BA 252 – Relato Fantástico Distópico #4: “Rehenes de los agrotóxicos”.
El Bolsón, Rio Negro, Argentina. Primavera del año 2039.
Me acuerdo como si fuese ayer de cuando los jinetes nos raptaron durante una oscura conversación en casa.
Mamá venía hacía varios días con la sangre hirviendo por un pilón gigante de incontables docenas de bidones, en su mayoría blancos, y también azules, verdes y amarillos, con símbolos de pirata en sus etiquetas, volcados y abandonados sobre una zanja por la que pasábamos caminando cuando me llevaba a la escuela. Yo empezaba primer grado. Días antes de mi primer día de clases, jugábamos guerras de bombuchas con la escueta niñez del pueblo con esa misma agua… Las cargábamos con la boca. Yo era muy chiquita en ese entonces, pero recuerdo todo de mi breve infancia en Solanet, un pueblito perdido unos kilómetros al norte de Ayacucho, provincia de Buenos Aires.
Mamá y papá habían decidido dejar la gran ciudad en busca de una vida más saludable en la ruralidad, intentando comenzar a administrar un campo. Ellos confiaban en que “repoblar el campo” era casi que una responsabilidad civil. Pero fue todo una pesadilla…
Al principio, mamá ni sabía que eran esos bidones… a medida que fue preguntando, se fue enterando de que eran restos de agroquímicos amontonados en un cauce de agua… Incontables noches la vi charlando a los gritos con papá, desesperados los dos… preguntándose por las napas… por el agua que tomaban todos en el pueblo, y en especial los pibes y las pibas… por el aire que respiraban… Se fueron enterando de cómo debían funcionar las cosas y cómo realmente funcionaban. En ese entonces debía haber un C.A.T. (centro de acopio transitorio) para estos desechos. El cual, por supuesto, no existía. La zona de Ayacucho es baja, con campos en su mayoría ganaderos, donde los productores rurales (que fueron comprando los campos igualito que en el juego de “El Estanciero”) trataban a los peones, no como personas, sino como mano de obra barata. Lomita que estos agronegociadores veían… lomita que plantaban con algo y fumigaban… Pero en esas lomitas, se encontraban también las escuelas rurales con sus patios para los recreos de l@s más chic@s. Y eso a mis viejos les quitaba el sueño.
Una noche, entró llorando a casa…
– ¿Qué paso…? –le dijo papá…
– ¡¡¡Venden los bidones para hacer juguetes!!!, ¿Me entendés…? ¡¡SIIII!!, ¡¡juguetes!! ¡¡en Mar del Plata!! ¿Podés creeeeerlo? ¡¡¡Paraaa loos piiiiiibeeees!!!
Yo no entendía nada, eran gritos que llegaban desde la cocina. Unos segundos después, mamá entró corriendo al cuarto y sacó TODOS los juguetes de plástico que yo tenía, en un –ahora entiendo– acto irracional de impotencia y desesperación contra las pocas personas que gobiernan el mundo.
Pero, todo empeoró cuando recibieron los resultados del único laboratorio de una sede del INTA que ya no existe más, que por esos años se animaba a hacer análisis y estudios de agua para campos que se deciden a iniciar la tan evidentemente necesaria “transición agroecológica”, en busca de rastros de agrotóxicos. Agua que bebíamos, con la que nos duchábamos y coccionábamos (1) nuestros guisos. Ahí fue cuando mis viejos fueron a las “autoridades” y comenzaron a amagar con darle difusión mediática a todo el asunto. Se asesoraron, y estaban comenzando a armar todo para presentar una denuncia. Era de noche, y llovía fuerte sobre el techo de chapa del rancho, uno de los sonidos más hermosos que uno puede disfrutar en el campo. Yo jugaba con unos bloques de madera en el piso del living, tratando de hacer nosequé.
