Nuevos Pobres, ¡despierten!
Me veo a mi mismo desde afuera, parado frente al mostrador de la pizzería donde trabajo. Contando billetes mientras afuera el cielo se abre dejando una de esas noches pampeanas de ciento ochenta grados de amplitud que te comen desde arriba, englobándote en la negrura del vacío de ese espacio exterior que se cierne sobre nosotros. Cuento la plata –18, 19, 20, 21…- y trato de pensar en otra cosa mientras siento ese aroma a pasada de mano que sube cada vez que paso un billete de mano a mano –30, 31, 32, 33…- pero no puedo pensar en otra cosa porque las matemáticas implicadas en el “cierre de caja” requieren de toda mi atención.
Clase práctica de economía y sociología para todos. Termino de contar; los números finales son los mismos que hace tres años atrás, pero la cantidad de pizzas vendidas es la mitad. ¿Conclusión económica? La inflación surte efecto, y con la misma cantidad de dinero se puede comprar la mitad de las pizzas que antes. O el dinero vale menos, o las cosas subieron de precio. Una de dos; o las dos. De cualquier manera, la conclusión sociológica es la misma. Hoy, hay menos personas que pueden salir a cenar afuera, pero siempre que algunos sí puedan pagar, la cosa seguirá funcionando hasta que se vendan dos pizzas por mil pesos…
Me gustaría pensar, inocentemente, que todas las personas que hoy no pueden salir a cenar afuera, lo hacen por elección propia, por haber incursionado en los beneficios de intentar lograr la soberanía alimentaria, por haber plantado huertas vecinales de forma cooperativa y haber volcado el consumo hacia los nichos de mercados locales emergentes, pero no es tan así…
Hoy, un jefe o jefa de familia se siente moral y socialmente humillado si no puede rendirle tributo a su rol de proveedor de símiles momentos gratos. Pero, ¿qué pasaría si ese padre o madre se carga a la mochila un tapper con arroz, choclo y arvejas, algunas cucharas y una gran botella de agua, y se lanza a la búsqueda de algún lugar verde dentro de pueblo o ciudad?
Caminar a un parque, a un boulevard lleno de árboles que vibran en sus copas con el viento, a una laguna o un monte y lanzar una lona al pasto charlando sobre los árboles y sus funciones ecosistémicas, el submundo de insectos que pululan alrededor de la lona, la imponencia de las nubes que ascienden dibujando en el horizonte el preludio de una nueva tormenta, o simplemente mirar para arriba y contemplar las estrella como lo ha hecho el ser humano desde siempre…
En mi trabajo, además de contar dinero, disfruto de la teatralización que conlleva ser un camarero, y me entristece notar que hoy, la familia tipo sale a cenar tan sólo para llegar a la mesa y sacar sus celulares… La escena es decadente, al ser un resumen de a lo que hemos arribado: una madre jugando al “Candy Crush”, su hijo pegando tiros con una AK-47 a unos orcos monstruosos, totalmente alienado de sí mismo, el padre observa a la hija (que también juega al “Candy Crush”) y luego a su esposa y, al no comprender el cuadro, se enerva en una podredumbre silenciosa, y apura al mozo para que le sirvan aún más rápido la comida…
A metros de la mesa, pared de por medio, pienso para adentro mío si apurar o no a los que estamos del otro lado, a los que transpiran al lado del horno y no van a cenar afuera regularmente, pero me quedo colgado en la puerta, entre la bacha y el freezer y pienso (aún más para adentro mío) en qué nutre más a un niño: el ver a su padre apurar a un mozo y abonar en carácter de pomposo, o al escucharlo hablar sobre la sabiduría escondida en todas las analogías que se pueden hacer entre la Naturaleza y nuestros procesos de crecimiento personal cotidianos.
– ¿¡¿CÓMO VIENE LA MUZZA DE LA MESA 5?!? – les consulto en la cocina con la inercia del apuro de afuera y, mientras me miran con las comandas volando por el aire con cara de “estoy a pura máquina, ¿no lo ves?”, recuerdo a mi madre y sus económicas tácticas de adquisición de vivencias motivacionales para niños.
