en una comedia. El hombre que llega al mundo con la idea de que instruirá a todos en temas de la más alta importancia podrá agradecer a su buena estrella si se escapa con vida (…) La ira o el odio nunca deberán demostrarse sino en lo que uno hace, y los sentimientos serán tanto más eficaces si se traducen en acción, ya que con ello se evita exhibirlos en cualquier otra forma.”
En este sentido, NO amargarnos… sino empezar a pensar, trabajar, charlar, diagramar, con quienes sí poseen una mirada integrada de la vida… Por suerte, la esperanza es algo que NO se pierde, nunca…
Y creo que es por esto, que estudio Economía.”
– Lucas Gómez
Y una firma exquisita…
Javier se recostó.
Y renació.
30.
Javier estaba por ser dado de alta. Su habitación era más clara, casi enteramente blanca. Ya no era el gris de la celda. Zafó, por supuesta demencia. El abogado supo defenderlo bien y Javier quedo como inimputable ante la justicia, debiendo permanecer internado, en observación, en una clínica psiquiátrica. Pasaron un par de semanas, y las doctoras claramente entendían todo lo que había ocurrido con este Hombre.
Tomó TIEMPO.
Lo cuidaron, lo ayudaron a sanar, a confiar, a hablar,
a sentirse él otra vez.
La Dra. Pips, apasionadamente recibida, leía su informe semanal sobre el Lic. Javier Gius. Era una gran carpeta de papel madera, repleta de papeles; una especie de seguimiento sobre su estado de paz mental. En el monitor de su laptop estaba reproduciéndose un video de Youtube que había sido viralizado el fin de semana anterior. Al parecer, Juan Barrientos, el estudiante símil careta, había grabado con su celular la clase entera en la que irrumpió la policía (costumbre que había hecho para poder completar bien sus apuntes, ya que las clases de Javier lo superaban, pero ya había comprendido que para algo estaba ese tipo en su camino), subiéndolo completo a Internet en los días que siguieron… Sanando, de alguna forma, su reputación ante la masa dormida.
La doctora sacó de atrás del manojo de hojas, una suelta en particular, con una caligrafía de libro antiguo, entregada por Javier el día anterior.
En ella, decía:
“Voy a salir a caminar la calle,
y que sea preferentemente de tierra,
así puedo pisarla fuerte, dejar una huella;
y en las que no sean de tierra,
voy a buscarle las baldosas flojas,
para pisarlas Creando
fuentes instantáneas de agua
otrora estanca.
Me voy a manchar.
Pero voy a convertir lo estanco en movimiento.
Voy a romper las baldosas con un martillo
inflable de casamiento,
para hacer mosaicos en clínicas públicas,
en grandes ciudades,
abarrotadas de individualidades.
Voy a pedirle prestada a la clínica
una silla de ruedas para rodarla
durante veinticuatro horas y sentir,
lo que Es
sumarle a mis dramas cotidianos
otra potencial azarosa realidad.
Y sentir,
lo que Es
tener Nada de qué quejarme.
Y luego iré en las próximas setenta y dos horas
a correr tres veces alrededor de la laguna
o en simple línea recta
hasta que se me canse el alma
y la última endorfina de todas,
y que me quede sólo el pulso,
vibratorio, atmosférico, carnal.
¿Y si me canso, y quedo atrás por un tiempo?
No me va a importar, porque frené
cuando ya no me daba más.
Y me senté al costado del mapa,
y pensé, que voy a escribir donde quiera
y como se me cante;
voy a mezclar…
poemas con ensayos,
gritos con guiones,
ficción y realidad con mentiras verdaderas,
para hacer una ensalada cultural que Sea
un intento de despabilamiento,
el alter ego del pan y circo contemporáneo.
Verdadero, Eficaz.
Voy a imaginar un montón de arcoíris de gelatina gigantes
saliendo de adentro de todos los locales de marca de ropa,
rompiendo vidrieras y surcando ascendentemente en zigzag hacia el cielo.
Los padres, asustados,
los niños, alucinando.
Después, tormenta estelar,
lluvia de estrellas,
vientos huracanados, polvo,
miel, frutos secos, corteza,
una mantis verde flúo,
un grillo verde militar,
un saltamontes verde pasto,
y millones de hojas,
formando píxeles de videojuego
de todos los colores
del otoño,
estación,
de recambio ancestral.
En estado de latencia,
permanecemos.
Y latentes quedarán los rebrotes de los árboles
durante todo lo que tenga que durar
esta etapa de cambio interno
que atraviesan los organismos vivos.
¿Y después?
Después puedo predecir el florecimiento.