De repente, golpean la puerta. Fuerte… y reiteradas veces. Papá va corriendo, y abre la puerta para encontrarse al intendente, atado de manos, empapado. Su traje, que costaba lo mismo que la canasta básica familiar, estaba totalmente embarrado y embadurnado con bosta de vaca de feedlot.
– ¡¿Y vos que hacés acá?! ¿Estás bien? ¿Qué pasó? –papá lo conocía de varios cruces que tuvieron en la municipalidad.
– ¡¡¡Ustedes no entienden NADA!!! ¡¡¡No saben en la que se están metiendo!!!
– ¡¡¡¡¡SIIIIIILEEEEEEEEEEEEEENCIIIIOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!!!!!!!!!!! –se escuchó gritar por todos lados al compás de un trueno que reverberó por todo el partido de Ayacucho.
Atrás del intendente, a unos metros, llegando a la huerta que daba a la puerta de la casa, venían al galope, a la vez que desmontando, los cuatro jinetes del apocalipsis: La Guerra, El Hambre, La Peste y La Muerte.
En realidad, eran cinco jinetes, pero el quinto venía cabalgando un poco más atrás, demorado con una Tablet en la mano, posteando fake-news acá y allá. Papá conocía a los primeros cuatro, pero no al quinto, y –obviamente- a ninguno en persona. Sólo eran un pensamiento de tantos que se le venían a la imaginación cuando pensaba en la desidia de los tomadores de decisiones de nuestro querido planeta.
A ninguno se les veía la cara, claro. Sólo las manos, que eran grandes huesos articulados por el aire mismo, recubiertos con lo que parecían ser líquenes. Estaban vestidos, únicamente, por una gran capa negra con capucha, y hacia adentro de esta: profundidad, oscuridad, negrura y vacío… como aquel que se encuentra en los recónditos tiempoespacios del universo donde no hay ninguna estrella a millones de años luz a la redonda (o mejor dicho, “a la esférica expandente”). Antes de que lleguen a la puerta, y con un acobardado intendente acuclillado al borde de la puerta, llorando y totalmente meado encima del Miedo, papá gritó fuerte en medio de la noche de tormenta.
– ¡¡No tengo asuntos pendientes con ustedes cuatro!! Y mucho menos con vos, ¿quién sos vos?
– ¡A MÍ NO ME TUTIÉS, PELOTUDO! –era la misma voz que recién. Perfilaron en fila hacia la casa, el quinto en primer lugar. Mientras se acercaban a la puerta, mi viejo llamó a mamá (que ya estaba justito atrás de él viendo toda la situación)- YO SOY LA DESINFORMACIÓN, Y SIN MÍ, ESTOS CUATRO NO HACEN NI UNA –llegó a la puerta, lo tomó al intendente de sus gónadas, y lo revoleó varios metros por el aire, en línea recta paralela al suelo, hasta colisionar con la pared del living. Cayó al lado mío rompiendo en la caída una pequeña mesa de vidrio con algunas fotos del verano pasado, y es hasta el día de hoy que me acuerdo la cara de cagón de ese tipo. Los 5 ingresaron a casa, sus cabezas rozando el techo, mi viejo abrazando a mamá…
– BUENO A VER… -sus estaturas fueron decreciendo hasta tener la altura de humanos convencionales- ¿Qué está pasando por acá? –sacó su Tablet, revisó alguna cosa brevísimamente y siguió, pero con una voz más cínica, tranquila, sin escrúpulos- ¡Ah, sí! Ya recuerdo. La parejita de revoltosos de Ayacucho. Me quieren decir, ¿qué les pasa a ustedes? –Mamá se abalanzó hasta abrazarme y les gritó:
– ¡Envenenan a los chicos y enferman a las chicas! ¡Bastardos! –lloraba…
– ¡Bastardos, nos dicen! –y unas carcajadas horrendas envolvieron el living. Mientras reían, todo parecía vibrar- Mire querida, NOSOTROS decidimos TODO. Si nosotros les decimos que la agricultura “de precisión” es lo mejor que hay, ustedes se lo tragan, y Monsanto y Bayer son lo mismo, y ustedes lo siguen pagando. Y si nosotros les decimos que para ayudar a prevenir el cambio climático, ustedes como individuos tienen que comer menos carne, usar transporte público y usar un termostato inteligente en sus hogares, lo Hacen, porque yo paso ese mensaje por todos lados y a ustedes les entra por la colectora de sus atareadas mentes rutinarias. Así fue siempre, y así siempre será… y la revolución siempre será un rayo esperanzador en una profunda fosa de ignorancia social, que los mantendrá girando en círculos. ¿O acaso ustedes piensan que a nosotros nos pesa presentar todo esto como una falla moral por parte de los individuos sin notar que en realidad son 100 corporaciones las responsables del 71% de las emisiones de gases de efecto invernadero globales? ¡Para nada…! Es una mala praxis periodística hermosa, que Yo mismo desarrollé para mantenerlos a todos andando, ordenaditos y sumisos.