Cuando las cosas estaban mal en la economía del hogar, mi mamá decidió tomar cartas en el asunto y cambiar las idas al cine, las cenas afuera y los “fichines”, por otro tipo de entretenimiento lúdico más motivacional. Frugalmente, untaba manteca en unos panes con fiambre y nos llevaba a mí y a mi hermano al puente peatonal en la calle Zabala a contemplar los ferrocarriles de los ramales de Jose León Suarez y Mitre… Se producía un momento mágico: mi mamá nos decía que saludáramos al maquinista y éste, cuando veía dos porotitos sobre el puente saltando de alegría y saludando, tocaba su poderosa bocina en respuesta.
Momento mágico de conexión, como la mirada del maquinista del subte; en esos subtes viejos de Buenos Aires donde la cabina del maquinista era pequeña y se podía mirar hacia adelante, mi mamá pagaba un cospel y nos llevaba horas a viajar en túneles del tiempo, como penetrando un agujero de gusano… Eso nos permitía imaginar, al costado de Aeroparque, trepados a las rejas, que los pilotos de los aviones que despegaban nos estaban, en verdad, saludando, sólo que no se veía porque estaban adentro de esos pájaros metálicos voladores…
El vínculo humano que se generaba ahí mismo, ese “¡Hola! ¡Yo también estoy acá! Te veo, y te reconozco como hermano planetario, y te saludo” fugaz, pasajero… era algo imposible de asemejar en una cena familiar con igual número de comensales que usuarios activos de algún chat fuera de este aquí y ahora.
Triste ironía dual, porque luego, al cerrar el día, entré con mi propio celular a mi chat familiar para abrazarlos de forma imaginaria enviándoles algún videíto mostrando los nuevos tomates cosechados de la huerta. Teniendo familiares en diferentes puntos del globo, uno en Méjico, el otro en Auckland, y ella en Buenos Aires, la tecnología pasa a ser una milagrosa piedra filosofal que mantiene la cohesión de nuestros vínculos humanos.
Por lo que siempre la tengo ahí… a la magnánima dualidad de la esencia del ser humano, esa manía que tiene de (frente a una misma circunstancia) alienarse, no aprender, renegar, y a la vez: conectarse, crecer, soltar y, por fin, fluir…
El concepto de Nuevos Pobres en nuestro país, fue acuñado por la socióloga de la UBA, María del Carmen Feijoó, quien, de alguna manera expuso cómo la clase media mantuvo su status social a través de reducir el consumo y uso de gran cantidad de bienes y servicios relacionados al tiempo de ocio de las personas. Ella ve esto como una reducción en la calidad de vida de aquellos “pauperizados”.
Sin embargo, si la frugalidad es una elección, y si se es feliz con menos y “se tiene todo por no querer más nada”… entonces, ¿existe realmente una reducción en la calidad de vida? ¿O es que el ser humildes y contentarnos con lo verdaderamente bueno trasciende a cualquier índice conocido de medición?
Al día siguiente, tras los mambos existenciales, reconfigurar y confiar: mates y un libro (un autor, el recurrente de estos días, me susurra casi por arte de magia):
“Pero el rico – sin hacer comparaciones odiosas – está siempre vendido a la institución que lo hace rico. En estricto sentido, a más dinero menos honradez, porque el dinero se interpone entre la persona y sus objetivos y los obtiene para él; ciertamente, no fue gran virtud obtenerlo. El dinero pospone preguntas que de otra manera la persona se vería obligada a contestar, mientras que la nueva pregunta es difícil pero trivial: ¡cómo gastarlo! Así, le han quitado a la persona sus principios morales. Las oportunidades de vivir se disminuyen en proporción al aumento de los denominados “medios de subsistencia”. Lo mejor que en una persona pendiente puede hacer por su cultura, es dar cima a los esquemas que se propuso cuando era pobre.” (H. D. Thoreau, 1849)
Será hasta la semana que viene,
Brian Longstaff.-
Bibliografía. (citada con la desobediencia protocolar debida de siempre)
- D. Thoreau, “Desobediencia Civil”, 1849.
Conceptos de María del Carmen Feijoó vistos en la Cátedra de Sociología y Antropología de la UNLPam en la carrera de Ing. en Recursos Naturales y Medio Ambiente.
Fotos seleccionadas por Abby Viale.
Maria Longstaff Jan 27 , 2015 at 12:16 AM /
Excellent!!
Mariel Berruete Jan 31 , 2015 at 02:13 PM /
excelente Brian!!!! animarse a "patear el tablero"!!! estamos inmersos en una ilusión, que intuyo… no da para mas!