El verdor escupiéndose en el paisaje
como baldes de pinturas arrojadas contra una pared;
o bombuchas de agua
pero rellenas de pintura
de colores pasteles reventándose
cuadro por cuadro,
en el suelo.
Predigo que algunos árboles crecerán tanto,
que sus copas se alzarán y agrandarán de forma tal
que una isla volcánica invertida nacerá de cada uno de esos árboles, y
que, mirando hacia arriba, el cielo sería,
por un momento,
un archipiélago gigante invertido
que recubre todo el planeta.
Y cuando llueva,
sólo ahí le voy a poner pausa a la música progresiva,
para deleitarme con el clásico repiqueteo,
sobre el techo de chapa,
hasta quedarme dormido,
sin antes poner la alarma antes,
para poder despertarme y apagarla,
y dormir un rato más.
Voy a volver a hacer las cosas
por el simple hecho de hacerlas,
sin más vueltas sobre ningún asunto;
volver a hacer las cosas como si fuera la primera vez que lo haces,
volver a aprender a hacer todo otra vez,
volver a buscarle un sentido simple a lo que haces,
sentirte realizado con lo que Haces.
Voy a cocinarme,
para así cuidarme y mimarme,
con colores y texturas,
y no sólo con sabores.
Voy a evocar a los implicados,
ser consciente en lo que trago.
Voy a instaurar el karma instantáneo
y el efecto espejo
de detectar el reflejo de mis debilidades
en mis críticas y juzgamientos hacia afuera,
como eje sobre el cual
echar a girar mi estado
actitudinal-entrópico-diario.
Voy a ser ballena, coliflor,
papel higiénico, lampazo, picaflor.
Voy a dirigirme hacia lo alto en el este,
para agarrarlo al Sol cuando salga,
y regatearle un par de horas más de noche.
Voy a tratar a todos,
como si este ya fuera un mundo mejor.
Voy a eliminar el “no puedo” de mi casa,
y voy a vetar las quejas de mi cuarto.
Voy a dejar de escribir, ahora mismo,
porque no puedo vivir nada de esto
siesto
yacá
escri
biendo.”
Golpearon la puerta.
-¡Pasá…!- gritó la doctora, de un salto, arrebatándola de su lectura. Javier entró, de pelo algo crecido, joven, seguro.
-¿Cómo le va doctora?
-Javier, ya te dije que no me digas doctora…- Hubo una pausa. Javier miraba sereno por la ventana- ¿Cómo te sentís Javier…?
-Genial… Creo que me di cuenta que allá afuera sigue todo exactamente igual… Sólo que ahora, no me importa.
Sonrieron.
Brian Longstaff.-
Bibliografía.
- Bob Marley, Concrete Jungle, del disco “Babylon By Bus”, lanzado en 1978. En referencia a la “jungla de concreto del Gran Bob”.
- Brian Longstaff. Concientización Ploff. Pensamientos y fragmentos de la vida cotidiana. Reflexiones para una concientización social.
- Carlos Castaneda. Las enseñanzas de Don Juan, 1968; Una realidad aparte, 1971; Viaje a Ixtlán, 1973; y Relatos de Poder,
- Craig Morris. Enegry Switch. Proven Solutions for a Renewable Future. New Society Publishers. 2006. (en referencia a la imagen de energía renovable disponible, provista en el capítulo 26)
- Eduardo Galeano. Los hijos de los días.
- Ernst Friedrich Schumacher. Lo pequeño es hermoso.
- Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de las Naciones Unidas. Ecosystems and Human Well-being. Opportunities and Challenges for Business and Industry, Millenium Ecosystem Assessment. Tomado de: http://www.millenniumassessment.org/es/ – visto octubre, 2016.
- Gregory Bateson. Pasos hacia una ecología de la mente.
- Guido Rovatti, Sociólogo. Comentarios personales. Dictado de Cursada de Sociología y Antropología de la UNLPam.
- Herman Hesse. 1922.
- Jon Krakauer. Into The Wild. First Anchor Books Edition. 1997.
- Jorge Pablo Howard. Constantes de Howard. Un vistazo crítico sobre sucesos de nuestra vida cotidiana.
- Juan Carlos Kreimer. Bici Zen. Ciclismo urbano como camino.
- Julien Offray de La Mettrie. El hombre máquina. 1748.
- Leonardo Di Caprio & National Geographic. Before the Flood. 2016.
- Matrix (Película, 1999). Dirigida por Lana y Lilly Wachowski.
- Miguel Ángel Ruiz. Los cuatro Acuerdos. Un libro de sabiduría tolteca.
- Mafalda. 1995
- The Neverending Story (Película, 1984). Dirigida por Wolfgang Petersen.
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