Rayos y truenos estallaron en derredor. Era tan cliché que sonasen en ese momento que era evidente que eran provocados por ellos… Por un momento, terror. Incertidumbre surrealista.
Lo último que recuerdo es que les ordenaron a mamá y papá huir de Solanet, hacia el sur del país. Desaparecer. Dejar de buscar. Dejar de avivar giles, les dijeron antes de partir, llevándose al intendente con ellos… No nos movimos del suelo del living en toda la noche… Al día siguiente, la tormenta había cesado y el cielo había aclarado.
Mis padres armaban las valijas y cargaban el auto cuando me desperté. Estaban hablando algo de que cómo podía ser que una noche hayan sido nueve meses… que el espacio-curvo temporal, no sé… no pude entender nada, hasta el día de hoy que ya lo sé y por eso escribo hacía atrás en el tiempo.
En retrospectiva, hoy lo veo al-Todo mucho más claro, mientras estoy terminando la carrera de Licenciatura en Agroecología en la Universidad Nacional de Río Negro. Y creo entender la problemática detrás de la realidad-sociológica-rural de nuestro país, que fue llevando a sentar las bases para la tercera revolución verde, revolución no necesariamente tecnológica, que se dio después de la crisis planetaria del 2026.
La legislación protegía la actividad económica por sobre la salud de las personas. Es un asco… pero era así. Y las leyes que se querían arrimar a mejorar, no se reglamentaban. Y las que se reglamentaban, no tenían organismos de control reales. Y las que tenían organismos de control no tenían presupuesto. Eran todos pedos de colores burocráticos para ciudadanos dormidos. Detrás del telón, estaban todos entongados con todos.
Se exigían límites irrisorios para la aplicación de agroquímicos/tóxicos-para-la-humanidad, pero eran para las zonas urbanas y periurbanas… si vivías en la mitad del campo, en la ruralidad (o si tenías que dirigir alguna de las cada vez menos escuelas rurales de nuestras llanuras), ¡te jodías!
No entiendo cómo pretendían, en ese momento, repoblar el campo, si las mal llamadas “buenas prácticas” agrícolas no se cumplían por falta de organismos de control que pudiesen, valga la redundancia, controlar que no se esté fumigando con el viento a pleno, con el molino girando y girando y girando, tirando la deriva a kilómetros de donde se alardeaba ciegamente que eran aplicados con precisión.
Hoy, por suerte, la cuenta es diferente. El balance económico es casi el mismo (o mejor)… porque el descenso del rendimiento de los cultivos, viene acompañado de un abrupto descenso en el gasto en dólares en insumos químicos que solo sostenían la fachada de una producción alimentaria que no podía seguir existiendo. Y esto sin mencionar la obviedad de los beneficios ecosistémicos a largo plazo que venían aparejados de producir alimentos sanos, conservando los ecosistemas y la salud humana.
