BA 226 – Que sanemos todos.
Patologías extremas del ser.
Hay que buscar un término medio.
Pocos huyen de la mediocridad
cuando la detectan en ellos mismos
y/o en su entorno inmediato,
pero son menos los que hacen el viaje
de retorno – el Sansara personal a atravesar.
Estabas entumecido y ahora te despertaste.
¡Bárbaro!
Bienvenido
¿Y qué vas a hacer con eso…?
Esto no es nuevo:
Si en el mundo sigue existiendo gente feliz y contenta,
en una nube de pedos de colores,
es porque subsisten a costas del detrimento
de la calidad de vida de otros.
Inequidad real mundial.
La evidencia esta fuera del tapper.
Todo es cuestión de resignificar y redireccionar.
Si no gestionas correctamente tus emociones
y no traducís tu historia personal en algo,
luego de quemarla y volverla a germinar,
todo el alejamiento de la mediocridad, apatía y desidia de la gente,
pueden catapultarte a un lugar oscuro, opuesto, del otro lado,
donde ya te pasaste un poco de rosca
y sos impaciente, intolerante, condescendiente
y desesperanzado
con y por la gente.
Yin, yang; cordura y locura.
Domar ese flujo que se da entre las dos.
Domar el impala que salta por el Caldenal pampeano.
De Kenia, Tanzania y Zimbabue, lo soltaron a saltar por acá.
Y no se halla…
El bosque urbanizado le queda corto.
Su marco de referencia está desplazado.
Pero no deja de saltar, nunca.
Uno siempre empieza igual.
Eligiendo.
De todo lo que hay por hacer
en el protocolo de materialización de tus sueños utópicos,
agarrás y empezás a hacer algo.
Si actuás con voluntad, coraje, corazón…
nunca te vas a arrepentir de nada
en toda tu vida.
Para arrepentirte de algo,
ese Algo
debe quizás valer la pena para Vos,
pero sólo existe el devenir del Tiempo sobre el tiempo,
replegándose, enrollándose,
y todo es exactamente como tiene que ser.
El valor de Algo (de todo, todo, todo en esta vida)
o la importancia psíquica traumática de cualquier situación
es algo que elegís vos.
Es una habilidad
–el elegir bien-
por la cual debemos querer poder domar la mente,
lograr que deje de saltar y se ponga, tranca, a pastar.
Es la mente la que no te protege
cuando el corazón corre libre al galope,
persiguiendo un arcoíris de cuatro colores,
construyendo castillos de cartas en el cielo
y tirándote de trampolines a piletas olímpicas
v a c í a s .
No caldees tu cabeza con la adversidad.
Repensate… no le pidas peras al olmo.
No busques afecto de donde no sale naturalmente.
Confiá… en que lo único certero, es que la gente cambia.
Seguí luchando, pero de forma silenciosa, serena.
Seguí influyendo, pero protegete primero.
El universo se expande, como así también nosotros, nuestros lazos.
Es un juego, donde nadie sale primero.
Quedarte en tus moldes no sirve de nada.
Barajar, volver a tirar.
Busca la verdad,
para que nada pueda ir mal en tu travesía,
porque no existe nada, en esencia, malo;
tan sólo cantadas de postas.
Encontrá tu sitio de poder.
O varios.
Donde sea…
Creería haber encontrado algunos.
Hay motivos para ir a esos lugares místicos.
Lo que queda en ellos, son sólo nuestros restos espirituales.
Cuando llego ahí,
me siento en el suelo,
callo mi diálogo interno,
y me voy hacia-adentro,
Sigo… hasta llegar a mi espacio subatómico
donde el tiempo, al fin, deja de existir.
Cuando vuelvo a ir hacia-afuera,
todo lo que era viejo de mí
queda debajo del pasto
y se unifica con la biosfera.
El pasto florecerá,
y cuando lo haga
todos mis otros “yoes” volarán con el viento,
a donde sea que se las quiera llevar,
acarreados
por millones de semillas voladoras.
De repente,
soy un alcanzador de felicidad,
y por cuenta propia.
Cuando miré alrededor,
las colinas que me rodeaban comenzaron a bailar.
Me sentí elevado como un barrilete,
con las colinas oscilando radialmente hacia afuera,
un mar de pasto…
Y con la calidez de los rayos de luz del Sol sobre mi cara,
hice un pacto con la Madre Naturaleza.
Pero antes que eso, tuve que ganarme su confianza,
y me alegro que haya sido así,
porque me hizo prometerle que deje de quejarme de todo,
que recuerde a los caídos, al tetrapléjico, al sediento, al hambriento, al ciego,
antes de quejarme de algo.
A cambio,
ella velaría por mi sanidad mental, por mi cordura,
al aliviar todo pensamiento destructivo
con mini-cuotas de momentos naturales a la vista:
la lamida de un perro en la cara,
un pájaro defecando rápida e infinitesimalmente
y volviendo al vuelo, mirar para arriba,
una nube fecunda,
el viento en la cara,
y Rafiki mandándote polvos mágicos de anda a saber dónde.
Momentos, listos ahí, para ayudar a enraizarme varias veces al día,
las que sean necesarias, a los fines de frenar
lo impulsivo-compulsivo
de mi pensar,
producto de valores y sistemas
de creencias
traiciona-
dos…
Me plegué y desplegué a mí mismo,
hasta que me vencí.
Ahora,
soy renacido de las cenizas noosféricas,
y una nueva travesía comienza
sin saber aún
si la tierra es plana o no,
o si el universo tiene alguna esquina cartesiana
para ponerme en penitencia y poder
auto-meditarme.
Tratarme.
Sanarme.
Que sanemos todos.
Brian Longstaff.-
PH’s – Alexander Longstaff & Myself – Auckland – NZ – 2009
Y para re-cor-dar:
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