Por supuesto, para los que sólo querían ganancias siempre crecientes, les fue difícil entender que el descenso del rendimiento de los cultivos sólo fue aceptable poniéndole fin a una cultura del consumo y el despilfarro (y posterior distribución equitativa de los recursos naturales planetarios), hecho que aconteció luego del embate constante de los eventos climatológicos cada vez más extremos. Algunos lo llamaron cambio climático, otros crisis ecológica, pero era todo lo mismo con discusiones pelotudas sobre semántica.
A mí me gusta llamarla, la crisis colapsoplanetaria del ’26.
¿Quién soy…?
Soy la hija de una valiente madre y un valiente padre, fumigados…
No tengo nombre,
porque lo que importa
es esta breve vivencia
enviada desde el futuro
a tu presente.
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(1) el verbo coccionar no existía en ese entonces, pero ahora sí.
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Brian Longstaff Howard.-
Noviembre del, lamentablemente, 2021.
(¿Y vos quien sos? – DESINFORMACIÓN)
Algunas Fuentes relacionadas a la temática abordada en este cuento:
– “Agroecología: así piensan los pioneros que están transformando nuestro sistema alimentario” (11 de noviembre del 2021): https://www.lanacion.com.ar/revista-jardin/agroecologia-asi-piensan-los-pioneros-que-estan-transformando-nuestro-sistema-alimentario-nid11112021/
– Carrera de Licenciatura en Agroecología, Universidad Nacional de Río Negro, Sede Andina (Calle Onelli 3076, El Bolsón, Río Negro, Argentina): Contacto: [email protected] – https://www.unrn.edu.ar/carreras/Licenciatura-en-Agroecologia-24
– “Agroquímicos: la Justicia suspendió las fumigaciones en campos de Presidencia Roca. El fallo se da luego de las denuncias por personas intoxicadas tras fumigaciones aéreas que serían ilegales en la zona de Presidencia Roca.” (11 de noviembre del 2021): https://www.chacodiapordia.com/2021/11/11/agroquimicos-la-justicia-suspendio-las-fumigaciones-en-campos-de-presidencia-roca/
– “Ayacucho: polémica medida sobre fumigaciones. El distrito bonaerense autorizó a fumigar a 100 metros de escuelas y hogares.” (24 de diciembre del 2020): https://www.latrochadigital.com.ar/2020/12/24/ayacucho-polemica-medida-sobre-fumigaciones/ (de aquí fue tomada la primera foto de este cuento)
– ““Poco responsable y serio”, la crítica de un intendente a otro tras una fumigación a metros de una escuela. El intendente de Benito Juárez, Julio Marini, participó de un Encuentro ambiental y dejó frases que parecieron apuntar contra el mandatario de Ayacucho, Emilio Cordonnier. Hace unas semanas, un mosquito fumigó a cien metros de una escuela rural.” (7 de octubre del 2018): https://infocielo.com/polemica/poco-responsable-y-serio-la-critica-un-intendente-otro-una-fumigacion-metros-una-escuela-n96947
– Redes de Proyectos y Acciones en la zona de Solanet, Ayacucho, Buenos Aires:
https://www.instagram.com/agroecologia.ayacucho/
https://www.instagram.com/bibliosemillasaya/
https://www.instagram.com/asambleaverdeayacucho/
https://www.instagram.com/ombu.escuela/
Agradecimientos:
Agradecer a mis patrocinadores, que logran que siga escribiendo hasta llegar a fin de mes. No es poco, poder vivir del arte. Soy feliz. Gracias, a ellas y ellos: Lucila Masera, María Carla Gallini, Leon Zaldivar Jarabo, Eduardo Wydler, Lihuel Peinetti, María Eugenia Varela, María José Howard, Agustín Estala, Alison Longstaff, Sabrina Tellini, Gustavo Nervegna, Laura Pagani, John Kleuser, Mariana Pagella, Carlos Ezequiel Benvenuto Manarin, Santiago Eduardo Smith & Andrés Hillion. También dar las gracias a ‘Bow & Tie Micro Roastery’ por su patrocinio.
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